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Informes Especiales - 27 octubre, 2016

La nociva llegada del río Cesar a la ciénaga Zapatosa

La contaminación que tiene el afluente empeora los otros problemas que tiene del complejo cenagoso. EL PILÓN llegó al sitio donde se unen estos cuerpos de agua, en la recta final de su campaña Miremos el Río Cesar.

El muelle de Chimichagua adornado por las aguas de la ciénaga de Zapatosa refleja la belleza natural que tiene el Cesar, a través de un ecosistema natural y con gran diversidad de especies. EL PILÓN / Leonardo Alvarado.
El muelle de Chimichagua adornado por las aguas de la ciénaga de Zapatosa refleja la belleza natural que tiene el Cesar, a través de un ecosistema natural y con gran diversidad de especies. EL PILÓN / Leonardo Alvarado.

Para llegar a la desembocadura del río Cesar en la ciénaga de Zapatosa se necesitan recorrer más de 200 kilómetros, partiendo de Valledupar; los primeros 97 km se cumplen en Bosconia, en la segunda etapa hay 34 km sobre la Troncal del Oriente hasta el corregimiento de Cuatro Vientos y tomar rumbo a El Paso, en un trayecto de 8.9 km, la tierra famosa del juglar Alejandro Durán Díaz (primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata). De ahí en adelante viene un recorrido de 25 km a Arjona, corregimiento de Astrea, para atravesar 39 km (5.9 km sin pavimento en el corregimiento de Mandinguilla) para llegar a Chimichagua, principal puerto de espejo de agua dulce más grande de Colombia.

(Leer también – Ciénaga de Zapatosa, uno de los ecosistemas más críticos del Caribe).

La ciénaga ocupa un área de 40.000 hectáreas y alberga un volumen de por lo menos 1.000 millones de metros cúbicos de agua. El río Cesar hace su arribo a la Zapatosa a la altura del municipio de Chimichagua, que tiene una extensión de 1.568,6 kilómetros cuadrados, de los cuales 310 corresponden al complejo cenagoso que comparte con cuatro poblaciones: Chiriguaná, Tamalameque, Curumaní (Cesar) y El Banco (Magdalena).

Después de llegar a pocos metros de su nacimiento, recorrer su cauce por los departamento de La Guajira y Cesar, el equipo periodístico de EL PILÓN llegó a la Zapatosa, para presenciar cómo ingresa el río Cesar a la ciénaga.

Montados en un jhonson, así llaman a las pequeñas embarcaciones de un motor en esa zona, a 40 kilómetros por hora comenzó la expedición con el acompañamiento de Alfonso López Argüelles, presidente de la Asociación de Pescadores de Chimichagua, quien mientras conduciendo la motonave explicó los problemas que le trae a la ciénaga la contaminación del río Cesar, la explotación de peces con elementos ilegales, la sedimentación del terreno, las invasiones del pato yuyo y otros aspectos más.

A la altura del pozo conocido como Santo Ortiz, el río Cesar deja caer sus aguas a la ciénaga de Zapatosa. Una línea imaginaria divide los dos cuerpos de agua, que pueden distinguirse simplemente por su color; el que entra es más oscura y el receptor se ve un poco más cristalino.

Sobre la ribera de corregimientos cercanos a la Zapatosa como Saloa, Sempegua, Candelaria, entre otros, existe una reducción del 60 o 70 % en la profundidad de la ciénaga, así como la perdida en la vegetación nativa.
“Estamos muy preocupados con la dura situación de la ciénaga de Zapatosa y el río Cesar, porque este último es nuestro potencial de agua que nutre al espejo de agua dulce. El río viene siendo contaminado desde las mismas cabeceras donde nace hasta su desembocadura. Factores como la ganadería, la explotación de carbón, el vertimiento de aguas residuales son nuestra problemática que crece a diario”, manifestó López Argüelles.

Tanto el río como la ciénaga están llenos de tarulla (planta acuática que crece en las riberas) y según Alfonso López esta es una planta invasora agresiva que crece con mayor facilidad por la contaminación de las pozas rurales de aguas servidas.
“Es un problema para la oxigenación del agua, la navegabilidad y el sistema de pesca, porque al descomponerse el agua las especies comienzan a morirse”, agregó el hombre que tiene 40 de sus 49 años dedicados a la pesca.

(Leer también – S.O.S por la ciénaga de Zapatosa)

La Zapatosa puede ocupar entre 30.000 y 50.000 hectáreas de agua entre el Cesar y el Magdalena, zona donde comienza lo que se denomina Depresión Momposina, que comunica a más de 10 poblaciones por medio del agua.

Son más de 9.000 personas pescando, algunos con prácticas ilícitas. La atarraya fue el elemento más usado para pescar, pero ha sido reemplazada por redes estacionarias como el trasmallo y el chinchorro, aunque estén prohibidas y generan una sobre explotación de pescado, dejando como pérdidas numerosas especies que aún no alcanzan su periodo de madurez para ser consumidos y los alevinos mueren en las redes. Se habla que el 76 % de las especies de bocachito está por debajo de lo normal, y cerca de un 85 % estaría usando métodos ilegales para pescar. A diario la producción de peces disminuye, mientras el número de pescadores crecen.

“Se deben crear alternativas de trabajo para que la ciénaga descanse. Implementar sistemas pastoriles para que el ganado no llegue a sus aguas, porque no permiten que las especies acuíferas se recuperen”, declaró Emil Namén, habitante de Chimichagua.
Millones de alevinos son sembrados en la Zapatosa, pero de nada sirve porque la pesca nunca se detiene, los pescadores diariamente se turnan los espacios en busca del sustento para sus familias.

“Cuando el río Cesar entra a la ciénaga debería tener un nivel normal, pero como los ríos tributarios no le están llevando agua, encontramos una problemática en periodo de verano para el complejo cenagoso. Eso afecta el aumento de playones y el nivel de profundidad. Un problema social es que la gente hace sobre pesca porque no hay nada más que hacer. No hay alternativas”, acotó el ingiero Ambiental y Forestal, Tony Muñoz Pallares.

Se nos está acabando la ciénaga: alcaldesa

Los problemas de la ciénaga de Zapatosa inciden en todas las poblaciones que la bordean, pero la alcaldesa de Chimichagua, Maritza Pérez Ramírez considera que su municipio es el que más sufre.
“Se nos está acabando la ciénaga, el Estado no está prestando la atención que exige nuestro recurso hídrico y es preocupante porque nuestros pescadores viven de la Zapatosa. Hoy hacemos siembras de alevinos y no vemos la reproducción, no podemos comernos un bocachico de una libra como lo hacíamos antes. Este es un llamado a los gobiernos de turno, tanto nacional como departamental”, advirtió la mandataria.

(Leer también – Aprobado plan de manejo ambiental en la ciénaga de Zapatosa)

Chimichagua es un municipio de sexta categoría y no tiene los recursos para atender los inconvenientes ambientales que sufre el espejo de agua dulce y mucho menos los del río Cesar.

“Estamos trabajando con los pescadores, buscando otras alternativas para que dejen descansar la ciénaga. Mientras no tengamos ofertas de empleo para esas familias pobres, no tendremos progreso. Además, la contaminación hace más crítico el daño. Tenemos cinco corregimientos que hacen vertimiento de aguas residuales a la ciénaga o al río, como son Saloa, La Mata, Sempegua, Candelaria y Zapatín. No tienen servicio de alcantarillado y la basura la disponen en la ciénaga, generando un daño ecológico al medio ambiente”, explicó Pérez Ramírez.
Y aunque los chimichagüeros tienen el mayor porcentaje de la ciénaga, cada día están más pobres, con más necesidades para subsistir.

Sin pesca, sin fuentes de vida

A pesar de las descargas de aguas residuales que recibe el río Cesar en Valledupar, aún persisten pescadores de municipios vecinos que se dedican al oficio sin tener en cuenta las consecuencias sanitarias a futuro.

Ya en Las Pitillas, en jurisdicción de San Diego, quedaron sin la opción de pescar por la contaminación. Pasó igual en Los Calabazos, vereda que pertenece al corregimiento de Valencia de Jesús (Valledupar), y de ahí adelante en poblaciones sobre el valle de este afluente como Agustín Codazzi, La Jagua de Ibirico, Becerril, Chiriguaná, Curumaní, Pailitas, Tamalameque, El Copey, Bosconia, El Paso, Astrea y Chimichagua, ubicadas sobre los más de 220 kilómetros de recorrido que tiene hasta su desembocadura en la ciénaga de Zapatosa.

“Después de que el río Cesar sale de los municipios de Valledupar, La Paz y San Diego, sabemos que lleva algo de contaminación, por eso la gente no lo está utilizando para nada. Aunque no quieran reconocerlo, en el centro del departamento cuando se llega a La Jagua de Ibirico y El Paso, se desplaza sedimento de carbón que se encuentra fácilmente sobre las orillas del río”, asegura Tony Muñoz Pallares, concepto conocido por las autoridades ambientales del Cesar a través del estudio de la Formulación del Modelo Hidrogeológico e Hidrológico, Conceptual y Numérico hecho por la Universidad del Magdalena para Corpocesar y la Gobernación del Cesar.

Esa investigación hecha en 2010 revela que los ríos Tucuy, Calenturitas y el caño El Zorro (que caen al río Cesar) presentan variaciones significativas en los parámetros indicadores de mineralización sobre el agua, asociados probablemente a la actividad minera. De igual manera, el 45 % del líquido estudiado presentó valores mayores que los máximos admisibles, en algunos lugares como nitratos, dureza total, alcalinidad, color, hierro, cloruros y manganeso, que en síntesis, indica que no es apto para el consumo humano.

(Leer también – No olviden a la ciénaga de Zapatosa)

“Las captaciones de agua para riego están desangrando el río, además muchos afluentes que llegan al río Cesar pasan por la zona minera y generan contaminación. Uno de los problemas más graves es que los ríos tributarios no le están llevando agua al Cesar, eso ha hecho más grave la situación porque antes le caía tanta agua y no se notaban los inconvenientes”, lamentó Muñoz Pallares, líder además del movimiento ambientalista ‘Greys Baena Galezo’ de la Universidad Popular del Cesar.

El Cesar quedó en el himno

“Bordeado de un verde esperanza está mi pueblo; la tierra donde yo nací. Circundado por las dulces aguas del río Cesar y el Ariguaní”. (Fragmento del Himno de El Paso).

El caserío de Puente Canoas era otro sitio establecido para pescar. Un informe del Banco de la República sobre el río Cesar indica que en esta zona rural de El Paso (centro del Cesar) anteriormente los pescadores capturaban entre tres y seis arrobas de peces al día, pero en la visita de EL PILÓN a esta población los pescadores explicaron que por estos días no sacan más de cinco kilos.
“Es muy poco el pescado que pueden sacar ahora de este lugar, ya los pescadores tienen que irse muy lejos y no traen nada. La producción no se parece a lo que era antes, de cinco o seis arrobas de pescado diarias. Apurado hoy le llevan a sus hogares uno o dos kilos”, destacó Martha Mejía, una de las residentes de Puentes Bocas, ubicado a 28 kilómetros del municipio de Bosconia.

La ciénaga de Zapatosa está ubicada entre los departamentos de Cesar y Magdalena, específicamente los municipios de Chimichagua, Chiriguaná, Curumaní y Tamalameque y El Banco.

La ciénaga de Zapatosa es el ecosistema “más crítico” de las unidades territoriales analizadas en el Caribe, donde la intervención del cuerpo de agua tiene su impacto en el deterioro de la pesca, según el Instituto Von Humboldt y Ecopetrol.

La ciénaga de Zapatosa es el espejo de agua dulce más grande en Latinoamérica, ocupa un área de 40.000 hectáreas y alberga un volumen de por lo menos 1.000 millones de metros cúbicos de agua.
Por Carlos Mario Jiménez
[email protected]

Informes Especiales
27 octubre, 2016

La nociva llegada del río Cesar a la ciénaga Zapatosa

La contaminación que tiene el afluente empeora los otros problemas que tiene del complejo cenagoso. EL PILÓN llegó al sitio donde se unen estos cuerpos de agua, en la recta final de su campaña Miremos el Río Cesar.


El muelle de Chimichagua adornado por las aguas de la ciénaga de Zapatosa refleja la belleza natural que tiene el Cesar, a través de un ecosistema natural y con gran diversidad de especies. EL PILÓN / Leonardo Alvarado.
El muelle de Chimichagua adornado por las aguas de la ciénaga de Zapatosa refleja la belleza natural que tiene el Cesar, a través de un ecosistema natural y con gran diversidad de especies. EL PILÓN / Leonardo Alvarado.

Para llegar a la desembocadura del río Cesar en la ciénaga de Zapatosa se necesitan recorrer más de 200 kilómetros, partiendo de Valledupar; los primeros 97 km se cumplen en Bosconia, en la segunda etapa hay 34 km sobre la Troncal del Oriente hasta el corregimiento de Cuatro Vientos y tomar rumbo a El Paso, en un trayecto de 8.9 km, la tierra famosa del juglar Alejandro Durán Díaz (primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata). De ahí en adelante viene un recorrido de 25 km a Arjona, corregimiento de Astrea, para atravesar 39 km (5.9 km sin pavimento en el corregimiento de Mandinguilla) para llegar a Chimichagua, principal puerto de espejo de agua dulce más grande de Colombia.

(Leer también – Ciénaga de Zapatosa, uno de los ecosistemas más críticos del Caribe).

La ciénaga ocupa un área de 40.000 hectáreas y alberga un volumen de por lo menos 1.000 millones de metros cúbicos de agua. El río Cesar hace su arribo a la Zapatosa a la altura del municipio de Chimichagua, que tiene una extensión de 1.568,6 kilómetros cuadrados, de los cuales 310 corresponden al complejo cenagoso que comparte con cuatro poblaciones: Chiriguaná, Tamalameque, Curumaní (Cesar) y El Banco (Magdalena).

Después de llegar a pocos metros de su nacimiento, recorrer su cauce por los departamento de La Guajira y Cesar, el equipo periodístico de EL PILÓN llegó a la Zapatosa, para presenciar cómo ingresa el río Cesar a la ciénaga.

Montados en un jhonson, así llaman a las pequeñas embarcaciones de un motor en esa zona, a 40 kilómetros por hora comenzó la expedición con el acompañamiento de Alfonso López Argüelles, presidente de la Asociación de Pescadores de Chimichagua, quien mientras conduciendo la motonave explicó los problemas que le trae a la ciénaga la contaminación del río Cesar, la explotación de peces con elementos ilegales, la sedimentación del terreno, las invasiones del pato yuyo y otros aspectos más.

A la altura del pozo conocido como Santo Ortiz, el río Cesar deja caer sus aguas a la ciénaga de Zapatosa. Una línea imaginaria divide los dos cuerpos de agua, que pueden distinguirse simplemente por su color; el que entra es más oscura y el receptor se ve un poco más cristalino.

Sobre la ribera de corregimientos cercanos a la Zapatosa como Saloa, Sempegua, Candelaria, entre otros, existe una reducción del 60 o 70 % en la profundidad de la ciénaga, así como la perdida en la vegetación nativa.
“Estamos muy preocupados con la dura situación de la ciénaga de Zapatosa y el río Cesar, porque este último es nuestro potencial de agua que nutre al espejo de agua dulce. El río viene siendo contaminado desde las mismas cabeceras donde nace hasta su desembocadura. Factores como la ganadería, la explotación de carbón, el vertimiento de aguas residuales son nuestra problemática que crece a diario”, manifestó López Argüelles.

Tanto el río como la ciénaga están llenos de tarulla (planta acuática que crece en las riberas) y según Alfonso López esta es una planta invasora agresiva que crece con mayor facilidad por la contaminación de las pozas rurales de aguas servidas.
“Es un problema para la oxigenación del agua, la navegabilidad y el sistema de pesca, porque al descomponerse el agua las especies comienzan a morirse”, agregó el hombre que tiene 40 de sus 49 años dedicados a la pesca.

(Leer también – S.O.S por la ciénaga de Zapatosa)

La Zapatosa puede ocupar entre 30.000 y 50.000 hectáreas de agua entre el Cesar y el Magdalena, zona donde comienza lo que se denomina Depresión Momposina, que comunica a más de 10 poblaciones por medio del agua.

Son más de 9.000 personas pescando, algunos con prácticas ilícitas. La atarraya fue el elemento más usado para pescar, pero ha sido reemplazada por redes estacionarias como el trasmallo y el chinchorro, aunque estén prohibidas y generan una sobre explotación de pescado, dejando como pérdidas numerosas especies que aún no alcanzan su periodo de madurez para ser consumidos y los alevinos mueren en las redes. Se habla que el 76 % de las especies de bocachito está por debajo de lo normal, y cerca de un 85 % estaría usando métodos ilegales para pescar. A diario la producción de peces disminuye, mientras el número de pescadores crecen.

“Se deben crear alternativas de trabajo para que la ciénaga descanse. Implementar sistemas pastoriles para que el ganado no llegue a sus aguas, porque no permiten que las especies acuíferas se recuperen”, declaró Emil Namén, habitante de Chimichagua.
Millones de alevinos son sembrados en la Zapatosa, pero de nada sirve porque la pesca nunca se detiene, los pescadores diariamente se turnan los espacios en busca del sustento para sus familias.

“Cuando el río Cesar entra a la ciénaga debería tener un nivel normal, pero como los ríos tributarios no le están llevando agua, encontramos una problemática en periodo de verano para el complejo cenagoso. Eso afecta el aumento de playones y el nivel de profundidad. Un problema social es que la gente hace sobre pesca porque no hay nada más que hacer. No hay alternativas”, acotó el ingiero Ambiental y Forestal, Tony Muñoz Pallares.

Se nos está acabando la ciénaga: alcaldesa

Los problemas de la ciénaga de Zapatosa inciden en todas las poblaciones que la bordean, pero la alcaldesa de Chimichagua, Maritza Pérez Ramírez considera que su municipio es el que más sufre.
“Se nos está acabando la ciénaga, el Estado no está prestando la atención que exige nuestro recurso hídrico y es preocupante porque nuestros pescadores viven de la Zapatosa. Hoy hacemos siembras de alevinos y no vemos la reproducción, no podemos comernos un bocachico de una libra como lo hacíamos antes. Este es un llamado a los gobiernos de turno, tanto nacional como departamental”, advirtió la mandataria.

(Leer también – Aprobado plan de manejo ambiental en la ciénaga de Zapatosa)

Chimichagua es un municipio de sexta categoría y no tiene los recursos para atender los inconvenientes ambientales que sufre el espejo de agua dulce y mucho menos los del río Cesar.

“Estamos trabajando con los pescadores, buscando otras alternativas para que dejen descansar la ciénaga. Mientras no tengamos ofertas de empleo para esas familias pobres, no tendremos progreso. Además, la contaminación hace más crítico el daño. Tenemos cinco corregimientos que hacen vertimiento de aguas residuales a la ciénaga o al río, como son Saloa, La Mata, Sempegua, Candelaria y Zapatín. No tienen servicio de alcantarillado y la basura la disponen en la ciénaga, generando un daño ecológico al medio ambiente”, explicó Pérez Ramírez.
Y aunque los chimichagüeros tienen el mayor porcentaje de la ciénaga, cada día están más pobres, con más necesidades para subsistir.

Sin pesca, sin fuentes de vida

A pesar de las descargas de aguas residuales que recibe el río Cesar en Valledupar, aún persisten pescadores de municipios vecinos que se dedican al oficio sin tener en cuenta las consecuencias sanitarias a futuro.

Ya en Las Pitillas, en jurisdicción de San Diego, quedaron sin la opción de pescar por la contaminación. Pasó igual en Los Calabazos, vereda que pertenece al corregimiento de Valencia de Jesús (Valledupar), y de ahí adelante en poblaciones sobre el valle de este afluente como Agustín Codazzi, La Jagua de Ibirico, Becerril, Chiriguaná, Curumaní, Pailitas, Tamalameque, El Copey, Bosconia, El Paso, Astrea y Chimichagua, ubicadas sobre los más de 220 kilómetros de recorrido que tiene hasta su desembocadura en la ciénaga de Zapatosa.

“Después de que el río Cesar sale de los municipios de Valledupar, La Paz y San Diego, sabemos que lleva algo de contaminación, por eso la gente no lo está utilizando para nada. Aunque no quieran reconocerlo, en el centro del departamento cuando se llega a La Jagua de Ibirico y El Paso, se desplaza sedimento de carbón que se encuentra fácilmente sobre las orillas del río”, asegura Tony Muñoz Pallares, concepto conocido por las autoridades ambientales del Cesar a través del estudio de la Formulación del Modelo Hidrogeológico e Hidrológico, Conceptual y Numérico hecho por la Universidad del Magdalena para Corpocesar y la Gobernación del Cesar.

Esa investigación hecha en 2010 revela que los ríos Tucuy, Calenturitas y el caño El Zorro (que caen al río Cesar) presentan variaciones significativas en los parámetros indicadores de mineralización sobre el agua, asociados probablemente a la actividad minera. De igual manera, el 45 % del líquido estudiado presentó valores mayores que los máximos admisibles, en algunos lugares como nitratos, dureza total, alcalinidad, color, hierro, cloruros y manganeso, que en síntesis, indica que no es apto para el consumo humano.

(Leer también – No olviden a la ciénaga de Zapatosa)

“Las captaciones de agua para riego están desangrando el río, además muchos afluentes que llegan al río Cesar pasan por la zona minera y generan contaminación. Uno de los problemas más graves es que los ríos tributarios no le están llevando agua al Cesar, eso ha hecho más grave la situación porque antes le caía tanta agua y no se notaban los inconvenientes”, lamentó Muñoz Pallares, líder además del movimiento ambientalista ‘Greys Baena Galezo’ de la Universidad Popular del Cesar.

El Cesar quedó en el himno

“Bordeado de un verde esperanza está mi pueblo; la tierra donde yo nací. Circundado por las dulces aguas del río Cesar y el Ariguaní”. (Fragmento del Himno de El Paso).

El caserío de Puente Canoas era otro sitio establecido para pescar. Un informe del Banco de la República sobre el río Cesar indica que en esta zona rural de El Paso (centro del Cesar) anteriormente los pescadores capturaban entre tres y seis arrobas de peces al día, pero en la visita de EL PILÓN a esta población los pescadores explicaron que por estos días no sacan más de cinco kilos.
“Es muy poco el pescado que pueden sacar ahora de este lugar, ya los pescadores tienen que irse muy lejos y no traen nada. La producción no se parece a lo que era antes, de cinco o seis arrobas de pescado diarias. Apurado hoy le llevan a sus hogares uno o dos kilos”, destacó Martha Mejía, una de las residentes de Puentes Bocas, ubicado a 28 kilómetros del municipio de Bosconia.

La ciénaga de Zapatosa está ubicada entre los departamentos de Cesar y Magdalena, específicamente los municipios de Chimichagua, Chiriguaná, Curumaní y Tamalameque y El Banco.

La ciénaga de Zapatosa es el ecosistema “más crítico” de las unidades territoriales analizadas en el Caribe, donde la intervención del cuerpo de agua tiene su impacto en el deterioro de la pesca, según el Instituto Von Humboldt y Ecopetrol.

La ciénaga de Zapatosa es el espejo de agua dulce más grande en Latinoamérica, ocupa un área de 40.000 hectáreas y alberga un volumen de por lo menos 1.000 millones de metros cúbicos de agua.
Por Carlos Mario Jiménez
[email protected]