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Columnista - 12 enero, 2017

La mentira, nuevo paradigma

La mentira es tan vieja como la verdad y como la humanidad, llena de inexactitudes; la encontramos en los libros de historia, en la Biblia, en los procesos de la vida diaria, en la institucionalidad; a veces, para evitar un mal peor, a veces se estilan las llamadas mentiras piadosas, casi necesarias, algunas perversas. A […]

La mentira es tan vieja como la verdad y como la humanidad, llena de inexactitudes; la encontramos en los libros de historia, en la Biblia, en los procesos de la vida diaria, en la institucionalidad; a veces, para evitar un mal peor, a veces se estilan las llamadas mentiras piadosas, casi necesarias, algunas perversas.

A los nativos les dijeron que dios no eran ni la luna ni el sol sino el los conquistadores, el bíblico. La historia nos enseñó que el florero de Llorente y no los conflictos con la Corona española, fue la chispa libertaria; nos han dicho que nos independizamos de España siendo que ésta, en su lugar, nos dejó a los criollos, sus hijos, para que nos siguieran gobernando; pero que nimiedad, también nos han dicho que el himno nacional es el segundo más bello del mundo, que Bogotá es la Atenas de Sur América y dizque hablamos el mejor castellano.

Bolívar, para imprimirles patrioterismo a sus tropas, dijo que Ricaurte se inmoló en San Mateo y que el coronel Rendón, con cuatro andrajosos jinetes, selló el triunfo en la batalla de Boyacá. Somos un país de mitos históricos. Hoy las cosas son de mayor calado, la tecnología ha potenciado la mentira a lo hiperbólico. El NO en Colombia, el Brexit en el Reino Unido y Trump en los EE.UU, son la trampa. Sacar “verraca” a la gente a votar es un embrujo emotivo de la perversidad propagandística; los postulados gobbeleanos del nacismo que ocasionaron 50 millones de muertes y destrucción, hoy toman vigencia con similares contenidos.

No creo en la resurrección pero Goebbels está vivo. Y así como él dijo que judíos, gitanos homosexuales y bolcheviques acabarían con Alemania, también aquí dijeron que Santos, representante de la ultra recha colombiana, es castro-chavista, las tierras compradas “de buena fe” a los desplazados por gamonales, serían entregadas a las Farc, dijeron que el cristianismo cedería ante el marxismo; que nos gobernarían los gays, que la familia cristiana sería sepultada y las mesadas de los pensionados se recortarían para subsidiar el posconflicto; ideas todas extraídas de las alcantarillas, son el paroxismo de la infamia.

Estas y otras mentiras monumentales son creíbles en un país donde la fe es ciega y el machismo y la misoginia hacen metástasis por el centro de los tuétanos. Menos mal que la verdad es como el corcho, algún día sale a la superficie después de la turbulencia; aquí flotó muy rápido, el acto de contrición del gerente de la campaña del CD, que no pudo soportar el cargo de conciencia, así lo confirma. Con mucha razón Maquiavelo, al observar el trasegar político de las naciones, afirmó que el fin justifica los medios.

[email protected]

Columnista
12 enero, 2017

La mentira, nuevo paradigma

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

La mentira es tan vieja como la verdad y como la humanidad, llena de inexactitudes; la encontramos en los libros de historia, en la Biblia, en los procesos de la vida diaria, en la institucionalidad; a veces, para evitar un mal peor, a veces se estilan las llamadas mentiras piadosas, casi necesarias, algunas perversas. A […]


La mentira es tan vieja como la verdad y como la humanidad, llena de inexactitudes; la encontramos en los libros de historia, en la Biblia, en los procesos de la vida diaria, en la institucionalidad; a veces, para evitar un mal peor, a veces se estilan las llamadas mentiras piadosas, casi necesarias, algunas perversas.

A los nativos les dijeron que dios no eran ni la luna ni el sol sino el los conquistadores, el bíblico. La historia nos enseñó que el florero de Llorente y no los conflictos con la Corona española, fue la chispa libertaria; nos han dicho que nos independizamos de España siendo que ésta, en su lugar, nos dejó a los criollos, sus hijos, para que nos siguieran gobernando; pero que nimiedad, también nos han dicho que el himno nacional es el segundo más bello del mundo, que Bogotá es la Atenas de Sur América y dizque hablamos el mejor castellano.

Bolívar, para imprimirles patrioterismo a sus tropas, dijo que Ricaurte se inmoló en San Mateo y que el coronel Rendón, con cuatro andrajosos jinetes, selló el triunfo en la batalla de Boyacá. Somos un país de mitos históricos. Hoy las cosas son de mayor calado, la tecnología ha potenciado la mentira a lo hiperbólico. El NO en Colombia, el Brexit en el Reino Unido y Trump en los EE.UU, son la trampa. Sacar “verraca” a la gente a votar es un embrujo emotivo de la perversidad propagandística; los postulados gobbeleanos del nacismo que ocasionaron 50 millones de muertes y destrucción, hoy toman vigencia con similares contenidos.

No creo en la resurrección pero Goebbels está vivo. Y así como él dijo que judíos, gitanos homosexuales y bolcheviques acabarían con Alemania, también aquí dijeron que Santos, representante de la ultra recha colombiana, es castro-chavista, las tierras compradas “de buena fe” a los desplazados por gamonales, serían entregadas a las Farc, dijeron que el cristianismo cedería ante el marxismo; que nos gobernarían los gays, que la familia cristiana sería sepultada y las mesadas de los pensionados se recortarían para subsidiar el posconflicto; ideas todas extraídas de las alcantarillas, son el paroxismo de la infamia.

Estas y otras mentiras monumentales son creíbles en un país donde la fe es ciega y el machismo y la misoginia hacen metástasis por el centro de los tuétanos. Menos mal que la verdad es como el corcho, algún día sale a la superficie después de la turbulencia; aquí flotó muy rápido, el acto de contrición del gerente de la campaña del CD, que no pudo soportar el cargo de conciencia, así lo confirma. Con mucha razón Maquiavelo, al observar el trasegar político de las naciones, afirmó que el fin justifica los medios.

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