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Columnista - 1 marzo, 2018

La fuerza de los mitos

La humanidad siempre ha vivido de mitos, aglutinantes sociales, aunque también ayudan a distorsionar; las culturas están llenas de mitos, la historia está cargada de ellos, igual que las religiones; los medios, para mantener sus ratings, los utilizan; la soberanía de los pueblos es un mito igual que los derechos humanos. La publicidad es mitómana […]

La humanidad siempre ha vivido de mitos, aglutinantes sociales, aunque también ayudan a distorsionar; las culturas están llenas de mitos, la historia está cargada de ellos, igual que las religiones; los medios, para mantener sus ratings, los utilizan; la soberanía de los pueblos es un mito igual que los derechos humanos. La publicidad es mitómana y hoy, la política se hace sobre mitos contra el adversario más temido.

La igualdad establecida en la Constitución es otro mito, lo mismo que los partidos políticos sin ideologías. La economía, que es pseudo ciencia, tiene postulados y leyes, muchos de los cuales son mitos; p. ej., que las fuerzas del mercado sean la panacea, es un mito; una prueba es que el mundo tiende a la inequidad y a la concentración de los ingresos; ocho personas son dueñas de la mitad de la riqueza del mundo, (Forbes). La oferta y la demanda son el pilar de los mercados tratándose de narcóticos con patente, pero no se permite que sean regulados por las leyes del mercado cuando son producidos por delincuentes y la informalidad, en cuyo caso la represión es la ley.

La desinformación fomenta los mitos; la tecnología empodera a los medios para difundir mensajes engañosos que muchos no verifican; twitters y facebooks son aprovechados por mitómanos para borrar las fronteras entre realidad y mito; el lector promedio repite frases o palabras de moda sin razonamiento porque el ventrílocuo invade su conciencia. P.ej., el término “castrochavismo”, mito acuñado por el uribismo, muestra realidades parciales socioeconómicas y políticas de Cuba y Venezuela, reiterándole a la gente que en ese espejo no debería peinarse.

El mensaje subliminal es que allí todo está mal, resaltando fuera de contexto la falta de libertades y la expropiación, términos sacralizados por los mitómanos; la propiedad privada tiene una connotación teocrática: todas las riquezas y el poder vienen de Dios, lo cual es un mito; hoy, como esa heredad no se puede demostrar, se acude al pillaje y no al trabajo honrado: “lo mío es mío y nadie me lo quita”, canta Juan Piña. La expropiación es legal cuando la hace el sistema financiero, pero es castrochavista si tiene otro origen; como este término no tiene una definición única, entonces es un mito.

En Colombia, el sistema financiero expropió miles de viviendas adquiridas mediante el UPAC, arruinando a miles de colombianos cuyos ahorros les fueron arrebatados y ahí nadie defendió la propiedad privada, por lo tanto este concepto es un mito. Igualmente, millones de campesinos fueron expropiados y expulsados violentamente de sus tierras por quiénes fomentaron la confrontación armada en el país.

Hablar de populismo es entrar en definiciones mitológicas, cada quien emplea este vocablo según sus conveniencias y muchas veces con un mensaje peyorativo. Populista, en general, es el que acude al pueblo para venderle una tesis que podría favorecerlo así sea imposible de cumplir. Según el diccionario de la RAE, es la “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”, pero podría tener muchas acepciones; a quién proponga rebajar los impuestos a sabiendas de que las realidades fiscales no lo permiten, se le puede catalogar de populista.

El populismo no tiene color pero es admitido como sano cuando lo ejercen quienes manejan el statu quo, y perverso cuando lo plantean otros grupos alternativos. El populismo puro es hermano del nacionalismo y se sustenta en la mentira; el brexit triunfó gracias a una jornada chovinista y populista, otra pelea entre el SI y el NO pero allá gano el SI. En las campañas electorales, los contendores suelen endilgarse, recíprocamente, el moquete de populista pero nadie se cree como tal. El populismo surge como un mesías en los países pobres dónde existen tantas promesas incumplidas pero también se da en el primer mundo; Trump es populista igual que Macron; en Argentina se ha dado salvaje, le sigue Colombia. Llevamos 200 años de populismo. Por fortuna, los mitos están en nuestras mentes y dejarán de existir cuando dejemos de creer en ellos. Llegó la hora.

nadarpe@gmail.com

Columnista
1 marzo, 2018

La fuerza de los mitos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

La humanidad siempre ha vivido de mitos, aglutinantes sociales, aunque también ayudan a distorsionar; las culturas están llenas de mitos, la historia está cargada de ellos, igual que las religiones; los medios, para mantener sus ratings, los utilizan; la soberanía de los pueblos es un mito igual que los derechos humanos. La publicidad es mitómana […]


La humanidad siempre ha vivido de mitos, aglutinantes sociales, aunque también ayudan a distorsionar; las culturas están llenas de mitos, la historia está cargada de ellos, igual que las religiones; los medios, para mantener sus ratings, los utilizan; la soberanía de los pueblos es un mito igual que los derechos humanos. La publicidad es mitómana y hoy, la política se hace sobre mitos contra el adversario más temido.

La igualdad establecida en la Constitución es otro mito, lo mismo que los partidos políticos sin ideologías. La economía, que es pseudo ciencia, tiene postulados y leyes, muchos de los cuales son mitos; p. ej., que las fuerzas del mercado sean la panacea, es un mito; una prueba es que el mundo tiende a la inequidad y a la concentración de los ingresos; ocho personas son dueñas de la mitad de la riqueza del mundo, (Forbes). La oferta y la demanda son el pilar de los mercados tratándose de narcóticos con patente, pero no se permite que sean regulados por las leyes del mercado cuando son producidos por delincuentes y la informalidad, en cuyo caso la represión es la ley.

La desinformación fomenta los mitos; la tecnología empodera a los medios para difundir mensajes engañosos que muchos no verifican; twitters y facebooks son aprovechados por mitómanos para borrar las fronteras entre realidad y mito; el lector promedio repite frases o palabras de moda sin razonamiento porque el ventrílocuo invade su conciencia. P.ej., el término “castrochavismo”, mito acuñado por el uribismo, muestra realidades parciales socioeconómicas y políticas de Cuba y Venezuela, reiterándole a la gente que en ese espejo no debería peinarse.

El mensaje subliminal es que allí todo está mal, resaltando fuera de contexto la falta de libertades y la expropiación, términos sacralizados por los mitómanos; la propiedad privada tiene una connotación teocrática: todas las riquezas y el poder vienen de Dios, lo cual es un mito; hoy, como esa heredad no se puede demostrar, se acude al pillaje y no al trabajo honrado: “lo mío es mío y nadie me lo quita”, canta Juan Piña. La expropiación es legal cuando la hace el sistema financiero, pero es castrochavista si tiene otro origen; como este término no tiene una definición única, entonces es un mito.

En Colombia, el sistema financiero expropió miles de viviendas adquiridas mediante el UPAC, arruinando a miles de colombianos cuyos ahorros les fueron arrebatados y ahí nadie defendió la propiedad privada, por lo tanto este concepto es un mito. Igualmente, millones de campesinos fueron expropiados y expulsados violentamente de sus tierras por quiénes fomentaron la confrontación armada en el país.

Hablar de populismo es entrar en definiciones mitológicas, cada quien emplea este vocablo según sus conveniencias y muchas veces con un mensaje peyorativo. Populista, en general, es el que acude al pueblo para venderle una tesis que podría favorecerlo así sea imposible de cumplir. Según el diccionario de la RAE, es la “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”, pero podría tener muchas acepciones; a quién proponga rebajar los impuestos a sabiendas de que las realidades fiscales no lo permiten, se le puede catalogar de populista.

El populismo no tiene color pero es admitido como sano cuando lo ejercen quienes manejan el statu quo, y perverso cuando lo plantean otros grupos alternativos. El populismo puro es hermano del nacionalismo y se sustenta en la mentira; el brexit triunfó gracias a una jornada chovinista y populista, otra pelea entre el SI y el NO pero allá gano el SI. En las campañas electorales, los contendores suelen endilgarse, recíprocamente, el moquete de populista pero nadie se cree como tal. El populismo surge como un mesías en los países pobres dónde existen tantas promesas incumplidas pero también se da en el primer mundo; Trump es populista igual que Macron; en Argentina se ha dado salvaje, le sigue Colombia. Llevamos 200 años de populismo. Por fortuna, los mitos están en nuestras mentes y dejarán de existir cuando dejemos de creer en ellos. Llegó la hora.

nadarpe@gmail.com