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Columnista - 25 mayo, 2017

La fosa de los presagios

Aunque me parece intrigante tratar de pronosticar el destino electoral de una nación, no me deja de resultar un propósito que raya en la pedantería y la insolencia. Sin embargo, me lanzaré al abismo de la contradicción. Arrastrado por el placer y la curiosidad, desobedeceré mis consignas para tratar de predecir qué ocurrirá en las […]

Aunque me parece intrigante tratar de pronosticar el destino electoral de una nación, no me deja de resultar un propósito que raya en la pedantería y la insolencia. Sin embargo, me lanzaré al abismo de la contradicción. Arrastrado por el placer y la curiosidad, desobedeceré mis consignas para tratar de predecir qué ocurrirá en las elecciones presidenciales de 2018. A partir de los movimientos y los pactos que veo en la atmosfera política actual, diré mis expectativas.

Me empezaré refiriendo al uribismo. El triunfo del No en el plebiscito, los bajos índices de popularidad de Santos y la disertación salpicada de embustes que corea, lo mantienen vigente. Además, hay que admitir que Uribe es un monstruo electoral, una fiera para buscar votos, hay mucha gente que lo sigue porque ve en su imagen a un verdadero líder, a un dios o incluso una oportunidad para convertirse en su hijo político.

Del mal denominado Centro Democrático y de una fracción radical del Partido Conservador, saldrá un candidato.

La apuesta de Uribe es seleccionar a alguien sin tachas que agrupe a la derecha y pesque en el centro. Ahí están los nombres: María del Rosario Guerra, Paloma Valencia, Iván Duque, Carlos Holmes Trujillo, Alejandro Ordóñez, Rafael Nieto, Iván Duque y Marta Lucía Ramírez. Uribe pretende alzar el trofeo de un solo golpe, sabe (como nadie) que en caso de una segunda vuelta los otros sectores se aliarían en su contra, como pasó con Zuluaga en el 2014.

Hoy el uribismo luce oxigenado, fuerte y unido alrededor de un jefe, así que considero que tiene la primera opción para llegar a la Casa de Nariño.

A diferencia del uribismo, el santismo es una mentira, un esperpento pegado con mermelada que dejará de existir después de las elecciones presidenciales. Sin embargo, el proceso de paz tiene muchos seguidores, al igual que el poder que aún ejerce Santos (los últimos no son espontáneos), así que el gobierno tendrá la opción de competir. El asunto es que se respira una división. El candidato con más trabajo es German Vargas Lleras, pero no gusta en todos los sectores del santismo: quizás su principal debilidad es que sus ideas a veces parecen un espejo del pensamiento uribista. El otro candidato es Humberto De la Calle, un tipo serio, moderado y liberal que parece estar perdido en los escombros de la indecisión: no se ve cerca el guiño de Santos. Hoy el tal santismo es pura duda, eso lo hace lucir tembleque ante Uribe.

Por otro lado, se encuentra la denominada tercería, que está compuesta por un grupo de candidatos alternativos de varios partidos y movimientos: Clara López, Claudia López, Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo, Gustavo Petro, entre otros. Este combo tiene el mismito problema que carcome a aquel fantasma que llaman el santismo: la división. Aquí cada quien camina por su lado, están ahogándose en un mar de ego, soberbia y dogmas, así no van para ninguna parte.

De modo que la realidad actual muestra a un uribismo fornido que alcanzaría su objetivo de ganar el trofeo de entrada o que al menos tendría asegurado su pase a la segunda vuelta, etapa en la que no sería tan favorito, a no ser que tenga como adversario a Vargas Lleras, quien tiene un talante político no tan lejano a Fernando Londoño y a Alejandro Ordóñez, y podría auspiciar un laberinto de víboras en el que cualquier cosa sucedería.

Para derrotar al uribismo se requiere de un candidato que proyecte equilibrio, mesura. Un tipo que reúna al partido Liberal, al Verde, al de la U, al Progresistas y a sectores del Polo y del conservatismo. Obviamente, ese no es Vargas Lleras, tal vez podría ser un Humberto De la Calle o un Sergio Fajardo. Si no hay una coalición así, seguro Uribe, que es quien pone los votos, vencerá. Afortunadamente, creo que por ahora solo hay algo real: en política los presagios nacen muertos.

Por Carlos César Silva

@ccsilva86

Columnista
25 mayo, 2017

La fosa de los presagios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Cesar Silva

Aunque me parece intrigante tratar de pronosticar el destino electoral de una nación, no me deja de resultar un propósito que raya en la pedantería y la insolencia. Sin embargo, me lanzaré al abismo de la contradicción. Arrastrado por el placer y la curiosidad, desobedeceré mis consignas para tratar de predecir qué ocurrirá en las […]


Aunque me parece intrigante tratar de pronosticar el destino electoral de una nación, no me deja de resultar un propósito que raya en la pedantería y la insolencia. Sin embargo, me lanzaré al abismo de la contradicción. Arrastrado por el placer y la curiosidad, desobedeceré mis consignas para tratar de predecir qué ocurrirá en las elecciones presidenciales de 2018. A partir de los movimientos y los pactos que veo en la atmosfera política actual, diré mis expectativas.

Me empezaré refiriendo al uribismo. El triunfo del No en el plebiscito, los bajos índices de popularidad de Santos y la disertación salpicada de embustes que corea, lo mantienen vigente. Además, hay que admitir que Uribe es un monstruo electoral, una fiera para buscar votos, hay mucha gente que lo sigue porque ve en su imagen a un verdadero líder, a un dios o incluso una oportunidad para convertirse en su hijo político.

Del mal denominado Centro Democrático y de una fracción radical del Partido Conservador, saldrá un candidato.

La apuesta de Uribe es seleccionar a alguien sin tachas que agrupe a la derecha y pesque en el centro. Ahí están los nombres: María del Rosario Guerra, Paloma Valencia, Iván Duque, Carlos Holmes Trujillo, Alejandro Ordóñez, Rafael Nieto, Iván Duque y Marta Lucía Ramírez. Uribe pretende alzar el trofeo de un solo golpe, sabe (como nadie) que en caso de una segunda vuelta los otros sectores se aliarían en su contra, como pasó con Zuluaga en el 2014.

Hoy el uribismo luce oxigenado, fuerte y unido alrededor de un jefe, así que considero que tiene la primera opción para llegar a la Casa de Nariño.

A diferencia del uribismo, el santismo es una mentira, un esperpento pegado con mermelada que dejará de existir después de las elecciones presidenciales. Sin embargo, el proceso de paz tiene muchos seguidores, al igual que el poder que aún ejerce Santos (los últimos no son espontáneos), así que el gobierno tendrá la opción de competir. El asunto es que se respira una división. El candidato con más trabajo es German Vargas Lleras, pero no gusta en todos los sectores del santismo: quizás su principal debilidad es que sus ideas a veces parecen un espejo del pensamiento uribista. El otro candidato es Humberto De la Calle, un tipo serio, moderado y liberal que parece estar perdido en los escombros de la indecisión: no se ve cerca el guiño de Santos. Hoy el tal santismo es pura duda, eso lo hace lucir tembleque ante Uribe.

Por otro lado, se encuentra la denominada tercería, que está compuesta por un grupo de candidatos alternativos de varios partidos y movimientos: Clara López, Claudia López, Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo, Gustavo Petro, entre otros. Este combo tiene el mismito problema que carcome a aquel fantasma que llaman el santismo: la división. Aquí cada quien camina por su lado, están ahogándose en un mar de ego, soberbia y dogmas, así no van para ninguna parte.

De modo que la realidad actual muestra a un uribismo fornido que alcanzaría su objetivo de ganar el trofeo de entrada o que al menos tendría asegurado su pase a la segunda vuelta, etapa en la que no sería tan favorito, a no ser que tenga como adversario a Vargas Lleras, quien tiene un talante político no tan lejano a Fernando Londoño y a Alejandro Ordóñez, y podría auspiciar un laberinto de víboras en el que cualquier cosa sucedería.

Para derrotar al uribismo se requiere de un candidato que proyecte equilibrio, mesura. Un tipo que reúna al partido Liberal, al Verde, al de la U, al Progresistas y a sectores del Polo y del conservatismo. Obviamente, ese no es Vargas Lleras, tal vez podría ser un Humberto De la Calle o un Sergio Fajardo. Si no hay una coalición así, seguro Uribe, que es quien pone los votos, vencerá. Afortunadamente, creo que por ahora solo hay algo real: en política los presagios nacen muertos.

Por Carlos César Silva

@ccsilva86