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Columnista - 19 marzo, 2015

La ciudad ecológica del futuro

Siguiendo una concepción que refleja una supuesta supremacía del mundo urbano –industrial y una mega especialización en la cadena de producción- consumo, el ámbito urbano contemporáneo ha sido construido como espacio desnaturalizado en donde sus habitantes casi siempre son consumidores pero no productores de los elementos naturales. En efecto, la moderna urbe es por lo […]

Siguiendo una concepción que refleja una supuesta supremacía del mundo urbano –industrial y una mega especialización en la cadena de producción- consumo, el ámbito urbano contemporáneo ha sido construido como espacio desnaturalizado en donde sus habitantes casi siempre son consumidores pero no productores de los elementos naturales. En efecto, la moderna urbe es por lo común un ámbito separado aunque dependiente de los espacios rurales y naturales, y este principio tiende a influir en los estilos de la construcción de la vivienda, así como los espacios dedicados a los servicios y al transporte.

El ciudadano urbano tiende entonces a establecer una relación recreativa, estética, contemplativa y al fin y al cabo distante con los elementos naturales. Tal pareciera que existe una necesidad de marcar una tajante diferencia con el habitante del sector rural quien mantiene nexos muy concretos con la naturaleza mediante los procesos de producción. Las porciones naturales que existen en las ciudades (parques, jardines, terrenos baldíos, reservas) casi siempre se conciben como áreas de recreación no de producción, confirmando la idea de que el habitante de las urbes debe ser un “consumidor improductivo”. Por ello cuando el ciudadano urbano reclama áreas naturales lo hacen solamente para acercarse a una naturaleza aséptica y domeñada.

Si hacia 1800 sólo 3 % de la población mundial vivía en ciudades, en los albores del siglo esta cifra alcanza nada menos que a la mitad de los seres humanos, y se estima que para el 2020 tres cuartas partes de la humanidad habitarán dentro de ciudades. Ello significará una descomunal presión sobre los sectores rural y natural en términos de recursos (materiales, alimentos, agua, energía). Una concepción radicalmente diferente de la ciudad deberá, por lo tanto, atenuar las diferencias entre ciudad-campo, acercar las ciudades a la naturaleza por medio de la producción y romper con el estereotipo dominante que especializa al habitante de las urbes y lo condena a ser una especie de “parasito improductivo”.

La reconfiguración de la ciudad implica antes que nada una recomposición de la vivienda (casa ecológica) basada en el uso de la energía solar, el reciclamiento del agua y el manejo de la basura y los desechos domésticos. Otro aspecto nodal es el transporte, pues se hace necesario cuestionar tanto la idea privada de los medios de transporte como sus efectos contaminantes.

En esta perspectiva el automóvil, símbolo inequívoco de la sociedad industrial, tal como se conoce actualmente, resulta obsoleto y deberá ser sustituido por otras formas de transporte colectivo basado en energías renovables y no contaminadoras. Aunque también se requiere entre otras de todo un programa de transformación de los espacios naturales (terrenos baldíos, parques y jardines) para la producción agrícola, pecuaria y pesquera con la implantación de programa comunitarios y barriales, y el uso de granjas integrales (que implica el reciclaje de desechos).
Nota: No se nos olvide la construcción del Embalse Los Besotes, cada día se hace más necesario.

Columnista
19 marzo, 2015

La ciudad ecológica del futuro

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Siguiendo una concepción que refleja una supuesta supremacía del mundo urbano –industrial y una mega especialización en la cadena de producción- consumo, el ámbito urbano contemporáneo ha sido construido como espacio desnaturalizado en donde sus habitantes casi siempre son consumidores pero no productores de los elementos naturales. En efecto, la moderna urbe es por lo […]


Siguiendo una concepción que refleja una supuesta supremacía del mundo urbano –industrial y una mega especialización en la cadena de producción- consumo, el ámbito urbano contemporáneo ha sido construido como espacio desnaturalizado en donde sus habitantes casi siempre son consumidores pero no productores de los elementos naturales. En efecto, la moderna urbe es por lo común un ámbito separado aunque dependiente de los espacios rurales y naturales, y este principio tiende a influir en los estilos de la construcción de la vivienda, así como los espacios dedicados a los servicios y al transporte.

El ciudadano urbano tiende entonces a establecer una relación recreativa, estética, contemplativa y al fin y al cabo distante con los elementos naturales. Tal pareciera que existe una necesidad de marcar una tajante diferencia con el habitante del sector rural quien mantiene nexos muy concretos con la naturaleza mediante los procesos de producción. Las porciones naturales que existen en las ciudades (parques, jardines, terrenos baldíos, reservas) casi siempre se conciben como áreas de recreación no de producción, confirmando la idea de que el habitante de las urbes debe ser un “consumidor improductivo”. Por ello cuando el ciudadano urbano reclama áreas naturales lo hacen solamente para acercarse a una naturaleza aséptica y domeñada.

Si hacia 1800 sólo 3 % de la población mundial vivía en ciudades, en los albores del siglo esta cifra alcanza nada menos que a la mitad de los seres humanos, y se estima que para el 2020 tres cuartas partes de la humanidad habitarán dentro de ciudades. Ello significará una descomunal presión sobre los sectores rural y natural en términos de recursos (materiales, alimentos, agua, energía). Una concepción radicalmente diferente de la ciudad deberá, por lo tanto, atenuar las diferencias entre ciudad-campo, acercar las ciudades a la naturaleza por medio de la producción y romper con el estereotipo dominante que especializa al habitante de las urbes y lo condena a ser una especie de “parasito improductivo”.

La reconfiguración de la ciudad implica antes que nada una recomposición de la vivienda (casa ecológica) basada en el uso de la energía solar, el reciclamiento del agua y el manejo de la basura y los desechos domésticos. Otro aspecto nodal es el transporte, pues se hace necesario cuestionar tanto la idea privada de los medios de transporte como sus efectos contaminantes.

En esta perspectiva el automóvil, símbolo inequívoco de la sociedad industrial, tal como se conoce actualmente, resulta obsoleto y deberá ser sustituido por otras formas de transporte colectivo basado en energías renovables y no contaminadoras. Aunque también se requiere entre otras de todo un programa de transformación de los espacios naturales (terrenos baldíos, parques y jardines) para la producción agrícola, pecuaria y pesquera con la implantación de programa comunitarios y barriales, y el uso de granjas integrales (que implica el reciclaje de desechos).
Nota: No se nos olvide la construcción del Embalse Los Besotes, cada día se hace más necesario.