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Columnista - 27 julio, 2013

La Carta, Penélope y Algún día

Lo que me duele de morir no es dejar de ver estos paisajes florecidos, ni dejar de ver las colinas hermosas de mis sueños, ni dejar de sentir el olor de la lluvia. Lo que me duele de morir es no saber si volveré a ver tus ojos claros y no saber si volveré a verte dormida cuando yo esté dormido… para siempre.

Por Leonardo José Maya

Lo que me duele de morir no es dejar de ver estos paisajes florecidos, ni dejar de ver las colinas hermosas de mis sueños, ni dejar de sentir el olor de la lluvia. Lo que me duele de morir es no saber si volveré a ver tus ojos claros y no saber si volveré a verte dormida cuando yo esté dormido…  para siempre.

La carta

Ya no podía soportarlo así que me decidí y le escribí una carta en mi cuaderno de matemáticas. Le dije que había soñado con ella, que habíamos viajado en nubes azules a una ciudad francesa repleta de cigüeñas blancas equipadas con morrales de viajes, recorrimos todo el Mediterráneo y llegamos después a las espléndidas islas del Caribe y allí fuimos felices, le aclaré al final que estaba un poco triste porque en el sueño ella no había regresado, que se quedó entre palmeras disfrutando el paisaje sin mí.

 

A los dos días me respondió, me dijo que gracias por escribirle que ella había tenido el mismo sueño conmigo, que había disfrutado del viaje y había sido completamente  feliz.

No la he vuelto a ver, me han dicho que con los años se volvió escritora en Paris pero otros me aseguran que la escritora es un homónimo, que ella actualmente es adivina en Jamaica.

Penélope

Penélope la tejedora, bordaba y bordaba sin mirar, pensando en Ulises, el guerrero legendario. A  miles de kilómetros, en el fragor de la guerra él sintió el llamado del amor,  era un hombre de guerra, por lo tanto decidido, se vino por el hilo del bordado mientras ella bordaba y bordaba todas las tardes, sin mirar el bordado y soñando con él.
Varias semanas después, cuando el bordado estuvo terminado ella lo extendió para corregir los errores. No había error, ¡era perfecto!

Estaba Ulises con su uniforme de guerra y el rostro impaciente mirando a lo lejos como si esperara a alguien, había cruzado el desierto de los médanos infinitos, el golfo de Corinto, y había escalado  las escarpadas rocas del kilimingo, seis semanas de travesía, pero llegó justo a tiempo para demostrarle que no había error en su pensamiento. Ni en sus sueños.

Algún día 

Algún día los enamorados descubrirán que cada susurro del viento es un secreto mensaje de amor, que cada flor del camino es alguien que quiere hablarte y entonces sabrás que cada mariposa del camino es un recado desesperado que envían para decirte que no te han olvidado, que aún te recuerdan como antes y que te esperan a la vuelta de la esquina.
Solo entonces descubrirás con asombro que los vientos conocen todos los caminos, que las flores adornan los destinos y que las mariposas son las que juntan los enamorados, porque allí también te reunirás con todos los enamorados que vienen en camino.

Columnista
27 julio, 2013

La Carta, Penélope y Algún día

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Leonardo Maya Amaya

Lo que me duele de morir no es dejar de ver estos paisajes florecidos, ni dejar de ver las colinas hermosas de mis sueños, ni dejar de sentir el olor de la lluvia. Lo que me duele de morir es no saber si volveré a ver tus ojos claros y no saber si volveré a verte dormida cuando yo esté dormido… para siempre.


Por Leonardo José Maya

Lo que me duele de morir no es dejar de ver estos paisajes florecidos, ni dejar de ver las colinas hermosas de mis sueños, ni dejar de sentir el olor de la lluvia. Lo que me duele de morir es no saber si volveré a ver tus ojos claros y no saber si volveré a verte dormida cuando yo esté dormido…  para siempre.

La carta

Ya no podía soportarlo así que me decidí y le escribí una carta en mi cuaderno de matemáticas. Le dije que había soñado con ella, que habíamos viajado en nubes azules a una ciudad francesa repleta de cigüeñas blancas equipadas con morrales de viajes, recorrimos todo el Mediterráneo y llegamos después a las espléndidas islas del Caribe y allí fuimos felices, le aclaré al final que estaba un poco triste porque en el sueño ella no había regresado, que se quedó entre palmeras disfrutando el paisaje sin mí.

 

A los dos días me respondió, me dijo que gracias por escribirle que ella había tenido el mismo sueño conmigo, que había disfrutado del viaje y había sido completamente  feliz.

No la he vuelto a ver, me han dicho que con los años se volvió escritora en Paris pero otros me aseguran que la escritora es un homónimo, que ella actualmente es adivina en Jamaica.

Penélope

Penélope la tejedora, bordaba y bordaba sin mirar, pensando en Ulises, el guerrero legendario. A  miles de kilómetros, en el fragor de la guerra él sintió el llamado del amor,  era un hombre de guerra, por lo tanto decidido, se vino por el hilo del bordado mientras ella bordaba y bordaba todas las tardes, sin mirar el bordado y soñando con él.
Varias semanas después, cuando el bordado estuvo terminado ella lo extendió para corregir los errores. No había error, ¡era perfecto!

Estaba Ulises con su uniforme de guerra y el rostro impaciente mirando a lo lejos como si esperara a alguien, había cruzado el desierto de los médanos infinitos, el golfo de Corinto, y había escalado  las escarpadas rocas del kilimingo, seis semanas de travesía, pero llegó justo a tiempo para demostrarle que no había error en su pensamiento. Ni en sus sueños.

Algún día 

Algún día los enamorados descubrirán que cada susurro del viento es un secreto mensaje de amor, que cada flor del camino es alguien que quiere hablarte y entonces sabrás que cada mariposa del camino es un recado desesperado que envían para decirte que no te han olvidado, que aún te recuerdan como antes y que te esperan a la vuelta de la esquina.
Solo entonces descubrirás con asombro que los vientos conocen todos los caminos, que las flores adornan los destinos y que las mariposas son las que juntan los enamorados, porque allí también te reunirás con todos los enamorados que vienen en camino.