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Columnista - 9 julio, 2011

La bonanza algodonera

Por: Indalecio Dangond Baquero La primera vez que vi un cultivo de algodón fue a finales de la década de los 70 en la finca de nuestro apreciado y recordado Efrain Dangond Lacouture. Era la época de la bonanza algodonera en el departamento del Cesar. Recuerdo los buses repletos de recolectores procedentes de Juan de […]

Por: Indalecio Dangond Baquero

La primera vez que vi un cultivo de algodón fue a finales de la década de los 70 en la finca de nuestro apreciado y recordado Efrain Dangond Lacouture. Era la época de la bonanza algodonera en el departamento del Cesar. Recuerdo los buses repletos de recolectores procedentes de Juan de Acosta y Tubará, las avionetas fumigando los campos de la región, cientos de almacenes de insumos y repuestos de maquinaria agrícola, miles de tractores de grandes marcas, las largas filas de los camiones esperando turno en las desmotadoras de Casacará y Codazzi y los gerentes de los bancos, girando miles de millones de pesos, que los empresarios algodoneros retiraban en costales, para pagar la recolección de sus cosechas.

Este progreso económico y social de la región, comenzó a tener sus altibajos en la década de los ochenta, llegando a su fin en 1.993, cuando la producción descendió fuertemente debido a las bajas cotizaciones internacionales y a la reducción de aranceles para la importación de estos bienes, lo cual tuvo como efecto directo unas bajas significativas en los ingresos de los agricultores, que dio como resultado el freno en las inversiones en el sector, traduciéndose en el estancamiento de los rendimientos por hectárea. Hoy, alrededor del 50% del consumo de la industria proviene de los Estados Unidos.

El 2010, ha marcado el inicio de una nueva década de bonanza algodonera, debido a cuatro factores fundamentales: En primer lugar, el incremento del precio de la fibra que pasó de 84 a 1.97 ctvs de dólar la libra, que se tradujo en un aumento de 5 a 7 millones de pesos la tonelada de fibra al agricultor. En segundo lugar, las nuevas variedades de algodón transgénico (Delta Pime y el Fiber Max) que son resistentes a las plagas, reducen los costos y logran mayor rendimiento por hectárea. El tercer factor, fue la organización de los agricultores y las empresas desmotadoras, donde estas últimas actuaron como integradoras para la planificación del crédito, la prestación del servicio de asistencia técnica y la compra anticipada de la fibra. Lo que los economistas llamamos economía de escala. Por último, la concientización de los agricultores en las buenas prácticas agrícolas y la instalación de sistema de riego, que les permitió pasar de 1.8 hasta 4 toneladas por hectárea.

Si bien es cierto que los futuros de algodón han cerrado a la baja por quinta jornada consecutiva en la Bolsa de New York, influenciado por la débil demanda de la fibra y el incremento de las tasas de interés en la china, no es para preocuparse, porque nuestro país es deficitario, tenemos la apertura del mercado peruano y el ministerio de agricultura ha garantizado un precio mínimo de sustentación de $ 5.185.000 por tonelada. En lenguaje parroquiano; si un agricultor se gasta $ 5.2 millones por hectárea y obtiene un rendimiento de 3 toneladas, le deja ingresos netos superiores a los 10 millones de pesos por hectárea.

Conalgodon le apuesta a unas 55.000 hectáreas a la cosecha 2010-2011, de las cuales el 80% se sembrarían en los departamentos de Cordoba, Cesar, Guajira, Bolivar, Sucre, Magdalena y Atlántico, el 20% restantes, en los departamentos del Huila, Tolima, Cundinamarca y Valle del Cauca. El Gobierno Nacional por su parte, a través del ministro de agricultura, Juan Camilo Restrepo, ha establecido una línea especial de crédito con tasas subsidiadas entre el 4% y el 6% efectivo anual y una subvención de hasta el 60% del costo de la prima del seguro agrario contra riesgos climáticos. Si logra que el Banco Agrario reduzca de 4 a un mes, los tramites de los créditos, tendremos una buena reactivación del sector algodonero y del empleo rural en nuestra región.

Las condiciones para obtener un negocio rentable están dadas, solo nos falta democratizar la propiedad de las empresas desmotadoras, donde el agricultor no sea un afiliado sino un asociado, para obtener un valor agregado de su producción. Un esquema de alianza, donde todos ponen y todos ganan.

Columnista
9 julio, 2011

La bonanza algodonera

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Indalecio Dangond Baquero

Por: Indalecio Dangond Baquero La primera vez que vi un cultivo de algodón fue a finales de la década de los 70 en la finca de nuestro apreciado y recordado Efrain Dangond Lacouture. Era la época de la bonanza algodonera en el departamento del Cesar. Recuerdo los buses repletos de recolectores procedentes de Juan de […]


Por: Indalecio Dangond Baquero

La primera vez que vi un cultivo de algodón fue a finales de la década de los 70 en la finca de nuestro apreciado y recordado Efrain Dangond Lacouture. Era la época de la bonanza algodonera en el departamento del Cesar. Recuerdo los buses repletos de recolectores procedentes de Juan de Acosta y Tubará, las avionetas fumigando los campos de la región, cientos de almacenes de insumos y repuestos de maquinaria agrícola, miles de tractores de grandes marcas, las largas filas de los camiones esperando turno en las desmotadoras de Casacará y Codazzi y los gerentes de los bancos, girando miles de millones de pesos, que los empresarios algodoneros retiraban en costales, para pagar la recolección de sus cosechas.

Este progreso económico y social de la región, comenzó a tener sus altibajos en la década de los ochenta, llegando a su fin en 1.993, cuando la producción descendió fuertemente debido a las bajas cotizaciones internacionales y a la reducción de aranceles para la importación de estos bienes, lo cual tuvo como efecto directo unas bajas significativas en los ingresos de los agricultores, que dio como resultado el freno en las inversiones en el sector, traduciéndose en el estancamiento de los rendimientos por hectárea. Hoy, alrededor del 50% del consumo de la industria proviene de los Estados Unidos.

El 2010, ha marcado el inicio de una nueva década de bonanza algodonera, debido a cuatro factores fundamentales: En primer lugar, el incremento del precio de la fibra que pasó de 84 a 1.97 ctvs de dólar la libra, que se tradujo en un aumento de 5 a 7 millones de pesos la tonelada de fibra al agricultor. En segundo lugar, las nuevas variedades de algodón transgénico (Delta Pime y el Fiber Max) que son resistentes a las plagas, reducen los costos y logran mayor rendimiento por hectárea. El tercer factor, fue la organización de los agricultores y las empresas desmotadoras, donde estas últimas actuaron como integradoras para la planificación del crédito, la prestación del servicio de asistencia técnica y la compra anticipada de la fibra. Lo que los economistas llamamos economía de escala. Por último, la concientización de los agricultores en las buenas prácticas agrícolas y la instalación de sistema de riego, que les permitió pasar de 1.8 hasta 4 toneladas por hectárea.

Si bien es cierto que los futuros de algodón han cerrado a la baja por quinta jornada consecutiva en la Bolsa de New York, influenciado por la débil demanda de la fibra y el incremento de las tasas de interés en la china, no es para preocuparse, porque nuestro país es deficitario, tenemos la apertura del mercado peruano y el ministerio de agricultura ha garantizado un precio mínimo de sustentación de $ 5.185.000 por tonelada. En lenguaje parroquiano; si un agricultor se gasta $ 5.2 millones por hectárea y obtiene un rendimiento de 3 toneladas, le deja ingresos netos superiores a los 10 millones de pesos por hectárea.

Conalgodon le apuesta a unas 55.000 hectáreas a la cosecha 2010-2011, de las cuales el 80% se sembrarían en los departamentos de Cordoba, Cesar, Guajira, Bolivar, Sucre, Magdalena y Atlántico, el 20% restantes, en los departamentos del Huila, Tolima, Cundinamarca y Valle del Cauca. El Gobierno Nacional por su parte, a través del ministro de agricultura, Juan Camilo Restrepo, ha establecido una línea especial de crédito con tasas subsidiadas entre el 4% y el 6% efectivo anual y una subvención de hasta el 60% del costo de la prima del seguro agrario contra riesgos climáticos. Si logra que el Banco Agrario reduzca de 4 a un mes, los tramites de los créditos, tendremos una buena reactivación del sector algodonero y del empleo rural en nuestra región.

Las condiciones para obtener un negocio rentable están dadas, solo nos falta democratizar la propiedad de las empresas desmotadoras, donde el agricultor no sea un afiliado sino un asociado, para obtener un valor agregado de su producción. Un esquema de alianza, donde todos ponen y todos ganan.