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Columnista - 24 enero, 2017

La biblioteca, oasis del pensamiento en el desierto de la incuria

“Ya compre la cartilla abecedario porque muy pronto voy a tener un niño y he soñado que va a ser un abogado, y antes que nazca yo voy a estar prevenido, porque ese niño todavía no ha nacido y está muy resentido pidiéndole a la madre que lo tire pá fuera, a mí me dice […]

“Ya compre la cartilla abecedario porque muy pronto voy a tener un niño y he soñado que va a ser un abogado, y antes que nazca yo voy a estar prevenido, porque ese niño todavía no ha nacido y está muy resentido pidiéndole a la madre que lo tire pá fuera, a mí me dice que le compre los libros que no le eche en olvido porque el apenas nazca se va para la escuela”.

El tema que ocupa nuestra atención trajo a mi mente la canción titulada ‘El niño inteligente’ de la autoría de Calixto ‘Calabacito’ Ochoa, que está incluida en el corte número 3 del Lado A, en una curiosa producción musical prensada por la casa disquera ‘De Lujo’ en el año 1971, titulada ‘Época de oro y éxitos de Calixto Ocho’, refiere que el muchacho que estaba en gestación ya le había contado a qué venía a este mundo, le exigió que le tuviera listo los libros porque sería un abogado, y advierte que antes de cumplir el año sería bachiller, remata profetizando: “Apenas nazca ese niño inteligente, hay que tener presente de darle to´los gustos al hijo de nosotros, que con el tiempo será hasta un presidente de todo el Continente porque su inteligencia se presta para todo”.

A propósito de los libros y la inteligencia, gustoso y complacido he aceptado la invitación de la Diócesis de Riohacha para asistir a la inauguración de la Biblioteca Virtual “Héctor Salah Zuleta” como un aporte social de la curia para mejorar la calidad de la educación, el nivel cultural, la competitividad y las competencias en La Guajira, se constituye esa obra de cemento y ladrillo por fuera, pero de profundas connotaciones socioculturales, en un oasis para el pensamiento, en medio del desierto de la impiedad y la incuria, es un acto de justicia con una sociedad que hoy vive asfixiada por la inversión de valores y la indiferencia ante las indelicadezas y la impiedad ante el dolor ajeno.

Es justo reconocer el esfuerzo, los sacrificios y el empeño de los representantes del altísimo en la tierra de Padilla para lograr esa obra majestuosa, emblemática y prueba indeleble de lo que se puede hacer en favor de nuestros semejantes con el manejo decoroso de los recursos de la Educación Contratada. Alguna vez nos contó el señor Obispo, Monseñor Héctor, que la financiación del proyecto fue posible con los excedentes de la mínima participación que se le dio a la Diócesis en la prestación del servicio de educación, obviamente es distinta la situación cuando lo que interesa en algunos sectores públicos es el contrato y no la ejecución de su objeto por falta de respeto a la ley.

Recordé a propósito del acto inaugural que ese era exactamente el proyecto originalmente concebido por Amylkar, mi hermano, cuando gestionó los recursos para la construcción del Centro Cultural en la ciudad de Riohacha, de cuya gestión -porque es guajiro y no de otra parte- nadie le habla a las nuevas generaciones, allí debía funcionar una gran biblioteca virtual interconectada con la Biblioteca Luis Ángel Arango de la ciudad de Bogotá, desafortunadamente no era el entonces senador el competente para ejecutar los recursos ni celebrar los contratos, quedando el propósito original preconcebido a medias como cometa sin rabo, y lo más grave como muerto insepulto porque están dejando acabar lo que se construyó.

Ojalá que se sigan construyendo bibliotecas, escenarios académicos, más centros de enseñanzas para ver si La Guajira se sacude, para que no haya tanta insolidaridad e ignorancia que es lo que facilita la corrupción, el saqueo, la indolencia, la maldad, el canibalismo, la envidia y el silencio ante el delito, aterra encontrar niños que no van a la escuela, jóvenes entregados al consumo de drogas, mientras los bebederos se multiplican en toda la península facilitándole a la juventud el consumo de licor a temprana edad para quemar sus neuronas mientras su departamento se hunde incomprendido, resignado y avergonzado en el lodazal de la cultura del delito consentido.

Los curas merecen un monumento que sirva también de protesta contra la insolidaridad y la deshonestidad

Columnista
24 enero, 2017

La biblioteca, oasis del pensamiento en el desierto de la incuria

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Eduardo Acosta Medina

“Ya compre la cartilla abecedario porque muy pronto voy a tener un niño y he soñado que va a ser un abogado, y antes que nazca yo voy a estar prevenido, porque ese niño todavía no ha nacido y está muy resentido pidiéndole a la madre que lo tire pá fuera, a mí me dice […]


“Ya compre la cartilla abecedario porque muy pronto voy a tener un niño y he soñado que va a ser un abogado, y antes que nazca yo voy a estar prevenido, porque ese niño todavía no ha nacido y está muy resentido pidiéndole a la madre que lo tire pá fuera, a mí me dice que le compre los libros que no le eche en olvido porque el apenas nazca se va para la escuela”.

El tema que ocupa nuestra atención trajo a mi mente la canción titulada ‘El niño inteligente’ de la autoría de Calixto ‘Calabacito’ Ochoa, que está incluida en el corte número 3 del Lado A, en una curiosa producción musical prensada por la casa disquera ‘De Lujo’ en el año 1971, titulada ‘Época de oro y éxitos de Calixto Ocho’, refiere que el muchacho que estaba en gestación ya le había contado a qué venía a este mundo, le exigió que le tuviera listo los libros porque sería un abogado, y advierte que antes de cumplir el año sería bachiller, remata profetizando: “Apenas nazca ese niño inteligente, hay que tener presente de darle to´los gustos al hijo de nosotros, que con el tiempo será hasta un presidente de todo el Continente porque su inteligencia se presta para todo”.

A propósito de los libros y la inteligencia, gustoso y complacido he aceptado la invitación de la Diócesis de Riohacha para asistir a la inauguración de la Biblioteca Virtual “Héctor Salah Zuleta” como un aporte social de la curia para mejorar la calidad de la educación, el nivel cultural, la competitividad y las competencias en La Guajira, se constituye esa obra de cemento y ladrillo por fuera, pero de profundas connotaciones socioculturales, en un oasis para el pensamiento, en medio del desierto de la impiedad y la incuria, es un acto de justicia con una sociedad que hoy vive asfixiada por la inversión de valores y la indiferencia ante las indelicadezas y la impiedad ante el dolor ajeno.

Es justo reconocer el esfuerzo, los sacrificios y el empeño de los representantes del altísimo en la tierra de Padilla para lograr esa obra majestuosa, emblemática y prueba indeleble de lo que se puede hacer en favor de nuestros semejantes con el manejo decoroso de los recursos de la Educación Contratada. Alguna vez nos contó el señor Obispo, Monseñor Héctor, que la financiación del proyecto fue posible con los excedentes de la mínima participación que se le dio a la Diócesis en la prestación del servicio de educación, obviamente es distinta la situación cuando lo que interesa en algunos sectores públicos es el contrato y no la ejecución de su objeto por falta de respeto a la ley.

Recordé a propósito del acto inaugural que ese era exactamente el proyecto originalmente concebido por Amylkar, mi hermano, cuando gestionó los recursos para la construcción del Centro Cultural en la ciudad de Riohacha, de cuya gestión -porque es guajiro y no de otra parte- nadie le habla a las nuevas generaciones, allí debía funcionar una gran biblioteca virtual interconectada con la Biblioteca Luis Ángel Arango de la ciudad de Bogotá, desafortunadamente no era el entonces senador el competente para ejecutar los recursos ni celebrar los contratos, quedando el propósito original preconcebido a medias como cometa sin rabo, y lo más grave como muerto insepulto porque están dejando acabar lo que se construyó.

Ojalá que se sigan construyendo bibliotecas, escenarios académicos, más centros de enseñanzas para ver si La Guajira se sacude, para que no haya tanta insolidaridad e ignorancia que es lo que facilita la corrupción, el saqueo, la indolencia, la maldad, el canibalismo, la envidia y el silencio ante el delito, aterra encontrar niños que no van a la escuela, jóvenes entregados al consumo de drogas, mientras los bebederos se multiplican en toda la península facilitándole a la juventud el consumo de licor a temprana edad para quemar sus neuronas mientras su departamento se hunde incomprendido, resignado y avergonzado en el lodazal de la cultura del delito consentido.

Los curas merecen un monumento que sirva también de protesta contra la insolidaridad y la deshonestidad