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Columnista - 18 agosto, 2017

La armadura de Dios

“Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y habiendo acabado todo, estar firmes”: Efesios 6,13. Esta promesa demanda vestirnos la armadura de Dios para obtener éxito. Conforme al uniforme de los soldados romanos, San Pablo nos ilustra sobre el equipo que debemos vestir cuando vamos contra fuerzas espirituales […]

“Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y habiendo acabado todo, estar firmes”: Efesios 6,13.

Esta promesa demanda vestirnos la armadura de Dios para obtener éxito. Conforme al uniforme de los soldados romanos, San Pablo nos ilustra sobre el equipo que debemos vestir cuando vamos contra fuerzas espirituales de maldad.

El cinturón de la verdad. Era un cinto ancho que ajustaba la cintura del guerrero y ayudaba a sostener las otras piezas de la vestimenta. Si el cinto no estaba bien puesto, el resto de la armadura se caía. Si nosotros como guerreros, no cimentamos nuestras vidas sobre la verdad, también nuestra vida se caerá. “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.

La coraza de justicia. Esta era una pieza hecha de bronce liviano y recubierta de una piel de animal gruesa. Tenía como función proteger el pecho y la parte delantera del cuerpo, especialmente el corazón. Nada protegía la espalda, puesto que el soldado jamás la daría. Guardar nuestro corazón tiene que ver con comprender la justicia de Dios, aceptando que no es por nuestra propia justicia que tenemos acceso libre a su presencia, sino por la imputación de la justicia de Cristo que somos amados y aceptados. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”.

El calzado del apresto del Evangelio de la paz. Para pelear con espadas cuerpo a cuerpo, como lo hacían las legiones romanas, se necesitaba firmeza en los pies, de manera que el calzado era muy importante para no resbalar y ser derrotado. En la vida cristiana necesitamos un calzado sólido, aprender a depender de las promesas de paz de Dios. La preocupación, angustia, soledad, ansiedad y temor nos hacen perder el equilibrio. Cubrir nuestros pies con el calzado del Evangelio significa confiar en las promesas de Dios y estar dispuesto a compartirlas con otros. “Cuan hermosos son los pies de los que anuncian buenas nuevas, de los que anuncian la paz”.

El escudo de la fe. Los escudos romanos eran de forma rectangular de 1,20 por 0,60 centímetros, se usaba para detener los golpes del enemigo y esconderse detrás de él cuando las lluvias de flechas eran disparadas por los arqueros enemigos. También formaban con ellos barricadas y arcos de protección. Eran ungidos o untados con aceite para que los dardos de fuego del enemigo resbalaran. En nuestro diario caminar, estamos siendo sometidos a ataques y se nos lanzan flechas encendidas intentando producir culpa y acusación, pero solamente el escudo de la fe en Cristo puede protegernos. “Porque escudo y protección es su verdad”.

El casco de la salvación. Cuyo propósito era proteger la cabeza del soldado. El paralelo en nuestra armadura espiritual es que el casco protege nuestra cabeza y nuestros pensamientos. Colocarse el casco de la salvación es saber que nuestra salvación es segura y completa en Cristo. La certeza de nuestra salvación no depende de nuestro desempeño, sino que depende de los méritos de Jesús, sustentado en el sacrificio perfecto de Cristo en la Cruz. Nos apropiamos de ese sacrificio por la gracia mediante la fe. “El testimonio es que Dios nos ha dado vida eterna y esa vida está en su Hijo”.

La espada del Espíritu. Esta es la única arma ofensiva de la armadura. Medía unos 0,65 centímetros de forma puntiaguda y filo en ambos bordes. La manera de usar la espada del Espíritu es saber usar bien la Palabra de verdad. Tomar las promesas de Dios, creer y hablar su Palabra. Mantenerla bien afilada, oyendo, leyendo, estudiando, memorizando y meditando la palabra para vencer al enemigo. “La Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que espada de dos filos”.

Amados amigos: Debido a la exposición a los ataques del enemigo, necesitamos revisar diariamente nuestra armadura. Asegurarnos que está pulida, aceitada y lista para entrar en combate. No dejemos oxidar nuestra espada por la falta de estudio de la Palabra, mantengámosla afilada. Nuestro escudo debe permanecer ungido con aceite guardando nuestro corazón y el casco bien ajustado protegiendo nuestra mente. Nuestra oración para que cada día sea un espacio de victoria. Vistámonos de toda la armadura de Dios… Abrazos y bendiciones en Cristo.

Por Valerio Mejía Araujo

 

Columnista
18 agosto, 2017

La armadura de Dios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y habiendo acabado todo, estar firmes”: Efesios 6,13. Esta promesa demanda vestirnos la armadura de Dios para obtener éxito. Conforme al uniforme de los soldados romanos, San Pablo nos ilustra sobre el equipo que debemos vestir cuando vamos contra fuerzas espirituales […]


“Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y habiendo acabado todo, estar firmes”: Efesios 6,13.

Esta promesa demanda vestirnos la armadura de Dios para obtener éxito. Conforme al uniforme de los soldados romanos, San Pablo nos ilustra sobre el equipo que debemos vestir cuando vamos contra fuerzas espirituales de maldad.

El cinturón de la verdad. Era un cinto ancho que ajustaba la cintura del guerrero y ayudaba a sostener las otras piezas de la vestimenta. Si el cinto no estaba bien puesto, el resto de la armadura se caía. Si nosotros como guerreros, no cimentamos nuestras vidas sobre la verdad, también nuestra vida se caerá. “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.

La coraza de justicia. Esta era una pieza hecha de bronce liviano y recubierta de una piel de animal gruesa. Tenía como función proteger el pecho y la parte delantera del cuerpo, especialmente el corazón. Nada protegía la espalda, puesto que el soldado jamás la daría. Guardar nuestro corazón tiene que ver con comprender la justicia de Dios, aceptando que no es por nuestra propia justicia que tenemos acceso libre a su presencia, sino por la imputación de la justicia de Cristo que somos amados y aceptados. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”.

El calzado del apresto del Evangelio de la paz. Para pelear con espadas cuerpo a cuerpo, como lo hacían las legiones romanas, se necesitaba firmeza en los pies, de manera que el calzado era muy importante para no resbalar y ser derrotado. En la vida cristiana necesitamos un calzado sólido, aprender a depender de las promesas de paz de Dios. La preocupación, angustia, soledad, ansiedad y temor nos hacen perder el equilibrio. Cubrir nuestros pies con el calzado del Evangelio significa confiar en las promesas de Dios y estar dispuesto a compartirlas con otros. “Cuan hermosos son los pies de los que anuncian buenas nuevas, de los que anuncian la paz”.

El escudo de la fe. Los escudos romanos eran de forma rectangular de 1,20 por 0,60 centímetros, se usaba para detener los golpes del enemigo y esconderse detrás de él cuando las lluvias de flechas eran disparadas por los arqueros enemigos. También formaban con ellos barricadas y arcos de protección. Eran ungidos o untados con aceite para que los dardos de fuego del enemigo resbalaran. En nuestro diario caminar, estamos siendo sometidos a ataques y se nos lanzan flechas encendidas intentando producir culpa y acusación, pero solamente el escudo de la fe en Cristo puede protegernos. “Porque escudo y protección es su verdad”.

El casco de la salvación. Cuyo propósito era proteger la cabeza del soldado. El paralelo en nuestra armadura espiritual es que el casco protege nuestra cabeza y nuestros pensamientos. Colocarse el casco de la salvación es saber que nuestra salvación es segura y completa en Cristo. La certeza de nuestra salvación no depende de nuestro desempeño, sino que depende de los méritos de Jesús, sustentado en el sacrificio perfecto de Cristo en la Cruz. Nos apropiamos de ese sacrificio por la gracia mediante la fe. “El testimonio es que Dios nos ha dado vida eterna y esa vida está en su Hijo”.

La espada del Espíritu. Esta es la única arma ofensiva de la armadura. Medía unos 0,65 centímetros de forma puntiaguda y filo en ambos bordes. La manera de usar la espada del Espíritu es saber usar bien la Palabra de verdad. Tomar las promesas de Dios, creer y hablar su Palabra. Mantenerla bien afilada, oyendo, leyendo, estudiando, memorizando y meditando la palabra para vencer al enemigo. “La Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que espada de dos filos”.

Amados amigos: Debido a la exposición a los ataques del enemigo, necesitamos revisar diariamente nuestra armadura. Asegurarnos que está pulida, aceitada y lista para entrar en combate. No dejemos oxidar nuestra espada por la falta de estudio de la Palabra, mantengámosla afilada. Nuestro escudo debe permanecer ungido con aceite guardando nuestro corazón y el casco bien ajustado protegiendo nuestra mente. Nuestra oración para que cada día sea un espacio de victoria. Vistámonos de toda la armadura de Dios… Abrazos y bendiciones en Cristo.

Por Valerio Mejía Araujo