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Columnista - 24 octubre, 2016

La anáfora obnubiló a los suecos

“Por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense…”, esa es la justificación de la Academia Sueca para otorgarle el premio Nobel a Bob Dylan. El mundo literario se asombró, los más conservadores se sintieron ofendidos, los que desde hace años dejamos de creer en premios y concursos, sentimos […]

“Por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense…”, esa es la justificación de la Academia Sueca para otorgarle el premio Nobel a Bob Dylan.

El mundo literario se asombró, los más conservadores se sintieron ofendidos, los que desde hace años dejamos de creer en premios y concursos, sentimos reforzado nuestros descreimiento; pero hubo amantes de la música del excéntrico cantautor gringo que gozaron hasta el delirio.

Dylan, desde los años sesenta, fue una estrella rutilante de la música, desde cuando sonó. “La respuesta la tiene el viento”, sin embargo, no es tan cierto eso de que ha creado nuevas expresiones poéticas… él tiene un recurso literario, se apoderó de él en sus cantos, que hace que la fuerza impregne sus poemas o canciones: es la anáfora, una figura retórica que refuerza la potencia del mensaje. La anáfora se puede utilizar como figura retórica o como figura gramatical. Un poema o escrito en prosa que la use no pasa desapercibido, de ahí la vigencia de la canción de Dylan, que ya mencioné.

Dice: “Cuántos caminos debe recorrer un hombre, antes de que le llamen hombre / Cuántos mares debe surcar una paloma blanca antes de dormir en la arena. / Cuántas veces deben volar las balas de cañón, antes de ser prohibidas para siempre…” y siguen las estrofas que se inician con la palabra “Cuántos”, esa repetición al principio de los versos (siempre al principio) es lo que le da a la canción, al poema o al escrito la fortaleza para ser eternos.
Recordemos la oración de San Francisco de Asís: “Donde haya odio, siembre amor; Donde haya injuria, perdón…” esa repetición al principio, es la anáfora.

Vamos a lo nuestro: Hernando Marín, en su canción vallenata dice: “Tú eres como una parranda sin un acordeón / Tú eres como un mar sin olas…” ese tú anafórico la vuelve pegajosa; también el ‘quiubo’,’ quiubo’ linda de Diomedes Díaz o Noelia, Noelia, Noelia, de Nino Bravo y muchas más.

Esa figurita pegajosa, que tiene la fuerza de un ciclón, fue la que obnubiló a los académicos suecos para otorgar el premio, porque Dylan sigue usándola y hay más fuerza cuando la anáfora es una pregunta y él las sigue haciendo. Como van las cosas es posible que el premio de física se lo den a un bailarín “por la innovación de nuevos movimientos”.

Todo este recuento para recordar que el mundo se transforma en una desenfrenada locura, que así como un premio que fue otorgado a Albert Camus, a Gabo, a Asturias, a Faulkner, a grandes maestros de la literatura ahora se le dé a un cantante, es posible que en un tiempo no muy lejano a una prominente figura de las letras le otorguen un Grammy, o cualquier otro renombrado premio de la música. Se han trastocado las normas, ¿por aburridas o desgastadas?

Parece que la Academia Sueca erró el tiro, Dylan ha despreciado el premio, hasta ahora, y los suecos lo tachan de arrogante. Parece una excentricidad del cantante o más bien que él mismo dirá “Esto no es lo mío”.

Columnista
24 octubre, 2016

La anáfora obnubiló a los suecos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

“Por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense…”, esa es la justificación de la Academia Sueca para otorgarle el premio Nobel a Bob Dylan. El mundo literario se asombró, los más conservadores se sintieron ofendidos, los que desde hace años dejamos de creer en premios y concursos, sentimos […]


“Por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense…”, esa es la justificación de la Academia Sueca para otorgarle el premio Nobel a Bob Dylan.

El mundo literario se asombró, los más conservadores se sintieron ofendidos, los que desde hace años dejamos de creer en premios y concursos, sentimos reforzado nuestros descreimiento; pero hubo amantes de la música del excéntrico cantautor gringo que gozaron hasta el delirio.

Dylan, desde los años sesenta, fue una estrella rutilante de la música, desde cuando sonó. “La respuesta la tiene el viento”, sin embargo, no es tan cierto eso de que ha creado nuevas expresiones poéticas… él tiene un recurso literario, se apoderó de él en sus cantos, que hace que la fuerza impregne sus poemas o canciones: es la anáfora, una figura retórica que refuerza la potencia del mensaje. La anáfora se puede utilizar como figura retórica o como figura gramatical. Un poema o escrito en prosa que la use no pasa desapercibido, de ahí la vigencia de la canción de Dylan, que ya mencioné.

Dice: “Cuántos caminos debe recorrer un hombre, antes de que le llamen hombre / Cuántos mares debe surcar una paloma blanca antes de dormir en la arena. / Cuántas veces deben volar las balas de cañón, antes de ser prohibidas para siempre…” y siguen las estrofas que se inician con la palabra “Cuántos”, esa repetición al principio de los versos (siempre al principio) es lo que le da a la canción, al poema o al escrito la fortaleza para ser eternos.
Recordemos la oración de San Francisco de Asís: “Donde haya odio, siembre amor; Donde haya injuria, perdón…” esa repetición al principio, es la anáfora.

Vamos a lo nuestro: Hernando Marín, en su canción vallenata dice: “Tú eres como una parranda sin un acordeón / Tú eres como un mar sin olas…” ese tú anafórico la vuelve pegajosa; también el ‘quiubo’,’ quiubo’ linda de Diomedes Díaz o Noelia, Noelia, Noelia, de Nino Bravo y muchas más.

Esa figurita pegajosa, que tiene la fuerza de un ciclón, fue la que obnubiló a los académicos suecos para otorgar el premio, porque Dylan sigue usándola y hay más fuerza cuando la anáfora es una pregunta y él las sigue haciendo. Como van las cosas es posible que el premio de física se lo den a un bailarín “por la innovación de nuevos movimientos”.

Todo este recuento para recordar que el mundo se transforma en una desenfrenada locura, que así como un premio que fue otorgado a Albert Camus, a Gabo, a Asturias, a Faulkner, a grandes maestros de la literatura ahora se le dé a un cantante, es posible que en un tiempo no muy lejano a una prominente figura de las letras le otorguen un Grammy, o cualquier otro renombrado premio de la música. Se han trastocado las normas, ¿por aburridas o desgastadas?

Parece que la Academia Sueca erró el tiro, Dylan ha despreciado el premio, hasta ahora, y los suecos lo tachan de arrogante. Parece una excentricidad del cantante o más bien que él mismo dirá “Esto no es lo mío”.