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Columnista - 5 mayo, 2017

La amistad

“El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo…”: Proverbios 18,24. Todos queremos tener amigos. La soledad debilita nuestro sistema inmunológico. Todos queremos que las personas que nos rodean sean comprensivas, bondadosas y humildes; para recibir eso, debemos aprender a sembrar semillas de humildad y amabilidad con todas las personas que nos rodean. Debemos ser […]

“El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo…”: Proverbios 18,24.

Todos queremos tener amigos. La soledad debilita nuestro sistema inmunológico. Todos queremos que las personas que nos rodean sean comprensivas, bondadosas y humildes; para recibir eso, debemos aprender a sembrar semillas de humildad y amabilidad con todas las personas que nos rodean.

Debemos ser comprensivos, no exigentes con las personas que nos sirven. Mirar más allá de sus necesidades. A veces, requiere un poco de esfuerzo, pero vale la pena cosechar el fruto de la amistad. El hogar es buen terreno para iniciar, comenzando con el trato comprensivo y respetuoso con la pareja.

Cuando alguien nos desilusione, no lo juzguemos. Generalmente, nuestra reacción ante la gente que echa a perder nuestros momentos, es de enojo. Recordemos que si Dios soporta nuestras inconsistencias y debilidades, nosotros podemos aprender a soportar las faltas de los demás. Aprendamos a actuar con gracia, en vez de juicio, crítica y murmuración.

Cuando alguien esté en desacuerdo con nosotros, seamos tiernos sin claudicar. Es imposible agradar a todos, siempre encontraremos personas a quienes les gusta discutir y pelear, les gusta contradecir todo lo que decimos.

De cara a esa situación, podemos reaccionar retirándonos temerosos, respondiendo con ira o manteniendo el control y reaccionando con amabilidad. Si reaccionamos con amabilidad, mantenemos nuestro derecho a opinar y protegemos nuestras convicciones; pero respetando el derecho a la diferencia. Nunca peleemos en batallas, donde no vamos a ganar nada con la victoria.

Cuando un amigo nos corrige, seamos educables, no inalcanzables. Debemos estar listos a escuchar y ser lentos para hablar y enojarnos.

Amigos lectores: Acaso, ¿Cuándo alguien nos reprende y corrige, nos ponemos a la defensiva? ¿Nos sentimos amenazados? ¡Debemos ser enseñables! Podemos aprender de cualquier persona. Aprendamos a hacer las preguntas correctas y nunca dejemos de aprender. Si nunca admitimos errores, si nunca dejamos que alguien nos enseñe algo, terminaremos siendo personas solitarias en la vida. La verdadera amistad implica estar dispuestos a aprender de otros y a admitir cuando estemos equivocados.

También debemos ser activos y no reactivos. Ser proactivos implica estar dispuestos a tomar la iniciativa y a tener la fuerza de controlar el dolor sin desquitarse. Es escoger con libertad la respuesta frente a las circunstancias, es decidir cómo reaccionar ante la adversidad y las pruebas y es negarnos a aceptar que otras personas o condiciones controlen nuestro estado emocional.

Por último, debemos ser respetuosos frente a todas las personas. Especialmente con los amigos agnósticos o no creyentes. Respetarlos significa aceptarlos, aun cuando no aprobemos su estilo de vida. Alguien decía que había dos formas de sacar un pollo: Romper el cascarón del huevo o colocarlo en un lugar tibio, en un ambiente amoroso y dejar que incube y se rompa solo. La primera forma, mata al pollito, la segunda lo preserva.

Jesús, prometió que seríamos sus amigos si hacemos lo que él nos manda. Así que, por la elección nos ha llamado amigos. ¡Somos sus amigos! Reflexionemos: Dejemos de estar todo el tiempo exigiendo derechos, juzgando a los demás, probando nuestro punto de vista, argumentando lo nuestro, desinteresados en aprender de otros, reaccionando a las situaciones con temor o enojo y negándonos a tratar a las personas con respeto y dignidad.

Finalmente, solos no podemos. Pidamos, con humildad, la ayuda de Dios para hacer amigos y ser amigos más unidos que un hermano. Abrazos y feliz semana.

Por Valerio Mejía

 

Columnista
5 mayo, 2017

La amistad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo…”: Proverbios 18,24. Todos queremos tener amigos. La soledad debilita nuestro sistema inmunológico. Todos queremos que las personas que nos rodean sean comprensivas, bondadosas y humildes; para recibir eso, debemos aprender a sembrar semillas de humildad y amabilidad con todas las personas que nos rodean. Debemos ser […]


“El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo…”: Proverbios 18,24.

Todos queremos tener amigos. La soledad debilita nuestro sistema inmunológico. Todos queremos que las personas que nos rodean sean comprensivas, bondadosas y humildes; para recibir eso, debemos aprender a sembrar semillas de humildad y amabilidad con todas las personas que nos rodean.

Debemos ser comprensivos, no exigentes con las personas que nos sirven. Mirar más allá de sus necesidades. A veces, requiere un poco de esfuerzo, pero vale la pena cosechar el fruto de la amistad. El hogar es buen terreno para iniciar, comenzando con el trato comprensivo y respetuoso con la pareja.

Cuando alguien nos desilusione, no lo juzguemos. Generalmente, nuestra reacción ante la gente que echa a perder nuestros momentos, es de enojo. Recordemos que si Dios soporta nuestras inconsistencias y debilidades, nosotros podemos aprender a soportar las faltas de los demás. Aprendamos a actuar con gracia, en vez de juicio, crítica y murmuración.

Cuando alguien esté en desacuerdo con nosotros, seamos tiernos sin claudicar. Es imposible agradar a todos, siempre encontraremos personas a quienes les gusta discutir y pelear, les gusta contradecir todo lo que decimos.

De cara a esa situación, podemos reaccionar retirándonos temerosos, respondiendo con ira o manteniendo el control y reaccionando con amabilidad. Si reaccionamos con amabilidad, mantenemos nuestro derecho a opinar y protegemos nuestras convicciones; pero respetando el derecho a la diferencia. Nunca peleemos en batallas, donde no vamos a ganar nada con la victoria.

Cuando un amigo nos corrige, seamos educables, no inalcanzables. Debemos estar listos a escuchar y ser lentos para hablar y enojarnos.

Amigos lectores: Acaso, ¿Cuándo alguien nos reprende y corrige, nos ponemos a la defensiva? ¿Nos sentimos amenazados? ¡Debemos ser enseñables! Podemos aprender de cualquier persona. Aprendamos a hacer las preguntas correctas y nunca dejemos de aprender. Si nunca admitimos errores, si nunca dejamos que alguien nos enseñe algo, terminaremos siendo personas solitarias en la vida. La verdadera amistad implica estar dispuestos a aprender de otros y a admitir cuando estemos equivocados.

También debemos ser activos y no reactivos. Ser proactivos implica estar dispuestos a tomar la iniciativa y a tener la fuerza de controlar el dolor sin desquitarse. Es escoger con libertad la respuesta frente a las circunstancias, es decidir cómo reaccionar ante la adversidad y las pruebas y es negarnos a aceptar que otras personas o condiciones controlen nuestro estado emocional.

Por último, debemos ser respetuosos frente a todas las personas. Especialmente con los amigos agnósticos o no creyentes. Respetarlos significa aceptarlos, aun cuando no aprobemos su estilo de vida. Alguien decía que había dos formas de sacar un pollo: Romper el cascarón del huevo o colocarlo en un lugar tibio, en un ambiente amoroso y dejar que incube y se rompa solo. La primera forma, mata al pollito, la segunda lo preserva.

Jesús, prometió que seríamos sus amigos si hacemos lo que él nos manda. Así que, por la elección nos ha llamado amigos. ¡Somos sus amigos! Reflexionemos: Dejemos de estar todo el tiempo exigiendo derechos, juzgando a los demás, probando nuestro punto de vista, argumentando lo nuestro, desinteresados en aprender de otros, reaccionando a las situaciones con temor o enojo y negándonos a tratar a las personas con respeto y dignidad.

Finalmente, solos no podemos. Pidamos, con humildad, la ayuda de Dios para hacer amigos y ser amigos más unidos que un hermano. Abrazos y feliz semana.

Por Valerio Mejía