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Columnista - 22 septiembre, 2015

Jóvenes letrados, pero analfabetas afectivos

Hace algunos días en una de mis clases, se acercó una estudiante a decirme que no iba a presentar una evaluación porque sentía un fuerte dolor en el pecho. La joven lloraba sin control. Le aconsejé que fuera a casa y reposara; luego que mejorara podría hacer el examen, pero ella aunque perturbada por su […]

Hace algunos días en una de mis clases, se acercó una estudiante a decirme que no iba a presentar una evaluación porque sentía un fuerte dolor en el pecho. La joven lloraba sin control. Le aconsejé que fuera a casa y reposara; luego que mejorara podría hacer el examen, pero ella aunque perturbada por su dolor, insistía en quedarse en la clase.

No quería ir a casa, ni quedarse sola encerrada en las cuatro paredes de su habitación. Empecé a mirarla a los ojos y noté que había un sufrimiento profundo en ella. Estaba desconsolada. Le pregunté si podía ayudarla y me dijo que necesitaba que la escuchara. Entonces, pedí al resto de la clase me esperara algunos minutos mientras podía hablar con la joven en los pasillos. La chica comenzó a desahogarse. Llevaba tres días sin dormir, producto del dolor que le había causado la ruptura con su novio; había en ella algo verdaderamente serio que podía llevarla a algo peor, sino le prestaba atención inmediata.

Tal vez usted amigo lector, piense que son tonterías afectivas y pasajeras de jóvenes, pero lo cierto es que en muchos de estos casos, hay por lo general una silenciosa determinación de quitarse la vida como única salida a la crisis. La joven había somatizado su dolor emocional hasta el punto de afectarla en lo físico. Sentía un fuerte dolor en su caja torácica. Había caído en el pozo de la depresión.

Muchos jóvenes de hoy sienten que su vida se desmorona ante cualquier fracaso afectivo y una gran mayoría busca refugio en drogas, alcohol y hasta en el suicidio. Los colegios y universidades están llenos de estudiantes padeciendo este tipo de sufrimiento que crece silencioso, hasta cuando escuchamos la fatal noticia de que alguien tomó la determinación de quitarse la vida.

Lo terrible es que estos casos terminan siendo imperceptibles, porque pareciera que la educación de hoy tiene más interés en instruir todo tipo de conocimiento, lógico matemático, lingüístico, científico o tecnológico, que en formar integralmente, desde una educación donde lo emocional y afectivo retomen su valor como componente esencial de la vida de los jóvenes.

Hay preocupación por instruir a los niños, por enseñarles a leer y escribir en sus primeros años y a medida que aprenden, paradójicamente viven en un total analfabetismo afectivo, tal vez, porque poco se les está formando en su componente socio afectivo, o porque desde las aulas de clase se acostumbra a restarle importancia al mundo emocional de los jóvenes.

Hay más interés en alcanzar altos niveles en las pruebas saber y en terminar a prisa los programas curriculares, que en formar desde una base espiritual y emocional que sea lo suficientemente fuerte, para que ellos puedan enfrentar los problemas que se derivan de la convivencia con otros y de las relaciones afectivas que entablan a medida que crecen, sin que peligren sus vidas.

@Oscararizadaza

 

Columnista
22 septiembre, 2015

Jóvenes letrados, pero analfabetas afectivos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

Hace algunos días en una de mis clases, se acercó una estudiante a decirme que no iba a presentar una evaluación porque sentía un fuerte dolor en el pecho. La joven lloraba sin control. Le aconsejé que fuera a casa y reposara; luego que mejorara podría hacer el examen, pero ella aunque perturbada por su […]


Hace algunos días en una de mis clases, se acercó una estudiante a decirme que no iba a presentar una evaluación porque sentía un fuerte dolor en el pecho. La joven lloraba sin control. Le aconsejé que fuera a casa y reposara; luego que mejorara podría hacer el examen, pero ella aunque perturbada por su dolor, insistía en quedarse en la clase.

No quería ir a casa, ni quedarse sola encerrada en las cuatro paredes de su habitación. Empecé a mirarla a los ojos y noté que había un sufrimiento profundo en ella. Estaba desconsolada. Le pregunté si podía ayudarla y me dijo que necesitaba que la escuchara. Entonces, pedí al resto de la clase me esperara algunos minutos mientras podía hablar con la joven en los pasillos. La chica comenzó a desahogarse. Llevaba tres días sin dormir, producto del dolor que le había causado la ruptura con su novio; había en ella algo verdaderamente serio que podía llevarla a algo peor, sino le prestaba atención inmediata.

Tal vez usted amigo lector, piense que son tonterías afectivas y pasajeras de jóvenes, pero lo cierto es que en muchos de estos casos, hay por lo general una silenciosa determinación de quitarse la vida como única salida a la crisis. La joven había somatizado su dolor emocional hasta el punto de afectarla en lo físico. Sentía un fuerte dolor en su caja torácica. Había caído en el pozo de la depresión.

Muchos jóvenes de hoy sienten que su vida se desmorona ante cualquier fracaso afectivo y una gran mayoría busca refugio en drogas, alcohol y hasta en el suicidio. Los colegios y universidades están llenos de estudiantes padeciendo este tipo de sufrimiento que crece silencioso, hasta cuando escuchamos la fatal noticia de que alguien tomó la determinación de quitarse la vida.

Lo terrible es que estos casos terminan siendo imperceptibles, porque pareciera que la educación de hoy tiene más interés en instruir todo tipo de conocimiento, lógico matemático, lingüístico, científico o tecnológico, que en formar integralmente, desde una educación donde lo emocional y afectivo retomen su valor como componente esencial de la vida de los jóvenes.

Hay preocupación por instruir a los niños, por enseñarles a leer y escribir en sus primeros años y a medida que aprenden, paradójicamente viven en un total analfabetismo afectivo, tal vez, porque poco se les está formando en su componente socio afectivo, o porque desde las aulas de clase se acostumbra a restarle importancia al mundo emocional de los jóvenes.

Hay más interés en alcanzar altos niveles en las pruebas saber y en terminar a prisa los programas curriculares, que en formar desde una base espiritual y emocional que sea lo suficientemente fuerte, para que ellos puedan enfrentar los problemas que se derivan de la convivencia con otros y de las relaciones afectivas que entablan a medida que crecen, sin que peligren sus vidas.

@Oscararizadaza