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Don Pilo - 25 marzo, 2017

Jairo Torres Giraldo, un concejal elegido por balota

Jairo era del Partido Conservador del movimiento de Alfredo Cuello Dávila y recuerda con exactitud que el alcalde de ese entonces era Elías Ochoa Daza.

En mi visita al barrio La Castellana me encontré con un señor muy amable, respetuoso y con un vocabulario exquisito. Se trata de Jairo Ernesto Torres Giraldo, quien es elogiado por todos sus vecinos por ser una persona íntegra, que irradia tranquilidad y amor por la ciudad que defendió durante sus periodos como concejal en 1995-1997 y como diputado en el 2001-2003.

Aunque hoy por hoy está alejado de la política, sus amigos y vecinos lo siguen llamando “Concejal”, con un profundo cariño y respeto al hombre que luchó por muchos años con el ánimo de mantener una ciudad con una verdadera inclusión social y aportar desarrollo y sostenibilidad a la región.

Jairo tiene cuatro hijos, dos profesionales y dos estudiantes universitarios. Vive hace cuatro años en el barrio La Castellana y me confesó que se mudó a este barrio porque es muy naturalista. “Es un sector de muy buena arborización, tenemos la Sierra Nevada cerca, se respira aire puro, es muy bonito”.

En nuestra conversación evocó su bella experiencia como concejal de Valledupar, y sonrió al recordar que su elección fue muy peculiar: “fui el primer concejal electo por balota porque igualé el voto en la última curul con Jorge Bonet Morón, éramos muy amigos porque incursionamos a la política como empresarios, y gané con una balota”, recordó.

Jairo era del Partido Conservador del movimiento de Alfredo Cuello Dávila y recuerda con exactitud que el alcalde de ese entonces era Elías Ochoa Daza. “Fuimos un ente corporativo que no mirábamos las coaliciones, por eso fuimos el mejor concejo”.

En su época como concejal apoyó junto con sus compañeros muchas obras que generaron desarrollo para el municipio. “Fui ponente en la plenaria del Concejo en el proyecto de vivienda de Mariega, el trasladado de los habitantes de la población de la margen derecha del río Guatapurí a la zona del sur de la ciudad se dio de muy buena forma como proyección”.

Torres Giraldo no siguió en la política, tuvo que partir de Valledupar durante nueve años por “fuerzas negativas”, según me explicó, no me dio detalles pero me dijo que si no se hubiese ido, lo habrían matado. Cuando le pregunté que si volvería a incursionar en ella me respondió: “se cumplen ciclos y le brindé a la ciudad los mejores momentos de mi vida, ahorita sigo opinando en la temática social como ciudadano y aportando desde mi experiencia a que se logre una buena sociedad”.

Torres antes de ser concejal y diputado fue un importante comerciante en el sector farmacéutico, fue miembro de la Junta Directiva de Fenilo por nueve años, donde desarrolló muchas labores sociales a través de sus empresas.
Entre sus cadenas de farmacias se destacaban: Droguería Novena, Droguería Hospitalaria, Droguería Noche y Día, entre otras, las cuales tuvo que vender cuando se fue de la región por las amenazas.

Hoy por hoy es un hombre respetado en el barrio La Castellana, y muy querido por sus vecinos. Vive feliz junto a su familia incursionando nuevamente en los negocios con su empresa de consultoría y siente que no lo hace falta nada para ser feliz

 

Don Pilo
25 marzo, 2017

Jairo Torres Giraldo, un concejal elegido por balota

Jairo era del Partido Conservador del movimiento de Alfredo Cuello Dávila y recuerda con exactitud que el alcalde de ese entonces era Elías Ochoa Daza.


En mi visita al barrio La Castellana me encontré con un señor muy amable, respetuoso y con un vocabulario exquisito. Se trata de Jairo Ernesto Torres Giraldo, quien es elogiado por todos sus vecinos por ser una persona íntegra, que irradia tranquilidad y amor por la ciudad que defendió durante sus periodos como concejal en 1995-1997 y como diputado en el 2001-2003.

Aunque hoy por hoy está alejado de la política, sus amigos y vecinos lo siguen llamando “Concejal”, con un profundo cariño y respeto al hombre que luchó por muchos años con el ánimo de mantener una ciudad con una verdadera inclusión social y aportar desarrollo y sostenibilidad a la región.

Jairo tiene cuatro hijos, dos profesionales y dos estudiantes universitarios. Vive hace cuatro años en el barrio La Castellana y me confesó que se mudó a este barrio porque es muy naturalista. “Es un sector de muy buena arborización, tenemos la Sierra Nevada cerca, se respira aire puro, es muy bonito”.

En nuestra conversación evocó su bella experiencia como concejal de Valledupar, y sonrió al recordar que su elección fue muy peculiar: “fui el primer concejal electo por balota porque igualé el voto en la última curul con Jorge Bonet Morón, éramos muy amigos porque incursionamos a la política como empresarios, y gané con una balota”, recordó.

Jairo era del Partido Conservador del movimiento de Alfredo Cuello Dávila y recuerda con exactitud que el alcalde de ese entonces era Elías Ochoa Daza. “Fuimos un ente corporativo que no mirábamos las coaliciones, por eso fuimos el mejor concejo”.

En su época como concejal apoyó junto con sus compañeros muchas obras que generaron desarrollo para el municipio. “Fui ponente en la plenaria del Concejo en el proyecto de vivienda de Mariega, el trasladado de los habitantes de la población de la margen derecha del río Guatapurí a la zona del sur de la ciudad se dio de muy buena forma como proyección”.

Torres Giraldo no siguió en la política, tuvo que partir de Valledupar durante nueve años por “fuerzas negativas”, según me explicó, no me dio detalles pero me dijo que si no se hubiese ido, lo habrían matado. Cuando le pregunté que si volvería a incursionar en ella me respondió: “se cumplen ciclos y le brindé a la ciudad los mejores momentos de mi vida, ahorita sigo opinando en la temática social como ciudadano y aportando desde mi experiencia a que se logre una buena sociedad”.

Torres antes de ser concejal y diputado fue un importante comerciante en el sector farmacéutico, fue miembro de la Junta Directiva de Fenilo por nueve años, donde desarrolló muchas labores sociales a través de sus empresas.
Entre sus cadenas de farmacias se destacaban: Droguería Novena, Droguería Hospitalaria, Droguería Noche y Día, entre otras, las cuales tuvo que vender cuando se fue de la región por las amenazas.

Hoy por hoy es un hombre respetado en el barrio La Castellana, y muy querido por sus vecinos. Vive feliz junto a su familia incursionando nuevamente en los negocios con su empresa de consultoría y siente que no lo hace falta nada para ser feliz