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Columnista - 6 febrero, 2017

Inseguridad

La sensación de inseguridad existente, se pone de manifiesto de muchas maneras.  Conducir un vehículo,  cobrar un cheque, sentarnos en la puerta de nuestras casas, o portar un celular, pasaron de ser  actividades normales y cotidianas, a engendrar un peligro potencial, por la ola de atracos que proliferan en nuestra ciudad, y que cobran cada día nuevas víctimas. Empero, no es a este tipo […]

La sensación de inseguridad existente, se pone de manifiesto de muchas maneras.  Conducir un vehículo,  cobrar un cheque, sentarnos en la puerta de nuestras casas, o portar un celular, pasaron de ser  actividades normales y cotidianas, a engendrar un peligro potencial, por la ola de atracos que proliferan en nuestra ciudad, y que cobran cada día nuevas víctimas. Empero, no es a este tipo de inseguridad a la que me voy a referir, sino a la inseguridad cibernética. Otra forma sofisticada y efectiva de timar a incautos, constituyéndose en la actualidad, en grave amenaza para las democracias del mundo.

Me explico, hace algún tiempo, por este medio, propuse que ya era hora de modernizar nuestro obsoleto sistema de conteo manual de votos, para implementar el voto electrónico, pues habría mayor agilidad y se reducirían costos en el tema del recurso humano y la logística. Hoy, tengo que reconsiderar lo dicho en aquella oportunidad, pues no contaba con los ataques cibernéticos urdidos por hackers profesionales, capaces de infiltrar campañas políticas, páginas de la Registraduría del Estado Civil, y todo tipo de información estratégica oficial o privada, que vulneran cualquier sistema informático, muy a pesar de los cacareados blindajes.

La reciente experiencia de los holandeses, en relación con el conteo de votos, es muy ilustrativa, pues después de implementar el voto electrónico en los años 90’, hoy deciden volver al conteo manual, pues descubrieron que con un simple iPad se podía viciar el recuento digital de los sufragios en ese país, poniendo en evidencia la fragilidad de su sistema informático.

Volver al lápiz y al papel, y al conteo manual de votos, se erige para los holandeses, como la forma idónea de garantizar la veracidad de los resultados electorales.

Aquí en Colombia, cada vez que tiene lugar una elección local, siempre se acusa al candidato ganador de haber hecho fraude, por suplantación de votantes, o por contar con  votos de personas fallecidas, o por alteración de la votación en los formularios diligenciados por el jurado de votación. Pero, al parecer, todos estos son males menores frente a los ataques cibernéticos que podrían alterar la totalidad de la elección.  Desde luego, no son tan infundadas las acusaciones, cuando los noticieros dan cuenta de capturas de narcotraficantes con tres cédulas en su poder, e incluso con actas de defunción expedidas en “legal forma” por la Registraduría del Estado Civil.

En Holanda, y vuelvo al cuento, pueden sufragar un total de 12.6 millones de ciudadanos, suma que nosotros duplicamos con facilidad, por lo que podríamos concluir que las dificultades para nosotros son mayores que la de los holandeses, sin contar que ellos tienen niveles de corrupción inferiores a los  nuestros.

Columnista
6 febrero, 2017

Inseguridad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dario Arregoces

La sensación de inseguridad existente, se pone de manifiesto de muchas maneras.  Conducir un vehículo,  cobrar un cheque, sentarnos en la puerta de nuestras casas, o portar un celular, pasaron de ser  actividades normales y cotidianas, a engendrar un peligro potencial, por la ola de atracos que proliferan en nuestra ciudad, y que cobran cada día nuevas víctimas. Empero, no es a este tipo […]


La sensación de inseguridad existente, se pone de manifiesto de muchas maneras.  Conducir un vehículo,  cobrar un cheque, sentarnos en la puerta de nuestras casas, o portar un celular, pasaron de ser  actividades normales y cotidianas, a engendrar un peligro potencial, por la ola de atracos que proliferan en nuestra ciudad, y que cobran cada día nuevas víctimas. Empero, no es a este tipo de inseguridad a la que me voy a referir, sino a la inseguridad cibernética. Otra forma sofisticada y efectiva de timar a incautos, constituyéndose en la actualidad, en grave amenaza para las democracias del mundo.

Me explico, hace algún tiempo, por este medio, propuse que ya era hora de modernizar nuestro obsoleto sistema de conteo manual de votos, para implementar el voto electrónico, pues habría mayor agilidad y se reducirían costos en el tema del recurso humano y la logística. Hoy, tengo que reconsiderar lo dicho en aquella oportunidad, pues no contaba con los ataques cibernéticos urdidos por hackers profesionales, capaces de infiltrar campañas políticas, páginas de la Registraduría del Estado Civil, y todo tipo de información estratégica oficial o privada, que vulneran cualquier sistema informático, muy a pesar de los cacareados blindajes.

La reciente experiencia de los holandeses, en relación con el conteo de votos, es muy ilustrativa, pues después de implementar el voto electrónico en los años 90’, hoy deciden volver al conteo manual, pues descubrieron que con un simple iPad se podía viciar el recuento digital de los sufragios en ese país, poniendo en evidencia la fragilidad de su sistema informático.

Volver al lápiz y al papel, y al conteo manual de votos, se erige para los holandeses, como la forma idónea de garantizar la veracidad de los resultados electorales.

Aquí en Colombia, cada vez que tiene lugar una elección local, siempre se acusa al candidato ganador de haber hecho fraude, por suplantación de votantes, o por contar con  votos de personas fallecidas, o por alteración de la votación en los formularios diligenciados por el jurado de votación. Pero, al parecer, todos estos son males menores frente a los ataques cibernéticos que podrían alterar la totalidad de la elección.  Desde luego, no son tan infundadas las acusaciones, cuando los noticieros dan cuenta de capturas de narcotraficantes con tres cédulas en su poder, e incluso con actas de defunción expedidas en “legal forma” por la Registraduría del Estado Civil.

En Holanda, y vuelvo al cuento, pueden sufragar un total de 12.6 millones de ciudadanos, suma que nosotros duplicamos con facilidad, por lo que podríamos concluir que las dificultades para nosotros son mayores que la de los holandeses, sin contar que ellos tienen niveles de corrupción inferiores a los  nuestros.