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Columnista - 4 agosto, 2014

Y la paz ¿para cuándo?

Todavía retumba el eco de los discursos y la publicidad de la campaña del Presidente Santos: “¡Colombia quiere paz, Colombianos llegó el momento de la paz¡” Muchos incautos creyeron y aún se resisten a aceptar que era un mero argumento para lograrla reelección, hasta con el ELN dijo que habría paz ¿Si estamos tan cerca […]

Todavía retumba el eco de los discursos y la publicidad de la campaña del Presidente Santos: “¡Colombia quiere paz, Colombianos llegó el momento de la paz¡” Muchos incautos creyeron y aún se resisten a aceptar que era un mero argumento para lograrla reelección, hasta con el ELN dijo que habría paz ¿Si estamos tan cerca de la paz, porqué la situación de caos?

Con las Farc fortalecidas y en su mejor momento en mucho tiempo de guerra: dialogando y disfrutando de los placeres en La Habana; traficando y recibiendo dinero; con reconocimiento político internacional; apoyo del grupo del ALBA, encabezado por Maduro; además del poderío militar que muestran a diario; derrames de petróleo en los ríos del Putumayo, atentados contra la vía Panamericana, recuperación de zonas perdidas en los Santanderes, atentados contra la población civil en Cauca y Nariño, dejando sin energía a Buenaventura, volando puentes y acueductos en el Caquetá y Meta, envenenar 10 solados con raticida en Arauca; y todo esto, ante la mirada insensible de un mandatario que recibe, antes de su posesión, la cuenta de cobro por el apoyo del grupo guerrillero.

Es gracioso verlo planteando un ultimátum, muy similar a los que le hacia el señor Barriga a don Ramón al cobrarle la renta.

El proceso vive su peor crisis, no se sabe que va a pasar con la constituyente que el gobierno insiste en dilatar, faltan por tratar 2 puntos claves que pueden tardar 2 años más; además, los guerrilleros saben que Santos sufre el síndrome de Estocolmo y le están mamando gallo, de igual manera que hicieron con Pastrana en el Caguán, lo conocen y saben que no es capaz de levantarse de la mesa, se están aprovechando de su obsesión enfermiza por firmar la paz.

Al presidente no parece importarle la arrogancia de la contraparte, que no está dispuesta a entregar 50 años de guerra y tampoco a reconocer a sus víctimas. En un comunicado, bastante fuerte, afirman que no consideran víctimas a los secuestrados, liberados por pagar el rescate; ni a soldados, ni policías, ni tampoco políticos; y para colmo, se proclamanmártires del Estado.

Los foros se han politizado, con el dolor y la revictimización de los afectados, clasificados como en la época del Holocausto. Así que Ingrid Betancourt y el General Mendieta, que esperen; lo mismo que los afectados por la bomba del Nogal y la familia de la niña de 3 años muerta esta semana en el Cauca, calificados por ellos como daños colaterales del conflicto. Quienes reclaman verdad, justicia y reparación, demandan que se les pida perdón, pero Timochenco no titubeó, no se arrepienten de nada.

La estrategia del gobierno es un juego muy peligroso, consiste en avanzar en los acuerdos, aunque estén mal diseñados. En un afán, no de conseguir la paz,solo de terminar un documento y que la responsabilidad no pese sobre los hombros de Santos y su gobierno, le pasan así, la pelota a la ciudadanía para una posible refrendación ciudadana, que muchos idealistas van a asumir, lo mismo que se tragaron el cuento de la reelección, como el instrumento definitivo para que se acabe la guerra en Colombia; no obstante, le abren la puerta a un sistema totalitario como el de Venezuela, a propósito, el cinismo de Maduro no tiene límites, llega a hablar de paz en Cartagena, a pesar de que en su país no hay libertad de expresión, se encarcela a opositores y se reprime de forma miserable y cobarde.

Columnista
4 agosto, 2014

Y la paz ¿para cuándo?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jacobo Solano Cerchiaro

Todavía retumba el eco de los discursos y la publicidad de la campaña del Presidente Santos: “¡Colombia quiere paz, Colombianos llegó el momento de la paz¡” Muchos incautos creyeron y aún se resisten a aceptar que era un mero argumento para lograrla reelección, hasta con el ELN dijo que habría paz ¿Si estamos tan cerca […]


Todavía retumba el eco de los discursos y la publicidad de la campaña del Presidente Santos: “¡Colombia quiere paz, Colombianos llegó el momento de la paz¡” Muchos incautos creyeron y aún se resisten a aceptar que era un mero argumento para lograrla reelección, hasta con el ELN dijo que habría paz ¿Si estamos tan cerca de la paz, porqué la situación de caos?

Con las Farc fortalecidas y en su mejor momento en mucho tiempo de guerra: dialogando y disfrutando de los placeres en La Habana; traficando y recibiendo dinero; con reconocimiento político internacional; apoyo del grupo del ALBA, encabezado por Maduro; además del poderío militar que muestran a diario; derrames de petróleo en los ríos del Putumayo, atentados contra la vía Panamericana, recuperación de zonas perdidas en los Santanderes, atentados contra la población civil en Cauca y Nariño, dejando sin energía a Buenaventura, volando puentes y acueductos en el Caquetá y Meta, envenenar 10 solados con raticida en Arauca; y todo esto, ante la mirada insensible de un mandatario que recibe, antes de su posesión, la cuenta de cobro por el apoyo del grupo guerrillero.

Es gracioso verlo planteando un ultimátum, muy similar a los que le hacia el señor Barriga a don Ramón al cobrarle la renta.

El proceso vive su peor crisis, no se sabe que va a pasar con la constituyente que el gobierno insiste en dilatar, faltan por tratar 2 puntos claves que pueden tardar 2 años más; además, los guerrilleros saben que Santos sufre el síndrome de Estocolmo y le están mamando gallo, de igual manera que hicieron con Pastrana en el Caguán, lo conocen y saben que no es capaz de levantarse de la mesa, se están aprovechando de su obsesión enfermiza por firmar la paz.

Al presidente no parece importarle la arrogancia de la contraparte, que no está dispuesta a entregar 50 años de guerra y tampoco a reconocer a sus víctimas. En un comunicado, bastante fuerte, afirman que no consideran víctimas a los secuestrados, liberados por pagar el rescate; ni a soldados, ni policías, ni tampoco políticos; y para colmo, se proclamanmártires del Estado.

Los foros se han politizado, con el dolor y la revictimización de los afectados, clasificados como en la época del Holocausto. Así que Ingrid Betancourt y el General Mendieta, que esperen; lo mismo que los afectados por la bomba del Nogal y la familia de la niña de 3 años muerta esta semana en el Cauca, calificados por ellos como daños colaterales del conflicto. Quienes reclaman verdad, justicia y reparación, demandan que se les pida perdón, pero Timochenco no titubeó, no se arrepienten de nada.

La estrategia del gobierno es un juego muy peligroso, consiste en avanzar en los acuerdos, aunque estén mal diseñados. En un afán, no de conseguir la paz,solo de terminar un documento y que la responsabilidad no pese sobre los hombros de Santos y su gobierno, le pasan así, la pelota a la ciudadanía para una posible refrendación ciudadana, que muchos idealistas van a asumir, lo mismo que se tragaron el cuento de la reelección, como el instrumento definitivo para que se acabe la guerra en Colombia; no obstante, le abren la puerta a un sistema totalitario como el de Venezuela, a propósito, el cinismo de Maduro no tiene límites, llega a hablar de paz en Cartagena, a pesar de que en su país no hay libertad de expresión, se encarcela a opositores y se reprime de forma miserable y cobarde.