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Columnista - 27 febrero, 2015

Venezuela, la encrucijada del presidencialismo latinoamericano

La difícil situación social, económica y política de nuestra hermana República de Venezuela nos invita a reflexionar, de manera acuciosa, sobre la rigidez de la institución del presidencialismo latinoamericano. Constituye una provocación a la democracia y a la paz tener que esperar la duración de un período presidencial para brindar soluciones a las comunidades por […]

La difícil situación social, económica y política de nuestra hermana República de Venezuela nos invita a reflexionar, de manera acuciosa, sobre la rigidez de la institución del presidencialismo latinoamericano.

Constituye una provocación a la democracia y a la paz tener que esperar la duración de un período presidencial para brindar soluciones a las comunidades por la ausencia de respuestas del sistema político basado en este modelo.
Agrava la situación la camisa de fuerza que tiene la ciudadanía, al soportar un gobierno que carece de legitimidad y por el cual votó, en otras circunstancias. El voto dado no puede ser el acomodaticio lecho de Procusto en el que se mutile la democracia.

En este momento, en el que la democracia está debilitada y acosada desde las esferas del presidencialismo, no cabe duda de que el régimen político venezolano encabezado por el Presidente ha perdido legitimidad democrática, razón suficiente para que un gobierno ceda su turno y le permita a la ciudadanía elegir otro mandatario. Esto no es posible institucionalmente en estos momentos en Venezuela, a menos que en un acto de grandeza política republicana, Nicolás Maduro renuncie.

La degradación política en Venezuela ha ocurrido por la adopción de la rigidez del modelo presidencialista y se ha agravado por las reformas constitucionales que lo refuerzan en toda América Latina.
El desgaste del presidencialismo en esta parte del continente no ha puesto a los intelectuales y a los partidos políticos a debatir sobre la salida institucional a la deslegitimación de los gobiernos y los partidos políticos sino que, por el contrario, refuerzan el modelo presidencialista.
Los gobiernos y los partidos políticos en el poder en vez de ‘refrescar’ la democracia y revisar el diseño institucional presidencialista, lo que han hecho es reforzarlo. Inicialmente con la reelección inmediata e indefinida de los presidentes en Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y Colombia.

Las democracias latinoamericanas no aprendieron de las enseñanzas que desde la primera ilustración de Occidente, la griega, en el siglo VI antes de Cristo, nos dejaron de herencia como un aporte a la cultura política. Si no se garantiza y facilita la alternación en el poder político la democracia se torna frágil.

En Venezuela, la ciudadanía y los partidos políticos de oposición son perseguidos. América no puede quedar en silencio y sus gobiernos deben buscar una alternativa democrática, pacífica en un ambiente de tolerancia y pluralismo.

La suerte de nuestra hermana república no puede ser la de la orfandad por la pasividad y frialdad de los demás hermanos latinoamericanos. La solidaridad democrática obliga a manifestarnos para que los derechos de la oposición sean restablecidos. La cárcel para la oposición es un ataque a la política democrática. Libertad para los opositores en Venezuela debe ser la consigna en América Latina.

Por lo anterior, la reforma constitucional que se tramita en Colombia llamada “equilibrio de poderes” debe ser sometida a deliberación de toda la ciudadanía para evitar el fortalecimiento del presidencialismo. Sin el amplio consenso de la ciudadanía de las regiones y de las ciudades se perturbaría la legitimidad de esta nueva reforma constitucional, sin perder de vista las negociaciones de La Habana.

Columnista
27 febrero, 2015

Venezuela, la encrucijada del presidencialismo latinoamericano

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo Verano De La Rosa

La difícil situación social, económica y política de nuestra hermana República de Venezuela nos invita a reflexionar, de manera acuciosa, sobre la rigidez de la institución del presidencialismo latinoamericano. Constituye una provocación a la democracia y a la paz tener que esperar la duración de un período presidencial para brindar soluciones a las comunidades por […]


La difícil situación social, económica y política de nuestra hermana República de Venezuela nos invita a reflexionar, de manera acuciosa, sobre la rigidez de la institución del presidencialismo latinoamericano.

Constituye una provocación a la democracia y a la paz tener que esperar la duración de un período presidencial para brindar soluciones a las comunidades por la ausencia de respuestas del sistema político basado en este modelo.
Agrava la situación la camisa de fuerza que tiene la ciudadanía, al soportar un gobierno que carece de legitimidad y por el cual votó, en otras circunstancias. El voto dado no puede ser el acomodaticio lecho de Procusto en el que se mutile la democracia.

En este momento, en el que la democracia está debilitada y acosada desde las esferas del presidencialismo, no cabe duda de que el régimen político venezolano encabezado por el Presidente ha perdido legitimidad democrática, razón suficiente para que un gobierno ceda su turno y le permita a la ciudadanía elegir otro mandatario. Esto no es posible institucionalmente en estos momentos en Venezuela, a menos que en un acto de grandeza política republicana, Nicolás Maduro renuncie.

La degradación política en Venezuela ha ocurrido por la adopción de la rigidez del modelo presidencialista y se ha agravado por las reformas constitucionales que lo refuerzan en toda América Latina.
El desgaste del presidencialismo en esta parte del continente no ha puesto a los intelectuales y a los partidos políticos a debatir sobre la salida institucional a la deslegitimación de los gobiernos y los partidos políticos sino que, por el contrario, refuerzan el modelo presidencialista.
Los gobiernos y los partidos políticos en el poder en vez de ‘refrescar’ la democracia y revisar el diseño institucional presidencialista, lo que han hecho es reforzarlo. Inicialmente con la reelección inmediata e indefinida de los presidentes en Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y Colombia.

Las democracias latinoamericanas no aprendieron de las enseñanzas que desde la primera ilustración de Occidente, la griega, en el siglo VI antes de Cristo, nos dejaron de herencia como un aporte a la cultura política. Si no se garantiza y facilita la alternación en el poder político la democracia se torna frágil.

En Venezuela, la ciudadanía y los partidos políticos de oposición son perseguidos. América no puede quedar en silencio y sus gobiernos deben buscar una alternativa democrática, pacífica en un ambiente de tolerancia y pluralismo.

La suerte de nuestra hermana república no puede ser la de la orfandad por la pasividad y frialdad de los demás hermanos latinoamericanos. La solidaridad democrática obliga a manifestarnos para que los derechos de la oposición sean restablecidos. La cárcel para la oposición es un ataque a la política democrática. Libertad para los opositores en Venezuela debe ser la consigna en América Latina.

Por lo anterior, la reforma constitucional que se tramita en Colombia llamada “equilibrio de poderes” debe ser sometida a deliberación de toda la ciudadanía para evitar el fortalecimiento del presidencialismo. Sin el amplio consenso de la ciudadanía de las regiones y de las ciudades se perturbaría la legitimidad de esta nueva reforma constitucional, sin perder de vista las negociaciones de La Habana.