Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 22 agosto, 2014

Vamos a él

“Yo mismo iré contigo y te daré descanso”. Ex 33,14 (BJ) Dios quiere que vivamos una vida plena y abundante, pero en ocasiones esa vida es atacada desde el exterior, haciendo que caigamos en un estado de introspección, exagerando la conciencia de nosotros mismos. No es malo ser consciente de nosotros mismos, pero de manera […]

“Yo mismo iré contigo y te daré descanso”. Ex 33,14 (BJ)

Dios quiere que vivamos una vida plena y abundante, pero en ocasiones esa vida es atacada desde el exterior, haciendo que caigamos en un estado de introspección, exagerando la conciencia de nosotros mismos.
No es malo ser consciente de nosotros mismos, pero de manera desmedida, trastorna la plenitud de nuestra vida en Dios y nos produce un sentimiento de lucha y confusión constante. No debemos permitir que continúe esta conciencia de nosotros mismos, porque lenta e inexorablemente despertará la autocompasión y un sentimiento de fracaso invariable.
Si tratamos de vencer la conciencia que tenemos de nosotros mismos, por cualquier método de nuestro sentido común, la desplegaremos más. La promesa de Dios es que él irá con nosotros y nos dará descanso; es decir, la conciencia de Dios tomará el lugar de la nuestra.
La vida perfecta y completa es como la de un niño, depende y confía su realidad a otros. Cuando soy consciente de mi conciencia, algo anda mal. Este hábito se puede producir debido a que tengo una personalidad perfeccionista y cuadriculada o por tener que enfrentar nuevas circunstancias para las cuales pienso que no estoy preparado lo suficiente.
Lo contrario a la introspección o a la tendencia de estar siempre mirando hacia mí mismo, es levantar los ojos al cielo y mirar a Dios, es desarrollar la capacidad de verme como Dios me ve; no siempre en el estado presente, sino también en el potencial futuro; no en lo que estoy produciendo ahora, sino en lo que soy capaz de producir. ¡Yo soy lo que Dios dice que soy!
Queridos amigos lectores, la voluntad de Dios es que estemos absolutamente completos en él, nada menos. Así, cualquier situación que perturbe nuestra relación con él, debe ser inmediatamente rectificada, lo cual no se logra ignorándola, sino acudiendo por ayuda ante su presencia.
En el mismo instante que algo empiece a desintegrar nuestra relación con Jesús, volvámonos a él y pidamos que restaure nuestro descanso. Si lo hacemos y le pedimos que implante en nosotros una conciencia suya, seguro que aprenderemos a permanecer en él. El ir a Jesús prueba la profundidad de nuestra realidad intelectual, moral y espiritual como personas.
Nada es tan importante como mantenerse bien espiritualmente. Cuidémonos de permitir que la influencia de los amigos o las circunstancias dividan nuestra vida, porque una vida fragmentada mina nuestra fortaleza y retrasa nuestro desarrollo espiritual. Nunca demos cabida a cosas o personas que nos roban la paz. Asumamos cada factor de desintegración como algo contra lo cual debemos luchar y no tolerar.
Pidamos al Señor que haga evidente en nosotros la conciencia de él, pues así la conciencia que tenemos de nosotros mismos desaparecerá y el Señor será nuestro todo en todo.
El Señor establece su reposo en cualquier sitio donde va, un reposo perfecto respaldado por su presencia y sustentado en sus promesas, de las cuales, si estamos conscientes.
¡Permitamos que Dios venga con nosotros y nos dé descanso!

Abrazos y muchas bendiciones…

Columnista
22 agosto, 2014

Vamos a él

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Yo mismo iré contigo y te daré descanso”. Ex 33,14 (BJ) Dios quiere que vivamos una vida plena y abundante, pero en ocasiones esa vida es atacada desde el exterior, haciendo que caigamos en un estado de introspección, exagerando la conciencia de nosotros mismos. No es malo ser consciente de nosotros mismos, pero de manera […]


“Yo mismo iré contigo y te daré descanso”. Ex 33,14 (BJ)

Dios quiere que vivamos una vida plena y abundante, pero en ocasiones esa vida es atacada desde el exterior, haciendo que caigamos en un estado de introspección, exagerando la conciencia de nosotros mismos.
No es malo ser consciente de nosotros mismos, pero de manera desmedida, trastorna la plenitud de nuestra vida en Dios y nos produce un sentimiento de lucha y confusión constante. No debemos permitir que continúe esta conciencia de nosotros mismos, porque lenta e inexorablemente despertará la autocompasión y un sentimiento de fracaso invariable.
Si tratamos de vencer la conciencia que tenemos de nosotros mismos, por cualquier método de nuestro sentido común, la desplegaremos más. La promesa de Dios es que él irá con nosotros y nos dará descanso; es decir, la conciencia de Dios tomará el lugar de la nuestra.
La vida perfecta y completa es como la de un niño, depende y confía su realidad a otros. Cuando soy consciente de mi conciencia, algo anda mal. Este hábito se puede producir debido a que tengo una personalidad perfeccionista y cuadriculada o por tener que enfrentar nuevas circunstancias para las cuales pienso que no estoy preparado lo suficiente.
Lo contrario a la introspección o a la tendencia de estar siempre mirando hacia mí mismo, es levantar los ojos al cielo y mirar a Dios, es desarrollar la capacidad de verme como Dios me ve; no siempre en el estado presente, sino también en el potencial futuro; no en lo que estoy produciendo ahora, sino en lo que soy capaz de producir. ¡Yo soy lo que Dios dice que soy!
Queridos amigos lectores, la voluntad de Dios es que estemos absolutamente completos en él, nada menos. Así, cualquier situación que perturbe nuestra relación con él, debe ser inmediatamente rectificada, lo cual no se logra ignorándola, sino acudiendo por ayuda ante su presencia.
En el mismo instante que algo empiece a desintegrar nuestra relación con Jesús, volvámonos a él y pidamos que restaure nuestro descanso. Si lo hacemos y le pedimos que implante en nosotros una conciencia suya, seguro que aprenderemos a permanecer en él. El ir a Jesús prueba la profundidad de nuestra realidad intelectual, moral y espiritual como personas.
Nada es tan importante como mantenerse bien espiritualmente. Cuidémonos de permitir que la influencia de los amigos o las circunstancias dividan nuestra vida, porque una vida fragmentada mina nuestra fortaleza y retrasa nuestro desarrollo espiritual. Nunca demos cabida a cosas o personas que nos roban la paz. Asumamos cada factor de desintegración como algo contra lo cual debemos luchar y no tolerar.
Pidamos al Señor que haga evidente en nosotros la conciencia de él, pues así la conciencia que tenemos de nosotros mismos desaparecerá y el Señor será nuestro todo en todo.
El Señor establece su reposo en cualquier sitio donde va, un reposo perfecto respaldado por su presencia y sustentado en sus promesas, de las cuales, si estamos conscientes.
¡Permitamos que Dios venga con nosotros y nos dé descanso!

Abrazos y muchas bendiciones…