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Columnista - 9 octubre, 2014

Se nos fue un ambientalista

Desde el día 3 de octubre que murió el doctor Aníbal Martínez Zuleta hombre que sembró el amor por lo ambiental aquí en su deteriorada Tierra Vallenata, los ambientalistas tenemos más que claro que ya se fue al más allá desde donde como abogado intervendrá con lo florido de su verbo por la Paz en […]

Desde el día 3 de octubre que murió el doctor Aníbal Martínez Zuleta hombre que sembró el amor por lo ambiental aquí en su deteriorada Tierra Vallenata, los ambientalistas tenemos más que claro que ya se fue al más allá desde donde como abogado intervendrá con lo florido de su verbo por la Paz en la tierra por ser él un convencido que la paz en la tierra depende de nuestra capacidad para asegurar el medio ambiente y a eso lo llamaba él la justicia ambiental que no era otra cosa que el propósito de desarrollar una lucha agresiva y permanente por la recuperación de los recursos naturales renovables, vale decir, promover la recuperación ecológica y respetar en la producción las leyes de la naturaleza, consciente que el problema ambiental no admitía tregua un instante, por eso estamos convencidos que desde allá seguirá siendo fotógrafo de nuestra realidad ambiental y además intercederá ante nuestro creador para que la raza humana cambie de actitud frente al trato destructivo que le estamos propinando a los recursos naturales.

En todo caso, podemos decir sin lugar a equivocarnos que el doctor Aníbal era como aquel recurso natural no renovable tan precioso y tan imposible de reemplazar.
Por su muerte el día de su sepelio elevamos plegarias al señor por habernos permitido tener la satisfacción de compartir como amigo y sus ideales fue hombre que se caracterizó por ser el padre ejemplar, singular esposo, especial abuelo, connotado familiar, sincero y leal amigo, cualidades que a no dudarlo lo dignificaron.
Se rodeó de rígido principios de responsabilidad, honestidad, gran criterio y personalidad, condiciones que unidas al profundo amor que siempre le profesó a los suyos se convierten en el mejor legado. Murió como vivió con entereza, su labor principal y todo su amor lo volcó a todas aquellas personas que tuvieron la oportunidad de vivir a su lado, sobretodo, a sus hijos a quienes les dio la oportunidad de educarse con sus mismos principios para que fueran orgullo de nuestra sociedad.
Deja el doctor Aníbal como se le conocía por todos en Valledupar una herencia de grandes virtudes humanas, principalmente sus excelsas calidades de hombre integérrimo y carácter recio como los otroras guayacanes de su tierra Vallenata.
Se puede decir que en su vida no tuvo una nube de odio, ni la sombra de la baja envidia ni las malas pasiones pudieron sentarse en él y los que tuvimos la dicha de gozar de su amistad, sabemos de su noble sinceridad de su delicadeza en el trato de su fino humor y de su sensibilidad por la música vallenata.
Murió con entereza, tranquilidad espiritual y una fe cristiana ejemplar, dejó la vida con la simplicidad que depara el no tener más pretensiones que lo verdadero de los afectos, lo certero de sus valores como la honradez que es consustancial solo a los escasos seres humanos que han decidido vivir su vida ajeno a todo artificio. No podía terminar esta oración sin expresar que todo el que lo conoció sabía que era un liberal de tuerca y tornillo y también conocía de las grandes virtudes humanas como la lealtad y el carácter personal que le imprimía un sello inconfundible a todas sus actuaciones, aspectos y cualidades tan venidos a menos en los últimos tiempos cuando la palabra empeñada, la seriedad y el carácter viven una desconsoladora crisis.
Finalmente decir que la muerte del guardián mayor del rio Guatapurí deja a su esposa doña Ana Julia, hijos nietos y demás familiares en una insondable pena porque la parca se lo llevó a un viaje sin retorno. Hasta luego. Paz en su tumba.

Columnista
9 octubre, 2014

Se nos fue un ambientalista

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Desde el día 3 de octubre que murió el doctor Aníbal Martínez Zuleta hombre que sembró el amor por lo ambiental aquí en su deteriorada Tierra Vallenata, los ambientalistas tenemos más que claro que ya se fue al más allá desde donde como abogado intervendrá con lo florido de su verbo por la Paz en […]


Desde el día 3 de octubre que murió el doctor Aníbal Martínez Zuleta hombre que sembró el amor por lo ambiental aquí en su deteriorada Tierra Vallenata, los ambientalistas tenemos más que claro que ya se fue al más allá desde donde como abogado intervendrá con lo florido de su verbo por la Paz en la tierra por ser él un convencido que la paz en la tierra depende de nuestra capacidad para asegurar el medio ambiente y a eso lo llamaba él la justicia ambiental que no era otra cosa que el propósito de desarrollar una lucha agresiva y permanente por la recuperación de los recursos naturales renovables, vale decir, promover la recuperación ecológica y respetar en la producción las leyes de la naturaleza, consciente que el problema ambiental no admitía tregua un instante, por eso estamos convencidos que desde allá seguirá siendo fotógrafo de nuestra realidad ambiental y además intercederá ante nuestro creador para que la raza humana cambie de actitud frente al trato destructivo que le estamos propinando a los recursos naturales.

En todo caso, podemos decir sin lugar a equivocarnos que el doctor Aníbal era como aquel recurso natural no renovable tan precioso y tan imposible de reemplazar.
Por su muerte el día de su sepelio elevamos plegarias al señor por habernos permitido tener la satisfacción de compartir como amigo y sus ideales fue hombre que se caracterizó por ser el padre ejemplar, singular esposo, especial abuelo, connotado familiar, sincero y leal amigo, cualidades que a no dudarlo lo dignificaron.
Se rodeó de rígido principios de responsabilidad, honestidad, gran criterio y personalidad, condiciones que unidas al profundo amor que siempre le profesó a los suyos se convierten en el mejor legado. Murió como vivió con entereza, su labor principal y todo su amor lo volcó a todas aquellas personas que tuvieron la oportunidad de vivir a su lado, sobretodo, a sus hijos a quienes les dio la oportunidad de educarse con sus mismos principios para que fueran orgullo de nuestra sociedad.
Deja el doctor Aníbal como se le conocía por todos en Valledupar una herencia de grandes virtudes humanas, principalmente sus excelsas calidades de hombre integérrimo y carácter recio como los otroras guayacanes de su tierra Vallenata.
Se puede decir que en su vida no tuvo una nube de odio, ni la sombra de la baja envidia ni las malas pasiones pudieron sentarse en él y los que tuvimos la dicha de gozar de su amistad, sabemos de su noble sinceridad de su delicadeza en el trato de su fino humor y de su sensibilidad por la música vallenata.
Murió con entereza, tranquilidad espiritual y una fe cristiana ejemplar, dejó la vida con la simplicidad que depara el no tener más pretensiones que lo verdadero de los afectos, lo certero de sus valores como la honradez que es consustancial solo a los escasos seres humanos que han decidido vivir su vida ajeno a todo artificio. No podía terminar esta oración sin expresar que todo el que lo conoció sabía que era un liberal de tuerca y tornillo y también conocía de las grandes virtudes humanas como la lealtad y el carácter personal que le imprimía un sello inconfundible a todas sus actuaciones, aspectos y cualidades tan venidos a menos en los últimos tiempos cuando la palabra empeñada, la seriedad y el carácter viven una desconsoladora crisis.
Finalmente decir que la muerte del guardián mayor del rio Guatapurí deja a su esposa doña Ana Julia, hijos nietos y demás familiares en una insondable pena porque la parca se lo llevó a un viaje sin retorno. Hasta luego. Paz en su tumba.