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Columnista - 18 marzo, 2012

Respeto a la dignidad humana

Por: Luis Rafael Nieto Pardo Defensor público nietopardoluisrafael@latinmail.com Una de las características del Estado Social de Derecho es el respeto de la dignidad humana.  Ese respeto hace su presencia en el dialogo cotidiano entre las personas y, de manera especial, en la relación dialéctica y argumentativa entre los sujetos de un proceso. La persona es […]

Por: Luis Rafael Nieto Pardo
Defensor público
nietopardoluisrafael@latinmail.com

Una de las características del Estado Social de Derecho es el respeto de la dignidad humana.  Ese respeto hace su presencia en el dialogo cotidiano entre las personas y, de manera especial, en la relación dialéctica y argumentativa entre los sujetos de un proceso.
La persona es el fin de la organización estatal.  El Estado se debe a la persona, no esta a las instituciones.  Por esto, la acción del orador tiene la pauta ética de evitar los ataques personales contra aquellas personas que se oponen a sus ideas.
Por demasiado esmero y por la emoción que la discusión puede suscitar, las partes pueden incurrir en descortesías.  La práctica de la argumentación y la refutación debe ser respetuosa; jamás se deben usar expresiones injuriosas.  La argumentación debe ser sólida en razones y a la vez amable con las personas.  La persona que posee buenos argumentos, o que sabe usar bien los que tiene, puede permitirse ser cortés y comprensivo, lo cual le ayuda a merecer el respeto y a obtener credibilidad.
En un proceso, por su naturaleza dialéctica, se encuentran posiciones diferentes, enfrentadas y, como el ser humano es emotivo, pueden llegar a confundir a las personas con los argumentos, convirtiéndose así el trámite del proceso en un conflicto interpersonal de malentendidos e insensateces.  Por eso, la argumentación respetuosa separa o diferencia nítidamente a las personas del problema que se discute.
Para evitar ese tipo de conflictos debemos dirigirnos a enfrentar los méritos de los argumentos y de las pruebas, y no al ataque mutuo.  Y en esto resulta esencial, para mantener unas relaciones amables, no confundir un argumento serio dirigido contra nuestras ideas con un ataque personal;  hay que evitar que los egos se vean involucrados en la situación; y si no actuamos así llegaremos a reaccionar con ira, usando las palabras para ofender.
El debate no lo puede ejercer una sola persona, es forzoso tener una contraparte que, entusiasmada por el deber y la convicción, ataca con audacia y emoción nuestras razones.  En ese caso la confrontación debe ser moderada, para que al final las partes puedan seguir siendo amigas.  Una defensa requiere que sea enérgica, eficaz y combativa, pero al mismo tiempo, debe ser cortés, respetuosa y digna.  La emotividad no nos puede llevar a utilizar expresiones desobligantes, la burla, la ironía o el mal gusto.
El principio de contradicción implica la presencia mínima de dos personas: una parte que afirma y otra que niega, las cuales establecen un contacto intelectual que exige atribuir valor a las ideas, a los argumentos del otro, lo que guarda íntima relación con una correcta y respetuosa contradicción.
Respeto e igualdad se ligan en un debate; pues en éste se da una interacción respetuosa entre iguales, con derecho a opinar y a participar en las decisiones que los afectan.
Aceptado el debate, debemos comprender que ingresamos a él sin ningún tipo de crítica personal.  Enfocaremos nuestra atención en los argumentos, sometemos a prueba nuestras razones a favor o en contra de nuestras teorías.
Aceptar que es posible conversar, tener un dialogo racional, sobre una controversia.  La contradicción, antes que herirme, debe despertar mi atención y la actitud de poder examinar si estoy equivocado, y por lo tanto, aceptar que el otro pueda tener la razón.  Es ingresar a las discusiones conscientes de que somos falibles, con una actitud de autocrítica y de tolerancia a las ideas opuestas a las nuestras.

Columnista
18 marzo, 2012

Respeto a la dignidad humana

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Rafael Nieto Pardo

Por: Luis Rafael Nieto Pardo Defensor público nietopardoluisrafael@latinmail.com Una de las características del Estado Social de Derecho es el respeto de la dignidad humana.  Ese respeto hace su presencia en el dialogo cotidiano entre las personas y, de manera especial, en la relación dialéctica y argumentativa entre los sujetos de un proceso. La persona es […]


Por: Luis Rafael Nieto Pardo
Defensor público
nietopardoluisrafael@latinmail.com

Una de las características del Estado Social de Derecho es el respeto de la dignidad humana.  Ese respeto hace su presencia en el dialogo cotidiano entre las personas y, de manera especial, en la relación dialéctica y argumentativa entre los sujetos de un proceso.
La persona es el fin de la organización estatal.  El Estado se debe a la persona, no esta a las instituciones.  Por esto, la acción del orador tiene la pauta ética de evitar los ataques personales contra aquellas personas que se oponen a sus ideas.
Por demasiado esmero y por la emoción que la discusión puede suscitar, las partes pueden incurrir en descortesías.  La práctica de la argumentación y la refutación debe ser respetuosa; jamás se deben usar expresiones injuriosas.  La argumentación debe ser sólida en razones y a la vez amable con las personas.  La persona que posee buenos argumentos, o que sabe usar bien los que tiene, puede permitirse ser cortés y comprensivo, lo cual le ayuda a merecer el respeto y a obtener credibilidad.
En un proceso, por su naturaleza dialéctica, se encuentran posiciones diferentes, enfrentadas y, como el ser humano es emotivo, pueden llegar a confundir a las personas con los argumentos, convirtiéndose así el trámite del proceso en un conflicto interpersonal de malentendidos e insensateces.  Por eso, la argumentación respetuosa separa o diferencia nítidamente a las personas del problema que se discute.
Para evitar ese tipo de conflictos debemos dirigirnos a enfrentar los méritos de los argumentos y de las pruebas, y no al ataque mutuo.  Y en esto resulta esencial, para mantener unas relaciones amables, no confundir un argumento serio dirigido contra nuestras ideas con un ataque personal;  hay que evitar que los egos se vean involucrados en la situación; y si no actuamos así llegaremos a reaccionar con ira, usando las palabras para ofender.
El debate no lo puede ejercer una sola persona, es forzoso tener una contraparte que, entusiasmada por el deber y la convicción, ataca con audacia y emoción nuestras razones.  En ese caso la confrontación debe ser moderada, para que al final las partes puedan seguir siendo amigas.  Una defensa requiere que sea enérgica, eficaz y combativa, pero al mismo tiempo, debe ser cortés, respetuosa y digna.  La emotividad no nos puede llevar a utilizar expresiones desobligantes, la burla, la ironía o el mal gusto.
El principio de contradicción implica la presencia mínima de dos personas: una parte que afirma y otra que niega, las cuales establecen un contacto intelectual que exige atribuir valor a las ideas, a los argumentos del otro, lo que guarda íntima relación con una correcta y respetuosa contradicción.
Respeto e igualdad se ligan en un debate; pues en éste se da una interacción respetuosa entre iguales, con derecho a opinar y a participar en las decisiones que los afectan.
Aceptado el debate, debemos comprender que ingresamos a él sin ningún tipo de crítica personal.  Enfocaremos nuestra atención en los argumentos, sometemos a prueba nuestras razones a favor o en contra de nuestras teorías.
Aceptar que es posible conversar, tener un dialogo racional, sobre una controversia.  La contradicción, antes que herirme, debe despertar mi atención y la actitud de poder examinar si estoy equivocado, y por lo tanto, aceptar que el otro pueda tener la razón.  Es ingresar a las discusiones conscientes de que somos falibles, con una actitud de autocrítica y de tolerancia a las ideas opuestas a las nuestras.