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Columnista - 19 septiembre, 2014

Renunciemos

“Sino que hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios”. 2Co 4,2 (LBLA) Debemos renunciar a algunas cosas con determinación. Ser libre no significa la negación de la naturaleza humana, sino el ser capaces de tomar todo proyecto, impulso, intención o motivo para obligarlo a someterse […]

“Sino que hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios”. 2Co 4,2 (LBLA)
Debemos renunciar a algunas cosas con determinación. Ser libre no significa la negación de la naturaleza humana, sino el ser capaces de tomar todo proyecto, impulso, intención o motivo para obligarlo a someterse a Cristo.
Algunas áreas de nuestras vidas deben ser violentamente destruidas por la fuerza del Espíritu, pero también hay otras, como los prejuicios, el chisme, la intriga y la murmuración que pueden ser destruidos dejándolos de alimentar y abandonándolos. Así pues, teorías o conceptos que se levanten como una barrera en contra del conocimiento de Dios, deben ser derribados con determinación, no transigiendo ni contemporizando; no llegando a acuerdos de coexistencia, sino derribando todo argumento que se levante en contra de la veracidad de su palabra.
Nuestra lucha no es contra sangre y carne; es decir, no es contra las personas, sino contra aquellas fuerzas invisibles de oscuridad que están detrás de las actitudes y conductas de ellas. Dios nos declara inocentes y aptos para toda buena obra, y nosotros debemos transformar ese regalo de la gracia en una victoria permanente.
Estas determinaciones se oponen a las áreas de nuestra vida natural que se han atrincherado y que se levantan como barreras fortificadas; frente a lo cual, podemos retroceder y dejar de tener valor o derrumbar esas barreras con resolución trayendo paz a nuestros corazones atribulados y mayor gloria a su nombre santo.
Queridos amigos lectores, renunciemos a lo oculto y vergonzoso de nuestras vidas, aquello que nuestro sentido del honor y el orgullo no permitirían que salga a la luz. Algunas cosas por causa de nuestras fronteras morales no podemos permitir que salgan a flote, y las mantenemos sumergidas en el fondo de nuestra conciencia, incluso desarrollando cierta habilidad para ocultarlas: pensamientos acerca de alguien, malas intenciones del corazón, perversidades insospechadas, cosas íntimas que pueden afectar nuestra convivencia.
Hoy les animo a que rechacemos por completo todo aquello oculto y vergonzoso, hasta que no quede nada de deshonestidad o astucia dentro de nosotros. Las enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, envidias, borracheras y cosas semejantes, provienen del estatuto de nuestro cuerpo que se utilizó para tales prácticas en el pasado y que por la fuerza de la costumbre pretenden convertirse en lo normativo.
Andemos sin astucia sin recurrir a lo que hará prevalecer nuestros argumentos. La única forma de ser victoriosos es aliándonos con la verdad. Nunca pretendamos atrapar a otros con el engaño. De ningún modo embotemos el sentido de dar lo máximo de nosotros a cambio de lo supremos de Dios. Ciertos actos embotan la capacidad de responder en obediencia a su llamado.
Recordemos: la mayor crisis espiritual viene cuando por fe, debemos ir un poco más allá de las creencias que ya hemos aceptado por la fuerza del hábito o la costumbre.
Feliz fin de semana. Bendiciones…

Columnista
19 septiembre, 2014

Renunciemos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Sino que hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios”. 2Co 4,2 (LBLA) Debemos renunciar a algunas cosas con determinación. Ser libre no significa la negación de la naturaleza humana, sino el ser capaces de tomar todo proyecto, impulso, intención o motivo para obligarlo a someterse […]


“Sino que hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios”. 2Co 4,2 (LBLA)
Debemos renunciar a algunas cosas con determinación. Ser libre no significa la negación de la naturaleza humana, sino el ser capaces de tomar todo proyecto, impulso, intención o motivo para obligarlo a someterse a Cristo.
Algunas áreas de nuestras vidas deben ser violentamente destruidas por la fuerza del Espíritu, pero también hay otras, como los prejuicios, el chisme, la intriga y la murmuración que pueden ser destruidos dejándolos de alimentar y abandonándolos. Así pues, teorías o conceptos que se levanten como una barrera en contra del conocimiento de Dios, deben ser derribados con determinación, no transigiendo ni contemporizando; no llegando a acuerdos de coexistencia, sino derribando todo argumento que se levante en contra de la veracidad de su palabra.
Nuestra lucha no es contra sangre y carne; es decir, no es contra las personas, sino contra aquellas fuerzas invisibles de oscuridad que están detrás de las actitudes y conductas de ellas. Dios nos declara inocentes y aptos para toda buena obra, y nosotros debemos transformar ese regalo de la gracia en una victoria permanente.
Estas determinaciones se oponen a las áreas de nuestra vida natural que se han atrincherado y que se levantan como barreras fortificadas; frente a lo cual, podemos retroceder y dejar de tener valor o derrumbar esas barreras con resolución trayendo paz a nuestros corazones atribulados y mayor gloria a su nombre santo.
Queridos amigos lectores, renunciemos a lo oculto y vergonzoso de nuestras vidas, aquello que nuestro sentido del honor y el orgullo no permitirían que salga a la luz. Algunas cosas por causa de nuestras fronteras morales no podemos permitir que salgan a flote, y las mantenemos sumergidas en el fondo de nuestra conciencia, incluso desarrollando cierta habilidad para ocultarlas: pensamientos acerca de alguien, malas intenciones del corazón, perversidades insospechadas, cosas íntimas que pueden afectar nuestra convivencia.
Hoy les animo a que rechacemos por completo todo aquello oculto y vergonzoso, hasta que no quede nada de deshonestidad o astucia dentro de nosotros. Las enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, envidias, borracheras y cosas semejantes, provienen del estatuto de nuestro cuerpo que se utilizó para tales prácticas en el pasado y que por la fuerza de la costumbre pretenden convertirse en lo normativo.
Andemos sin astucia sin recurrir a lo que hará prevalecer nuestros argumentos. La única forma de ser victoriosos es aliándonos con la verdad. Nunca pretendamos atrapar a otros con el engaño. De ningún modo embotemos el sentido de dar lo máximo de nosotros a cambio de lo supremos de Dios. Ciertos actos embotan la capacidad de responder en obediencia a su llamado.
Recordemos: la mayor crisis espiritual viene cuando por fe, debemos ir un poco más allá de las creencias que ya hemos aceptado por la fuerza del hábito o la costumbre.
Feliz fin de semana. Bendiciones…