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General - 3 marzo, 2015

‘Panao’, el hombre que hace sus panes con la flor del Cañahuate

“El árbol de Cañahuate da muchas enseñanzas, a mí en particular me inspiró para hacer mi empresa y sentirme más orgulloso de ser vallenato”: Panao.

 “Estando en Bogotá, me daba un guayabo  que deseaba tener un cohete para caer en la Plaza Alfonso López”: Panao. EL PILÓN/ JOAQUÍN RAMÍREZ.
“Estando en Bogotá, me daba un guayabo que deseaba tener un cohete para caer en la Plaza Alfonso López”: Panao. EL PILÓN/ JOAQUÍN RAMÍREZ.

Unos ojos llenos de vigor y de profunda luz, reflejan el buen corazón de aquel hombre que más que hacer y vender pan, transmite un mensaje de paz, solidaridad y unión todos los días.

Seis mil pesos y ganas de trabajar, fueron los compañeros de travesía de Naúl de Jesús Ramírez Lúquez, conocido por sus clientes como ‘Panao’ y por sus vecinos como Nao. La iniciativa de formar su empresa de panes surgió por el ánimo de trabajar independiente, además de querer ofrecerle una vida digna a las personas cercanas que no tenían empleo: cuñadas, familiares, amigos y vecinos.

Nao es el sinónimo del varón noble y trabajador, al que muchos tildan de loco por sus ideales de bienestar general, por la igualdad y equidad reclamada con sus pies descalzos en una sociedad mezquina y excluyente.
‘Los panes cañahuateros quise hacerlos creyendo en lo nuestro’, porque si existe el pan francés, árabe, ¿por qué no podía existir el pan vallenato o como es conocido comúnmente entre mis clientes, pan cañahuatero?, explicó Panao cuando se le preguntó acerca de su empresa.

“Lo hago como cualquier pan por el tamaño y color, no por su sabor”, exaltó Nao, quien explicó además que la diferencia es que al suyo le echa raíz de cañahuate, cáscara, flor y sumo del tronco de cañahuate, además de realizarlo en el mejor barrio de Valledupar, el Cañahuate, dijo en broma el microempresario; para concluir que los prepara con amor y dedicación.

Un valle de antaño
Con carcajadas a ratos y algo de nostalgia, contó Panao una de las principales anécdotas que enmarcaron y direccionaron su camino para llevar a cabo su empresa de panes cañahuateros.
“Una tarde mientras yo vendía en la Plaza Alfonso López, no olvido aquel sonido del carro y menos la voz del foráneo que me preguntó ¿señor donde consigo un árbol de Cañahuate? Yo le respondí: – para que quieres un árbol de esos y él me respondió cantando una frase de la canción de Jorge Celedón: ‘hermoso Cañahuate florecido’, aunque para muchos parezca insignificante y no entiendan mis argumentos; con eso me desarmó, se me aguaron los ojos y desde ese instante comencé a sentir más amor del que ya tenía por mi tierra y me cuestioné siendo yo del barrio Cañahuate, viéndolos florecidos, nunca le había puesto atención”, indicó.

Desde ese momento el orgullo y amor por esta tierra se acrecentó dijo, Nao con los ojos un tanto aguados al recordar esos momentos que lo estremecen; “ese árbol nos da una gran enseñanza, en la época más dura del año es donde saca su fuerza y se viste de amarillo”, explicó el emprendedor.
Por esa razón, Naúl de Jesús Ramírez bautizó sus panes, cañahuateros. En el año 1997 inicialmente comenzó su labor en panadería pero vendiendo los panes que le proveía la panadería Papipan, cuenta cómo se las ingeniaba cuando vendía nueve mil pesos diarios y luego de un tiempo la cifra ascendió a 300 mil pesos por día.

Apreciar la naturaleza y entender que los momentos que para muchos son insignificantes son los más valiosos. Son las insignias del hombre amigo de todos, empresario, padre, hijo y hermano. “El producto lo vendemos con una camisa de color amarillo que representa el orgullo de ser vallenato y vivo en el barrio Cañahuate a 800 pasos del río Guatapuri, siempre lo hago con ese orgullo para motivar a las demás personas que no tienen ese sentido de pertenencia por Valledupar”.

Pero los ángeles enviados por Dios existen, manifestó Panao, al echar atrás y ver que todo lo que hoy ha logrado quizás no habría sido posible si Carlos Vidal, quien hoy es su gran amigo, no le hubiera dicho en la puerta del banco Davivienda en 1998 que si tenía interés en hacer un curso de panadería completo que iba a llevar a cabo la Alcaldía.

Letty Polo Thomas
Letty.polo@elpilón.com.co

General
3 marzo, 2015

‘Panao’, el hombre que hace sus panes con la flor del Cañahuate

“El árbol de Cañahuate da muchas enseñanzas, a mí en particular me inspiró para hacer mi empresa y sentirme más orgulloso de ser vallenato”: Panao.


 “Estando en Bogotá, me daba un guayabo  que deseaba tener un cohete para caer en la Plaza Alfonso López”: Panao. EL PILÓN/ JOAQUÍN RAMÍREZ.
“Estando en Bogotá, me daba un guayabo que deseaba tener un cohete para caer en la Plaza Alfonso López”: Panao. EL PILÓN/ JOAQUÍN RAMÍREZ.

Unos ojos llenos de vigor y de profunda luz, reflejan el buen corazón de aquel hombre que más que hacer y vender pan, transmite un mensaje de paz, solidaridad y unión todos los días.

Seis mil pesos y ganas de trabajar, fueron los compañeros de travesía de Naúl de Jesús Ramírez Lúquez, conocido por sus clientes como ‘Panao’ y por sus vecinos como Nao. La iniciativa de formar su empresa de panes surgió por el ánimo de trabajar independiente, además de querer ofrecerle una vida digna a las personas cercanas que no tenían empleo: cuñadas, familiares, amigos y vecinos.

Nao es el sinónimo del varón noble y trabajador, al que muchos tildan de loco por sus ideales de bienestar general, por la igualdad y equidad reclamada con sus pies descalzos en una sociedad mezquina y excluyente.
‘Los panes cañahuateros quise hacerlos creyendo en lo nuestro’, porque si existe el pan francés, árabe, ¿por qué no podía existir el pan vallenato o como es conocido comúnmente entre mis clientes, pan cañahuatero?, explicó Panao cuando se le preguntó acerca de su empresa.

“Lo hago como cualquier pan por el tamaño y color, no por su sabor”, exaltó Nao, quien explicó además que la diferencia es que al suyo le echa raíz de cañahuate, cáscara, flor y sumo del tronco de cañahuate, además de realizarlo en el mejor barrio de Valledupar, el Cañahuate, dijo en broma el microempresario; para concluir que los prepara con amor y dedicación.

Un valle de antaño
Con carcajadas a ratos y algo de nostalgia, contó Panao una de las principales anécdotas que enmarcaron y direccionaron su camino para llevar a cabo su empresa de panes cañahuateros.
“Una tarde mientras yo vendía en la Plaza Alfonso López, no olvido aquel sonido del carro y menos la voz del foráneo que me preguntó ¿señor donde consigo un árbol de Cañahuate? Yo le respondí: – para que quieres un árbol de esos y él me respondió cantando una frase de la canción de Jorge Celedón: ‘hermoso Cañahuate florecido’, aunque para muchos parezca insignificante y no entiendan mis argumentos; con eso me desarmó, se me aguaron los ojos y desde ese instante comencé a sentir más amor del que ya tenía por mi tierra y me cuestioné siendo yo del barrio Cañahuate, viéndolos florecidos, nunca le había puesto atención”, indicó.

Desde ese momento el orgullo y amor por esta tierra se acrecentó dijo, Nao con los ojos un tanto aguados al recordar esos momentos que lo estremecen; “ese árbol nos da una gran enseñanza, en la época más dura del año es donde saca su fuerza y se viste de amarillo”, explicó el emprendedor.
Por esa razón, Naúl de Jesús Ramírez bautizó sus panes, cañahuateros. En el año 1997 inicialmente comenzó su labor en panadería pero vendiendo los panes que le proveía la panadería Papipan, cuenta cómo se las ingeniaba cuando vendía nueve mil pesos diarios y luego de un tiempo la cifra ascendió a 300 mil pesos por día.

Apreciar la naturaleza y entender que los momentos que para muchos son insignificantes son los más valiosos. Son las insignias del hombre amigo de todos, empresario, padre, hijo y hermano. “El producto lo vendemos con una camisa de color amarillo que representa el orgullo de ser vallenato y vivo en el barrio Cañahuate a 800 pasos del río Guatapuri, siempre lo hago con ese orgullo para motivar a las demás personas que no tienen ese sentido de pertenencia por Valledupar”.

Pero los ángeles enviados por Dios existen, manifestó Panao, al echar atrás y ver que todo lo que hoy ha logrado quizás no habría sido posible si Carlos Vidal, quien hoy es su gran amigo, no le hubiera dicho en la puerta del banco Davivienda en 1998 que si tenía interés en hacer un curso de panadería completo que iba a llevar a cabo la Alcaldía.

Letty Polo Thomas
Letty.polo@elpilón.com.co