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Columnista - 6 febrero, 2015

Nuestro primer deber

“Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré”. Salmos 5,3 Los hombres que han hecho una obra grande y han dejado huellas en el mundo, son los que han estado desde temprano sobre sus rodillas. Si desperdiciamos lo mejor de la mañana, su oportunidad y frescura, en otras […]

“Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré”. Salmos 5,3

Los hombres que han hecho una obra grande y han dejado huellas en el mundo, son los que han estado desde temprano sobre sus rodillas. Si desperdiciamos lo mejor de la mañana, su oportunidad y frescura, en otras ocupaciones que en buscar a Dios, haremos pocos progresos para acercarnos a él en el resto del día. Si Dios no ocupa el primer lugar en nuestros esfuerzos y pensamientos por la mañana, ocupará el último lugar en lo restante del día.

Detrás de ese levantarnos temprano para orar, se encuentra el deseo ardiente que nos impulsa a comunicarnos con Dios. El descuido demostrado por la mañana es indicio de un corazón indiferente. El corazón que se retrasa para buscar a Dios por la mañana, ha perdido su agrado en él.

En los Salmos, David tenía hambre y sed de Dios y por eso lo buscaba temprano, antes del alba: “¡Dios, Dios mío eres tú! ¡De madrugada te buscaré! Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela en tierra seca y árida donde no hay aguas”.

Cristo ansiaba la comunión con el Padre, y por eso antes que amaneciera se iba al monte a orar: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.
Los Discípulos, cuando despertaban avergonzados por su negligencia, sabían dónde encontrarlo: “Se apartó de ellos… y puesto de rodillas oró”.

Si recorremos los nombres de la historia sagrada, antigua o contemporánea, que han conmovido al mundo a favor de causas piadosas, encontraremos que tienen el denominador común de haber buscado a Dios muy de mañana. Un deseo por Dios que no pueda romper las barreras del sueño y la comodidad, es algo débil que hará poco que realmente valga para Dios.

No es simplemente el levantarse temprano a hacer ejercicios o salir a los deberes diarios lo que pone a los hombres al frente y los hace generales en jefe de los propósitos de Dios, sino el deseo que agita y rompe las cadenas de la condescendencia consigo mismo. El saltar temprano de la cama, da salida, aumento y fuerza al deseo de buscarle, de otra manera, éste se apaga.
Cuando el deseo de estar con Dios, nos levanta y esa tensión por Dios nos despierta y nos apresuramos a la llamada, hacemos que la fe se afiance en Dios y que el corazón obtenga la más dulce y completa revelación. La fuerza de esta fe y la plenitud de esta revelación harán gobernantes sabios y líderes proactivos que nos hagan participar del gozo de sus logros y conquistas.

Amados amigos lectores, como aporte de solución a la problemática actual, necesitamos una generación de personas que busquen a Dios de mañana, que den a Dios la frescura y el rocío de su esfuerzo, para que tengan en recompensa la abundancia del poder de Dios que les dará gozo y fortaleza en medio del calor y el trabajo del día. Nuestra pereza en los asuntos de Dios es un tropiezo que tiene un alto precio en lo social y comunitario.

Los hijos de las tinieblas son más sabios que nosotros, están en sus negocios maquinando maldad, preñándose de iniquidad y dando a luz engaño, desde que amanece hasta que anochece.
¡Busquemos a Dios con ardor y diligencia! Ninguna persona se afianza en Dios y logra acciones trasformadoras si no lo sigue con tesón desde las primeras horas del día.
¡De madrugada te buscaré… para ver tu poder y tu gloria!
Fraterno abrazo y muchas bendiciones…

Columnista
6 febrero, 2015

Nuestro primer deber

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré”. Salmos 5,3 Los hombres que han hecho una obra grande y han dejado huellas en el mundo, son los que han estado desde temprano sobre sus rodillas. Si desperdiciamos lo mejor de la mañana, su oportunidad y frescura, en otras […]


“Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré”. Salmos 5,3

Los hombres que han hecho una obra grande y han dejado huellas en el mundo, son los que han estado desde temprano sobre sus rodillas. Si desperdiciamos lo mejor de la mañana, su oportunidad y frescura, en otras ocupaciones que en buscar a Dios, haremos pocos progresos para acercarnos a él en el resto del día. Si Dios no ocupa el primer lugar en nuestros esfuerzos y pensamientos por la mañana, ocupará el último lugar en lo restante del día.

Detrás de ese levantarnos temprano para orar, se encuentra el deseo ardiente que nos impulsa a comunicarnos con Dios. El descuido demostrado por la mañana es indicio de un corazón indiferente. El corazón que se retrasa para buscar a Dios por la mañana, ha perdido su agrado en él.

En los Salmos, David tenía hambre y sed de Dios y por eso lo buscaba temprano, antes del alba: “¡Dios, Dios mío eres tú! ¡De madrugada te buscaré! Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela en tierra seca y árida donde no hay aguas”.

Cristo ansiaba la comunión con el Padre, y por eso antes que amaneciera se iba al monte a orar: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.
Los Discípulos, cuando despertaban avergonzados por su negligencia, sabían dónde encontrarlo: “Se apartó de ellos… y puesto de rodillas oró”.

Si recorremos los nombres de la historia sagrada, antigua o contemporánea, que han conmovido al mundo a favor de causas piadosas, encontraremos que tienen el denominador común de haber buscado a Dios muy de mañana. Un deseo por Dios que no pueda romper las barreras del sueño y la comodidad, es algo débil que hará poco que realmente valga para Dios.

No es simplemente el levantarse temprano a hacer ejercicios o salir a los deberes diarios lo que pone a los hombres al frente y los hace generales en jefe de los propósitos de Dios, sino el deseo que agita y rompe las cadenas de la condescendencia consigo mismo. El saltar temprano de la cama, da salida, aumento y fuerza al deseo de buscarle, de otra manera, éste se apaga.
Cuando el deseo de estar con Dios, nos levanta y esa tensión por Dios nos despierta y nos apresuramos a la llamada, hacemos que la fe se afiance en Dios y que el corazón obtenga la más dulce y completa revelación. La fuerza de esta fe y la plenitud de esta revelación harán gobernantes sabios y líderes proactivos que nos hagan participar del gozo de sus logros y conquistas.

Amados amigos lectores, como aporte de solución a la problemática actual, necesitamos una generación de personas que busquen a Dios de mañana, que den a Dios la frescura y el rocío de su esfuerzo, para que tengan en recompensa la abundancia del poder de Dios que les dará gozo y fortaleza en medio del calor y el trabajo del día. Nuestra pereza en los asuntos de Dios es un tropiezo que tiene un alto precio en lo social y comunitario.

Los hijos de las tinieblas son más sabios que nosotros, están en sus negocios maquinando maldad, preñándose de iniquidad y dando a luz engaño, desde que amanece hasta que anochece.
¡Busquemos a Dios con ardor y diligencia! Ninguna persona se afianza en Dios y logra acciones trasformadoras si no lo sigue con tesón desde las primeras horas del día.
¡De madrugada te buscaré… para ver tu poder y tu gloria!
Fraterno abrazo y muchas bendiciones…