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Columnista - 23 enero, 2015

Naturaleza de Dios

“¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice el Señor, y no Dios de lejos?” Jeremías 23,23. Uno de los grandes paradigmas teológicos para la iglesia es el reflejo de la naturaleza de Dios: en su trascendencia, Dios es glorioso, sublime y eterno, se describe como otro fuera de nosotros, diferente del hombre, su realidad espiritual […]

“¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice el Señor, y no Dios de lejos?” Jeremías 23,23.

Uno de los grandes paradigmas teológicos para la iglesia es el reflejo de la naturaleza de Dios: en su trascendencia, Dios es glorioso, sublime y eterno, se describe como otro fuera de nosotros, diferente del hombre, su realidad espiritual está por encima de nosotros; Dios es más grande, alto, santo, lejano, más allá, es inaccesible. Mientras que en su inmanencia, Dios se torna cercano, íntimo, personal, habita en nosotros, está involucrado, es amigo, accesible, franco.

Como creyentes, necesitamos las ocasiones de solemnidad y adoración en las que el Dios más alto y santo es honrado con dignidad y reverencia; pero también como creyentes solitarios, cuando gritamos interiormente por el toque cálido y sanador de Dios, necesitamos que el Dios más alto sea también el Dios más cercano.

En Génesis uno, el Dios trascendente y eterno, separado y por encima de toda creación, declaró la existencia del mundo con su palabra. Pero a continuación, camina por en medio del jardín buscando a Adán y Eva en lo que parece una cita regular.

Con Abraham, el Dios trascendente le llamó a dejar su tierra y viajar hacia una tierra desconocida con un destino especial. Pero a sus 99 años, en un encuentro singular, se acerca para reafirmar la promesa de su descendencia.
En la zarza ardiendo, en una revelación inusualmente personal e íntima, Dios llama a Moisés para que regrese a Egipto y en su nombre como el “Yo Soy” libere a los hijos de Israel. En contraste, en el monte Sinaí, Dios se manifiesta como el trascendente e imponente Dios, que habita en la oscuridad y con truenos y rayos pone linderos al monte para impedir que los israelitas se acerquen.

En su travesía por el desierto, Dios condujo a Israel con una columna de nube durante el día y una de fuego durante la noche. Dios les guiaba a distancia, en una forma apropiada para su trascendencia. Pero cuando la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del Tabernáculo, Moisés acudía a la reunión y Dios hablaba con él cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.

La primera parte del libro de Job registra su trágico sufrimiento y dolor, Dios se muestra trascendente en los cielos, sólo observa lo que está sucediendo abajo, ajeno y distante; tanto Job como sus amigos se refieren a Dios con temor y en tercera persona. Pero luego, Dios irrumpe en la escena con una revelación de sí mismo poderosa e inmanente, le habla a Job en primera persona y conversa con él de forma íntima y personal; no contesta las preguntas ni explica el sufrimiento, pero se acerca y manifiesta su proximidad.

En el monte Carmelo, Dios envió un mensaje de su trascendencia al descender del cielo y consumir con fuego el altar y sacrificio preparados por Elías, triunfando sobre los profetas de Baal. Pero luego, cuando Elías lleno de miedo y desesperación huye de Jezabel al desierto, Dios le consuela bajo el enebro y le habla en la cueva de Horeb con un silbo apacible y delicado.
Amados amigos: Yahvé el Dios de justicia y rectitud, el Dios trascendente, merece nuestra adoración. Pero Emanuel, el Dios con nosotros, el Dios inmanente, merece nuestra obediencia.

La Encarnación es la mayor expresión de la inmanencia de Dios, cada persona puede ser un Tabernáculo en el que Dios habla cara a cara. Una vez más Dios pasea por el jardín y quiere habitar en nuestros corazones. ¡Recibámoslo y disfrutemos su amistad y cercanía!
Abrazos y bendiciones en su nombre.

Columnista
23 enero, 2015

Naturaleza de Dios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice el Señor, y no Dios de lejos?” Jeremías 23,23. Uno de los grandes paradigmas teológicos para la iglesia es el reflejo de la naturaleza de Dios: en su trascendencia, Dios es glorioso, sublime y eterno, se describe como otro fuera de nosotros, diferente del hombre, su realidad espiritual […]


“¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice el Señor, y no Dios de lejos?” Jeremías 23,23.

Uno de los grandes paradigmas teológicos para la iglesia es el reflejo de la naturaleza de Dios: en su trascendencia, Dios es glorioso, sublime y eterno, se describe como otro fuera de nosotros, diferente del hombre, su realidad espiritual está por encima de nosotros; Dios es más grande, alto, santo, lejano, más allá, es inaccesible. Mientras que en su inmanencia, Dios se torna cercano, íntimo, personal, habita en nosotros, está involucrado, es amigo, accesible, franco.

Como creyentes, necesitamos las ocasiones de solemnidad y adoración en las que el Dios más alto y santo es honrado con dignidad y reverencia; pero también como creyentes solitarios, cuando gritamos interiormente por el toque cálido y sanador de Dios, necesitamos que el Dios más alto sea también el Dios más cercano.

En Génesis uno, el Dios trascendente y eterno, separado y por encima de toda creación, declaró la existencia del mundo con su palabra. Pero a continuación, camina por en medio del jardín buscando a Adán y Eva en lo que parece una cita regular.

Con Abraham, el Dios trascendente le llamó a dejar su tierra y viajar hacia una tierra desconocida con un destino especial. Pero a sus 99 años, en un encuentro singular, se acerca para reafirmar la promesa de su descendencia.
En la zarza ardiendo, en una revelación inusualmente personal e íntima, Dios llama a Moisés para que regrese a Egipto y en su nombre como el “Yo Soy” libere a los hijos de Israel. En contraste, en el monte Sinaí, Dios se manifiesta como el trascendente e imponente Dios, que habita en la oscuridad y con truenos y rayos pone linderos al monte para impedir que los israelitas se acerquen.

En su travesía por el desierto, Dios condujo a Israel con una columna de nube durante el día y una de fuego durante la noche. Dios les guiaba a distancia, en una forma apropiada para su trascendencia. Pero cuando la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del Tabernáculo, Moisés acudía a la reunión y Dios hablaba con él cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.

La primera parte del libro de Job registra su trágico sufrimiento y dolor, Dios se muestra trascendente en los cielos, sólo observa lo que está sucediendo abajo, ajeno y distante; tanto Job como sus amigos se refieren a Dios con temor y en tercera persona. Pero luego, Dios irrumpe en la escena con una revelación de sí mismo poderosa e inmanente, le habla a Job en primera persona y conversa con él de forma íntima y personal; no contesta las preguntas ni explica el sufrimiento, pero se acerca y manifiesta su proximidad.

En el monte Carmelo, Dios envió un mensaje de su trascendencia al descender del cielo y consumir con fuego el altar y sacrificio preparados por Elías, triunfando sobre los profetas de Baal. Pero luego, cuando Elías lleno de miedo y desesperación huye de Jezabel al desierto, Dios le consuela bajo el enebro y le habla en la cueva de Horeb con un silbo apacible y delicado.
Amados amigos: Yahvé el Dios de justicia y rectitud, el Dios trascendente, merece nuestra adoración. Pero Emanuel, el Dios con nosotros, el Dios inmanente, merece nuestra obediencia.

La Encarnación es la mayor expresión de la inmanencia de Dios, cada persona puede ser un Tabernáculo en el que Dios habla cara a cara. Una vez más Dios pasea por el jardín y quiere habitar en nuestros corazones. ¡Recibámoslo y disfrutemos su amistad y cercanía!
Abrazos y bendiciones en su nombre.