Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 11 diciembre, 2014

Los nuevos militantes por la sociedad sustentable

En un ensayo publicado hace más de una década introdujo y desarrolló el señor ecologista Víctor M. Toledo, una tesis: que los movimientos ecologistas representan la etapa precursora o embrionaria de un nuevo y decisivo movimiento político, ideológico, espiritual, a escala mundial. Aun aceptando la extrema e (imprudente) rudeza con que examinó los principales rasgos […]

En un ensayo publicado hace más de una década introdujo y desarrolló el señor ecologista Víctor M. Toledo, una tesis: que los movimientos ecologistas representan la etapa precursora o embrionaria de un nuevo y decisivo movimiento político, ideológico, espiritual, a escala mundial.

Aun aceptando la extrema e (imprudente) rudeza con que examinó los principales rasgos ideológicos y políticos del ecologismo de entonces, nos parece que la idea central de aquel ensayo sigue siendo válida: como fenómeno social y político, las actuales luchas por la naturaleza no tienen solución de continuidad más que transformando al ecologismo en una verdadera ecología política, es decir, dando lugar o un nuevo pensamiento (filosofía política) y, sobre todo, a una nueva ética para la acción.

Ello implica varios aspectos: superar la escisión que mantiene separadas las luchas por abolir la injusticia social de las luchas contra la explotación de la naturaleza, adquirir una nueva conciencia del espacio y del tiempo, integrar y “sintonizar” la lucha social con la lucha individual (“la ecología comienza por nuestro propio cuerpo”, ha dicho la ambientalista y dramaturga Patricia Cardona), plantearse entonces como objetivos final la creación de una sociedad sustentable. En el plano teórico, ello implica la confluencia de la moderna teoría ecológica desarrollada por los científicos naturales con la economía política clásica y la actual.

Esto supone reconocer que hoy en día no es suficiente la vieja fórmula de la oposición entre fuerzas productivas y relaciones de producción como explicación del desarrollo histórico, pues la creciente oposición entre las fuerzas productivas y relaciones de producción como explicación del desarrollo histórico, pues la creciente oposición entre las fuerzas productivas y las fuerzas de la naturaleza, por llamarlas de algún modo, es también un elemento determinante. Pero la dimensión meramente ideológica y política es solamente uno de los planos que se deben examinar, pues se trata de un fenómeno que, en principio, es de carácter multidimensional.

En efecto la primera diferencia tácita entre un movimiento por la sociedad sustentable y el resto de los movimientos iniciativas y partidos políticos existentes es la naturaleza de sus militantes. Dotados de cierta conciencia de especie, los militantes por la sociedad sustentable están obligados a adquirir una percepción novedosa del espacio (topoconciencia) que comienza con su propio cuerpo y termina reconociendo el cuerpo planetario, es decir, que tiene noción de los espacios en que habita. Ello le permite reconocer las diferentes escalas y sus procesos (familia, barrio o comunidad, región o ciudad, país, entre otros), y por lo tanto le hace participe de sus diferentes conexiones e implicaciones. Se comienza identificando la necesidad del equilibrio en el propio cuerpo (endosama), resultado de la función armoniosa entre los diferentes órganos y sistemas y se termina por consecuencia, entendiendo la necesidad del equilibrio en el cuerpo planetario (el ecosistema global), del cual forma parte (exosoma).

Columnista
11 diciembre, 2014

Los nuevos militantes por la sociedad sustentable

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

En un ensayo publicado hace más de una década introdujo y desarrolló el señor ecologista Víctor M. Toledo, una tesis: que los movimientos ecologistas representan la etapa precursora o embrionaria de un nuevo y decisivo movimiento político, ideológico, espiritual, a escala mundial. Aun aceptando la extrema e (imprudente) rudeza con que examinó los principales rasgos […]


En un ensayo publicado hace más de una década introdujo y desarrolló el señor ecologista Víctor M. Toledo, una tesis: que los movimientos ecologistas representan la etapa precursora o embrionaria de un nuevo y decisivo movimiento político, ideológico, espiritual, a escala mundial.

Aun aceptando la extrema e (imprudente) rudeza con que examinó los principales rasgos ideológicos y políticos del ecologismo de entonces, nos parece que la idea central de aquel ensayo sigue siendo válida: como fenómeno social y político, las actuales luchas por la naturaleza no tienen solución de continuidad más que transformando al ecologismo en una verdadera ecología política, es decir, dando lugar o un nuevo pensamiento (filosofía política) y, sobre todo, a una nueva ética para la acción.

Ello implica varios aspectos: superar la escisión que mantiene separadas las luchas por abolir la injusticia social de las luchas contra la explotación de la naturaleza, adquirir una nueva conciencia del espacio y del tiempo, integrar y “sintonizar” la lucha social con la lucha individual (“la ecología comienza por nuestro propio cuerpo”, ha dicho la ambientalista y dramaturga Patricia Cardona), plantearse entonces como objetivos final la creación de una sociedad sustentable. En el plano teórico, ello implica la confluencia de la moderna teoría ecológica desarrollada por los científicos naturales con la economía política clásica y la actual.

Esto supone reconocer que hoy en día no es suficiente la vieja fórmula de la oposición entre fuerzas productivas y relaciones de producción como explicación del desarrollo histórico, pues la creciente oposición entre las fuerzas productivas y relaciones de producción como explicación del desarrollo histórico, pues la creciente oposición entre las fuerzas productivas y las fuerzas de la naturaleza, por llamarlas de algún modo, es también un elemento determinante. Pero la dimensión meramente ideológica y política es solamente uno de los planos que se deben examinar, pues se trata de un fenómeno que, en principio, es de carácter multidimensional.

En efecto la primera diferencia tácita entre un movimiento por la sociedad sustentable y el resto de los movimientos iniciativas y partidos políticos existentes es la naturaleza de sus militantes. Dotados de cierta conciencia de especie, los militantes por la sociedad sustentable están obligados a adquirir una percepción novedosa del espacio (topoconciencia) que comienza con su propio cuerpo y termina reconociendo el cuerpo planetario, es decir, que tiene noción de los espacios en que habita. Ello le permite reconocer las diferentes escalas y sus procesos (familia, barrio o comunidad, región o ciudad, país, entre otros), y por lo tanto le hace participe de sus diferentes conexiones e implicaciones. Se comienza identificando la necesidad del equilibrio en el propio cuerpo (endosama), resultado de la función armoniosa entre los diferentes órganos y sistemas y se termina por consecuencia, entendiendo la necesidad del equilibrio en el cuerpo planetario (el ecosistema global), del cual forma parte (exosoma).