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Informes Especiales - 19 diciembre, 2014

Los guardianes de la Sierra Nevada

La Sierra Nevada de Santa Marta es el corazón del Planeta Tierra, así lo explican los indígenas que la destacan como el ‘cajón’ que guarda “idea, pensamiento, inteligencia y sabiduría”. Y es que ‘El Chundúa’, como le llaman los nativos a la parte nevada de la Sierra Nevada, es, según su tradición, el lugar donde […]

La capital del pueblo Arhuaco es Nabusimake, en ella se concentran los mamos, quienes hacen pagamentos para contrarrestar el daño causado por la mano del hombre blanco. EL PILÓN / Archivo.
La capital del pueblo Arhuaco es Nabusimake, en ella se concentran los mamos, quienes hacen pagamentos para contrarrestar el daño causado por la mano del hombre blanco. EL PILÓN / Archivo.

La Sierra Nevada de Santa Marta es el corazón del Planeta Tierra, así lo explican los indígenas que la destacan como el ‘cajón’ que guarda “idea, pensamiento, inteligencia y sabiduría”.

Y es que ‘El Chundúa’, como le llaman los nativos a la parte nevada de la Sierra Nevada, es, según su tradición, el lugar donde se originó la vida, la sabiduría y las leyes. Sus cumbres son consideradas como personas y guardianes de honor. Para salvaguardar estos mitos, los mamos de las poblaciones indígenas hacen pagas.

Este territorio declarado por la Unesco como Reserva de la Biosfera, del Hombre y de la Humanidad en 1979, se convierte en un sitio excéntrico para los ‘bunachis’ (en arhuaco) o ‘suntalo’ (en wiwa) que traduce hombre blanco. Los indígenas, en su mayoría, consideran que llegan a hacer daño al lugar sagrado. Esta imponente montaña se ubica en el norte de Colombia y ocupa los departamentos de Magdalena, La Guajira y Cesar.

En la Sierra Nevada hoy sobreviven cuatro comunidades indígenas que conservan diversas tradiciones ancestrales y que suman alrededor de 50.000 personas entre Koguis, Arhuacos, Wiwas y Kankuamos.

Para este territorio, el Gobierno Nacional no ha podido desarrollar un modelo de inversiones a paso firme, mientras autoridades municipales, departamentales y del orden general miran como motor de desarrollo el macizo aislado de la Cordillera de los Andes (aproximadamente 16.400 km2), sus principales habitantes, los indígenas, ven dicho crecimiento como un atraso al futuro del mundo.

“Cuando el mundo se materializaba, apareció el hermano menor (hombre blanco), sin saber que aquí vivían solamente los indígenas. Los cerros, el oro, las tumas eran personas, existían como indígenas. Así era todo en esencia”, reveló el mamo arhuaco, José Romero, a través del centro de comunicaciones Zhigoneshi, Organización Gonawindúa Tayrona.

Uno de los principales problemas que enfrenta la Sierra Nevada de Santa Marta es que desde 1977 se viene presentando un fenómeno continuo de calentamiento y reducción de los glaciares en todo el mundo. En términos generales y según el Ideam, en Colombia, los picos más altos de la Sierra Nevada entre 1954 a 1995 perdió 71.5 kilómetros cuadrados y en el año 2050, posiblemente se estimaría la desaparición total de la nieve.

Según José Romero, ellos cumplen el papel de hacer pagamentos “a través del oro y el cuarzo”, así lo cumplen hasta morir. “Lo hacemos porque nuestro padre Serankwa hizo la tierra y las normas. A nuestros padres, madres, abuelos y bisabuelos les dejaron esta tierra (Sierra Nevada) para que la cuidaran, esa es la razón de ser de nosotros los indígenas. Debemos tratarla bien, así como lo hacemos con nuestro cuerpo”, señaló José Romero.

Por su parte, José Camilo Niño, sacuco mayor arhuaco, indica que las normas fueron creadas para cumplirlas en todas partes. “El hermano menor (hombre blanco) no debe impedir que esto sea posible. Para nosotros es una necesidad vital para estar protegidos, entonces no seremos destruidos y se prolongará nuestro territorio en el tiempo”, dice el descendiente de la etnia arhuaca.

La responsabilidad de los mamos se centra en hacer pagamentos por hechos que ellos consideran sufre la Madre Naturaleza a manos del hombre; “así fue estipulado desde un principio y así debe continuar. El mamo debe pagar a los padres espirituales para obtener la medicina que nos cura y así cumplimos las normas con el fin de conservar lo que nos legaron”, indica José Romero, quien agrega que “no importa el tiempo que pase, nosotros no nos extinguiremos”.
En estos momentos, las pagas son de mamos arhuacos, wiwas y koguis. Romero explica que los kankuamos ya no mantienen ese compromiso, pero espiritualmente siguen allí.

“A lo largo de toda la Línea Negra debemos caminar, hasta darle la vuelta a la Sierra. La esencia de nuestro existir, nuestro Padre, está en los nevados, por desgracia, hoy vemos muchas enfermedades nuevas que aparecen. Por eso nuestro Padre reclama ante la destrucción de los sitios sagrados. Les estoy hablando de lo espiritual, de la esencia ancestral de nuestra conexión”, aseguró el mamo arhuacho.

Un Gobierno rechazado
Los modelos de desarrollo diseñados por el Gobierno Nacional, a lo largo de la historia, han sido rechazados por las comunidades indígenas asentadas en la Sierra Nevada.

El secretario general Arhuaco, Hermes Torres, argumenta que la Sierra Nevada se constituye en un lugar sagrado porque se considera un templo, pero si bien en el territorio fueron dejados cuatro pueblos indígenas: Arhuacho, Kogui, Wiwa y Kankuamo, cada uno sufre un proceso diferente de relación con la vida occidental.

“La Sierra está conectada entre sí con otros puntos importantes en el mundo y son puntos energéticos, que se conectan y es lo que fluye y garantiza la vida y que exista la armonía, ese legado y conocimiento lo manejan los mamos”, aseguró Torres.

¿Y cuál es el motivo para oponerse al desarrollo interno de la Sierra Nevada? Básicamente en que “el modelo implementado no aplica en la Sierra Nevada”, dice Hermes Torres. El alto consejo arhuaco considera oportuno reorientar todo de acuerdo con la visión indígena. Y dicho análisis se contempla “en conservación, que sea sostenible y no impere el modelo (del Gobierno Nacional) que va en detrimento de lo ambiental”.

Por ejemplo, Torres explica que la minería, las grandes obras de infraestructura, carreteras, instalación de antenas, represas, “todo eso va en contra de los principios naturales”.

Los arhuacos también se conocen como ika o ijka y viven en los valles altos de los ríos Piedras, San Sebastián, Chichicua, Ariguaní y Guatapurí, al sur de la Sierra Nevada de Santa Marta. Su capital se llama Nabusimake y queda en la zona central. La lengua que hablan es de la familia chibcha.

Golpeados por la violencia
La presencia de los grupos armados ilegales en la Sierra Nevada de Santa Marta data de por lo menos 25 años atrás, con la aparición de las Farc y el Eln, entre los años ochenta y noventa. Así lo revela un informe de la Defensoría del Pueblo, denominado ‘El mapa del conflicto armado en la Sierra Nevada’.

El documento explica que estos dos movimientos insurgentes encontraron inicialmente en la Sierra un territorio que se estructuraba como una red de intrincados caminos que les permitió, sin mayores dificultades, movilizar tropa, armas y pertrechos. Además, la Sierra se convirtió en un lugar propicio para construir refugios, centros de acopio y abastecimiento de víveres y alimentos.

Además es un corredor estratégico que se extiende desde la frontera con Venezuela hasta la región de Urabá y que incluye las regiones del Cesar y la Ciénaga Grande de Santa Marta, en camino hacia Córdoba. Varios macroproyectos también están programados en la región. Uno de los más importantes es la construcción de una represa en la región de Besotes, en territorio indígena, pero está paralizado y no existe luz verde para su inicio.

Uno de los pueblos más golpeados fue el Kankuamo, más de 13.000 personas pertenecientes a la etnia salieron desplazadas de su pueblo al ser víctimas del accionar de la guerrilla, las autodefensas y hasta del Ejército Nacional con los falsos positivos.

Las acciones violentas cobraron entre los años 1985 al 2008, 451 kankuamos muertes, más de 300 viudas o madres cabeza de hogar, más de 400 familias desplazadas de manera forzosa del territorio, asesinatos y amenaza sistemática de sus hombres y mujeres líderes, además del señalamiento y la estigmatización de la población, el desconocimiento y pérdida de sus tradiciones como pueblo indígena.

Este Resguardo Kankuamo está conformado por 12 comunidades o asentamientos indígenas de los que hacen parte Chemesquemena, Guatapurí, Atánquez, Pontón, Las Flores, Los Haticos, Ramalito, Rancho de La Goya, El Mojao, La Mina, Río Seco y Murillo, que padecieron los estragos del conflicto interno del país.
La declaración conjunta de la Organización Nacional Indígena de Colombia y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, divulgada hace algunos años, calificó de etnocidio la situación de la que fueron víctimas los kankuamos.

Preocupados por la paz: Wiwas
Los Wiwas, su nombre significa cálido, quienes ocupan la zona de la Sierra que está en el Departamento del Cesar, cerca de la frontera con el departamento de La Guajira, son realistas al enfrentar la crisis violenta que vive el país y son optimistas en cuanto al proceso de paz que se cumple entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc en La Habana, Cuba.

Pedro Manuel Loperena, coordinador de derechos humanos de la Organización Wiwa Yugumaiun Bunkuanarrua, declaró: “estamos muy contentos en la Sierra Nevada, hay agua y cultivos”, pero “existe una tensión porque la situación de seguridad en el país no es fácil”.

Loperena, quien fue víctima de un atentado el año anterior, dijo que el apoyo de la comunidad Wiwa es total para el proceso de paz de La Habana, “porque lo que ellos quieren es ver un pueblo en paz, sin guerra, ni odios”.

Sin embargo, Pedro Manuel rechaza las políticas del Gobierno Nacional al querer incursionar en “el tema minero y extraer los recursos renovables y no renovables de la Sierra Nevada”, y básicamente es porque “no están prestando atención y no le dan el valor ni el respeto a la Sierra, que es un territorio sagrado”.

Son diez comunidades de esta etnia asentadas en el Cesar, más de 5.000 personas, que hoy necesitan adecuación y dotación para las escuelas, “que son competencia de entes territoriales públicos, a quienes hemos presentando proyectos pero todavía no hay hechos”.

Obras
Para el próximo año, la Corporación Autónoma Regional del Cesar, Corpocesar, aspira implementar proyectos en la Sierra Nevada.

Aunque concertar con los indígenas no es fácil, el director de la corporación, Kaleb Villalobos Brochel, indicó que están trabajando desde el punto de vista científico con Juan Carlos Borrero.

“Ya hicimos una reunión de trabajo y acordamos un cronograma para el 2015 de hacer dos pilotos, uno en la Sierra Nevada y otro en la Serranía de Perijá, de cómo devolverle la capacidad de agua a estos ríos”, aseguró Villalobos.

El funcionario dijo además que con la Corporación de La Guajira y la de Santa Marta presentaron un macroproyecto para lo concerniente a la recuperación de la Sierra Nevada de Santa Marta.

“Con los indígenas hay que ser muy sabios, nosotros no podemos diseñar desde la Corporación las obras, sino que debemos enviar a los ingenieros allá. Hay una infraestructura que la Sierra no la necesita y ahí los indígenas tienen razón, pero hay otra que si es necesaria construirla para evitar problemas en el futuro”, argumentó Kaleb Villalobos.

Los límites
Tradicionalmente a cada pueblo en la Sierra Nevada le fue asignado un espacio, están delimitados y son de manejos tradicionales y políticos por las cuatro etnias ubicadas allí.

“En la Sierra se maneja la energía, nosotros somos resultado de energía, en donde muchos pueden conectarse y depurarse de muchas cosas. En la Sierra está ese conocimiento y sabiduría que adquirimos para poder desechar las cosas negativas adquiridas a través del tiempo”, dice Hermes Torres al preguntarle por qué personas de Colombia, América Latina, Centro América, Europa, entre otros llegan a la Sierra Nevada con el fin de obtener limpiezas.

La población
Según datos del Departamento Nacional de Planeación, en 1989 el total de población indígena en la Sierra Nevada era de 17.032 habitantes. De estos 9.394 eran arhuacos (el 55.15% del total), mientras que 6.138 correspondían a la etnia kogui (el 36.03%) y tan sólo 1.500 pertenecían a los wiwas (o sea el 8.8%).

De otra parte, del total de indígenas de la Sierra, 8.055 (el 47.29%) se asientan en el departamento del Cesar, mientras que en La Guajira viven 5.382 indígenas serranos (el 31.59%) y en el Magdalena 3.595 (el 21.10%). Lo anterior equivale a decir que el Cesar es la población con jurisdicción en la Sierra en donde más se concentra la población indígena.

Informes Especiales
19 diciembre, 2014

Los guardianes de la Sierra Nevada

La Sierra Nevada de Santa Marta es el corazón del Planeta Tierra, así lo explican los indígenas que la destacan como el ‘cajón’ que guarda “idea, pensamiento, inteligencia y sabiduría”. Y es que ‘El Chundúa’, como le llaman los nativos a la parte nevada de la Sierra Nevada, es, según su tradición, el lugar donde […]


La capital del pueblo Arhuaco es Nabusimake, en ella se concentran los mamos, quienes hacen pagamentos para contrarrestar el daño causado por la mano del hombre blanco. EL PILÓN / Archivo.
La capital del pueblo Arhuaco es Nabusimake, en ella se concentran los mamos, quienes hacen pagamentos para contrarrestar el daño causado por la mano del hombre blanco. EL PILÓN / Archivo.

La Sierra Nevada de Santa Marta es el corazón del Planeta Tierra, así lo explican los indígenas que la destacan como el ‘cajón’ que guarda “idea, pensamiento, inteligencia y sabiduría”.

Y es que ‘El Chundúa’, como le llaman los nativos a la parte nevada de la Sierra Nevada, es, según su tradición, el lugar donde se originó la vida, la sabiduría y las leyes. Sus cumbres son consideradas como personas y guardianes de honor. Para salvaguardar estos mitos, los mamos de las poblaciones indígenas hacen pagas.

Este territorio declarado por la Unesco como Reserva de la Biosfera, del Hombre y de la Humanidad en 1979, se convierte en un sitio excéntrico para los ‘bunachis’ (en arhuaco) o ‘suntalo’ (en wiwa) que traduce hombre blanco. Los indígenas, en su mayoría, consideran que llegan a hacer daño al lugar sagrado. Esta imponente montaña se ubica en el norte de Colombia y ocupa los departamentos de Magdalena, La Guajira y Cesar.

En la Sierra Nevada hoy sobreviven cuatro comunidades indígenas que conservan diversas tradiciones ancestrales y que suman alrededor de 50.000 personas entre Koguis, Arhuacos, Wiwas y Kankuamos.

Para este territorio, el Gobierno Nacional no ha podido desarrollar un modelo de inversiones a paso firme, mientras autoridades municipales, departamentales y del orden general miran como motor de desarrollo el macizo aislado de la Cordillera de los Andes (aproximadamente 16.400 km2), sus principales habitantes, los indígenas, ven dicho crecimiento como un atraso al futuro del mundo.

“Cuando el mundo se materializaba, apareció el hermano menor (hombre blanco), sin saber que aquí vivían solamente los indígenas. Los cerros, el oro, las tumas eran personas, existían como indígenas. Así era todo en esencia”, reveló el mamo arhuaco, José Romero, a través del centro de comunicaciones Zhigoneshi, Organización Gonawindúa Tayrona.

Uno de los principales problemas que enfrenta la Sierra Nevada de Santa Marta es que desde 1977 se viene presentando un fenómeno continuo de calentamiento y reducción de los glaciares en todo el mundo. En términos generales y según el Ideam, en Colombia, los picos más altos de la Sierra Nevada entre 1954 a 1995 perdió 71.5 kilómetros cuadrados y en el año 2050, posiblemente se estimaría la desaparición total de la nieve.

Según José Romero, ellos cumplen el papel de hacer pagamentos “a través del oro y el cuarzo”, así lo cumplen hasta morir. “Lo hacemos porque nuestro padre Serankwa hizo la tierra y las normas. A nuestros padres, madres, abuelos y bisabuelos les dejaron esta tierra (Sierra Nevada) para que la cuidaran, esa es la razón de ser de nosotros los indígenas. Debemos tratarla bien, así como lo hacemos con nuestro cuerpo”, señaló José Romero.

Por su parte, José Camilo Niño, sacuco mayor arhuaco, indica que las normas fueron creadas para cumplirlas en todas partes. “El hermano menor (hombre blanco) no debe impedir que esto sea posible. Para nosotros es una necesidad vital para estar protegidos, entonces no seremos destruidos y se prolongará nuestro territorio en el tiempo”, dice el descendiente de la etnia arhuaca.

La responsabilidad de los mamos se centra en hacer pagamentos por hechos que ellos consideran sufre la Madre Naturaleza a manos del hombre; “así fue estipulado desde un principio y así debe continuar. El mamo debe pagar a los padres espirituales para obtener la medicina que nos cura y así cumplimos las normas con el fin de conservar lo que nos legaron”, indica José Romero, quien agrega que “no importa el tiempo que pase, nosotros no nos extinguiremos”.
En estos momentos, las pagas son de mamos arhuacos, wiwas y koguis. Romero explica que los kankuamos ya no mantienen ese compromiso, pero espiritualmente siguen allí.

“A lo largo de toda la Línea Negra debemos caminar, hasta darle la vuelta a la Sierra. La esencia de nuestro existir, nuestro Padre, está en los nevados, por desgracia, hoy vemos muchas enfermedades nuevas que aparecen. Por eso nuestro Padre reclama ante la destrucción de los sitios sagrados. Les estoy hablando de lo espiritual, de la esencia ancestral de nuestra conexión”, aseguró el mamo arhuacho.

Un Gobierno rechazado
Los modelos de desarrollo diseñados por el Gobierno Nacional, a lo largo de la historia, han sido rechazados por las comunidades indígenas asentadas en la Sierra Nevada.

El secretario general Arhuaco, Hermes Torres, argumenta que la Sierra Nevada se constituye en un lugar sagrado porque se considera un templo, pero si bien en el territorio fueron dejados cuatro pueblos indígenas: Arhuacho, Kogui, Wiwa y Kankuamo, cada uno sufre un proceso diferente de relación con la vida occidental.

“La Sierra está conectada entre sí con otros puntos importantes en el mundo y son puntos energéticos, que se conectan y es lo que fluye y garantiza la vida y que exista la armonía, ese legado y conocimiento lo manejan los mamos”, aseguró Torres.

¿Y cuál es el motivo para oponerse al desarrollo interno de la Sierra Nevada? Básicamente en que “el modelo implementado no aplica en la Sierra Nevada”, dice Hermes Torres. El alto consejo arhuaco considera oportuno reorientar todo de acuerdo con la visión indígena. Y dicho análisis se contempla “en conservación, que sea sostenible y no impere el modelo (del Gobierno Nacional) que va en detrimento de lo ambiental”.

Por ejemplo, Torres explica que la minería, las grandes obras de infraestructura, carreteras, instalación de antenas, represas, “todo eso va en contra de los principios naturales”.

Los arhuacos también se conocen como ika o ijka y viven en los valles altos de los ríos Piedras, San Sebastián, Chichicua, Ariguaní y Guatapurí, al sur de la Sierra Nevada de Santa Marta. Su capital se llama Nabusimake y queda en la zona central. La lengua que hablan es de la familia chibcha.

Golpeados por la violencia
La presencia de los grupos armados ilegales en la Sierra Nevada de Santa Marta data de por lo menos 25 años atrás, con la aparición de las Farc y el Eln, entre los años ochenta y noventa. Así lo revela un informe de la Defensoría del Pueblo, denominado ‘El mapa del conflicto armado en la Sierra Nevada’.

El documento explica que estos dos movimientos insurgentes encontraron inicialmente en la Sierra un territorio que se estructuraba como una red de intrincados caminos que les permitió, sin mayores dificultades, movilizar tropa, armas y pertrechos. Además, la Sierra se convirtió en un lugar propicio para construir refugios, centros de acopio y abastecimiento de víveres y alimentos.

Además es un corredor estratégico que se extiende desde la frontera con Venezuela hasta la región de Urabá y que incluye las regiones del Cesar y la Ciénaga Grande de Santa Marta, en camino hacia Córdoba. Varios macroproyectos también están programados en la región. Uno de los más importantes es la construcción de una represa en la región de Besotes, en territorio indígena, pero está paralizado y no existe luz verde para su inicio.

Uno de los pueblos más golpeados fue el Kankuamo, más de 13.000 personas pertenecientes a la etnia salieron desplazadas de su pueblo al ser víctimas del accionar de la guerrilla, las autodefensas y hasta del Ejército Nacional con los falsos positivos.

Las acciones violentas cobraron entre los años 1985 al 2008, 451 kankuamos muertes, más de 300 viudas o madres cabeza de hogar, más de 400 familias desplazadas de manera forzosa del territorio, asesinatos y amenaza sistemática de sus hombres y mujeres líderes, además del señalamiento y la estigmatización de la población, el desconocimiento y pérdida de sus tradiciones como pueblo indígena.

Este Resguardo Kankuamo está conformado por 12 comunidades o asentamientos indígenas de los que hacen parte Chemesquemena, Guatapurí, Atánquez, Pontón, Las Flores, Los Haticos, Ramalito, Rancho de La Goya, El Mojao, La Mina, Río Seco y Murillo, que padecieron los estragos del conflicto interno del país.
La declaración conjunta de la Organización Nacional Indígena de Colombia y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, divulgada hace algunos años, calificó de etnocidio la situación de la que fueron víctimas los kankuamos.

Preocupados por la paz: Wiwas
Los Wiwas, su nombre significa cálido, quienes ocupan la zona de la Sierra que está en el Departamento del Cesar, cerca de la frontera con el departamento de La Guajira, son realistas al enfrentar la crisis violenta que vive el país y son optimistas en cuanto al proceso de paz que se cumple entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc en La Habana, Cuba.

Pedro Manuel Loperena, coordinador de derechos humanos de la Organización Wiwa Yugumaiun Bunkuanarrua, declaró: “estamos muy contentos en la Sierra Nevada, hay agua y cultivos”, pero “existe una tensión porque la situación de seguridad en el país no es fácil”.

Loperena, quien fue víctima de un atentado el año anterior, dijo que el apoyo de la comunidad Wiwa es total para el proceso de paz de La Habana, “porque lo que ellos quieren es ver un pueblo en paz, sin guerra, ni odios”.

Sin embargo, Pedro Manuel rechaza las políticas del Gobierno Nacional al querer incursionar en “el tema minero y extraer los recursos renovables y no renovables de la Sierra Nevada”, y básicamente es porque “no están prestando atención y no le dan el valor ni el respeto a la Sierra, que es un territorio sagrado”.

Son diez comunidades de esta etnia asentadas en el Cesar, más de 5.000 personas, que hoy necesitan adecuación y dotación para las escuelas, “que son competencia de entes territoriales públicos, a quienes hemos presentando proyectos pero todavía no hay hechos”.

Obras
Para el próximo año, la Corporación Autónoma Regional del Cesar, Corpocesar, aspira implementar proyectos en la Sierra Nevada.

Aunque concertar con los indígenas no es fácil, el director de la corporación, Kaleb Villalobos Brochel, indicó que están trabajando desde el punto de vista científico con Juan Carlos Borrero.

“Ya hicimos una reunión de trabajo y acordamos un cronograma para el 2015 de hacer dos pilotos, uno en la Sierra Nevada y otro en la Serranía de Perijá, de cómo devolverle la capacidad de agua a estos ríos”, aseguró Villalobos.

El funcionario dijo además que con la Corporación de La Guajira y la de Santa Marta presentaron un macroproyecto para lo concerniente a la recuperación de la Sierra Nevada de Santa Marta.

“Con los indígenas hay que ser muy sabios, nosotros no podemos diseñar desde la Corporación las obras, sino que debemos enviar a los ingenieros allá. Hay una infraestructura que la Sierra no la necesita y ahí los indígenas tienen razón, pero hay otra que si es necesaria construirla para evitar problemas en el futuro”, argumentó Kaleb Villalobos.

Los límites
Tradicionalmente a cada pueblo en la Sierra Nevada le fue asignado un espacio, están delimitados y son de manejos tradicionales y políticos por las cuatro etnias ubicadas allí.

“En la Sierra se maneja la energía, nosotros somos resultado de energía, en donde muchos pueden conectarse y depurarse de muchas cosas. En la Sierra está ese conocimiento y sabiduría que adquirimos para poder desechar las cosas negativas adquiridas a través del tiempo”, dice Hermes Torres al preguntarle por qué personas de Colombia, América Latina, Centro América, Europa, entre otros llegan a la Sierra Nevada con el fin de obtener limpiezas.

La población
Según datos del Departamento Nacional de Planeación, en 1989 el total de población indígena en la Sierra Nevada era de 17.032 habitantes. De estos 9.394 eran arhuacos (el 55.15% del total), mientras que 6.138 correspondían a la etnia kogui (el 36.03%) y tan sólo 1.500 pertenecían a los wiwas (o sea el 8.8%).

De otra parte, del total de indígenas de la Sierra, 8.055 (el 47.29%) se asientan en el departamento del Cesar, mientras que en La Guajira viven 5.382 indígenas serranos (el 31.59%) y en el Magdalena 3.595 (el 21.10%). Lo anterior equivale a decir que el Cesar es la población con jurisdicción en la Sierra en donde más se concentra la población indígena.