Por: Imelda Daza Cotes La educación es una función de enorme trascendencia en toda sociedad, y en su fase superior es determinante de los procesos de cambio, transformación y avances. Las instituciones de educación superior e investigación reúnen una masa crítica de personas cualificadas y cultas que promueven e impulsan el desarrollo endógeno y sostenible. […]
Por: Imelda Daza Cotes
La educación es una función de enorme trascendencia en toda sociedad, y en su fase superior es determinante de los procesos de cambio, transformación y avances. Las instituciones de educación superior e investigación reúnen una masa crítica de personas cualificadas y cultas que promueven e impulsan el desarrollo endógeno y sostenible. En el mundo de hoy la sociedad tiende cada vez más a fundarse en el manejo del saber y del conocimiento. La educación hace posible la superación de los abismos y distancias entre el atraso y el desarrollo, a través del intercambio de conocimientos, de la cooperación internacional y del desarrollo de tecnologías propias y adecuadas. La garantía de un mejor futuro reside en buena medida en la formación integral de buenos ciudadanos y esa es una tarea que le compete a la universidad.
Las instituciones que regularmente tienen el encargo de formar profesionales son las Escuelas de Educación Superior (es lo que son la mayoría de las universidades colombianas) y las UNIVERSIDADES, definidas como casas de estudio, investigación y generación de saber para beneficio de la sociedad.
La misión última de la universidad es la transformación de la sociedad, para lo cual debe cultivar y mantener una actitud crítica y una disposición a promover el cambio y la renovación a través de la docencia, la extensión y la investigación. Quiere decir que la universidad no está sólo para instruir sino, y sobre todo, para EDUCAR, lo cual tiene que ver con la formación de convicciones, de valores, de intereses sociales; es formar individuos con capacidad crítica y espíritu transformador, un hombre y una mujer nuevos, capaces y dispuestos a mejorar su entorno social, político y económico, comprometidos con su sociedad y empeñados en participar en su modernización. Es esto lo que le da sentido a la universidad y son estos los principios que han distinguido a la Universidad Nacional de Colombia, una institución reconocida internacionalmente como tal. Sus diplomas son avalados sin dificultad en cualquier país de Europa y sus acuerdos de intercambio con universidades extranjeras son múltiples. Es una institución conectada con el saber universal y en permanente relación con el mundo de la ciencia. En sus aulas se imparte instrucción y formación, y por eso ella refleja en su interior toda la problemática de la sociedad colombiana. Allí se discute, se debate y se propone. Hay una dinámica que enriquece y revitaliza constantemente el aprendizaje. En sus aulas tuve la fortuna de formarme como Economista y fue allí donde adquirí plena conciencia de mi responsabilidad como ser social.
Sin duda la creación de una sede de la Universidad Nacional en el Cesar es de esas buenas noticias que reconfortan, inyectan optimismo y permiten creer firmemente que es posible un futuro mejor para la región. Los jóvenes del Cesar, de La Guajira y de toda la Costa, tendrán la oportunidad de recibir una adecuada formación profesional y proyectarse como gestores del desarrollo y promotores de los urgentes cambios que demanda una región afectada por muchos problemas.
Según noticias y comentarios leídos en este diario, la sede de la Nacional en el Cesar es resultado del empeño y diligencia del actual gobernador y de algunos de sus buenos consejeros. ¡Buena esa!; estos son los actos de gobierno que perduran y que merecen ser reconocidos y destacados. Sólo falta que al frente de esta sede de la Nacional esté un docente con las mejores calificaciones. Es factible que muchos profesores de la UPC se vinculen como tales a la Nacional en el Cesar. Ojalá los escogidos sean legítimos docentes y no esos que pervirtieron la UPC, que la convirtieron en bolsa de empleo y de contratos, y en fortín de politiqueros, ni esos que sin pudor alguno hablan de ser capaces de dar leche pero también plomo o que al llegar a una reunión advierten que van desarmados o los otros que descaradamente trafican con las calificaciones de unos alumnos que impávidos deben escuchar advertencias acerca de que su asignatura la aprueban pocos.
Desde luego, la presencia de la Nacional se convertirá en una emulación para la recuperación de la UPC, que ahora tendrá en su cercanía una institución de mayor alcance, con la cual podrá compartir y de cuyo saber podrá nutrirse y beneficiarse.
Por: Imelda Daza Cotes La educación es una función de enorme trascendencia en toda sociedad, y en su fase superior es determinante de los procesos de cambio, transformación y avances. Las instituciones de educación superior e investigación reúnen una masa crítica de personas cualificadas y cultas que promueven e impulsan el desarrollo endógeno y sostenible. […]
Por: Imelda Daza Cotes
La educación es una función de enorme trascendencia en toda sociedad, y en su fase superior es determinante de los procesos de cambio, transformación y avances. Las instituciones de educación superior e investigación reúnen una masa crítica de personas cualificadas y cultas que promueven e impulsan el desarrollo endógeno y sostenible. En el mundo de hoy la sociedad tiende cada vez más a fundarse en el manejo del saber y del conocimiento. La educación hace posible la superación de los abismos y distancias entre el atraso y el desarrollo, a través del intercambio de conocimientos, de la cooperación internacional y del desarrollo de tecnologías propias y adecuadas. La garantía de un mejor futuro reside en buena medida en la formación integral de buenos ciudadanos y esa es una tarea que le compete a la universidad.
Las instituciones que regularmente tienen el encargo de formar profesionales son las Escuelas de Educación Superior (es lo que son la mayoría de las universidades colombianas) y las UNIVERSIDADES, definidas como casas de estudio, investigación y generación de saber para beneficio de la sociedad.
La misión última de la universidad es la transformación de la sociedad, para lo cual debe cultivar y mantener una actitud crítica y una disposición a promover el cambio y la renovación a través de la docencia, la extensión y la investigación. Quiere decir que la universidad no está sólo para instruir sino, y sobre todo, para EDUCAR, lo cual tiene que ver con la formación de convicciones, de valores, de intereses sociales; es formar individuos con capacidad crítica y espíritu transformador, un hombre y una mujer nuevos, capaces y dispuestos a mejorar su entorno social, político y económico, comprometidos con su sociedad y empeñados en participar en su modernización. Es esto lo que le da sentido a la universidad y son estos los principios que han distinguido a la Universidad Nacional de Colombia, una institución reconocida internacionalmente como tal. Sus diplomas son avalados sin dificultad en cualquier país de Europa y sus acuerdos de intercambio con universidades extranjeras son múltiples. Es una institución conectada con el saber universal y en permanente relación con el mundo de la ciencia. En sus aulas se imparte instrucción y formación, y por eso ella refleja en su interior toda la problemática de la sociedad colombiana. Allí se discute, se debate y se propone. Hay una dinámica que enriquece y revitaliza constantemente el aprendizaje. En sus aulas tuve la fortuna de formarme como Economista y fue allí donde adquirí plena conciencia de mi responsabilidad como ser social.
Sin duda la creación de una sede de la Universidad Nacional en el Cesar es de esas buenas noticias que reconfortan, inyectan optimismo y permiten creer firmemente que es posible un futuro mejor para la región. Los jóvenes del Cesar, de La Guajira y de toda la Costa, tendrán la oportunidad de recibir una adecuada formación profesional y proyectarse como gestores del desarrollo y promotores de los urgentes cambios que demanda una región afectada por muchos problemas.
Según noticias y comentarios leídos en este diario, la sede de la Nacional en el Cesar es resultado del empeño y diligencia del actual gobernador y de algunos de sus buenos consejeros. ¡Buena esa!; estos son los actos de gobierno que perduran y que merecen ser reconocidos y destacados. Sólo falta que al frente de esta sede de la Nacional esté un docente con las mejores calificaciones. Es factible que muchos profesores de la UPC se vinculen como tales a la Nacional en el Cesar. Ojalá los escogidos sean legítimos docentes y no esos que pervirtieron la UPC, que la convirtieron en bolsa de empleo y de contratos, y en fortín de politiqueros, ni esos que sin pudor alguno hablan de ser capaces de dar leche pero también plomo o que al llegar a una reunión advierten que van desarmados o los otros que descaradamente trafican con las calificaciones de unos alumnos que impávidos deben escuchar advertencias acerca de que su asignatura la aprueban pocos.
Desde luego, la presencia de la Nacional se convertirá en una emulación para la recuperación de la UPC, que ahora tendrá en su cercanía una institución de mayor alcance, con la cual podrá compartir y de cuyo saber podrá nutrirse y beneficiarse.