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Columnista - 26 febrero, 2015

La naturaleza frente a la expansión industrial

Por metafísica que parezca las afirmaciones o expresiones en muchos de nuestros escritos en el sentido de que la naturaleza es la única fuerza capaz de detener la expansión del mundo industrial (y por supuesto la voracidad del mercado), los argumentos para demostrar esta tesis central no proceden de la filosofía ni de la religión, […]

Por metafísica que parezca las afirmaciones o expresiones en muchos de nuestros escritos en el sentido de que la naturaleza es la única fuerza capaz de detener la expansión del mundo industrial (y por supuesto la voracidad del mercado), los argumentos para demostrar esta tesis central no proceden de la filosofía ni de la religión, sino de cuidadosa revisión integradora de los procesos ecológicos y económicos que en esencia sustentan el metabolismo general entre las sociedades humanas y el ecosistema planetario.

Si toda sociedad produce y reproduce sus condiciones naturales a partir de su metabolismo con la naturaleza, una condición que aparece como presocial, natural y eterna (Schmidt 1976), entonces los impactos que la civilización industrial produce sobre el mundo natural se ven revertidos de inmediato y cada vez con más fuerza, sobre todo el conjunto de los seres humanos. Este metabolismo lo realizan los seres humanos entre dos condiciones: Como especie biológica y como especie social. En el primer caso a través de los diferentes mecanismos biológicos por los que el individuo existe, en el segundo mediante el proceso social del trabajo. En ambos casos, dicho metabolismo implica el conjunto de acciones a través de las cuales los seres humanos se apropian, producen, circulan, transforman, consumen y excretan materiales o energías provenientes del espacio natural. Los seres humanos organizados en sociedad afectan entonces a la naturaleza (su estructura, su dinámica, su evolución) por dos vías: Al apropiarse los elementos naturales (aprovechamiento de recursos naturales) y al excretar elementos de la naturaleza ya socializados, pues al producir, circular, transformar y consumir, los seres humanos (como individuos y como conjunto social) excretan materiales (desechos) hacia la esfera de lo natural (ya esto lo hemos tratado anteriormente).

Durante la producción primaria o rural, las sociedades extraen materiales y energías de la naturaleza mediante la agricultura, la ganadería, la silvicultura, la pesca y las actividades de extracción (mineral o energética). Estos productos “arrancados a la naturaleza” se convierten en materias primas que luego serán transformadas a base de la producción artesanal, manufacturera o industrial para su posterior consumo, o bien como productos (alimentos y otros bienes) para ser consumidos directamente por los seres humanos. Por lo visto anteriormente la naturaleza posee un triple valor (material) para la sociedad: Es la fuente primaria de toda producción (social), es el reservorio final (y reciclador) de todo desecho generado por la sociedad y es el espacio ambiental que permite la regulación de los ciclos del aire, agua y nutrientes, así como la moderación de las temperaturas requeridas por los individuos de la especie humana. De acuerdo con lo expresado, podemos afirmar que bajo el modelo impuesto por la civilización industrial es imposible mantener funcionando los principales ciclos del metabolismo entre la sociedad humana y la naturaleza.

Columnista
26 febrero, 2015

La naturaleza frente a la expansión industrial

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Por metafísica que parezca las afirmaciones o expresiones en muchos de nuestros escritos en el sentido de que la naturaleza es la única fuerza capaz de detener la expansión del mundo industrial (y por supuesto la voracidad del mercado), los argumentos para demostrar esta tesis central no proceden de la filosofía ni de la religión, […]


Por metafísica que parezca las afirmaciones o expresiones en muchos de nuestros escritos en el sentido de que la naturaleza es la única fuerza capaz de detener la expansión del mundo industrial (y por supuesto la voracidad del mercado), los argumentos para demostrar esta tesis central no proceden de la filosofía ni de la religión, sino de cuidadosa revisión integradora de los procesos ecológicos y económicos que en esencia sustentan el metabolismo general entre las sociedades humanas y el ecosistema planetario.

Si toda sociedad produce y reproduce sus condiciones naturales a partir de su metabolismo con la naturaleza, una condición que aparece como presocial, natural y eterna (Schmidt 1976), entonces los impactos que la civilización industrial produce sobre el mundo natural se ven revertidos de inmediato y cada vez con más fuerza, sobre todo el conjunto de los seres humanos. Este metabolismo lo realizan los seres humanos entre dos condiciones: Como especie biológica y como especie social. En el primer caso a través de los diferentes mecanismos biológicos por los que el individuo existe, en el segundo mediante el proceso social del trabajo. En ambos casos, dicho metabolismo implica el conjunto de acciones a través de las cuales los seres humanos se apropian, producen, circulan, transforman, consumen y excretan materiales o energías provenientes del espacio natural. Los seres humanos organizados en sociedad afectan entonces a la naturaleza (su estructura, su dinámica, su evolución) por dos vías: Al apropiarse los elementos naturales (aprovechamiento de recursos naturales) y al excretar elementos de la naturaleza ya socializados, pues al producir, circular, transformar y consumir, los seres humanos (como individuos y como conjunto social) excretan materiales (desechos) hacia la esfera de lo natural (ya esto lo hemos tratado anteriormente).

Durante la producción primaria o rural, las sociedades extraen materiales y energías de la naturaleza mediante la agricultura, la ganadería, la silvicultura, la pesca y las actividades de extracción (mineral o energética). Estos productos “arrancados a la naturaleza” se convierten en materias primas que luego serán transformadas a base de la producción artesanal, manufacturera o industrial para su posterior consumo, o bien como productos (alimentos y otros bienes) para ser consumidos directamente por los seres humanos. Por lo visto anteriormente la naturaleza posee un triple valor (material) para la sociedad: Es la fuente primaria de toda producción (social), es el reservorio final (y reciclador) de todo desecho generado por la sociedad y es el espacio ambiental que permite la regulación de los ciclos del aire, agua y nutrientes, así como la moderación de las temperaturas requeridas por los individuos de la especie humana. De acuerdo con lo expresado, podemos afirmar que bajo el modelo impuesto por la civilización industrial es imposible mantener funcionando los principales ciclos del metabolismo entre la sociedad humana y la naturaleza.