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Farándula - 1 febrero, 2015

La música vallenata, atractivo turístico

En una de las visitas que programé para los estudiantes de la Facultad de Arte y Folclor de la Universidad Popular del Cesar, UPC, al Museo del Acordeón, fundación organizada por el cantautor Alberto ‘Beto’ Murgas, quedamos sorprendidos positivamente, por su organización que nos permitió refrescar algunos conocimientos sobre el folclor vallenato. Pues si el […]

En una de las visitas que programé para los estudiantes de la Facultad de Arte y Folclor de la Universidad Popular del Cesar, UPC, al Museo del Acordeón, fundación organizada por el cantautor Alberto ‘Beto’ Murgas, quedamos sorprendidos positivamente, por su organización que nos permitió refrescar algunos conocimientos sobre el folclor vallenato. Pues si el visitante (la mayoría son extranjeros) profundiza el tema del origen, evolución y llegada del acordeón a nuestras tierras. Se deleitará con aerófonos como el Sheng, acordeón diatónico, cromático, acordeón piano.

Formatos de reproducción fonográfica, esculturas, murales, organizado en espacios bautizados con nombres de famosos juglares. Como la galería donde le rinden homenaje, Chico Bolaño, Auditorio Enrique ‘Quique’ Murgas, Sala Andrés ‘Turco’ Gil, Patio parrandero Emilianito Zuleta, Casita colonial ‘El Veje’ Bolaño y el rincón indígena acompañado de piezas arqueológicas de las distintas etnias.

Muy interesante el mural dedicado a los juglares, donde vislumbramos la evolución de la música vallenata, a través de la discografía. Se refiere a los acordeoneros, la historia y evolución de esta música: Ellos hace algunas décadas eran la máxima figura dentro de los grupos vallenatos. Período antes de los años 80 donde el protagonista era el acordeonero, que sabía interpretarlo, cantar y componer. Era la máxima figura, el verdadero juglar.

Una nueva generación incursiona, es el momento en que la música pasa de folclórica a popular y a masificarse, con reconocidos jóvenes cantantes e intérpretes, privilegiando la aptitud vocal: el vallenato le abre espacio a los que tienen aptitud para el canto. Acaparan todo el crédito y la fama. Así comienza este proceso. Algunos de estos notables son Pedro García, Dagoberto López, pero quienes lograron entrar con fuerza y consiguieron gran figuración fue Jorge Oñate y Poncho Zuleta.

Algunos de los juglares del estilo integral: Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Chico Bolaños y Abel Antonio Villa, Rafael Enrique Daza, Juan Muñoz, Adolfo Pacheco, Andrés Landeros, entre otros. La Fundación Festival Vallenato busca preservar y son los que exigen a los concursantes en el Festival.

Abel Antonio Villa: Con los adelantos científicos acceden a los medios de comunicación entre los más avanzados está ‘El padre del acordeón’, llamado así por contar con el privilegio de estar entre los primeros músicos vallenato que grabó sus canciones y llevarlas a la pasta sonora en 1943. Fruto de su trabajo y creatividad quedan para el patrimonio musical colombiano, hermosas páginas de gran sabor vernáculo: ‘Mi Candelaria’, ‘Ana María’, ‘El pleito’, ‘El lorito fino’, ‘El higuerón’, ‘Recógete’, ‘Labios rojos’, ‘Amalia Vergara’, ‘El ramillete’, ‘Soy de la montaña’, ‘Mis hijos porqué se van’, ‘Río Ariguaní’, ‘Árbol seco sin hojas’. Su gran éxito fue ‘La muerte de Abel Antonio’.

Luis Enrique Martínez ‘El Pollo Vallenato’. Siempre reconoció como orientadores esenciales de su estilo la influencia que recibió de Emiliano Zuleta Baquero, ‘Pacho’ Rada como su maestro por excelencia y a Abel Antonio Villa, ‘Chico’ Bolaños, y Lorenzo Morales.
Reconocido por su innovación a tal grado de lograr innovaciones en la agilidad para la digitación del acordeón, así como en la ejecución musical cuyas notas y bajos supo adornarlos de tal manera que la ejecución monorítmica con que se venía, se llenó de notas alegres, armónicas, usando al máximo las ventajas que le brindaba la ejecución del instrumento. Su estilo aún se preserva.

Alejandro Durán Díaz: Nació en El Paso (Cesar). Su abuelo paterno Juan Bautista Durán era músico y pito travesero, compuso algunas canciones, cantaba y no escapaba a las parrandas. Estuvo siempre muy cerca de su abuelo. A los 9 años montaba en el anca del burro para acompañarlo en sus labores. Fue el punto de partida, el puntal definitivo para que Alejo forjara su talento artístico, quien desde temprana edad supo descifrar lo que significaba el mundo que lo rodeaba y captó el mensaje para cantar a la naturaleza, al paisaje, a los atardeceres y de manera especial al amor. Vivió feliz en el mundo que descubrió a luz de los cantos de vaquería, cuando en versos contaban las penurias del trabajo, mientras transitaban por montes lejanos arriando el ganado y tras de sí, la pisada de un amor que desaparecía como una exhalación.

Su progenitora, Juana Francisca Díaz Villarreal, oriunda de Becerril del Campo, llevaba en sí la influencia de la gaita y los tambores. En su pueblo la gente bailaba al aire libre y ella era cantadora de tamboras y cantos de monte o pajarito. En la rueda del cumbión*, Juana Francisca se enamora de Náfer Durán Mojica, quien antes de poner los dedos sobre el acordeón fue un gran tamborero, No fue menor la influencia de su padre en Alejo, quien siendo muy niño, en noches de cumbia, recostado en las cercas de la plaza, lo escuchaba tocar el acordeón.

Es Octavio Mendoza, ‘El Negro Mendo’, su tío, otra de las personas que despierta su interés por el toque del acordeón y a quien admira por ser en ese momento, el músico más importante de la región y quien interpreta con destreza, creatividad y un estilo muy personal sones, paseos, merengues y puyas. En este ambiente nace y crece el Negro Alejo. De estas raíces nace Alejo y su imaginario musical que progresivamente se irá enriqueciendo.
Con su voz y su acordeón inmortalizó entre otras, ‘Alicia adorada’, de Juancho Polo Valencia; ‘Plegaria Vallenata’ de Gildardo Montoya Ortiz; ‘Cuerpo cobarde’, de Lorenzo Romero; ‘La Sanmarquera’ de Enrique Díaz; ‘A orillas del Magdalena’, ‘Teresita’ de Náfer Durán y ‘La mujer que tengo’ de Julio Herazo Cuevas.

Calixto Ochoa: Nació en Valencia de Jesús. Los golpes de la caja que tocaba su padre*, César Salomón Ochoa López de Valencia, el acordeón y la guacharaca del grupo al que pertenecía, irrumpían en su mente de niño, y la madre, María de Jesús Campo oriunda de Santa Marta, se deleitaba con las bellas melodías que cuando niño emitía con su dulzaina. En las labores cotidianas está uno de los elementos de su inspiración. Él fue vaquero enrejador, estuvo con su familia ligado al trabajo en hatos ganaderos, de carácter colectivo que aglutina una serie de costumbres y hábitos decisivos en  la más arraigada de nuestra manifestación musical: los cantos de vaquería y, más allá, en la tradición juglaresca.

Su afición por la música la trae en sus venas. Escucha también a sus hermanos Juan y Rafael Arturo Ochoa  ejecutar con maestría el acordeón, según informa Juan Ochoa (Toto), sobrino de Calixto. Hijo de Rafael Arturo Ochoa. Recibe influencias además del estilo de ‘Chiche’ Guerra, Eusebio Ayala, quienes animaban fiestas en los ratos de ocio y en los   hatos y algunos  pueblos aledaños. Sin que sus padres supieran practicaba  horas y horas a escondidas este instrumento. Para sorpresa de la familia, logró hacerlo de manera magistral. Sin dejar el arduo trabajo que después hizo al lado de su padre y hermanos en la carretera Valencia-Codazzi. A los 19 años inicia su vida musical. Después de recorrer varios pueblos de la Costa se radica en  1956 en Sincelejo. A los 21 años de edad, grabó su primer disco, ‘Lirio rojo’, para sellos Eco.

El acordeón se convirtió en su compañera inseparable, al igual que la inspiración para crear miles de versos, hermosas canciones a la mujer, donde plasma sus vivencias sentimentales. Describe además personajes y amigos. Otras de carácter crítico, jocoso, al grado de denominarlo, rey de la picaresca cotidiana. En cuanto a las que han tenido como inspiración a la mujer, asevera que todas tienen su momento y lugar especial. Como compositor, ejecutor el acordeón y cantante es excepcional. En 1967 graba en Discos Fuentes ‘Los Sabanales’. Después Los Corraleros de Majagual y por último Diomedes Díaz y otros.
Juancho Polo Valencia: Nació en Concordia (Magdalena), el 18 de septiembre de 1918, murió en 1978 en Fundación (Magdalena). 

Compuso bellísimas canciones: Alicia adorada, en honor a su esposa Alicia María Hernández, refleja la desesperación y la angustia por la pérdida de su compañera. Otras canciones son: ‘Vení vení’, ‘Lucerito espiritual’, ‘Pájaro carpintero’, ‘Si, si si’, ‘La lira’ y ‘Shio Shio’. A pesar de su calidad poética son poco promocionadas y comercializadas por las casas disqueras. A veces atribuyen la autoría de ‘Alicia adorada’ al Negro Alejo, quien la grabó y es una de las versiones más escuchadas, es un lamento por el arreglo uno de los más exitosos y grandiosos de la música de acordeón. También la grabó Jorge Oñate y Carlos Vives.

Su vida fue tocar, cantar, viajar “cantar era su ciencia.” Amenizaba las parrandas sin cobrar un centavo.
He abordado este tema, motivada por la importante noticia destacada por este Diario en edición del día 11 de enero: “Valledupar, entre los destinos turísticos más importantes.
“En la clasificación de Forbes y NatGeo Traveler Colombia figura en el puesto número seis de los 10 destinos turísticos del mundo…”
A su vez el editorial de EL PILÓN del 19 de enero de 2015 pregunta ¿Es Valledupar turística? Donde hace una reflexión del potencial en este campo y las falencias que en distintos ámbitos muestra, no sólo la ciudad, sino el departamento y la inexistencia de un ente especializado en este sector que visualice el turismo como un factor vital de desarrollo, como lo hacen muchas ciudades del país.

Por Giomar Lucía Guerra Bonilla

Farándula
1 febrero, 2015

La música vallenata, atractivo turístico

En una de las visitas que programé para los estudiantes de la Facultad de Arte y Folclor de la Universidad Popular del Cesar, UPC, al Museo del Acordeón, fundación organizada por el cantautor Alberto ‘Beto’ Murgas, quedamos sorprendidos positivamente, por su organización que nos permitió refrescar algunos conocimientos sobre el folclor vallenato. Pues si el […]


En una de las visitas que programé para los estudiantes de la Facultad de Arte y Folclor de la Universidad Popular del Cesar, UPC, al Museo del Acordeón, fundación organizada por el cantautor Alberto ‘Beto’ Murgas, quedamos sorprendidos positivamente, por su organización que nos permitió refrescar algunos conocimientos sobre el folclor vallenato. Pues si el visitante (la mayoría son extranjeros) profundiza el tema del origen, evolución y llegada del acordeón a nuestras tierras. Se deleitará con aerófonos como el Sheng, acordeón diatónico, cromático, acordeón piano.

Formatos de reproducción fonográfica, esculturas, murales, organizado en espacios bautizados con nombres de famosos juglares. Como la galería donde le rinden homenaje, Chico Bolaño, Auditorio Enrique ‘Quique’ Murgas, Sala Andrés ‘Turco’ Gil, Patio parrandero Emilianito Zuleta, Casita colonial ‘El Veje’ Bolaño y el rincón indígena acompañado de piezas arqueológicas de las distintas etnias.

Muy interesante el mural dedicado a los juglares, donde vislumbramos la evolución de la música vallenata, a través de la discografía. Se refiere a los acordeoneros, la historia y evolución de esta música: Ellos hace algunas décadas eran la máxima figura dentro de los grupos vallenatos. Período antes de los años 80 donde el protagonista era el acordeonero, que sabía interpretarlo, cantar y componer. Era la máxima figura, el verdadero juglar.

Una nueva generación incursiona, es el momento en que la música pasa de folclórica a popular y a masificarse, con reconocidos jóvenes cantantes e intérpretes, privilegiando la aptitud vocal: el vallenato le abre espacio a los que tienen aptitud para el canto. Acaparan todo el crédito y la fama. Así comienza este proceso. Algunos de estos notables son Pedro García, Dagoberto López, pero quienes lograron entrar con fuerza y consiguieron gran figuración fue Jorge Oñate y Poncho Zuleta.

Algunos de los juglares del estilo integral: Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Chico Bolaños y Abel Antonio Villa, Rafael Enrique Daza, Juan Muñoz, Adolfo Pacheco, Andrés Landeros, entre otros. La Fundación Festival Vallenato busca preservar y son los que exigen a los concursantes en el Festival.

Abel Antonio Villa: Con los adelantos científicos acceden a los medios de comunicación entre los más avanzados está ‘El padre del acordeón’, llamado así por contar con el privilegio de estar entre los primeros músicos vallenato que grabó sus canciones y llevarlas a la pasta sonora en 1943. Fruto de su trabajo y creatividad quedan para el patrimonio musical colombiano, hermosas páginas de gran sabor vernáculo: ‘Mi Candelaria’, ‘Ana María’, ‘El pleito’, ‘El lorito fino’, ‘El higuerón’, ‘Recógete’, ‘Labios rojos’, ‘Amalia Vergara’, ‘El ramillete’, ‘Soy de la montaña’, ‘Mis hijos porqué se van’, ‘Río Ariguaní’, ‘Árbol seco sin hojas’. Su gran éxito fue ‘La muerte de Abel Antonio’.

Luis Enrique Martínez ‘El Pollo Vallenato’. Siempre reconoció como orientadores esenciales de su estilo la influencia que recibió de Emiliano Zuleta Baquero, ‘Pacho’ Rada como su maestro por excelencia y a Abel Antonio Villa, ‘Chico’ Bolaños, y Lorenzo Morales.
Reconocido por su innovación a tal grado de lograr innovaciones en la agilidad para la digitación del acordeón, así como en la ejecución musical cuyas notas y bajos supo adornarlos de tal manera que la ejecución monorítmica con que se venía, se llenó de notas alegres, armónicas, usando al máximo las ventajas que le brindaba la ejecución del instrumento. Su estilo aún se preserva.

Alejandro Durán Díaz: Nació en El Paso (Cesar). Su abuelo paterno Juan Bautista Durán era músico y pito travesero, compuso algunas canciones, cantaba y no escapaba a las parrandas. Estuvo siempre muy cerca de su abuelo. A los 9 años montaba en el anca del burro para acompañarlo en sus labores. Fue el punto de partida, el puntal definitivo para que Alejo forjara su talento artístico, quien desde temprana edad supo descifrar lo que significaba el mundo que lo rodeaba y captó el mensaje para cantar a la naturaleza, al paisaje, a los atardeceres y de manera especial al amor. Vivió feliz en el mundo que descubrió a luz de los cantos de vaquería, cuando en versos contaban las penurias del trabajo, mientras transitaban por montes lejanos arriando el ganado y tras de sí, la pisada de un amor que desaparecía como una exhalación.

Su progenitora, Juana Francisca Díaz Villarreal, oriunda de Becerril del Campo, llevaba en sí la influencia de la gaita y los tambores. En su pueblo la gente bailaba al aire libre y ella era cantadora de tamboras y cantos de monte o pajarito. En la rueda del cumbión*, Juana Francisca se enamora de Náfer Durán Mojica, quien antes de poner los dedos sobre el acordeón fue un gran tamborero, No fue menor la influencia de su padre en Alejo, quien siendo muy niño, en noches de cumbia, recostado en las cercas de la plaza, lo escuchaba tocar el acordeón.

Es Octavio Mendoza, ‘El Negro Mendo’, su tío, otra de las personas que despierta su interés por el toque del acordeón y a quien admira por ser en ese momento, el músico más importante de la región y quien interpreta con destreza, creatividad y un estilo muy personal sones, paseos, merengues y puyas. En este ambiente nace y crece el Negro Alejo. De estas raíces nace Alejo y su imaginario musical que progresivamente se irá enriqueciendo.
Con su voz y su acordeón inmortalizó entre otras, ‘Alicia adorada’, de Juancho Polo Valencia; ‘Plegaria Vallenata’ de Gildardo Montoya Ortiz; ‘Cuerpo cobarde’, de Lorenzo Romero; ‘La Sanmarquera’ de Enrique Díaz; ‘A orillas del Magdalena’, ‘Teresita’ de Náfer Durán y ‘La mujer que tengo’ de Julio Herazo Cuevas.

Calixto Ochoa: Nació en Valencia de Jesús. Los golpes de la caja que tocaba su padre*, César Salomón Ochoa López de Valencia, el acordeón y la guacharaca del grupo al que pertenecía, irrumpían en su mente de niño, y la madre, María de Jesús Campo oriunda de Santa Marta, se deleitaba con las bellas melodías que cuando niño emitía con su dulzaina. En las labores cotidianas está uno de los elementos de su inspiración. Él fue vaquero enrejador, estuvo con su familia ligado al trabajo en hatos ganaderos, de carácter colectivo que aglutina una serie de costumbres y hábitos decisivos en  la más arraigada de nuestra manifestación musical: los cantos de vaquería y, más allá, en la tradición juglaresca.

Su afición por la música la trae en sus venas. Escucha también a sus hermanos Juan y Rafael Arturo Ochoa  ejecutar con maestría el acordeón, según informa Juan Ochoa (Toto), sobrino de Calixto. Hijo de Rafael Arturo Ochoa. Recibe influencias además del estilo de ‘Chiche’ Guerra, Eusebio Ayala, quienes animaban fiestas en los ratos de ocio y en los   hatos y algunos  pueblos aledaños. Sin que sus padres supieran practicaba  horas y horas a escondidas este instrumento. Para sorpresa de la familia, logró hacerlo de manera magistral. Sin dejar el arduo trabajo que después hizo al lado de su padre y hermanos en la carretera Valencia-Codazzi. A los 19 años inicia su vida musical. Después de recorrer varios pueblos de la Costa se radica en  1956 en Sincelejo. A los 21 años de edad, grabó su primer disco, ‘Lirio rojo’, para sellos Eco.

El acordeón se convirtió en su compañera inseparable, al igual que la inspiración para crear miles de versos, hermosas canciones a la mujer, donde plasma sus vivencias sentimentales. Describe además personajes y amigos. Otras de carácter crítico, jocoso, al grado de denominarlo, rey de la picaresca cotidiana. En cuanto a las que han tenido como inspiración a la mujer, asevera que todas tienen su momento y lugar especial. Como compositor, ejecutor el acordeón y cantante es excepcional. En 1967 graba en Discos Fuentes ‘Los Sabanales’. Después Los Corraleros de Majagual y por último Diomedes Díaz y otros.
Juancho Polo Valencia: Nació en Concordia (Magdalena), el 18 de septiembre de 1918, murió en 1978 en Fundación (Magdalena). 

Compuso bellísimas canciones: Alicia adorada, en honor a su esposa Alicia María Hernández, refleja la desesperación y la angustia por la pérdida de su compañera. Otras canciones son: ‘Vení vení’, ‘Lucerito espiritual’, ‘Pájaro carpintero’, ‘Si, si si’, ‘La lira’ y ‘Shio Shio’. A pesar de su calidad poética son poco promocionadas y comercializadas por las casas disqueras. A veces atribuyen la autoría de ‘Alicia adorada’ al Negro Alejo, quien la grabó y es una de las versiones más escuchadas, es un lamento por el arreglo uno de los más exitosos y grandiosos de la música de acordeón. También la grabó Jorge Oñate y Carlos Vives.

Su vida fue tocar, cantar, viajar “cantar era su ciencia.” Amenizaba las parrandas sin cobrar un centavo.
He abordado este tema, motivada por la importante noticia destacada por este Diario en edición del día 11 de enero: “Valledupar, entre los destinos turísticos más importantes.
“En la clasificación de Forbes y NatGeo Traveler Colombia figura en el puesto número seis de los 10 destinos turísticos del mundo…”
A su vez el editorial de EL PILÓN del 19 de enero de 2015 pregunta ¿Es Valledupar turística? Donde hace una reflexión del potencial en este campo y las falencias que en distintos ámbitos muestra, no sólo la ciudad, sino el departamento y la inexistencia de un ente especializado en este sector que visualice el turismo como un factor vital de desarrollo, como lo hacen muchas ciudades del país.

Por Giomar Lucía Guerra Bonilla