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Columnista - 22 noviembre, 2014

La molestia de los algodoneros

La historia se desarrolla en el departamento del Cesar, donde todos los años un grupo de arriesgados agricultores programan desde junio sus siembras para luego recoger sus cosechas entre diciembre y febrero. Este año han tenido que sufrir muchas dificultades por la desidia e irresponsabilidad de algunos funcionarios públicos. El viacrucis de estos algodoneros comenzó […]

La historia se desarrolla en el departamento del Cesar, donde todos los años un grupo de arriesgados agricultores programan desde junio sus siembras para luego recoger sus cosechas entre diciembre y febrero. Este año han tenido que sufrir muchas dificultades por la desidia e irresponsabilidad de algunos funcionarios públicos.
El viacrucis de estos algodoneros comenzó en el mes de junio cuando el Ideam erradamente anunció una larga sequía en la Región Caribe y muchos de ellos resolvieron no sembrar, algunos se prepararon instalando sistemas de riego que no utilizaron por la cantidad de lluvias que ha caído y otros se guiaron por los acertados pronósticos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica –NOOA- (del Departamento de Comercio de los Estado Unidos). Lo grave del asunto es que nadie responde políticamente por el descache del Ideam.
Con el agua requerida, los tractores tanqueados de Acpm, semilla certificada, suficientes garantías hipotecarias y los contratos de venta anticipada suscritos, los algodoneros procedieron a radicar sus solicitudes de crédito -a principio de julio- ante el Banco Agrario de Colombia (BAC).
Me comenta uno de los algodoneros, que a finales de agosto (60 días después de radicado los créditos) un funcionario del banco -sin tomarse el trabajo de hacer una visita de campo- le notificó que ante el “fenómeno de la sequía del Ideam”, debía cambiar la línea de crédito de algodón por una de retención de vientres para reducir riesgo. Nada más absurdo y violatorio al manual de servicio de Finagro.
Como los cultivos no entienden de trámites ociosos ni de funcionarios ineptos, los algodoneros decidieron arrancar la siembra de sus cultivos con recursos propios y prestamos comerciales. El pasado 20 de octubre, un analista de crédito dependiente de la Vicepresidenta del BAC, Marcela Ferrán, le notificó al algodonero la necesidad de cambiar la garantía (que había avalado tres anteriores créditos), aduciendo que ese predio alguna vez fue baldío nacional y convertido en título de propiedad en 1960. No contento con lo anterior, también le exigieron cambiarse a otra línea de crédito (rotativo agropecuario) que opera a través de la tarjeta de crédito agroinsumos. Lo que no sabía el funcionario, es que para esta fecha ya había pasado el tiempo de fertilización.
El despelote no termina aquí. El pasado 19 de noviembre, el analista de crédito, Omar Rueda, exigió al algodonero cambiar el contrato de compra de la cosecha por una operación forward para que el comprador de la cosecha abonara directamente las cuotas del crédito al banco. Ante el desespero, el algodonero aceptó dicha condición. Hoy cinco meses después, el crédito no ha sido desembolsado. Lo más irónico de este caso, es que el presidente de la Confederación del Algodón –Conalgodón-, Cesar Pardo, es miembro de la Junta Directiva del Banco Agrario. ¡Qué incapacidad!
¿Ya ven por qué existen las dignidades? ¿Ven porque se ha perdido la confianza en las instituciones públicas? ¿Ya ven por qué al Banco Agrario, en estos meses de interinidad se le han caído los créditos en mas de 70.000 millones de pesos y su cartera morosa es la mas alta del mercado? Delicado asunto.
*Consultor en banca de fomento

Columnista
22 noviembre, 2014

La molestia de los algodoneros

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Indalecio Dangond Baquero

La historia se desarrolla en el departamento del Cesar, donde todos los años un grupo de arriesgados agricultores programan desde junio sus siembras para luego recoger sus cosechas entre diciembre y febrero. Este año han tenido que sufrir muchas dificultades por la desidia e irresponsabilidad de algunos funcionarios públicos. El viacrucis de estos algodoneros comenzó […]


La historia se desarrolla en el departamento del Cesar, donde todos los años un grupo de arriesgados agricultores programan desde junio sus siembras para luego recoger sus cosechas entre diciembre y febrero. Este año han tenido que sufrir muchas dificultades por la desidia e irresponsabilidad de algunos funcionarios públicos.
El viacrucis de estos algodoneros comenzó en el mes de junio cuando el Ideam erradamente anunció una larga sequía en la Región Caribe y muchos de ellos resolvieron no sembrar, algunos se prepararon instalando sistemas de riego que no utilizaron por la cantidad de lluvias que ha caído y otros se guiaron por los acertados pronósticos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica –NOOA- (del Departamento de Comercio de los Estado Unidos). Lo grave del asunto es que nadie responde políticamente por el descache del Ideam.
Con el agua requerida, los tractores tanqueados de Acpm, semilla certificada, suficientes garantías hipotecarias y los contratos de venta anticipada suscritos, los algodoneros procedieron a radicar sus solicitudes de crédito -a principio de julio- ante el Banco Agrario de Colombia (BAC).
Me comenta uno de los algodoneros, que a finales de agosto (60 días después de radicado los créditos) un funcionario del banco -sin tomarse el trabajo de hacer una visita de campo- le notificó que ante el “fenómeno de la sequía del Ideam”, debía cambiar la línea de crédito de algodón por una de retención de vientres para reducir riesgo. Nada más absurdo y violatorio al manual de servicio de Finagro.
Como los cultivos no entienden de trámites ociosos ni de funcionarios ineptos, los algodoneros decidieron arrancar la siembra de sus cultivos con recursos propios y prestamos comerciales. El pasado 20 de octubre, un analista de crédito dependiente de la Vicepresidenta del BAC, Marcela Ferrán, le notificó al algodonero la necesidad de cambiar la garantía (que había avalado tres anteriores créditos), aduciendo que ese predio alguna vez fue baldío nacional y convertido en título de propiedad en 1960. No contento con lo anterior, también le exigieron cambiarse a otra línea de crédito (rotativo agropecuario) que opera a través de la tarjeta de crédito agroinsumos. Lo que no sabía el funcionario, es que para esta fecha ya había pasado el tiempo de fertilización.
El despelote no termina aquí. El pasado 19 de noviembre, el analista de crédito, Omar Rueda, exigió al algodonero cambiar el contrato de compra de la cosecha por una operación forward para que el comprador de la cosecha abonara directamente las cuotas del crédito al banco. Ante el desespero, el algodonero aceptó dicha condición. Hoy cinco meses después, el crédito no ha sido desembolsado. Lo más irónico de este caso, es que el presidente de la Confederación del Algodón –Conalgodón-, Cesar Pardo, es miembro de la Junta Directiva del Banco Agrario. ¡Qué incapacidad!
¿Ya ven por qué existen las dignidades? ¿Ven porque se ha perdido la confianza en las instituciones públicas? ¿Ya ven por qué al Banco Agrario, en estos meses de interinidad se le han caído los créditos en mas de 70.000 millones de pesos y su cartera morosa es la mas alta del mercado? Delicado asunto.
*Consultor en banca de fomento