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Columnista - 24 enero, 2015

La maldición de la revolución

Jamás le he deseado mal a nadie, por mucho resentimiento que alguien me haya causado, la vida me ha enseñado siempre a poner la otra mejilla y sobre todo Dios me inculca a diario a perdonar. Él me ha instruido, que no puedo seguir mi camino, si tengo rencillas con alguien. Otra gran enseñanza que […]

Jamás le he deseado mal a nadie, por mucho resentimiento que alguien me haya causado, la vida me ha enseñado siempre a poner la otra mejilla y sobre todo Dios me inculca a diario a perdonar. Él me ha instruido, que no puedo seguir mi camino, si tengo rencillas con alguien. Otra gran enseñanza que me ha dado el Todopoderoso es mirar la vida desde una perspectiva universal, no hacer a otros lo que no quiero que me hagan y pensar en los intereses comunes antes que los propios.

Esa forma que tengo de mirar la vida, me permite quizás tener algún criterio (modestia aparte) para hacer un análisis de ciertas situaciones de la cotidianidad, de lo que hoy día ocurre y que afecta el mundo, eso quizás es una cualidad que tengo a mi favor, en este oficio de periodista y ser columnista de opinión. Soy de la generación que se crió viendo Venevisión y RCTV, sigla que traduce Radio Caracas Televisión, cuando acá solo teníamos dos canales nacionales y dos venezolanos, los cuales tenían mucha mejor programación que la nuestra, colmo olvidarme de Radio Rochela o el Show de Joselo, o todas esa grandes telenovelas que nuestros padres nos permitían ver: Topacio, Leonela, Cristal, etc.

Además me crié consumiendo muchos productos venezolanos, crecí a punta de arepas hechas con harina pan venezolana untadas con mantequilla mavesa, tomando “culeí” (koolaid) y Maltín Polar, por eso y por muchas otras razones más, abrigo un sentimiento fraternal por nuestro vecino país. Hablando con mi amigo Sergio Barranco, también columnista de este diario, y quien me sugirió el titulo de este artículo, llegamos a la conclusión de que lo que está ocurriéndole a nuestra hermana república es culpa de sus líderes y la maldición que sobre ella han depositado.

Para nadie es secreto la cercanía y la afinidad del comandante Chávez con la Santería, la cual reafirmó con su cercanía con el pueblo cubano, y según cuentan fuentes fidedignas, fueron unos babalaos, “padres de los secretos”, adivinos o brujos, nativos de esa isla, quienes les sugirieron incluir en la impresión de sus billetes, a tres deidades de la “magia negra”, por eso hoy día la moneda venezolana tiene las imágenes del ‘Negro’ Felipe, Marialionza y Guaicaipuro, todo esto con la intención de pactar con el averno y asegurar su riqueza, más no la de su pueblo, con los resultados que todos conocemos, y como le dije a una seguidora de Twitter: “… Amiga, la economía de Venezuela cada día va más para abajo, en dirección al infierno…”.

¿Acaso no es al diablo a quien homenajean? Seamos claros, la santería, la brujería, no son de Dios. En Gálatas, capítulo 5 versículo 20, se habla acerca de que quienes recurran a estas prácticas no entrarán al reino de Dios. Lo he dicho en varias de mis columnas ni soy ni me las doy de Santo, pero con el libre albedrió que Dios me dio, casi siempre prefiero no hacer cosas que a Él le desagraden, por ejemplo, tengo una colección de billetes, y apenas vi las potestades del mal en los billetes venezolanos, los tiré a la basura, por respeto y miedo a Dios y solidaridad con mis hermanos venezolanos. Todo aquello que le haga apología al mal, a la brujería y a la santería, debemos rechazarlo, no asistir a sitios en donde sea explicito el homenaje a estas costumbres, es un deber de nosotros: Los hijos de Dios, los soldados de Cristo, Amén.

Columnista
24 enero, 2015

La maldición de la revolución

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Jamás le he deseado mal a nadie, por mucho resentimiento que alguien me haya causado, la vida me ha enseñado siempre a poner la otra mejilla y sobre todo Dios me inculca a diario a perdonar. Él me ha instruido, que no puedo seguir mi camino, si tengo rencillas con alguien. Otra gran enseñanza que […]


Jamás le he deseado mal a nadie, por mucho resentimiento que alguien me haya causado, la vida me ha enseñado siempre a poner la otra mejilla y sobre todo Dios me inculca a diario a perdonar. Él me ha instruido, que no puedo seguir mi camino, si tengo rencillas con alguien. Otra gran enseñanza que me ha dado el Todopoderoso es mirar la vida desde una perspectiva universal, no hacer a otros lo que no quiero que me hagan y pensar en los intereses comunes antes que los propios.

Esa forma que tengo de mirar la vida, me permite quizás tener algún criterio (modestia aparte) para hacer un análisis de ciertas situaciones de la cotidianidad, de lo que hoy día ocurre y que afecta el mundo, eso quizás es una cualidad que tengo a mi favor, en este oficio de periodista y ser columnista de opinión. Soy de la generación que se crió viendo Venevisión y RCTV, sigla que traduce Radio Caracas Televisión, cuando acá solo teníamos dos canales nacionales y dos venezolanos, los cuales tenían mucha mejor programación que la nuestra, colmo olvidarme de Radio Rochela o el Show de Joselo, o todas esa grandes telenovelas que nuestros padres nos permitían ver: Topacio, Leonela, Cristal, etc.

Además me crié consumiendo muchos productos venezolanos, crecí a punta de arepas hechas con harina pan venezolana untadas con mantequilla mavesa, tomando “culeí” (koolaid) y Maltín Polar, por eso y por muchas otras razones más, abrigo un sentimiento fraternal por nuestro vecino país. Hablando con mi amigo Sergio Barranco, también columnista de este diario, y quien me sugirió el titulo de este artículo, llegamos a la conclusión de que lo que está ocurriéndole a nuestra hermana república es culpa de sus líderes y la maldición que sobre ella han depositado.

Para nadie es secreto la cercanía y la afinidad del comandante Chávez con la Santería, la cual reafirmó con su cercanía con el pueblo cubano, y según cuentan fuentes fidedignas, fueron unos babalaos, “padres de los secretos”, adivinos o brujos, nativos de esa isla, quienes les sugirieron incluir en la impresión de sus billetes, a tres deidades de la “magia negra”, por eso hoy día la moneda venezolana tiene las imágenes del ‘Negro’ Felipe, Marialionza y Guaicaipuro, todo esto con la intención de pactar con el averno y asegurar su riqueza, más no la de su pueblo, con los resultados que todos conocemos, y como le dije a una seguidora de Twitter: “… Amiga, la economía de Venezuela cada día va más para abajo, en dirección al infierno…”.

¿Acaso no es al diablo a quien homenajean? Seamos claros, la santería, la brujería, no son de Dios. En Gálatas, capítulo 5 versículo 20, se habla acerca de que quienes recurran a estas prácticas no entrarán al reino de Dios. Lo he dicho en varias de mis columnas ni soy ni me las doy de Santo, pero con el libre albedrió que Dios me dio, casi siempre prefiero no hacer cosas que a Él le desagraden, por ejemplo, tengo una colección de billetes, y apenas vi las potestades del mal en los billetes venezolanos, los tiré a la basura, por respeto y miedo a Dios y solidaridad con mis hermanos venezolanos. Todo aquello que le haga apología al mal, a la brujería y a la santería, debemos rechazarlo, no asistir a sitios en donde sea explicito el homenaje a estas costumbres, es un deber de nosotros: Los hijos de Dios, los soldados de Cristo, Amén.