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Columnista - 2 marzo, 2015

La historia de la canción ‘El Cachaquito’

En el arte prima la creatividad y la imaginación, porque la creación es esencialmente cerebral y no sentimental. Es un error conceptual cuando alguien les dice a los compositores que no inventen, que hay que cantarle a las cosas que suceden. El compositor tiene la libertad para elegir el tema, hacer sus versos y su […]

En el arte prima la creatividad y la imaginación, porque la creación es esencialmente cerebral y no sentimental. Es un error conceptual cuando alguien les dice a los compositores que no inventen, que hay que cantarle a las cosas que suceden. El compositor tiene la libertad para elegir el tema, hacer sus versos y su melodía. No siempre tiene que ser una historia real. Hay compositores que le cantan a los amores deseados o imaginados; otros que viven como místicos ermitaños y en sus versos emergen las virtudes de un galante conquistador.

Aunque muchas canciones nacen de acontecimientos reales, hay otras que se originan de historias tergiversadas. Al escuchar los versos de la reconocida canción ‘El Cachaquito’, enseguida pensamos que es una canción que nace de la infidelidad de una dama, pero es una broma, gracias a la chispa y al ingenio del compositor Miguel Yanet Díaz. Leamos la primera estrofa: A quien se te parece a ti ese Cachaquito/ verdad que no se parece hijo de un vallenato/ Dios que me perdone lo malo que digo/ pero un mariangolero no pinta cachaco.

Esta es la historia real de la canción. Elodia Torres Betín en los años de 1960 era una hermosa mujer, amante de la fiesta y por sus habilidades culinarias trabajaba en Valledupar. A finales de 1966 hace pareja con el joven Darío Maestre Guerra (de facciones ‘cachacas’), pero éste en marzo de 1967 fue reclutado por el Ejército Nacional a prestar el servicio militar en la ciudad de Santa Marta. La única razón que lo eximía de esta obligación era que estuviera casado, pero como vivía en unión libre tuvo que irse, y se fue pensando en el hijo que había dejado en el vientre de su compañera.

Elodia al verse sola en Valledupar, y por su estado de gestación, regresa a su casa materna en Mariangola. Un paisano y amigo de su familia, Hugo Granados Melo, de piel azabache, como la sombra de la noche, empieza a cortejarla y se unen en pareja. El 3 de septiembre de 1967 da a luz a un niño, que sería bautizado con el nombre de Enielsen Torres, de color blanco muy parecido a su padre biológico. Los amigos de parrandas de Hugo, entre ellos el cantautor mariangolero Miguel Yanet Díaz, llegaron a conocer al recién nacido y en broma comentaron: parece un cachaquito.

Este fue motivo para aderezar la parranda, porque las parrandas son un encuentro para la diversión y los chistes. Meses después Miguel Yanet Díaz estrenaba su canción con el acordeón de Ovidio Granados; a finales de 1968 fue grabada en su voz con el Conjunto de Los Playoneros del Cesar, se convirtió en un éxito musical y desde entonces Mariangola es reconocida en el ambiente cultural como ‘Tierra del Cachaquito’. Antes se conocía como la “Tierra del Santico Hallao”, por la velación que hacia Camila Durán los 3 de febrero de un santo tallado en metal que ella en 1956 encontró mientras cortaba leña y como el rostro estaba un poco deteriorado, resolvió llamarlo ‘Santico Hallao’.

Columnista
2 marzo, 2015

La historia de la canción ‘El Cachaquito’

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

En el arte prima la creatividad y la imaginación, porque la creación es esencialmente cerebral y no sentimental. Es un error conceptual cuando alguien les dice a los compositores que no inventen, que hay que cantarle a las cosas que suceden. El compositor tiene la libertad para elegir el tema, hacer sus versos y su […]


En el arte prima la creatividad y la imaginación, porque la creación es esencialmente cerebral y no sentimental. Es un error conceptual cuando alguien les dice a los compositores que no inventen, que hay que cantarle a las cosas que suceden. El compositor tiene la libertad para elegir el tema, hacer sus versos y su melodía. No siempre tiene que ser una historia real. Hay compositores que le cantan a los amores deseados o imaginados; otros que viven como místicos ermitaños y en sus versos emergen las virtudes de un galante conquistador.

Aunque muchas canciones nacen de acontecimientos reales, hay otras que se originan de historias tergiversadas. Al escuchar los versos de la reconocida canción ‘El Cachaquito’, enseguida pensamos que es una canción que nace de la infidelidad de una dama, pero es una broma, gracias a la chispa y al ingenio del compositor Miguel Yanet Díaz. Leamos la primera estrofa: A quien se te parece a ti ese Cachaquito/ verdad que no se parece hijo de un vallenato/ Dios que me perdone lo malo que digo/ pero un mariangolero no pinta cachaco.

Esta es la historia real de la canción. Elodia Torres Betín en los años de 1960 era una hermosa mujer, amante de la fiesta y por sus habilidades culinarias trabajaba en Valledupar. A finales de 1966 hace pareja con el joven Darío Maestre Guerra (de facciones ‘cachacas’), pero éste en marzo de 1967 fue reclutado por el Ejército Nacional a prestar el servicio militar en la ciudad de Santa Marta. La única razón que lo eximía de esta obligación era que estuviera casado, pero como vivía en unión libre tuvo que irse, y se fue pensando en el hijo que había dejado en el vientre de su compañera.

Elodia al verse sola en Valledupar, y por su estado de gestación, regresa a su casa materna en Mariangola. Un paisano y amigo de su familia, Hugo Granados Melo, de piel azabache, como la sombra de la noche, empieza a cortejarla y se unen en pareja. El 3 de septiembre de 1967 da a luz a un niño, que sería bautizado con el nombre de Enielsen Torres, de color blanco muy parecido a su padre biológico. Los amigos de parrandas de Hugo, entre ellos el cantautor mariangolero Miguel Yanet Díaz, llegaron a conocer al recién nacido y en broma comentaron: parece un cachaquito.

Este fue motivo para aderezar la parranda, porque las parrandas son un encuentro para la diversión y los chistes. Meses después Miguel Yanet Díaz estrenaba su canción con el acordeón de Ovidio Granados; a finales de 1968 fue grabada en su voz con el Conjunto de Los Playoneros del Cesar, se convirtió en un éxito musical y desde entonces Mariangola es reconocida en el ambiente cultural como ‘Tierra del Cachaquito’. Antes se conocía como la “Tierra del Santico Hallao”, por la velación que hacia Camila Durán los 3 de febrero de un santo tallado en metal que ella en 1956 encontró mientras cortaba leña y como el rostro estaba un poco deteriorado, resolvió llamarlo ‘Santico Hallao’.