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Columnista - 29 noviembre, 2014

El pato yuyo

Es realmente alarmante la gran proliferación que muestra el pato yuyo en esta época, llegando a representar una verdadera amenaza para la vida de la ciénaga de Zapatosa y la de los pueblos que esta alimenta. Su destreza y veraz apetito para engullir pececillos y crustáceos es descrita folclóricamente por el maestro José Barros en […]

Es realmente alarmante la gran proliferación que muestra el pato yuyo en esta época, llegando a representar una verdadera amenaza para la vida de la ciénaga de Zapatosa y la de los pueblos que esta alimenta. Su destreza y veraz apetito para engullir pececillos y crustáceos es descrita folclóricamente por el maestro José Barros en su simpática canción ‘La Tanga Chata’ reveladora de los coqueteos de esta pequeña ave palmípeda con el pato yuyo, en el dialogo que sostienen:

Si tú eres el submarino
Yo soy el superavión
Yo me lanzo desde arriba
Y no se escapa ni un comelón.

El yuyo es verdaderamente un submarino emplumado, veloz buceador de potentes pulmones y patas que ya sumergido vertiginosamente alcanza la presa escogida. Su arte en la pesca está en el buceo, diferente a la zambullida en el alcatraz o pelicano que en el mar puede atrapar peces de buen tamaño con la red que tiene debajo del pico, pero que con el tiempo de tanto zambullirse, el roce con el agua le daña la retina y termina ciego matándose contra los árboles o las piedras de los riscos donde anida.
En los pueblo ribereños de la Zapatosa, en épocas anteriores el principal pedrador del pato yuyo era el hombre pues no obstante tener su carne un fuerte olor a pescado al cocinarse, ya guisado o esmechado el sabor es delicioso, pero según algunos amigos de Chimichagua con la aparición por esos lados de la salchipapa, el chori-perro, la mazorca desgranada y los carritos de pizza, el consumo del yuyo ha disminuido notoriamente.
El ambientalista Moisés Perea, preocupado no solo por la suerte de la Zapatosa, sino también por la seguridad de Valledupar viene trabajando con entusiasmo en el adiestramiento de patos yuyo para integrarlos al cuerpo de policía de la ciudad.
Así como se entrenan halcones para la cacería, y palomas mensajeras como correos, el yuyo puede ser un gran aliado en la lucha contra el crimen motorizado que tiene en jaque a las autoridades en el valle, comenta Perea, pues el pico de estos patos tiene diferentes alternativas de ataque.
El pico de espuela sería ideal para el motociclista que vaya huyendo porque al prenderlo del garrete, se para porque se para. El pico de aguja es especial pa’ puyarle la nalga al parrillero que se acaba de robar un celular y lo tira porque lo tira, el rompe casco es el preciso pa’ atajar a picotazo al borracho que va zigzagueando antes de que haga una moñona y finalmente el doble pico que es el que prende por el pescuezo a los ladrones de moto y como una tenaza los sostiene hasta que lleguen los del CTI.
Cada agente andaría con su pato en el hombro que ya entrenados para alta persecución y buscar picaros sería de gran utilidad en la lucha contra el crimen. Así lo dice el refrán: “no hay mal que por bien no venga”.

Columnista
29 noviembre, 2014

El pato yuyo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Es realmente alarmante la gran proliferación que muestra el pato yuyo en esta época, llegando a representar una verdadera amenaza para la vida de la ciénaga de Zapatosa y la de los pueblos que esta alimenta. Su destreza y veraz apetito para engullir pececillos y crustáceos es descrita folclóricamente por el maestro José Barros en […]


Es realmente alarmante la gran proliferación que muestra el pato yuyo en esta época, llegando a representar una verdadera amenaza para la vida de la ciénaga de Zapatosa y la de los pueblos que esta alimenta. Su destreza y veraz apetito para engullir pececillos y crustáceos es descrita folclóricamente por el maestro José Barros en su simpática canción ‘La Tanga Chata’ reveladora de los coqueteos de esta pequeña ave palmípeda con el pato yuyo, en el dialogo que sostienen:

Si tú eres el submarino
Yo soy el superavión
Yo me lanzo desde arriba
Y no se escapa ni un comelón.

El yuyo es verdaderamente un submarino emplumado, veloz buceador de potentes pulmones y patas que ya sumergido vertiginosamente alcanza la presa escogida. Su arte en la pesca está en el buceo, diferente a la zambullida en el alcatraz o pelicano que en el mar puede atrapar peces de buen tamaño con la red que tiene debajo del pico, pero que con el tiempo de tanto zambullirse, el roce con el agua le daña la retina y termina ciego matándose contra los árboles o las piedras de los riscos donde anida.
En los pueblo ribereños de la Zapatosa, en épocas anteriores el principal pedrador del pato yuyo era el hombre pues no obstante tener su carne un fuerte olor a pescado al cocinarse, ya guisado o esmechado el sabor es delicioso, pero según algunos amigos de Chimichagua con la aparición por esos lados de la salchipapa, el chori-perro, la mazorca desgranada y los carritos de pizza, el consumo del yuyo ha disminuido notoriamente.
El ambientalista Moisés Perea, preocupado no solo por la suerte de la Zapatosa, sino también por la seguridad de Valledupar viene trabajando con entusiasmo en el adiestramiento de patos yuyo para integrarlos al cuerpo de policía de la ciudad.
Así como se entrenan halcones para la cacería, y palomas mensajeras como correos, el yuyo puede ser un gran aliado en la lucha contra el crimen motorizado que tiene en jaque a las autoridades en el valle, comenta Perea, pues el pico de estos patos tiene diferentes alternativas de ataque.
El pico de espuela sería ideal para el motociclista que vaya huyendo porque al prenderlo del garrete, se para porque se para. El pico de aguja es especial pa’ puyarle la nalga al parrillero que se acaba de robar un celular y lo tira porque lo tira, el rompe casco es el preciso pa’ atajar a picotazo al borracho que va zigzagueando antes de que haga una moñona y finalmente el doble pico que es el que prende por el pescuezo a los ladrones de moto y como una tenaza los sostiene hasta que lleguen los del CTI.
Cada agente andaría con su pato en el hombro que ya entrenados para alta persecución y buscar picaros sería de gran utilidad en la lucha contra el crimen. Así lo dice el refrán: “no hay mal que por bien no venga”.