Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 18 agosto, 2014

El burro metereólogo

En la finca donde trabajaba ‘El Negro´ Simón, llegaron tres hombres a caballos, con equipos desconocidos para los moradores. Se trataba de dos funcionarios del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, enviados desde la capital del país; el tercero era el baquiano. Al apearse le explicaron a Simón, que andaban haciendo levantamientos topográficos, porque los requerían para […]

En la finca donde trabajaba ‘El Negro´ Simón, llegaron tres hombres a caballos, con equipos desconocidos para los moradores. Se trataba de dos funcionarios del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, enviados desde la capital del país; el tercero era el baquiano. Al apearse le explicaron a Simón, que andaban haciendo levantamientos topográficos, porque los requerían para la elaboración del mapa del nuevo departamento, que había sido aprobado por el Congreso de la República.

Con la amabilidad y hospitalidad, propia de los campesinos, fueron recibidos con un café recién hecho, propicio para relajarse después de una jornada extenuante de cabalgadura. Se aproximaba el ocaso. Corría el segundo mes de la primavera y como es propio en el trópico, la presión atmosférica, hacía brotar gotas de sudor gruesas y pesadas; aunque ya no hubiese sol. Se sudaba petróleo.

Después de la cena y haber conversado, el anfitrión les ofreció una habitación, donde podían colgar sus hamacas, los visitantes le coligieron que preferían dormir afuera; porque hacía demasiado calor.- Esta noche lloverá – les anticipó con mucha seguridad, a lo que con risas y sus acentos interioranos, les respondieron: -el cielo está despejado, apreciaremos la constelación; no habrá precipitación esta noche-. Un joven empleado de la finca se les acercó sin que Simón, lo advirtiera, diciéndoles: -es mejor que les obedezcan, en el pueblo se rumora que es brujo, además con frecuencia, y es sabido por todos, que los agricultores vienen aquí a preguntarles cuándo lloverá-.

Los expedicionarios no pudieron simular la carcajada:-vea hermano, es cierto que aún eres un chico, pero nosotros no creemos en esas tonterías de brujos; confiamos en la ciencia, en eso sí, es más la meteorología lógica, nos indica que definitivamente hoy no lloverá-.

Dos horas más tarde, en la puerta estaban seis manos que golpeaban acompañadas de ruegos con afán:-¡Don Simón, por favor abra que nos mojamos!- Temprano se levantaron y tendieron las hamacas mojadas sobre el cercado, desayunaron y se marcharon a sus labores. La siguiente noche, comenzaron a colgar sus hamacas en la habitación, el señor les comentó que no llovería y por lo tanto podrían dormir afuera, no obstante, los visitantes señalaron unas nubes. Nuevamente con certeza, que aun con aparentes intenciones de lluvias, no caería agua alguna, ellos no querían que les ocurriera lo de la noche anterior, durmieron dentro y con calor. Esa noche no llovió.

A mediodía del tercero, regresan y se disponen a recoger sus pertenencias porque debían marchar a otro lugar 16 kilómetros distantes. Agradeciéndoles al mayor. Estaban a punto de irse, pero algo se los impedía. Él los observaba con malicia, hasta que uno de ellos rompió el hielo: -¿haber Don Simón, necesitamos saber si esta noche va a llover?- Es que nos llamó poderosamente lo de las noches anteriores. -Ahora es muy temprano para decirles-, les respondió. Con esa respuesta creció la intriga entre los académicos. -¿No es posible saberlo ahora, y cuándo?-‘El Negro´ Simón les señaló con el índice derecho, a su burro de color negro como él, que estaba próximo a ellos: -si después de las 3:45 de la tarde, mi burro ‘Bueno y Malo’ (así lo llamaba), se revuelca, se eriza, rebuzna y pea. Con seguridad llueve.

Tomado de Álvaro Baute Sierra
Docente Institución Educativa Luis Rodríguez Valera

Columnista
18 agosto, 2014

El burro metereólogo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

En la finca donde trabajaba ‘El Negro´ Simón, llegaron tres hombres a caballos, con equipos desconocidos para los moradores. Se trataba de dos funcionarios del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, enviados desde la capital del país; el tercero era el baquiano. Al apearse le explicaron a Simón, que andaban haciendo levantamientos topográficos, porque los requerían para […]


En la finca donde trabajaba ‘El Negro´ Simón, llegaron tres hombres a caballos, con equipos desconocidos para los moradores. Se trataba de dos funcionarios del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, enviados desde la capital del país; el tercero era el baquiano. Al apearse le explicaron a Simón, que andaban haciendo levantamientos topográficos, porque los requerían para la elaboración del mapa del nuevo departamento, que había sido aprobado por el Congreso de la República.

Con la amabilidad y hospitalidad, propia de los campesinos, fueron recibidos con un café recién hecho, propicio para relajarse después de una jornada extenuante de cabalgadura. Se aproximaba el ocaso. Corría el segundo mes de la primavera y como es propio en el trópico, la presión atmosférica, hacía brotar gotas de sudor gruesas y pesadas; aunque ya no hubiese sol. Se sudaba petróleo.

Después de la cena y haber conversado, el anfitrión les ofreció una habitación, donde podían colgar sus hamacas, los visitantes le coligieron que preferían dormir afuera; porque hacía demasiado calor.- Esta noche lloverá – les anticipó con mucha seguridad, a lo que con risas y sus acentos interioranos, les respondieron: -el cielo está despejado, apreciaremos la constelación; no habrá precipitación esta noche-. Un joven empleado de la finca se les acercó sin que Simón, lo advirtiera, diciéndoles: -es mejor que les obedezcan, en el pueblo se rumora que es brujo, además con frecuencia, y es sabido por todos, que los agricultores vienen aquí a preguntarles cuándo lloverá-.

Los expedicionarios no pudieron simular la carcajada:-vea hermano, es cierto que aún eres un chico, pero nosotros no creemos en esas tonterías de brujos; confiamos en la ciencia, en eso sí, es más la meteorología lógica, nos indica que definitivamente hoy no lloverá-.

Dos horas más tarde, en la puerta estaban seis manos que golpeaban acompañadas de ruegos con afán:-¡Don Simón, por favor abra que nos mojamos!- Temprano se levantaron y tendieron las hamacas mojadas sobre el cercado, desayunaron y se marcharon a sus labores. La siguiente noche, comenzaron a colgar sus hamacas en la habitación, el señor les comentó que no llovería y por lo tanto podrían dormir afuera, no obstante, los visitantes señalaron unas nubes. Nuevamente con certeza, que aun con aparentes intenciones de lluvias, no caería agua alguna, ellos no querían que les ocurriera lo de la noche anterior, durmieron dentro y con calor. Esa noche no llovió.

A mediodía del tercero, regresan y se disponen a recoger sus pertenencias porque debían marchar a otro lugar 16 kilómetros distantes. Agradeciéndoles al mayor. Estaban a punto de irse, pero algo se los impedía. Él los observaba con malicia, hasta que uno de ellos rompió el hielo: -¿haber Don Simón, necesitamos saber si esta noche va a llover?- Es que nos llamó poderosamente lo de las noches anteriores. -Ahora es muy temprano para decirles-, les respondió. Con esa respuesta creció la intriga entre los académicos. -¿No es posible saberlo ahora, y cuándo?-‘El Negro´ Simón les señaló con el índice derecho, a su burro de color negro como él, que estaba próximo a ellos: -si después de las 3:45 de la tarde, mi burro ‘Bueno y Malo’ (así lo llamaba), se revuelca, se eriza, rebuzna y pea. Con seguridad llueve.

Tomado de Álvaro Baute Sierra
Docente Institución Educativa Luis Rodríguez Valera