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Columnista - 27 febrero, 2015

Decisiones

“Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviar de tus mandamientos” Salmos 119,10 Por aquello del beneficio del libre albedrío, el libre ejercicio de la voluntad y la capacidad de decidir, incluso en contra de los preceptos de Dios, nosotros podemos determinar el curso de nuestras vidas o esperar que otros más […]

“Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviar de tus mandamientos” Salmos 119,10

Por aquello del beneficio del libre albedrío, el libre ejercicio de la voluntad y la capacidad de decidir, incluso en contra de los preceptos de Dios, nosotros podemos determinar el curso de nuestras vidas o esperar que otros más vivos nos lo determinen. Tampoco podemos pasarnos la vida dejándonos guiar por el instinto, ni todo el tiempo haciendo caso a los sentimientos. Debemos aprender a tomar decisiones, pero sobre todo a ser fieles a ellas.

Cuando tomemos una decisión, hagámosla nuestra, vivamos para ella, grabémosla en nuestros corazones, tallémosla, en nuestras mentes, avivémosla en nuestros espíritus y defendámosla con nuestros cuerpos. Nosotros debemos tomar sabias decisiones, no las decisiones tomarnos a nosotros.
Todo el tiempo estamos tomando decisiones, pero hay algunas fundamentales que cuando se toman, determinan o condicionan todo lo demás y exigen toda nuestra determinación para acatarlas.

La primera es: ¿Con quién quiero pasar el resto de mi vida? Y no se trata de compatibilidad o entendimiento sino de firme decisión: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y será una sola carne”. Tampoco se trata de encontrar la pareja perfecta, aquella que llene todos mis vacíos y complemente todas mis necesidades, sino de decidir ser la persona ideal que procura llenar las necesidades de la otra persona.

Segunda decisión fundamental: ¿En qué área profesional voy a desempeñar mi vida? Una sola vida tenemos y no podemos darnos el lujo de desperdiciarla; mucho menos de perder el examen final, porque para ella no existe curso remedial ni habilitación. El éxito y la prosperidad están ligados a la ocasión y la preparación; es decir, al tomar decisiones, hacerlas nuestras y morir por ellas. Un trabajo, un ministerio, una causa, son metas en las cuales podemos invertir nuestras vidas conforme a la vocación a que hemos sido llamados.

Tercera, ¿A qué dedicaremos nuestras vidas? Solamente hay dos cosas a las cuales podemos dedicar nuestras vidas: La dedicamos para nosotros mismos, viviendo vidas altivas y egocéntricas o la podemos dedicar para Dios, viviendo conforme a su propósito. Cuando vivamos para Dios, la vida no será más fácil, pero será mejor; con sentido e ilusiones, será una aventura constante que valdrá la pena vivir. Alguien decía que no estamos preparados para vivir la vida, hasta que no sepamos lo que queremos que se escriba en nuestra lapida.

Amados amigos lectores: aunque no necesitamos a Dios para hacer muchas cosas; ciertamente, si lo necesitamos para que calme la sed de nuestro corazón. Si nos decidimos por él, su amor penetrará más allá de las barreras que levantamos en nuestro ser interior y permeará toda nuestra existencia y nuestro entorno.
Decídete por Jesús y entrega tu vida para amar, honrar y glorificar el nombre de nuestro Dios.

Ora conmigo: “Querido Dios, reconozco que soy pecador y que te necesito, te pido que me perdones y entres en mi corazón y hagas de mi el tipo de persona que tu quieres que yo sea. Amén”
Recordemos: no pasemos la vida sin decisiones, tomemos decisiones fundamentales y seamos consecuentes con ellas hasta el final. ¡Ruego a Dios que guíe tus decisiones!
Abrazos y muchas bendiciones en Cristo…

Columnista
27 febrero, 2015

Decisiones

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviar de tus mandamientos” Salmos 119,10 Por aquello del beneficio del libre albedrío, el libre ejercicio de la voluntad y la capacidad de decidir, incluso en contra de los preceptos de Dios, nosotros podemos determinar el curso de nuestras vidas o esperar que otros más […]


“Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviar de tus mandamientos” Salmos 119,10

Por aquello del beneficio del libre albedrío, el libre ejercicio de la voluntad y la capacidad de decidir, incluso en contra de los preceptos de Dios, nosotros podemos determinar el curso de nuestras vidas o esperar que otros más vivos nos lo determinen. Tampoco podemos pasarnos la vida dejándonos guiar por el instinto, ni todo el tiempo haciendo caso a los sentimientos. Debemos aprender a tomar decisiones, pero sobre todo a ser fieles a ellas.

Cuando tomemos una decisión, hagámosla nuestra, vivamos para ella, grabémosla en nuestros corazones, tallémosla, en nuestras mentes, avivémosla en nuestros espíritus y defendámosla con nuestros cuerpos. Nosotros debemos tomar sabias decisiones, no las decisiones tomarnos a nosotros.
Todo el tiempo estamos tomando decisiones, pero hay algunas fundamentales que cuando se toman, determinan o condicionan todo lo demás y exigen toda nuestra determinación para acatarlas.

La primera es: ¿Con quién quiero pasar el resto de mi vida? Y no se trata de compatibilidad o entendimiento sino de firme decisión: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y será una sola carne”. Tampoco se trata de encontrar la pareja perfecta, aquella que llene todos mis vacíos y complemente todas mis necesidades, sino de decidir ser la persona ideal que procura llenar las necesidades de la otra persona.

Segunda decisión fundamental: ¿En qué área profesional voy a desempeñar mi vida? Una sola vida tenemos y no podemos darnos el lujo de desperdiciarla; mucho menos de perder el examen final, porque para ella no existe curso remedial ni habilitación. El éxito y la prosperidad están ligados a la ocasión y la preparación; es decir, al tomar decisiones, hacerlas nuestras y morir por ellas. Un trabajo, un ministerio, una causa, son metas en las cuales podemos invertir nuestras vidas conforme a la vocación a que hemos sido llamados.

Tercera, ¿A qué dedicaremos nuestras vidas? Solamente hay dos cosas a las cuales podemos dedicar nuestras vidas: La dedicamos para nosotros mismos, viviendo vidas altivas y egocéntricas o la podemos dedicar para Dios, viviendo conforme a su propósito. Cuando vivamos para Dios, la vida no será más fácil, pero será mejor; con sentido e ilusiones, será una aventura constante que valdrá la pena vivir. Alguien decía que no estamos preparados para vivir la vida, hasta que no sepamos lo que queremos que se escriba en nuestra lapida.

Amados amigos lectores: aunque no necesitamos a Dios para hacer muchas cosas; ciertamente, si lo necesitamos para que calme la sed de nuestro corazón. Si nos decidimos por él, su amor penetrará más allá de las barreras que levantamos en nuestro ser interior y permeará toda nuestra existencia y nuestro entorno.
Decídete por Jesús y entrega tu vida para amar, honrar y glorificar el nombre de nuestro Dios.

Ora conmigo: “Querido Dios, reconozco que soy pecador y que te necesito, te pido que me perdones y entres en mi corazón y hagas de mi el tipo de persona que tu quieres que yo sea. Amén”
Recordemos: no pasemos la vida sin decisiones, tomemos decisiones fundamentales y seamos consecuentes con ellas hasta el final. ¡Ruego a Dios que guíe tus decisiones!
Abrazos y muchas bendiciones en Cristo…