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Columnista - 30 octubre, 2014

¿De qué depende la calidad educativa?

Mucho se ha hablado en estos tiempos de la mala calidad de la educación en Colombia, solo por el mensaje que arrojan las pruebas PISA; muchos son también, los argumentos para explicarlos. El gobierno dice que una razón es la mala calidad de los maestros que no quieren dejarse evaluar; recientemente ha dicho que la […]

Mucho se ha hablado en estos tiempos de la mala calidad de la educación en Colombia, solo por el mensaje que arrojan las pruebas PISA; muchos son también, los argumentos para explicarlos. El gobierno dice que una razón es la mala calidad de los maestros que no quieren dejarse evaluar; recientemente ha dicho que la baja intensidad horaria está incidiendo, al compararnos con la que tienen países como Japón, China y otros países asiáticos. Los educadores, por su parte, dicen que se debe a la baja inversión en el sector. Estas afirmaciones podrían ser míticas con algo de verdad. Un mayor gasto no garantiza una mejor educación, China y Lituania, p.ej., tienen gastos similares a los de América Latina, como proporción del PIB general y per cápita; sin embargo, ellos obtienen mejores resultados. Singapur gasta el 3% del PIB en educación contra 4% de Colombia, y logran una educación más eficaz. Colombia, gasta tanto en educación como los países de la OCDE, (lo dice la OCDE) aunque, por la explosión demográfica nuestra, la inversión per cápita resulta cinco veces menor. Chile invierte 4.3% del PIB en el sector y nos llevan un buen trecho. En cuanto a intensidad horaria, el contraejemplo es Finlandia donde los estudiantes solo asisten cinco horas diarias y, si lo medimos por los resultados PISA, nos llevan años luz. Allá tampoco existe el embeleco de los jardines infantiles sino que entran a estudiar cuando cumplen siete años, como aquí se estilaba hace muchos años. Allá los alumnos no pierden año porque los profesores les dedican más tiempo para evitar discriminación. Aquí, antes, uno entraba a la escuela cuando tuviera “uso de razón”, esto es, a los siete años. Hoy, con la sociedad de consumo, que las madres deben trabajar para ayudar en el hogar, se inventaron esa parafernalia de los “kinder”. Lo que se debe replantear es la filosofía de nuestro sistema educativo y eso corresponde al gobierno nacional, desde acá es poco lo que podemos hacer a nivel local. Por estos días, el diputado Omar Figueroa hizo un excelente debate en la Asamblea y el concejal Alex Pana anunció otro en el cabildo de Valledupar. La intención es saludable pero no eficaz porque, a nivel local, nada se puede hacer en materia curricular y desde el punto financiero mucho menos. Esto sería como disparar en la oscuridad. Otra cosa es que a nivel nacional, las asambleas y concejos impulsen una iniciativa sinérgica para llevarla al gobierno central, con el respaldo de las asociaciones gremiales del sector. El modelo hay que pensarlo, al menos, miremos el finlandés. [email protected]

Columnista
30 octubre, 2014

¿De qué depende la calidad educativa?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Mucho se ha hablado en estos tiempos de la mala calidad de la educación en Colombia, solo por el mensaje que arrojan las pruebas PISA; muchos son también, los argumentos para explicarlos. El gobierno dice que una razón es la mala calidad de los maestros que no quieren dejarse evaluar; recientemente ha dicho que la […]


Mucho se ha hablado en estos tiempos de la mala calidad de la educación en Colombia, solo por el mensaje que arrojan las pruebas PISA; muchos son también, los argumentos para explicarlos. El gobierno dice que una razón es la mala calidad de los maestros que no quieren dejarse evaluar; recientemente ha dicho que la baja intensidad horaria está incidiendo, al compararnos con la que tienen países como Japón, China y otros países asiáticos. Los educadores, por su parte, dicen que se debe a la baja inversión en el sector. Estas afirmaciones podrían ser míticas con algo de verdad. Un mayor gasto no garantiza una mejor educación, China y Lituania, p.ej., tienen gastos similares a los de América Latina, como proporción del PIB general y per cápita; sin embargo, ellos obtienen mejores resultados. Singapur gasta el 3% del PIB en educación contra 4% de Colombia, y logran una educación más eficaz. Colombia, gasta tanto en educación como los países de la OCDE, (lo dice la OCDE) aunque, por la explosión demográfica nuestra, la inversión per cápita resulta cinco veces menor. Chile invierte 4.3% del PIB en el sector y nos llevan un buen trecho. En cuanto a intensidad horaria, el contraejemplo es Finlandia donde los estudiantes solo asisten cinco horas diarias y, si lo medimos por los resultados PISA, nos llevan años luz. Allá tampoco existe el embeleco de los jardines infantiles sino que entran a estudiar cuando cumplen siete años, como aquí se estilaba hace muchos años. Allá los alumnos no pierden año porque los profesores les dedican más tiempo para evitar discriminación. Aquí, antes, uno entraba a la escuela cuando tuviera “uso de razón”, esto es, a los siete años. Hoy, con la sociedad de consumo, que las madres deben trabajar para ayudar en el hogar, se inventaron esa parafernalia de los “kinder”. Lo que se debe replantear es la filosofía de nuestro sistema educativo y eso corresponde al gobierno nacional, desde acá es poco lo que podemos hacer a nivel local. Por estos días, el diputado Omar Figueroa hizo un excelente debate en la Asamblea y el concejal Alex Pana anunció otro en el cabildo de Valledupar. La intención es saludable pero no eficaz porque, a nivel local, nada se puede hacer en materia curricular y desde el punto financiero mucho menos. Esto sería como disparar en la oscuridad. Otra cosa es que a nivel nacional, las asambleas y concejos impulsen una iniciativa sinérgica para llevarla al gobierno central, con el respaldo de las asociaciones gremiales del sector. El modelo hay que pensarlo, al menos, miremos el finlandés. [email protected]