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Columnista - 28 noviembre, 2014

Casas leprosas

“…Algo como plaga ha aparecido en mi casa”: Levítico 14,35 Hay un pasaje raro en Levítico que la mayoría de nosotros sencillamente pasamos por alto cuando leemos ese libro lleno de ritos y ordenanzas mosaicas. Pero allí, en medio del pasaje, el Señor instruyó al pueblo de Israel sobre la forma adecuada de limpiar una […]

“…Algo como plaga ha aparecido en mi casa”: Levítico 14,35

Hay un pasaje raro en Levítico que la mayoría de nosotros sencillamente pasamos por alto cuando leemos ese libro lleno de ritos y ordenanzas mosaicas. Pero allí, en medio del pasaje, el Señor instruyó al pueblo de Israel sobre la forma adecuada de limpiar una casa contaminada de lepra.
No se considera misterioso que la infección física puede permanecer en una habitación, por ejemplo las bacterias que se encuentra en clínicas y hospitales; pero a veces, parece extraño pensar en una enfermedad espiritual o en una presencia persistente que infecta objetos o sitios físicos.
Está claro que algunas veces el texto se refiere sólo a una aparente infestación natural de hongos, pero aun cuando no haya nada espiritual, el Señor le indicó a los israelitas no sólo que cumplieran con la obvia necesidad de limpieza física con agua y jabón, sino también que aplicaran dinámicas espirituales en la limpieza de la casa. El ritual de purificación contemplaba aplicaciones tanto físicas como espirituales, demostrando que las casas podían estar contaminadas con inmundicia física y también con contaminación espiritual.
Recordemos que los israelitas habían heredado viviendas que antes fueron habitadas por personas cuyo estilo de vida era contrario a los preceptos de Dios y estaba corrompido por las formas violentas de adoración idólatra e inmoral; de ahí que las casas que los israelitas encontraron no se debían tomar a la ligera sin una acción específica de purificación, que incluía no sólo higiene sino también limpieza espiritual.
Amados amigos lectores, somos instruidos por analogía, donde la limpieza de una casa leprosa ilustra tipos de limpieza en nuestras propias casas. La corrupción de espíritu, puede tomar una dimensión invisible y vivir en nuestros hogares, nuestros autos, oficinas, trabajo, alacenas, escuelas y cualquier otro lugar sobre el que se nos ha dado dominio. La lepra espiritual de nuestras casas, generalmente se manifiesta mediante un espíritu de angustia y opresión. Se manifiesta en ruina, enfermedad y falta de propósito para vivir.
Decidamos hoy tomar acción efectiva: en primer lugar llenemos nuestras casas de alabanza. Adoremos al Señor en cada rincón de nuestras casas, proclamando su señorío y autoridad y subordinemos cada área de nuestras vidas a él. En segundo lugar, revisemos nuestras vidas.
Camine por su casa y proclame en las alcobas, los baños, la cocina, la sala, el garaje y en cada rincón, que Jesucristo es el Rey de su vida. Permita que la sangre del cordero pinte los dinteles de su casa -como aquella noche de pascua- y establezca un dosel o cubierta con la sangre preciosa del cordero.
Cualquiera que sea la fuente de inmundicia, impureza, maldad o carnalidad que infecta y propaga una casa leprosa, la respuesta siempre y definitivamente está en el poder de la cruz de Jesucristo. Apliquémosla, vivamos bajo su pacto, sintamos su triunfo y observemos crecer a nuestros hijos y nietos bajo la poderosa mano del Señor en casas limpias bajo la cruz de Jesús. Saludos y bendiciones….

Columnista
28 noviembre, 2014

Casas leprosas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“…Algo como plaga ha aparecido en mi casa”: Levítico 14,35 Hay un pasaje raro en Levítico que la mayoría de nosotros sencillamente pasamos por alto cuando leemos ese libro lleno de ritos y ordenanzas mosaicas. Pero allí, en medio del pasaje, el Señor instruyó al pueblo de Israel sobre la forma adecuada de limpiar una […]


“…Algo como plaga ha aparecido en mi casa”: Levítico 14,35

Hay un pasaje raro en Levítico que la mayoría de nosotros sencillamente pasamos por alto cuando leemos ese libro lleno de ritos y ordenanzas mosaicas. Pero allí, en medio del pasaje, el Señor instruyó al pueblo de Israel sobre la forma adecuada de limpiar una casa contaminada de lepra.
No se considera misterioso que la infección física puede permanecer en una habitación, por ejemplo las bacterias que se encuentra en clínicas y hospitales; pero a veces, parece extraño pensar en una enfermedad espiritual o en una presencia persistente que infecta objetos o sitios físicos.
Está claro que algunas veces el texto se refiere sólo a una aparente infestación natural de hongos, pero aun cuando no haya nada espiritual, el Señor le indicó a los israelitas no sólo que cumplieran con la obvia necesidad de limpieza física con agua y jabón, sino también que aplicaran dinámicas espirituales en la limpieza de la casa. El ritual de purificación contemplaba aplicaciones tanto físicas como espirituales, demostrando que las casas podían estar contaminadas con inmundicia física y también con contaminación espiritual.
Recordemos que los israelitas habían heredado viviendas que antes fueron habitadas por personas cuyo estilo de vida era contrario a los preceptos de Dios y estaba corrompido por las formas violentas de adoración idólatra e inmoral; de ahí que las casas que los israelitas encontraron no se debían tomar a la ligera sin una acción específica de purificación, que incluía no sólo higiene sino también limpieza espiritual.
Amados amigos lectores, somos instruidos por analogía, donde la limpieza de una casa leprosa ilustra tipos de limpieza en nuestras propias casas. La corrupción de espíritu, puede tomar una dimensión invisible y vivir en nuestros hogares, nuestros autos, oficinas, trabajo, alacenas, escuelas y cualquier otro lugar sobre el que se nos ha dado dominio. La lepra espiritual de nuestras casas, generalmente se manifiesta mediante un espíritu de angustia y opresión. Se manifiesta en ruina, enfermedad y falta de propósito para vivir.
Decidamos hoy tomar acción efectiva: en primer lugar llenemos nuestras casas de alabanza. Adoremos al Señor en cada rincón de nuestras casas, proclamando su señorío y autoridad y subordinemos cada área de nuestras vidas a él. En segundo lugar, revisemos nuestras vidas.
Camine por su casa y proclame en las alcobas, los baños, la cocina, la sala, el garaje y en cada rincón, que Jesucristo es el Rey de su vida. Permita que la sangre del cordero pinte los dinteles de su casa -como aquella noche de pascua- y establezca un dosel o cubierta con la sangre preciosa del cordero.
Cualquiera que sea la fuente de inmundicia, impureza, maldad o carnalidad que infecta y propaga una casa leprosa, la respuesta siempre y definitivamente está en el poder de la cruz de Jesucristo. Apliquémosla, vivamos bajo su pacto, sintamos su triunfo y observemos crecer a nuestros hijos y nietos bajo la poderosa mano del Señor en casas limpias bajo la cruz de Jesús. Saludos y bendiciones….