Publicidad
Categorías
Categorías
General - 28 marzo, 2015

Carlos Espeleta Jiménez, 80 años de bohemia

La poesía es parte de la vida de este hombre que lleva en su sangre la música, aquella que ha compartido en diferentes pueblos de esta región con su más fiel guitarra.

El guajiro Carlos Espeleta Jiménez y la antioqueña Carmen Olga Salazar, conforman un hogar ejemplar de más de 57 años. La poesía del guitarrista ha sido testigo de ese romance.  EL PILÓN/JHONNY MOLINA.
El guajiro Carlos Espeleta Jiménez y la antioqueña Carmen Olga Salazar, conforman un hogar ejemplar de más de 57 años. La poesía del guitarrista ha sido testigo de ese romance. EL PILÓN/JHONNY MOLINA.

Cumplir 80 años, aunque no es cuestión de decisión, podría significar suerte u obra de Dios. Hablar de dicha edad, también podría representar, de manera obvia, arrugas y canas, bastón y mantener reposo por múltiples enfermedades, referidas al refrán: ‘La edad no viene sola’, sin embargo esa frase no parece si quiera ‘acariciar’ a Carlos Benjamín Espeleta Jiménez, un flolclorista que hoy cumple ocho décadas y aún se mantiene, un ‘quiquí’, tal cual lo expresa.
San Juan del Cesar, La Guajira, es su cuna, pero Valledupar su inspiración, un sitio donde encontró más que felicidad, un hogar, una familia, unos amigos y un sitio para vivir por el resto de su vida.

Santa Marta fue su segundo hogar, allí estudio en el Liceo Celedón su cuarto año de bachiller, donde le tuvo que decir adiós al estudio por algún motivo desconocido que tiempo después, en el año 50, hicieron que su vida se dirigiera a esta población a la que llaman la ‘Capital Mundial del Vallenato’.

Aunque sus inicios en la música lo llevaron a recorrer gran parte de la región por las parrandas que aún recuerda en diferentes poblaciones a donde llegaba, decidió hacer un pare en este lugar donde los principales elementos de la música vallenata son la caja, la guacharaca y el acordeón, aunque él no comparta esta idea, porque aclara que el vallenato inició con la guitarra, de ahí su amor por este instrumento que todavía ejecuta cual joven de 20 años.
Ese talento musical heredado, según él, de su padre Miguel Benjamín Espeleta Zúñiga, uno de los mejores músicos que tuvo esta región, para su concepto, lo llevó a hacer parte de grandes tríos, reconocidos en el Caribe Colombiano.
La guitarra su amiga, quizás su segundo amor, seguido de una dama que se robó su corazón hace más de 60 años, llamada Carmen Olga Salazar, que de aquel lindo romance existen nueve hijos: Robinson Rafael, Carlos José, Jaime, Teolis, Efraín, Evaristo, Manuel Guillermo y Edgardo Antonio, la aprendió a tocar desde muy chico.

Antes de ese vigoroso encuentro con el amor, en su vida llegó la pasión de la música. “Yo veía tocar guitarras a unos amigos en San Juan y una vez cogí una de lata y me puse a sacar unas notas, después con el tiempo fui sacando notas con una guitarrita que me compró mi mamá”, dijo el artista.

Sus primeros maestres fueron Enrique Luis Egurrola, Juan Brujés y Luis Rois, quienes pertenecían a un excelente trío, que duraban hasta un mes en parranda, de donde empezó la odisea de Carlos Benjamín, quien tiempo después formó su primer trio llamado San Juan, en honor a su pueblo natal, y al que pertenecía Antonio Fuentes y Calos Romero Granadillos.

El segundo grupo musical se denominó Liceo Celedón, en donde el puntero era Julio Mala y el cantante Fernando Sánchez, quienes daban serenatas y parrandas en la Bahía más linda de América.
En los años 50 llegó a Valledupar y justo en ese momento un tercer trio fue conformado con grandes folcloristas como Gustavo Gutiérrez – compadre y amigo- y José Jorge Arregocés, denominado el ‘Trio Serenata’, grupo dedicado casi en su totalidad a interpretación de boleros.

Aquel sonido inspirador de unas cuerdas comenzó a ser alternado con algunos grupos, el primero fue el Trío Los Inseparables, al que pertenecía Luis Uribe, Walberto y Roncallo, amigos de los que olvidó su apellido tal vez por su edad, pero recordó que también estuvo alternando con el trío Malanga, conformado por Hugues Martínez, Raúl Moncaliano y el Quinqui Molina.
La aparición del acordeón, en los años 60, aunque no afectó casi en nada a los guitarristas, les permitía aparecer en escenarios distintos. Esta vez Carlos Benjamín ya no interpretaba al lado de otro guitarrista, sino que lo hacía al lado de acordeonista como ‘Colacho’ Mendoza, Luis Enrique Martínez, Emiliano Zuleta, Enrique Díaz, entre otros.

La amena charla con este hombre con espíritu juvenil, entusiasta y coqueto, terminó en la recordación de aquellos compañeros de bohemia (algunos de ellos fallecidos), Alfredo Araujo Noguera, Darío Carrillo, Jaime Molina, Rafael Escalona, Gustavo Gutiérrez, Hugues Martínez, Raúl Mocalinado, Alfredo Enrique Riveira, José Jorge Arregocés.
“En esa época éramos errantes, casi que nómadas, no tenías inconvenientes en recorrer los pueblos del norte de Valledupar, podíamos durar hasta 12 o 15 días por fuera, prácticamente no teníamos compromisos de la familia, porque nos creíamos dueños del mundo, de ese grupo a gran parte Dios los recogió”, dijo.

En 1970 nace la barra Shanghai integrada por un grupo de amigos parranderos  que para la época de carnaval se encontraban pero tenían que ingeniárselas para buscar un nombre que los identificara para participar en la programación de las fiestas carnavaleras.
Pero un hecho histórico marcó lo que sería el inicio de la legendaria barra. 
Dentro de los fundadores  de esta barra están: Jorge  ‘El bore’Lúquez, Juanchito Díaz, Argemiro Mesa, William Quiroz Torres, Ciro Villazón, ‘El Pateto’ Monsalvo, Enrique Carrillo, Álvaro Escobar, Orlando Ustáriz, ‘Beto’ Murgas y Julio Escobar, entre otros amigos. Los dos últimos hacían parte del grupo musical y los  representaba en las parrandas.

Después de varios años de bohemia, este hombre de ocho décadas, se ha convertido en el protagonista de muchas parrandas, en donde su esposa Carmen Olga Salazar no puede fallar, su compañera más fiel, quien pese a que su amado es experto en tomar sin perder el control, ella nunca ha probado una gota de alcohol, porque prefiere estar alerta y atenta en el cuido de su amado, a quien pelean sus amigos para llevárselos a las parrandas en donde es centro de atención por su particularidad de alegrar su entorno.

Los fines de semana, según su amigo William Quiroz, llegan grupos de compañeros a buscarlo temprano, y aquel que llegue de primero tiene la honra de compartir con él un rato agradable.

Por Merlin Duarte García/El Pilón
[email protected]

General
28 marzo, 2015

Carlos Espeleta Jiménez, 80 años de bohemia

La poesía es parte de la vida de este hombre que lleva en su sangre la música, aquella que ha compartido en diferentes pueblos de esta región con su más fiel guitarra.


El guajiro Carlos Espeleta Jiménez y la antioqueña Carmen Olga Salazar, conforman un hogar ejemplar de más de 57 años. La poesía del guitarrista ha sido testigo de ese romance.  EL PILÓN/JHONNY MOLINA.
El guajiro Carlos Espeleta Jiménez y la antioqueña Carmen Olga Salazar, conforman un hogar ejemplar de más de 57 años. La poesía del guitarrista ha sido testigo de ese romance. EL PILÓN/JHONNY MOLINA.

Cumplir 80 años, aunque no es cuestión de decisión, podría significar suerte u obra de Dios. Hablar de dicha edad, también podría representar, de manera obvia, arrugas y canas, bastón y mantener reposo por múltiples enfermedades, referidas al refrán: ‘La edad no viene sola’, sin embargo esa frase no parece si quiera ‘acariciar’ a Carlos Benjamín Espeleta Jiménez, un flolclorista que hoy cumple ocho décadas y aún se mantiene, un ‘quiquí’, tal cual lo expresa.
San Juan del Cesar, La Guajira, es su cuna, pero Valledupar su inspiración, un sitio donde encontró más que felicidad, un hogar, una familia, unos amigos y un sitio para vivir por el resto de su vida.

Santa Marta fue su segundo hogar, allí estudio en el Liceo Celedón su cuarto año de bachiller, donde le tuvo que decir adiós al estudio por algún motivo desconocido que tiempo después, en el año 50, hicieron que su vida se dirigiera a esta población a la que llaman la ‘Capital Mundial del Vallenato’.

Aunque sus inicios en la música lo llevaron a recorrer gran parte de la región por las parrandas que aún recuerda en diferentes poblaciones a donde llegaba, decidió hacer un pare en este lugar donde los principales elementos de la música vallenata son la caja, la guacharaca y el acordeón, aunque él no comparta esta idea, porque aclara que el vallenato inició con la guitarra, de ahí su amor por este instrumento que todavía ejecuta cual joven de 20 años.
Ese talento musical heredado, según él, de su padre Miguel Benjamín Espeleta Zúñiga, uno de los mejores músicos que tuvo esta región, para su concepto, lo llevó a hacer parte de grandes tríos, reconocidos en el Caribe Colombiano.
La guitarra su amiga, quizás su segundo amor, seguido de una dama que se robó su corazón hace más de 60 años, llamada Carmen Olga Salazar, que de aquel lindo romance existen nueve hijos: Robinson Rafael, Carlos José, Jaime, Teolis, Efraín, Evaristo, Manuel Guillermo y Edgardo Antonio, la aprendió a tocar desde muy chico.

Antes de ese vigoroso encuentro con el amor, en su vida llegó la pasión de la música. “Yo veía tocar guitarras a unos amigos en San Juan y una vez cogí una de lata y me puse a sacar unas notas, después con el tiempo fui sacando notas con una guitarrita que me compró mi mamá”, dijo el artista.

Sus primeros maestres fueron Enrique Luis Egurrola, Juan Brujés y Luis Rois, quienes pertenecían a un excelente trío, que duraban hasta un mes en parranda, de donde empezó la odisea de Carlos Benjamín, quien tiempo después formó su primer trio llamado San Juan, en honor a su pueblo natal, y al que pertenecía Antonio Fuentes y Calos Romero Granadillos.

El segundo grupo musical se denominó Liceo Celedón, en donde el puntero era Julio Mala y el cantante Fernando Sánchez, quienes daban serenatas y parrandas en la Bahía más linda de América.
En los años 50 llegó a Valledupar y justo en ese momento un tercer trio fue conformado con grandes folcloristas como Gustavo Gutiérrez – compadre y amigo- y José Jorge Arregocés, denominado el ‘Trio Serenata’, grupo dedicado casi en su totalidad a interpretación de boleros.

Aquel sonido inspirador de unas cuerdas comenzó a ser alternado con algunos grupos, el primero fue el Trío Los Inseparables, al que pertenecía Luis Uribe, Walberto y Roncallo, amigos de los que olvidó su apellido tal vez por su edad, pero recordó que también estuvo alternando con el trío Malanga, conformado por Hugues Martínez, Raúl Moncaliano y el Quinqui Molina.
La aparición del acordeón, en los años 60, aunque no afectó casi en nada a los guitarristas, les permitía aparecer en escenarios distintos. Esta vez Carlos Benjamín ya no interpretaba al lado de otro guitarrista, sino que lo hacía al lado de acordeonista como ‘Colacho’ Mendoza, Luis Enrique Martínez, Emiliano Zuleta, Enrique Díaz, entre otros.

La amena charla con este hombre con espíritu juvenil, entusiasta y coqueto, terminó en la recordación de aquellos compañeros de bohemia (algunos de ellos fallecidos), Alfredo Araujo Noguera, Darío Carrillo, Jaime Molina, Rafael Escalona, Gustavo Gutiérrez, Hugues Martínez, Raúl Mocalinado, Alfredo Enrique Riveira, José Jorge Arregocés.
“En esa época éramos errantes, casi que nómadas, no tenías inconvenientes en recorrer los pueblos del norte de Valledupar, podíamos durar hasta 12 o 15 días por fuera, prácticamente no teníamos compromisos de la familia, porque nos creíamos dueños del mundo, de ese grupo a gran parte Dios los recogió”, dijo.

En 1970 nace la barra Shanghai integrada por un grupo de amigos parranderos  que para la época de carnaval se encontraban pero tenían que ingeniárselas para buscar un nombre que los identificara para participar en la programación de las fiestas carnavaleras.
Pero un hecho histórico marcó lo que sería el inicio de la legendaria barra. 
Dentro de los fundadores  de esta barra están: Jorge  ‘El bore’Lúquez, Juanchito Díaz, Argemiro Mesa, William Quiroz Torres, Ciro Villazón, ‘El Pateto’ Monsalvo, Enrique Carrillo, Álvaro Escobar, Orlando Ustáriz, ‘Beto’ Murgas y Julio Escobar, entre otros amigos. Los dos últimos hacían parte del grupo musical y los  representaba en las parrandas.

Después de varios años de bohemia, este hombre de ocho décadas, se ha convertido en el protagonista de muchas parrandas, en donde su esposa Carmen Olga Salazar no puede fallar, su compañera más fiel, quien pese a que su amado es experto en tomar sin perder el control, ella nunca ha probado una gota de alcohol, porque prefiere estar alerta y atenta en el cuido de su amado, a quien pelean sus amigos para llevárselos a las parrandas en donde es centro de atención por su particularidad de alegrar su entorno.

Los fines de semana, según su amigo William Quiroz, llegan grupos de compañeros a buscarlo temprano, y aquel que llegue de primero tiene la honra de compartir con él un rato agradable.

Por Merlin Duarte García/El Pilón
[email protected]