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Columnista - 28 diciembre, 2014

Así funciona acá

A unas 23 millas de St. Petersburg sobre la zona de la bahía de Tampa, hay un pequeño pueblo llamado Ruskin, donde se cultivan los mejores tomates y fresas de la Florida. Picado por la curiosidad, me tomé una mañana para ir a visitar una granja cerca de esa localidad. A pesar de no tener […]

A unas 23 millas de St. Petersburg sobre la zona de la bahía de Tampa, hay un pequeño pueblo llamado Ruskin, donde se cultivan los mejores tomates y fresas de la Florida.

Picado por la curiosidad, me tomé una mañana para ir a visitar una granja cerca de esa localidad. A pesar de no tener un buen manejo del inglés, con una sola pregunta pude enterarme del enorme impacto que tiene la política agraria de los Estados Unidos en la productividad y rentabilidad de los agronegocios de sus granjeros.

Con un pocillo de café en la mano le solté al granjero una serie de preguntas. Lo primero que quería saber era ¿Cómo les ayuda el Estado a producir rentablemente sus productos? A lo que el granjero respondió. Primero, déjeme contarle que en nuestro país existe una Ley Agrícola –conocida como Farm Bill 2014- en la cual el presidente Obama aprobó un presupuesto de 489.000 millones de dólares para la ayuda del sector agropecuario hasta el año 2018. Para acceder a esos recursos, se fijaron unas reglas de juego.

La primera es que las ayudas se entregan sobre la base de lo producido y de los rendimientos de nuestros cultivos en cosechas anteriores.

Es decir, aquí se premia al productivo y se castiga al ineficiente.

Para obtener productos de buena calidad y obtener mayor productividad en nuestros campos, el gobierno nos proporciona programas de asistencia técnica en temas financieros, sanitarios, fitosanitarios, uso y conservación del suelo. Además nos mantiene una cobertura de apoyos en banda ancha rural, educación a distancia, servicios públicos, instituciones educativas comunitarias, hospitales y seguridad pública.

Como acá nos preocupamos mucho por las buenas semillas y la información necesaria para hacer crecer los cultivos, el gobierno nos financia en su totalidad la investigación, la extensión rural y el desarrollo de capacidades a través de fondos otorgados a instituciones educativas, estaciones experimentales agrícolas de los Estados y a las agencias de investigación del departamento de agricultura de los Estados Unidos -USDA-. Para los agricultores y ganaderos principiantes (jóvenes) hay programas directos de financiamiento para compra de propiedades por un monto de hasta 300 mil dólares.

Otro aspecto importante de la política agraria –sigue contando el granjero-, es que la mayoría de las ayudas se focalizaron a los productores de cereales, plantas oleaginosas (aceites), algodón y lácteos, mediante esquemas de apoyo basados en precios o ingresos esperados. A los agricultores les crearon dos programas de coberturas: el de riesgo agrícola y el de pérdidas de precio.

El granjero elige a cual de los dos se inscribe y los pagos máximos por perdida son de 125.000 dólares.

A los productores de leche les crearon tres programas de ayuda: el programa de protección de márgenes, para compensarles la caída de sus ingresos causados por el desplome de los precios o por los altos costos de insumos; el programa de adquisición de productos lácteos a precio de mercado para programas de nutrición del Estado y el programa de indemnización ganadera, que proporciona protección a los productores contra perdidas causadas por desastres naturales, incluyendo enfermedades.

Necesitaría otra columna para seguirles contando el resto de la conversación con este granjero de La Florida. En resumidas cuentas, es lo mismo que hemos venido haciendo en Colombia, pero al revés.

Columnista
28 diciembre, 2014

Así funciona acá

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Indalecio Dangond Baquero

A unas 23 millas de St. Petersburg sobre la zona de la bahía de Tampa, hay un pequeño pueblo llamado Ruskin, donde se cultivan los mejores tomates y fresas de la Florida. Picado por la curiosidad, me tomé una mañana para ir a visitar una granja cerca de esa localidad. A pesar de no tener […]


A unas 23 millas de St. Petersburg sobre la zona de la bahía de Tampa, hay un pequeño pueblo llamado Ruskin, donde se cultivan los mejores tomates y fresas de la Florida.

Picado por la curiosidad, me tomé una mañana para ir a visitar una granja cerca de esa localidad. A pesar de no tener un buen manejo del inglés, con una sola pregunta pude enterarme del enorme impacto que tiene la política agraria de los Estados Unidos en la productividad y rentabilidad de los agronegocios de sus granjeros.

Con un pocillo de café en la mano le solté al granjero una serie de preguntas. Lo primero que quería saber era ¿Cómo les ayuda el Estado a producir rentablemente sus productos? A lo que el granjero respondió. Primero, déjeme contarle que en nuestro país existe una Ley Agrícola –conocida como Farm Bill 2014- en la cual el presidente Obama aprobó un presupuesto de 489.000 millones de dólares para la ayuda del sector agropecuario hasta el año 2018. Para acceder a esos recursos, se fijaron unas reglas de juego.

La primera es que las ayudas se entregan sobre la base de lo producido y de los rendimientos de nuestros cultivos en cosechas anteriores.

Es decir, aquí se premia al productivo y se castiga al ineficiente.

Para obtener productos de buena calidad y obtener mayor productividad en nuestros campos, el gobierno nos proporciona programas de asistencia técnica en temas financieros, sanitarios, fitosanitarios, uso y conservación del suelo. Además nos mantiene una cobertura de apoyos en banda ancha rural, educación a distancia, servicios públicos, instituciones educativas comunitarias, hospitales y seguridad pública.

Como acá nos preocupamos mucho por las buenas semillas y la información necesaria para hacer crecer los cultivos, el gobierno nos financia en su totalidad la investigación, la extensión rural y el desarrollo de capacidades a través de fondos otorgados a instituciones educativas, estaciones experimentales agrícolas de los Estados y a las agencias de investigación del departamento de agricultura de los Estados Unidos -USDA-. Para los agricultores y ganaderos principiantes (jóvenes) hay programas directos de financiamiento para compra de propiedades por un monto de hasta 300 mil dólares.

Otro aspecto importante de la política agraria –sigue contando el granjero-, es que la mayoría de las ayudas se focalizaron a los productores de cereales, plantas oleaginosas (aceites), algodón y lácteos, mediante esquemas de apoyo basados en precios o ingresos esperados. A los agricultores les crearon dos programas de coberturas: el de riesgo agrícola y el de pérdidas de precio.

El granjero elige a cual de los dos se inscribe y los pagos máximos por perdida son de 125.000 dólares.

A los productores de leche les crearon tres programas de ayuda: el programa de protección de márgenes, para compensarles la caída de sus ingresos causados por el desplome de los precios o por los altos costos de insumos; el programa de adquisición de productos lácteos a precio de mercado para programas de nutrición del Estado y el programa de indemnización ganadera, que proporciona protección a los productores contra perdidas causadas por desastres naturales, incluyendo enfermedades.

Necesitaría otra columna para seguirles contando el resto de la conversación con este granjero de La Florida. En resumidas cuentas, es lo mismo que hemos venido haciendo en Colombia, pero al revés.