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Columnista - 28 febrero, 2015

Alex Rosado, In Memoriam

Cuando me conocí con Alex Rosado, hace más de 25 años, enseguida hubo una mutua empatía, me cayó bien ese muchacho robusto, moreno, simpático, jovial, de trato muy amable. Aunque ya lo había visto varias veces con amigos comunes del ahora extinto colegio militar, como lo son sus hermanos Ernesto Orozco Durán y José Yani, […]

Cuando me conocí con Alex Rosado, hace más de 25 años, enseguida hubo una mutua empatía, me cayó bien ese muchacho robusto, moreno, simpático, jovial, de trato muy amable. Aunque ya lo había visto varias veces con amigos comunes del ahora extinto colegio militar, como lo son sus hermanos Ernesto Orozco Durán y José Yani, y mi amigo del Barrio Santana, Julio Acosta, a quienes los unía entre otras cosas una afición y amistad en común, el folclor vallenato y la hermandad en torno del caballero del vallenato: Peter Manjarrez.

Pero fue en sus andanzas con el también desaparecido y nuestro dilectísimo amigo, Julio Sierra Pimienta, (tío de su querido cuñado, el prestigioso médico Rubén Leonelo Sierra) cuando estrechamos nuestros lazos de amistad, dada la cercanía de los Sierra con mi familia. Ese afecto y mutua simpatía, se consolidó con los años y también con su unión con la pariente Rosa Clara Oñate, y aunque no éramos amigos apegados, de hablar constantemente o de andar juntos, cuando coincidíamos, siempre había ese cariño mutuo y camaradería, siempre nos mandábamos saludos y recados.

Cuando leyó la columna en la que manifesté mi deseo de hacerme la cirugía bariatrica, no dudó un instante en mandarme razón con mi mamá, con quien se conoció en el velorio de su señora madre Olfrida Barrios, quien falleciera hace pocos años en un trágico accidente. Alex caballerosamente se acercó a mi madre y se le presentó, le contó de nuestra amistad, de su experiencia después de la cirugía y de los positivos cambios que esta había traído para su salud y para su vida, diciéndole que quería hablar conmigo para darme algunos consejos, lo cual hizo unos meses después cuando nos encontramos. Él fue uno de los que me animó a hacerme el sleeve gástrico, con el cual adelgacé 70 kilos de pesos y le di un nuevo sentido a mi vida.

En los últimos años el organismo de Alex fue abatido por un terrible cáncer, el cual muy a pesar de lo abrasivo y doloroso, no logró doblegar su espíritu, la valentía y fortaleza de un hombre noble y sincero, al cual la adversidad quiso postrar y no pudo, fue un ejemplo para muchos, un testimonio de fe, de resignación, de abandono y entrega a Dios. Sus amigos raras veces lo vimos quejarse, muy por el contrario siempre procuró mostrarse de buen ánimo y con una sonrisa a flor de piel, su desmejoramiento físico fue evidente, pero su actitud positiva ante tanto dolor, es sin duda algo admirable, tan loable como la disposición de todos sus entrañables amigos de estar muy pendientes y acompañarlo lo más posible, tal cual lo hizo su hermano Ernesto Orozco o ‘Pesta’ como en su momento él lo llamaba y por cariño también lo llamamos a veces sus amigos de vieja data.

Este articulo no solo es en memoria de mi amigo Alex, sino un homenaje a todos aquellos que no lo abandonaron en su pena y le ayudaron a hacer más llevadero su sufrimiento. Ángeles que Dios puso en su camino, bálsamo para su cuerpo y alma, una misión que el Todopoderoso les encomendó y que supieron desempeñar con decoro, resalto y aplaudo el amor que le pusieron a la misma, porque estoy seguro que si Alex durante su vida se sintió amado, en su convalecencia lo comprobó con creces. A Osiris, Rubén y todos sus familiares y muy especialmente a la familia Comfacesar, mis más sinceras condolencias y un fraternal abrazo.

@juliomceledon

Columnista
28 febrero, 2015

Alex Rosado, In Memoriam

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Cuando me conocí con Alex Rosado, hace más de 25 años, enseguida hubo una mutua empatía, me cayó bien ese muchacho robusto, moreno, simpático, jovial, de trato muy amable. Aunque ya lo había visto varias veces con amigos comunes del ahora extinto colegio militar, como lo son sus hermanos Ernesto Orozco Durán y José Yani, […]


Cuando me conocí con Alex Rosado, hace más de 25 años, enseguida hubo una mutua empatía, me cayó bien ese muchacho robusto, moreno, simpático, jovial, de trato muy amable. Aunque ya lo había visto varias veces con amigos comunes del ahora extinto colegio militar, como lo son sus hermanos Ernesto Orozco Durán y José Yani, y mi amigo del Barrio Santana, Julio Acosta, a quienes los unía entre otras cosas una afición y amistad en común, el folclor vallenato y la hermandad en torno del caballero del vallenato: Peter Manjarrez.

Pero fue en sus andanzas con el también desaparecido y nuestro dilectísimo amigo, Julio Sierra Pimienta, (tío de su querido cuñado, el prestigioso médico Rubén Leonelo Sierra) cuando estrechamos nuestros lazos de amistad, dada la cercanía de los Sierra con mi familia. Ese afecto y mutua simpatía, se consolidó con los años y también con su unión con la pariente Rosa Clara Oñate, y aunque no éramos amigos apegados, de hablar constantemente o de andar juntos, cuando coincidíamos, siempre había ese cariño mutuo y camaradería, siempre nos mandábamos saludos y recados.

Cuando leyó la columna en la que manifesté mi deseo de hacerme la cirugía bariatrica, no dudó un instante en mandarme razón con mi mamá, con quien se conoció en el velorio de su señora madre Olfrida Barrios, quien falleciera hace pocos años en un trágico accidente. Alex caballerosamente se acercó a mi madre y se le presentó, le contó de nuestra amistad, de su experiencia después de la cirugía y de los positivos cambios que esta había traído para su salud y para su vida, diciéndole que quería hablar conmigo para darme algunos consejos, lo cual hizo unos meses después cuando nos encontramos. Él fue uno de los que me animó a hacerme el sleeve gástrico, con el cual adelgacé 70 kilos de pesos y le di un nuevo sentido a mi vida.

En los últimos años el organismo de Alex fue abatido por un terrible cáncer, el cual muy a pesar de lo abrasivo y doloroso, no logró doblegar su espíritu, la valentía y fortaleza de un hombre noble y sincero, al cual la adversidad quiso postrar y no pudo, fue un ejemplo para muchos, un testimonio de fe, de resignación, de abandono y entrega a Dios. Sus amigos raras veces lo vimos quejarse, muy por el contrario siempre procuró mostrarse de buen ánimo y con una sonrisa a flor de piel, su desmejoramiento físico fue evidente, pero su actitud positiva ante tanto dolor, es sin duda algo admirable, tan loable como la disposición de todos sus entrañables amigos de estar muy pendientes y acompañarlo lo más posible, tal cual lo hizo su hermano Ernesto Orozco o ‘Pesta’ como en su momento él lo llamaba y por cariño también lo llamamos a veces sus amigos de vieja data.

Este articulo no solo es en memoria de mi amigo Alex, sino un homenaje a todos aquellos que no lo abandonaron en su pena y le ayudaron a hacer más llevadero su sufrimiento. Ángeles que Dios puso en su camino, bálsamo para su cuerpo y alma, una misión que el Todopoderoso les encomendó y que supieron desempeñar con decoro, resalto y aplaudo el amor que le pusieron a la misma, porque estoy seguro que si Alex durante su vida se sintió amado, en su convalecencia lo comprobó con creces. A Osiris, Rubén y todos sus familiares y muy especialmente a la familia Comfacesar, mis más sinceras condolencias y un fraternal abrazo.

@juliomceledon