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Columnista - 10 noviembre, 2016

Ingratitud

Después 60 años de darle brillo a Colombia en el exterior y mostrar la cara amable de este flagelado y desprestigiado país por diferentes tipos violencia y delincuencia, es lamentable las condiciones de extrema pobreza en que murió otro grande de la canción colombiana, Nelson Pinedo Fadull. No es la primera vez que este tipo […]

Después 60 años de darle brillo a Colombia en el exterior y mostrar la cara amable de este flagelado y desprestigiado país por diferentes tipos violencia y delincuencia, es lamentable las condiciones de extrema pobreza en que murió otro grande de la canción colombiana, Nelson Pinedo Fadull.

No es la primera vez que este tipo de acontecimiento sucede con artistas de este país, mueren en la ignominia abandonados a su suerte, por no contar esta nación con políticas de estado que protejan de estas calamidades a sus más sobresalientes hijos.

Los músicos son grandes difusores de nuestra nacionalidad, sus obras trascienden tiempo y fronteras, desempeñan mejor papel que la voluminosa, costosa y torpe carga diplomática que nos representa en el concierto mundial, Ej: Panamá, Los Monjes y Nicaragua.

La lista de canciones colombianas que se escuchan por el mundo es extensa, para vergüenza nuestra, la legislación autoral es difusa y confusa, Sayco beneficia a pocos que no han tenido la trascendencia de los antológicos, que esperan como el coronel de García Márquez, sean compensados con los beneficios que su obra produce y que no llega a sus bolsillos.

Crescencio Salcedo, es de los casos aberrante de abandono, compositor de canciones que han tenido permanente difusión en todos los rincones del mundo, como Mi Cafetal, La Múcura y el imperecedero, Año Viejo, Salcedo, derivaba su sustento de la elaboración de flautas de caña de millo, que vendía en las calles de Medellín y murió tirado en una de estas calles, triste, solo y desarrapado.

Wilson Choperena, otra prueba de la insensibilidad estatal y órganos encargados de recaudar los dineros del derecho autoral, Sayco le asignaba una pensión de 250 mil pesos, por la canción que es nuestra segunda identidad después del himno, La Pollera Colorá, de la cual Choperena fue su coautor, irónicamente un ex alto directivo de Sayco, guajiro y compositor, para más señas, comento que Wilson era arribista porque quería vivir de esa sola obra, lo que desconoce este colega de Choperena, es que esta cumbia ha sido versionada más de 600 veces en diferentes partes del mundo e idiomas y que el tal vez él, no tenga una canción de esta trascendencia, porque la obra de dicho ex es conocida a nivel parroquial. Choperena murió en el ostracismo, vivió sus últimos días en un cuartico en Bogotá.

El autor del ritmo merecumbé y su obra cumbre, ¡Ay Cosita Linda ¡ Francisco “Pacho” Galán, sufrió la ingratitud de los políticos mañosos, “El viejo Pacho”, murió en condiciones calamitosa, ciego con Alzheimer y pobre en su natal Soledad.

En el medio local se destaca el caso Wilson Sánchez, hace 50 años su canción “La Banda Borracha”, se pasea por todos los confines del mundo, “Wicho”, deambula todavía por la calle del Cesar de Valledupar, no ha podido encontrar lo que andaba buscando.

Injusto, que políticos que avergüenzan al país, reciban pensiones de 30 millones de pesos y artistas difusores de nuestra identidad en el mundo vivan y mueran en la indigencia.

Columnista
10 noviembre, 2016

Ingratitud

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

Después 60 años de darle brillo a Colombia en el exterior y mostrar la cara amable de este flagelado y desprestigiado país por diferentes tipos violencia y delincuencia, es lamentable las condiciones de extrema pobreza en que murió otro grande de la canción colombiana, Nelson Pinedo Fadull. No es la primera vez que este tipo […]


Después 60 años de darle brillo a Colombia en el exterior y mostrar la cara amable de este flagelado y desprestigiado país por diferentes tipos violencia y delincuencia, es lamentable las condiciones de extrema pobreza en que murió otro grande de la canción colombiana, Nelson Pinedo Fadull.

No es la primera vez que este tipo de acontecimiento sucede con artistas de este país, mueren en la ignominia abandonados a su suerte, por no contar esta nación con políticas de estado que protejan de estas calamidades a sus más sobresalientes hijos.

Los músicos son grandes difusores de nuestra nacionalidad, sus obras trascienden tiempo y fronteras, desempeñan mejor papel que la voluminosa, costosa y torpe carga diplomática que nos representa en el concierto mundial, Ej: Panamá, Los Monjes y Nicaragua.

La lista de canciones colombianas que se escuchan por el mundo es extensa, para vergüenza nuestra, la legislación autoral es difusa y confusa, Sayco beneficia a pocos que no han tenido la trascendencia de los antológicos, que esperan como el coronel de García Márquez, sean compensados con los beneficios que su obra produce y que no llega a sus bolsillos.

Crescencio Salcedo, es de los casos aberrante de abandono, compositor de canciones que han tenido permanente difusión en todos los rincones del mundo, como Mi Cafetal, La Múcura y el imperecedero, Año Viejo, Salcedo, derivaba su sustento de la elaboración de flautas de caña de millo, que vendía en las calles de Medellín y murió tirado en una de estas calles, triste, solo y desarrapado.

Wilson Choperena, otra prueba de la insensibilidad estatal y órganos encargados de recaudar los dineros del derecho autoral, Sayco le asignaba una pensión de 250 mil pesos, por la canción que es nuestra segunda identidad después del himno, La Pollera Colorá, de la cual Choperena fue su coautor, irónicamente un ex alto directivo de Sayco, guajiro y compositor, para más señas, comento que Wilson era arribista porque quería vivir de esa sola obra, lo que desconoce este colega de Choperena, es que esta cumbia ha sido versionada más de 600 veces en diferentes partes del mundo e idiomas y que el tal vez él, no tenga una canción de esta trascendencia, porque la obra de dicho ex es conocida a nivel parroquial. Choperena murió en el ostracismo, vivió sus últimos días en un cuartico en Bogotá.

El autor del ritmo merecumbé y su obra cumbre, ¡Ay Cosita Linda ¡ Francisco “Pacho” Galán, sufrió la ingratitud de los políticos mañosos, “El viejo Pacho”, murió en condiciones calamitosa, ciego con Alzheimer y pobre en su natal Soledad.

En el medio local se destaca el caso Wilson Sánchez, hace 50 años su canción “La Banda Borracha”, se pasea por todos los confines del mundo, “Wicho”, deambula todavía por la calle del Cesar de Valledupar, no ha podido encontrar lo que andaba buscando.

Injusto, que políticos que avergüenzan al país, reciban pensiones de 30 millones de pesos y artistas difusores de nuestra identidad en el mundo vivan y mueran en la indigencia.