Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 28 noviembre, 2015

Informalidad laboral y empleo digno

En los análisis que se han realizado sobre el empleo en Colombia, se ha establecido que la informalidad es un enemigo serio para la estabilidad de la economía. Este hecho es inobjetable. Sin embargo, sí un ciudadano revisa la compleja maraña de las políticas públicas de empleo y su aplicación en el mercado laboral, descubre […]

En los análisis que se han realizado sobre el empleo en Colombia, se ha establecido que la informalidad es un enemigo serio para la estabilidad de la economía. Este hecho es inobjetable. Sin embargo, sí un ciudadano revisa la compleja maraña de las políticas públicas de empleo y su aplicación en el mercado laboral, descubre con facilidad que existe un factor de relajación y de poca dignificación a la hora de proveer puestos en gran parte del sector privado y público.

Hablar de dignificación hace referencia a que cada sujeto en el mercado laboral, encuentre de acuerdo con sus habilidades y competencias, un trabajo que honre lo que sabe, lo que trabaja y lo que produce para una empresa u organización. Esta regla básica parece en vía de extinción, doblegada por la máxima de eficiencia: “cada día hay que producir más con menos”.

Tener un trabajo digno parece más un lujo del mercado, que un derecho de cualquier ciudadano. Hace unos días me reencontré con un viejo amigo, recién desembarcado de Alemania con un flamante título de doctorado y me comentó que estaba en un proceso de selección para ingresar a una empresa del sector financiero, que luego de haber pasado cuatro pruebas y una entrevista en inglés, le habían ofrecido dos millones quinientos mil pesos de salario, más una promesa de estabilidad laboral. ¿Esto es digno, para alguien que ha invertido esfuerzo y dinero en formarse como doctor?

Otro hecho que incide en la dignificación laboral, se relaciona con el cumplimiento en los pagos, este elemento es más recurrente en el mercado de la consultoría, donde los contratos u órdenes de prestación de servicio, se han articulado con cláusulas que advierten al contratista, que el pago se hará una vez se cumpla con el lleno de los requisitos, o en su defecto cuando el cliente reciba el producto y pague. Bajo este simple panorama, el prestador de servicio puede verse en ascuas, esperando un pago entre 15, 30 y 90 días después de prestar sus servicios. Mientras esto ocurre el trabajador se aferra a la máxima popular: “es mejor esto a no tener nada”, aguantándose todo tipo de angustia para poder pagar sus gastos y no protesta para no perder su empleo.

Como hecho anecdótico hace poco pasé por la incómoda situación de asesorar un proyecto de 6.000 mil millones de pesos, donde después de transcurrido el trecer mes de asesoría, no vi pagas mis cuentas de cobros, al respecto recibí como respuesta: el cliente (una entidad de la nación) no había pagado y por ende no se me podía pagar. Solución decidí retirar mis servicios y emprender acciones legales para que mis derechos fueran respetados.

El mensaje de toda esta situación es que existe una suerte de relajación en los controles al mercado laboral, así mismo falta mayor capacidad de denuncia por parte del trabajador, quien agobiado por sus necesidades propias, prefiere aguantar estoicamente todo tipo de situaciones.

Finalmente, la remuneración por un trabajo se asemeja al árbol que durante meses trabaja silenciosamente para sacar los frutos. La remuneración oportuna y justa de un trabajador son el fruto de todo lo que este ha sembrado. El salario o remuneración significa lo que merece recibir o ganar por lo que ha dado o entregado. En síntesis, son el fruto que mereces por tu trabajo.

¿Será por eso que aumenta el número de colombianos, que optan por la informalidad y no pagar tributos en un empleo poco digno?

Columnista
28 noviembre, 2015

Informalidad laboral y empleo digno

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Roberto Carlos Núñez Vega

En los análisis que se han realizado sobre el empleo en Colombia, se ha establecido que la informalidad es un enemigo serio para la estabilidad de la economía. Este hecho es inobjetable. Sin embargo, sí un ciudadano revisa la compleja maraña de las políticas públicas de empleo y su aplicación en el mercado laboral, descubre […]


En los análisis que se han realizado sobre el empleo en Colombia, se ha establecido que la informalidad es un enemigo serio para la estabilidad de la economía. Este hecho es inobjetable. Sin embargo, sí un ciudadano revisa la compleja maraña de las políticas públicas de empleo y su aplicación en el mercado laboral, descubre con facilidad que existe un factor de relajación y de poca dignificación a la hora de proveer puestos en gran parte del sector privado y público.

Hablar de dignificación hace referencia a que cada sujeto en el mercado laboral, encuentre de acuerdo con sus habilidades y competencias, un trabajo que honre lo que sabe, lo que trabaja y lo que produce para una empresa u organización. Esta regla básica parece en vía de extinción, doblegada por la máxima de eficiencia: “cada día hay que producir más con menos”.

Tener un trabajo digno parece más un lujo del mercado, que un derecho de cualquier ciudadano. Hace unos días me reencontré con un viejo amigo, recién desembarcado de Alemania con un flamante título de doctorado y me comentó que estaba en un proceso de selección para ingresar a una empresa del sector financiero, que luego de haber pasado cuatro pruebas y una entrevista en inglés, le habían ofrecido dos millones quinientos mil pesos de salario, más una promesa de estabilidad laboral. ¿Esto es digno, para alguien que ha invertido esfuerzo y dinero en formarse como doctor?

Otro hecho que incide en la dignificación laboral, se relaciona con el cumplimiento en los pagos, este elemento es más recurrente en el mercado de la consultoría, donde los contratos u órdenes de prestación de servicio, se han articulado con cláusulas que advierten al contratista, que el pago se hará una vez se cumpla con el lleno de los requisitos, o en su defecto cuando el cliente reciba el producto y pague. Bajo este simple panorama, el prestador de servicio puede verse en ascuas, esperando un pago entre 15, 30 y 90 días después de prestar sus servicios. Mientras esto ocurre el trabajador se aferra a la máxima popular: “es mejor esto a no tener nada”, aguantándose todo tipo de angustia para poder pagar sus gastos y no protesta para no perder su empleo.

Como hecho anecdótico hace poco pasé por la incómoda situación de asesorar un proyecto de 6.000 mil millones de pesos, donde después de transcurrido el trecer mes de asesoría, no vi pagas mis cuentas de cobros, al respecto recibí como respuesta: el cliente (una entidad de la nación) no había pagado y por ende no se me podía pagar. Solución decidí retirar mis servicios y emprender acciones legales para que mis derechos fueran respetados.

El mensaje de toda esta situación es que existe una suerte de relajación en los controles al mercado laboral, así mismo falta mayor capacidad de denuncia por parte del trabajador, quien agobiado por sus necesidades propias, prefiere aguantar estoicamente todo tipo de situaciones.

Finalmente, la remuneración por un trabajo se asemeja al árbol que durante meses trabaja silenciosamente para sacar los frutos. La remuneración oportuna y justa de un trabajador son el fruto de todo lo que este ha sembrado. El salario o remuneración significa lo que merece recibir o ganar por lo que ha dado o entregado. En síntesis, son el fruto que mereces por tu trabajo.

¿Será por eso que aumenta el número de colombianos, que optan por la informalidad y no pagar tributos en un empleo poco digno?