Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 4 marzo, 2017

El imperio de las guacamayas

Es cada vez más común ver como un candidato enarbola las banderas de determinado movimiento o partido político, pero que al ver amenazado sus aspiraciones políticas sin pudor y vergüenza alguna, cambia de organización, demostrando la prevalencia de sus intereses particulares por encima de los de la colectividad.

Los partidos y movimientos políticos en Colombia han enfrentado una crisis institucional dentro de su organización, por ello se hizo necesaria una reforma política que adoptara las reglas para su organización y funcionamiento. En este sentido, en el 2011 se sancionó la Ley 1475 para este propósito.

El artículo 2 de dicha ley señala que “en ningún caso se permitirá a los ciudadanos pertenecer simultáneamente a más de un partido o movimiento político. La militancia o pertenencia a un partido o movimiento político se establecerá con la inscripción que haga el ciudadano ante la respectiva organización política, según el sistema de identificación y registro que se adopte para tal efecto el cual deberá establecerse conforme a las leyes existentes en materia de protección de datos”.

Lo anterior obedece a la imperiosa necesidad de cortar de raíz la cada vez más practicada doble militancia y trasfuguismo de los políticos, que de manera descarada recorren su trasegar político en los diferentes partidos sin tener en cuenta la ideología y principios de cada movimiento, sino su sed y avaricia de acceder al poder.

Es cada vez más común ver como un candidato enarbola las banderas de determinado movimiento o partido político, pero que al ver amenazado sus aspiraciones políticas sin pudor y vergüenza alguna, cambia de organización, demostrando la prevalencia de sus intereses particulares por encima de los de la colectividad, que espera que su representante sea una persona idónea y con una propuesta acorde con sus postulados.

Pero también es cierto que el trasfuguismo político tiene su asidero en la organización de los mismos partidos o movimientos, toda vez que estos son dirigidos cada vez más para defender los intereses de determinada casta o familia política y de acuerdo con los intereses electorales, olvidándose de la colectividad y el fortalecimiento programático.

Mientras los partidos políticos no fortalezcan los mecanismos de su democracia interna, para establecer reglas claras en la escogencia de sus candidatos, veremos menguada la unidad y disciplina en los diferentes movimientos, toda vez que muchos de sus miembros le importa un bledo la lealtad y coherencia política, porque lo único que buscan es posicionarse en una organización que le garantice su ascenso al poder.

Por eso encontramos en las diferentes corporaciones de elección popular, la actuación de miembros que no tienen en cuenta el régimen de bancadas, que garantiza la disciplina de las colectividades dentro de los cuerpos colegiados, sino que actúan bajo sus intereses personales, para satisfacer sus necesidades económicas y burocráticas, ocasionando un grave deterioro a la democracia, evadiendo la responsabilidad frente a su electorado y al partido con cuyo aval fueron elegidos.

Se requieren con urgencia partidos fortalecidos y coherentes, los cuales deben hacerse responsables por los avales otorgados y las actuaciones de sus gobernantes, solo así podrán establecer los filtros que permitan limpiar la democracia de políticos corruptos, presentar candidatos honestos, sin antecedentes que solo buscan desangran el país sin importar el partido o movimiento político que los avale.

Si logramos acabar con la doble militancia y el trasfuguismo podemos exigirle más a los partidos, ayudamos a oxigenar las listas de candidatos avalados, incentivamos la democracia dentro de los partidos al momento de otorgar sus avales, de lo contrario estamos condenados a seguir eligiendo los mismos personajes que se han aprovechado del estado desde tiempos memorables.

Por Diógenes Pino Sanjur

Columnista
4 marzo, 2017

El imperio de las guacamayas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Diógenes Pino Sanjur

Es cada vez más común ver como un candidato enarbola las banderas de determinado movimiento o partido político, pero que al ver amenazado sus aspiraciones políticas sin pudor y vergüenza alguna, cambia de organización, demostrando la prevalencia de sus intereses particulares por encima de los de la colectividad.


Los partidos y movimientos políticos en Colombia han enfrentado una crisis institucional dentro de su organización, por ello se hizo necesaria una reforma política que adoptara las reglas para su organización y funcionamiento. En este sentido, en el 2011 se sancionó la Ley 1475 para este propósito.

El artículo 2 de dicha ley señala que “en ningún caso se permitirá a los ciudadanos pertenecer simultáneamente a más de un partido o movimiento político. La militancia o pertenencia a un partido o movimiento político se establecerá con la inscripción que haga el ciudadano ante la respectiva organización política, según el sistema de identificación y registro que se adopte para tal efecto el cual deberá establecerse conforme a las leyes existentes en materia de protección de datos”.

Lo anterior obedece a la imperiosa necesidad de cortar de raíz la cada vez más practicada doble militancia y trasfuguismo de los políticos, que de manera descarada recorren su trasegar político en los diferentes partidos sin tener en cuenta la ideología y principios de cada movimiento, sino su sed y avaricia de acceder al poder.

Es cada vez más común ver como un candidato enarbola las banderas de determinado movimiento o partido político, pero que al ver amenazado sus aspiraciones políticas sin pudor y vergüenza alguna, cambia de organización, demostrando la prevalencia de sus intereses particulares por encima de los de la colectividad, que espera que su representante sea una persona idónea y con una propuesta acorde con sus postulados.

Pero también es cierto que el trasfuguismo político tiene su asidero en la organización de los mismos partidos o movimientos, toda vez que estos son dirigidos cada vez más para defender los intereses de determinada casta o familia política y de acuerdo con los intereses electorales, olvidándose de la colectividad y el fortalecimiento programático.

Mientras los partidos políticos no fortalezcan los mecanismos de su democracia interna, para establecer reglas claras en la escogencia de sus candidatos, veremos menguada la unidad y disciplina en los diferentes movimientos, toda vez que muchos de sus miembros le importa un bledo la lealtad y coherencia política, porque lo único que buscan es posicionarse en una organización que le garantice su ascenso al poder.

Por eso encontramos en las diferentes corporaciones de elección popular, la actuación de miembros que no tienen en cuenta el régimen de bancadas, que garantiza la disciplina de las colectividades dentro de los cuerpos colegiados, sino que actúan bajo sus intereses personales, para satisfacer sus necesidades económicas y burocráticas, ocasionando un grave deterioro a la democracia, evadiendo la responsabilidad frente a su electorado y al partido con cuyo aval fueron elegidos.

Se requieren con urgencia partidos fortalecidos y coherentes, los cuales deben hacerse responsables por los avales otorgados y las actuaciones de sus gobernantes, solo así podrán establecer los filtros que permitan limpiar la democracia de políticos corruptos, presentar candidatos honestos, sin antecedentes que solo buscan desangran el país sin importar el partido o movimiento político que los avale.

Si logramos acabar con la doble militancia y el trasfuguismo podemos exigirle más a los partidos, ayudamos a oxigenar las listas de candidatos avalados, incentivamos la democracia dentro de los partidos al momento de otorgar sus avales, de lo contrario estamos condenados a seguir eligiendo los mismos personajes que se han aprovechado del estado desde tiempos memorables.

Por Diógenes Pino Sanjur