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Farándula - 22 enero, 2017

Gustavo Gutiérrez: sueños, frustraciones y logros

Se convirtió en compositor cuando tenía 23 años. Aunque la música de sus amores es la instrumental, asegura que la poesía murió en la música vallenata y que a él, lo criticaron por introducirla cuando comenzó a componer canciones.

Toda canción tiene una historia, toda historia tiene un protagonista lleno de vivencias, anécdotas y sueños. Gustavo Gutiérrez Cabello es el dueño de unas 100 obras hechas durante 50 años, grabadas en la música vallenata, en el folclor merenguero y hasta en rancheras.

Elegante – como siempre luce – esperó sereno sobre una silla ubicada en el patio de su vivienda. Allí, ‘El Flaco de Oro’ –‘como lo llaman’-, recibe a las visitas que observan tres guitarras, un acordeón piano, figuras artesanales y por supuesto, los diplomas o reconocimientos que le han hecho universidades, corporaciones y fundaciones por su aporte a la música vallenata.

El acordeón que tocaba en las parrandas hoy es un adorno. Dejó de interpretarlo cuando las reuniones entre amigos, que salían a dar serenatas por las calles del ‘Viejo Valledupar’, se esfumaron como el aroma que olfateaban por las noches al cantar frente a una ventana.

–“Las parrandas vallenatas se extinguieron y eso me afectó”, asegura-.

Considera que tiene un “pecado mortal” y es “ser demasiado sencillo y humilde”, cualidades que cualquier ser humano desearía tener en su vida. Lo acoge como un “cáncer que lleva por dentro”. Fue vicepresidente de la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata por 10 años, y solamente tiene una fotografía con personalidades como Gabriel García Márquez y Rafael Escalona. –“Escalona me agarró por un brazo, fue en el hotel Vajamar, y me jaló por el brazo para que saliera yo. En la foto está Alejandro Durán, Rafael Escalona, Gabriel García Márquez y Gustavo Gutiérrez. El único vivo soy yo (risas)”-.

“El pecado mortal mío es ser demasiado sencillo y humilde. Es mal hecho ser así, pero así me hizo Dios y eso viene del gen de mi madre Teotiste Cabello, que era una mujer muy sencilla y humilde. No es una enfermedad, es un cáncer que llevo dentro”.

Su personalidad es muy parecida a la de Emiliano Zuleta Díaz, a quien no le gustan las entrevistas, las fotografías, el roce con el público y las preguntas indecentes.

–“‘Emilianito’ y yo nos parecemos en eso”-.
Creció tocando y cantando, boleros y rancheras, tiene especialidades a la hora de interpretar la guitarra, como es interpretar zamba o milonga. Es seguidor de Luciano Pavarotti, Mario Lanza, Plácido Domingo y hasta de Andrea Bocelli. Su pasión es la música instrumental.

“Yo en mi casa me crié escuchando a mi papá tocar, en el piano, música de Ernesto Lecuona, entonces en la vejez no puede cambiar de gusto. Me satisface la vida tranquila y sencilla, me mudé de la plaza Alfonso López porque a la vuelta estaba El Callejón de la Estrella y los fines de semana me llegaba una cantidad de amigos a tocarme la puerta”, manifestó.

Con lo cotidiano, Gutiérrez Cabello disfruta por encima de cualquier objeto de valor. Ir al río Badillo, pasear por Patillal y salir al cine, sus planes favoritos. Hace 20 años dejó el licor de parrandas, -“a veces me tomo uno, pero de cinco no paso”-.

Comenzó a componer canciones tarde. A la edad de 18 años no tenía idea de cómo tejer una melodía y cuadrar un profundo mensaje.

Fue a los 23, cinco años después, cuando compuso sus primeras canciones: ‘Confidencia’ y ‘La espina’. Una frustración amorosa lo marcó y el único recurso fue componer un mensaje que está enmarcado entre los cantos clásicos del folclor.

Aunque lo absorbían las rancheras de José Alfredo Jiménez, el estilo de Atahualpa Yupanqui -Héctor Roberto Chavero-, el vallenato terminó atrapándolo hasta la década de los 90, cuando su inspiración se fue como golondrina sin albedrío.
“Nunca es tarde para empezar. Yo inicié a los 23 años y para ser compositor no hay necesidad de hacerlo a los 10 años”.

Es administrador de empresas, egresado de la Universidad EAN, donde fue a estudiar por complacer a su padre Evaristo, quien le advirtió que si se quedaba en Bogotá estudiando música, “que me regresara”.

Tiene en una de las cuatro paredes de su patio cantidades de pergaminos, reconocimientos y títulos honoris causa, como el de Comunicador Social entregado por la Universidad Cooperativa de Colombia, o el de profesional en Arte, Folklore y Cultura, de la Universidad Popular del Cesar, entre otros.

¿Regresó la inspiración?

En diciembre pasado, Jorge Oñate presentó ‘Sueña corazón’, obra de Gustavo Gutiérrez Cabello, una canción que para muchos es inédita.
“Cuando Oñate (Jorge) me grabó ‘Calma mi melancolía’ (1983) –aparece en el álbum 13 aniversario-, se llevó dos canciones. Un día me llamó y me dijo que tenía la canción, yo la escuché, le hice unos arreglos de forma, la actualicé un poco; le puse un coro más pegajoso, pero era una canción viejísima”, indicó Gustavo haciendo referencia a ‘Sueña corazón’.

Es seguro al hablar sobre su retiro de la composición. “Perder la inspiración nos pasa a los compositores que cantamos con el alma.

Tú buscas a mis amigos y cada canción tiene su historia, no es ficticia, no es imaginaria, yo no tengo imaginación para hacer canciones como otros maestros del vallenato, yo tengo es sentimiento, sensibilidad, a ultranza tal vez por la época que viví de trasnochador por toda la provincia: los cantos míos casi todos son realidades, los amigos míos saben a quién le hice tal canción”, declara.

La musa de Gustavo se esfumó con las parrandas. “Esas parrandas hermosas que se hacían con Escalona (Rafael), ‘Colacho’ (Nicolás Elías), los Pavajeau (familia vallenata de tradición en la cultura local), se extinguieron y eso me afectó. También me afectaron los años, porque cuando estaba joven vivía enamorado y me salían las canciones, ya soy un hombre organizado, estoy en la última etapa de mi vida, y sería como ridículo ponerme ahora a cantarle a una muchacha yo te quiero, a la edad de 76 años, ahí entraría en juego la imaginación y no el sentimiento”.

Tiene la frase que “para ser un buen cadáver hay que morir joven”, se la decía su amigo Jaime Molina.
“El último golpe de gracia me lo dio la canción ‘No pido más’ –grabada por Jorge Celedón-, que para muchos entendidos es la mejor letra que he hecho. Y resulta que esa canción ni gustó, ni sonó, fue el golpe más duro y fue cuando me convencí que la poesía había pasado de moda”.

Frustración
“La gran frustración de mi vida fue que no acepté una beca que me ofreció Doña Cecilia de López, cuando fue primera dama. En esa época yo era director de Turismo (Cesar) y yo iba a Bogotá a promocionar el Festival Vallenato, recuerdo que estaba Virgilio Barco de alcalde en Bogotá, hicimos una toma por la ciudad, y ella me dijo que si yo quería estudiar música me conseguía una beca para irme a estudiar Italia, yo lo consulté con mis padres y mi mamá se puso a llorar; yo soy muy consentido”, lamenta Gustavo Gutiérrez.

Este hombre, ganador en dos ocasiones del concurso de canción inédita en el Festival Vallenato, quiso ser cantante de ópera –“no tuve las cualidades vocales”-, así como también tuvo la intención de ser concertista de piano –“esa era mi debilidad y fue mi gran frustración, porque es la hora y no toco piano”.
“Yo me crié con la guitarra cantando boleros, ranchera; mi especialidad es la música de Argentina, la zamba y la milonga”.

La crisis en el vallenato
“El vallenato está en su mejor época en cuanto a acordeón. La crisis está en la composición. Hay un balance raro, porque en las academias tocan es el vallenato clásico, el Festival Vallenato está haciendo un gran trabajo de premiar a los niños, por eso hay que fomentar esa cultura”, dice Gustavo Gutiérrez.

Señala que ha escuchado comentarios sobre compositores que han dicho que no se puede hacer poesía, “porque ya pasó de moda, que es un tema cursi”, por eso considera que “está probado que es un vallenato (nueva ola) desechable, como el pan caliente, se va rápido, en cambio el vallenato clásico perdura en el tiempo”.

Sostiene que es “un trabajo duro, verraco”, que debe aplicarse también con los medios de comunicación “porque noto que los locutores le están haciendo un daño gravísimo al vallenato; no diferencian lo que es un paseo, una nueva ola, un reggaetón, debería hacerse una reunión con dueños de emisora, controles de sonido, locutores, no estoy diciendo que no pongan la otra música, no me vayan a mal interpretar; que digan lo que es blanco es blanco, y lo que es negro es negro”.

No desestima a sus colegas. “El compositor puede hacer lo que quiera. Yo tengo una cumbia que me grabó Juan Piña –‘El hombre de la piel morena’-, pero yo puedo hacer ranchera, bolero y nadie me lo va a impedir. Lo que sí que no es vallenato, el problema es que todo a lo que le meten acordeón, le llaman vallenato. Salen unas baladas de requiebro, de lloriqueo, y enseguida dicen que es vallenato”, puntualiza.

Gustavo Gutiérrez grabó un trabajo especial, de la mano con el Binomio de Oro de América, que salió al mercado discográfico como especial.

En 2012, el Festival Vallenato le rindió homenaje a Gustavo Gutiérrez Cabello, hombre nacido hace 76 años en Valledupar.

‘Así fue mi querer’, ‘Sin medir distancia’, ‘Calma mi melancolía’, ‘Corazón martirizado’, ‘Tanto que te canto, ‘Lloraré’, ‘Recuérdame’ y muchas canciones más son obra de ‘El Flaco de Oro’.

Carlos Mario Jiménez
[email protected]

Farándula
22 enero, 2017

Gustavo Gutiérrez: sueños, frustraciones y logros

Se convirtió en compositor cuando tenía 23 años. Aunque la música de sus amores es la instrumental, asegura que la poesía murió en la música vallenata y que a él, lo criticaron por introducirla cuando comenzó a componer canciones.


Toda canción tiene una historia, toda historia tiene un protagonista lleno de vivencias, anécdotas y sueños. Gustavo Gutiérrez Cabello es el dueño de unas 100 obras hechas durante 50 años, grabadas en la música vallenata, en el folclor merenguero y hasta en rancheras.

Elegante – como siempre luce – esperó sereno sobre una silla ubicada en el patio de su vivienda. Allí, ‘El Flaco de Oro’ –‘como lo llaman’-, recibe a las visitas que observan tres guitarras, un acordeón piano, figuras artesanales y por supuesto, los diplomas o reconocimientos que le han hecho universidades, corporaciones y fundaciones por su aporte a la música vallenata.

El acordeón que tocaba en las parrandas hoy es un adorno. Dejó de interpretarlo cuando las reuniones entre amigos, que salían a dar serenatas por las calles del ‘Viejo Valledupar’, se esfumaron como el aroma que olfateaban por las noches al cantar frente a una ventana.

–“Las parrandas vallenatas se extinguieron y eso me afectó”, asegura-.

Considera que tiene un “pecado mortal” y es “ser demasiado sencillo y humilde”, cualidades que cualquier ser humano desearía tener en su vida. Lo acoge como un “cáncer que lleva por dentro”. Fue vicepresidente de la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata por 10 años, y solamente tiene una fotografía con personalidades como Gabriel García Márquez y Rafael Escalona. –“Escalona me agarró por un brazo, fue en el hotel Vajamar, y me jaló por el brazo para que saliera yo. En la foto está Alejandro Durán, Rafael Escalona, Gabriel García Márquez y Gustavo Gutiérrez. El único vivo soy yo (risas)”-.

“El pecado mortal mío es ser demasiado sencillo y humilde. Es mal hecho ser así, pero así me hizo Dios y eso viene del gen de mi madre Teotiste Cabello, que era una mujer muy sencilla y humilde. No es una enfermedad, es un cáncer que llevo dentro”.

Su personalidad es muy parecida a la de Emiliano Zuleta Díaz, a quien no le gustan las entrevistas, las fotografías, el roce con el público y las preguntas indecentes.

–“‘Emilianito’ y yo nos parecemos en eso”-.
Creció tocando y cantando, boleros y rancheras, tiene especialidades a la hora de interpretar la guitarra, como es interpretar zamba o milonga. Es seguidor de Luciano Pavarotti, Mario Lanza, Plácido Domingo y hasta de Andrea Bocelli. Su pasión es la música instrumental.

“Yo en mi casa me crié escuchando a mi papá tocar, en el piano, música de Ernesto Lecuona, entonces en la vejez no puede cambiar de gusto. Me satisface la vida tranquila y sencilla, me mudé de la plaza Alfonso López porque a la vuelta estaba El Callejón de la Estrella y los fines de semana me llegaba una cantidad de amigos a tocarme la puerta”, manifestó.

Con lo cotidiano, Gutiérrez Cabello disfruta por encima de cualquier objeto de valor. Ir al río Badillo, pasear por Patillal y salir al cine, sus planes favoritos. Hace 20 años dejó el licor de parrandas, -“a veces me tomo uno, pero de cinco no paso”-.

Comenzó a componer canciones tarde. A la edad de 18 años no tenía idea de cómo tejer una melodía y cuadrar un profundo mensaje.

Fue a los 23, cinco años después, cuando compuso sus primeras canciones: ‘Confidencia’ y ‘La espina’. Una frustración amorosa lo marcó y el único recurso fue componer un mensaje que está enmarcado entre los cantos clásicos del folclor.

Aunque lo absorbían las rancheras de José Alfredo Jiménez, el estilo de Atahualpa Yupanqui -Héctor Roberto Chavero-, el vallenato terminó atrapándolo hasta la década de los 90, cuando su inspiración se fue como golondrina sin albedrío.
“Nunca es tarde para empezar. Yo inicié a los 23 años y para ser compositor no hay necesidad de hacerlo a los 10 años”.

Es administrador de empresas, egresado de la Universidad EAN, donde fue a estudiar por complacer a su padre Evaristo, quien le advirtió que si se quedaba en Bogotá estudiando música, “que me regresara”.

Tiene en una de las cuatro paredes de su patio cantidades de pergaminos, reconocimientos y títulos honoris causa, como el de Comunicador Social entregado por la Universidad Cooperativa de Colombia, o el de profesional en Arte, Folklore y Cultura, de la Universidad Popular del Cesar, entre otros.

¿Regresó la inspiración?

En diciembre pasado, Jorge Oñate presentó ‘Sueña corazón’, obra de Gustavo Gutiérrez Cabello, una canción que para muchos es inédita.
“Cuando Oñate (Jorge) me grabó ‘Calma mi melancolía’ (1983) –aparece en el álbum 13 aniversario-, se llevó dos canciones. Un día me llamó y me dijo que tenía la canción, yo la escuché, le hice unos arreglos de forma, la actualicé un poco; le puse un coro más pegajoso, pero era una canción viejísima”, indicó Gustavo haciendo referencia a ‘Sueña corazón’.

Es seguro al hablar sobre su retiro de la composición. “Perder la inspiración nos pasa a los compositores que cantamos con el alma.

Tú buscas a mis amigos y cada canción tiene su historia, no es ficticia, no es imaginaria, yo no tengo imaginación para hacer canciones como otros maestros del vallenato, yo tengo es sentimiento, sensibilidad, a ultranza tal vez por la época que viví de trasnochador por toda la provincia: los cantos míos casi todos son realidades, los amigos míos saben a quién le hice tal canción”, declara.

La musa de Gustavo se esfumó con las parrandas. “Esas parrandas hermosas que se hacían con Escalona (Rafael), ‘Colacho’ (Nicolás Elías), los Pavajeau (familia vallenata de tradición en la cultura local), se extinguieron y eso me afectó. También me afectaron los años, porque cuando estaba joven vivía enamorado y me salían las canciones, ya soy un hombre organizado, estoy en la última etapa de mi vida, y sería como ridículo ponerme ahora a cantarle a una muchacha yo te quiero, a la edad de 76 años, ahí entraría en juego la imaginación y no el sentimiento”.

Tiene la frase que “para ser un buen cadáver hay que morir joven”, se la decía su amigo Jaime Molina.
“El último golpe de gracia me lo dio la canción ‘No pido más’ –grabada por Jorge Celedón-, que para muchos entendidos es la mejor letra que he hecho. Y resulta que esa canción ni gustó, ni sonó, fue el golpe más duro y fue cuando me convencí que la poesía había pasado de moda”.

Frustración
“La gran frustración de mi vida fue que no acepté una beca que me ofreció Doña Cecilia de López, cuando fue primera dama. En esa época yo era director de Turismo (Cesar) y yo iba a Bogotá a promocionar el Festival Vallenato, recuerdo que estaba Virgilio Barco de alcalde en Bogotá, hicimos una toma por la ciudad, y ella me dijo que si yo quería estudiar música me conseguía una beca para irme a estudiar Italia, yo lo consulté con mis padres y mi mamá se puso a llorar; yo soy muy consentido”, lamenta Gustavo Gutiérrez.

Este hombre, ganador en dos ocasiones del concurso de canción inédita en el Festival Vallenato, quiso ser cantante de ópera –“no tuve las cualidades vocales”-, así como también tuvo la intención de ser concertista de piano –“esa era mi debilidad y fue mi gran frustración, porque es la hora y no toco piano”.
“Yo me crié con la guitarra cantando boleros, ranchera; mi especialidad es la música de Argentina, la zamba y la milonga”.

La crisis en el vallenato
“El vallenato está en su mejor época en cuanto a acordeón. La crisis está en la composición. Hay un balance raro, porque en las academias tocan es el vallenato clásico, el Festival Vallenato está haciendo un gran trabajo de premiar a los niños, por eso hay que fomentar esa cultura”, dice Gustavo Gutiérrez.

Señala que ha escuchado comentarios sobre compositores que han dicho que no se puede hacer poesía, “porque ya pasó de moda, que es un tema cursi”, por eso considera que “está probado que es un vallenato (nueva ola) desechable, como el pan caliente, se va rápido, en cambio el vallenato clásico perdura en el tiempo”.

Sostiene que es “un trabajo duro, verraco”, que debe aplicarse también con los medios de comunicación “porque noto que los locutores le están haciendo un daño gravísimo al vallenato; no diferencian lo que es un paseo, una nueva ola, un reggaetón, debería hacerse una reunión con dueños de emisora, controles de sonido, locutores, no estoy diciendo que no pongan la otra música, no me vayan a mal interpretar; que digan lo que es blanco es blanco, y lo que es negro es negro”.

No desestima a sus colegas. “El compositor puede hacer lo que quiera. Yo tengo una cumbia que me grabó Juan Piña –‘El hombre de la piel morena’-, pero yo puedo hacer ranchera, bolero y nadie me lo va a impedir. Lo que sí que no es vallenato, el problema es que todo a lo que le meten acordeón, le llaman vallenato. Salen unas baladas de requiebro, de lloriqueo, y enseguida dicen que es vallenato”, puntualiza.

Gustavo Gutiérrez grabó un trabajo especial, de la mano con el Binomio de Oro de América, que salió al mercado discográfico como especial.

En 2012, el Festival Vallenato le rindió homenaje a Gustavo Gutiérrez Cabello, hombre nacido hace 76 años en Valledupar.

‘Así fue mi querer’, ‘Sin medir distancia’, ‘Calma mi melancolía’, ‘Corazón martirizado’, ‘Tanto que te canto, ‘Lloraré’, ‘Recuérdame’ y muchas canciones más son obra de ‘El Flaco de Oro’.

Carlos Mario Jiménez
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