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Columnista - 18 abril, 2011

Gossaín, fantasioso o desmemoriado

MISCELÁNEA Por Luis Augusto González Pimienta Es inusual que en esta época de recogimiento aborde temas ajenos a la Semana Santa. Pero como decía Escalona “ocurren casos que a mi me dan y yo no me aguanto” como las afirmaciones hechas por Juan Gossaín en su crónica para EL TIEMPO del domingo 10 de abril […]

MISCELÁNEA

Por Luis Augusto González Pimienta

Es inusual que en esta época de recogimiento aborde temas ajenos a la Semana Santa. Pero como decía Escalona “ocurren casos que a mi me dan y yo no me aguanto” como las afirmaciones hechas por Juan Gossaín en su crónica para EL TIEMPO del domingo 10 de abril “Estalló la paz de los acordeones”, referida al encuentro en Cartagena de personajes  de las vertientes vallenata y sabanera del folclor vallenato para, según  el cronista, firmar un armisticio.

Dios me coja confesado si miento cuando expreso mi admiración por Gossaín. Su vida y obra están repletas de merecidos reconocimientos. Para mí fue motivo de júbilo su exaltación como miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, en el año 2004.Tanto, que escribí una nota laudatoria sobre su discurso de posesión, escrito al alimón con Daniel Samper Pizano.

Por eso mi sorpresa con la versión que da de ciertos hechos recientes, que contradice lo sabido por el común de los mortales afectos a nuestro folclor. Asevera Gossaín que García Márquez y él eran jurados en alguno de los incontables festivales en que Andrés Landero se presentó y que el Nobel le había dicho que no votaría por él (Landero) porque era un sabanero que solo sabía tocar cumbias. Que ante eso renunció al jurado y se fue para su tierra.

No sé si aquí se le salió al insigne hijo de San Bernardo del Viento su espíritu de novelista prosélito del realismo mágico garcíamarquiano, y creó una fantasía para adornar su bien escrita crónica, o si confundió los hechos y los tiempos por la fatiga de tantos años de ajetreo periodístico. En realidad García Márquez admiraba a Landero y se mostraba molesto porque nunca hubiera sido coronado rey vallenato. En 1983, con el Nobel de Literatura en el bolsillo, llegó como jurado del Festival y sin recato alguno comentó que venía a entregarle la corona al sanjacintero, contando con el beneplácito de los otros jueces,   Rafael Rivas Posada, Enrique Santos Calderón, Leandro Díaz y Miguel López.

Concluido el certamen, a la pregunta de por qué no dio como ganador a Landero contestó  con resignación que no fue posible premiarlo porque había sido superado en franca lid por un vecino de patio, el sanjuanino Julio Rojas. El bueno de Landero sólo regresó en 1999 a recoger la corona de rey vitalicio.

Consultando aquí y allá precisé que Juan Gossaín fue jurado de la final una sola vez, en 1985 cuando ganó Egidio Cuadrado, dos años después de este recuento. Compartió mesa con Alejo Durán, Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta Díaz y Adolfo Pacheco. Por manera que nunca fue jurado al lado de García Márquez, ni con Landero concursando.

También disiento de Gossaín en su explicación del origen del término vallenato, que sitúa en 1968 con la organización del primer festival. Dejo en manos de los estudiosos del folclor la investigación correspondiente, pero quiero acotar que ya se hablaba de vallenato cuando Guillermo Buitrago difundía la música de Tobías Enrique Pumarejo y Emiliano Zuleta Baquero.  Y Buitrago murió en 1949.

Además, en los años 50 se conformó el trío de Bovea y sus vallenatos, en alusión a la música que tocaban, no a sus intérpretes, pues solo Alberto Fernández nació en esta tierra. Julio Bovea Fandiño y José Alfredo Angarita eran samarios y el reemplazo de este último, Ángel Fontanilla, cienaguero. Para ese tiempo tengo el recuerdo de cómo los samarios bautizaron como vallenatos a los provincianos que anclamos en la otrora bahía más linda de América y de vallenata a la música que producíamos. Lo hacían despectivamente, aunque hoy la admiran y escuchan con fervor. Incluso, ya tienen rey propio.

Columnista
18 abril, 2011

Gossaín, fantasioso o desmemoriado

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Augusto González Pimienta

MISCELÁNEA Por Luis Augusto González Pimienta Es inusual que en esta época de recogimiento aborde temas ajenos a la Semana Santa. Pero como decía Escalona “ocurren casos que a mi me dan y yo no me aguanto” como las afirmaciones hechas por Juan Gossaín en su crónica para EL TIEMPO del domingo 10 de abril […]


MISCELÁNEA

Por Luis Augusto González Pimienta

Es inusual que en esta época de recogimiento aborde temas ajenos a la Semana Santa. Pero como decía Escalona “ocurren casos que a mi me dan y yo no me aguanto” como las afirmaciones hechas por Juan Gossaín en su crónica para EL TIEMPO del domingo 10 de abril “Estalló la paz de los acordeones”, referida al encuentro en Cartagena de personajes  de las vertientes vallenata y sabanera del folclor vallenato para, según  el cronista, firmar un armisticio.

Dios me coja confesado si miento cuando expreso mi admiración por Gossaín. Su vida y obra están repletas de merecidos reconocimientos. Para mí fue motivo de júbilo su exaltación como miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, en el año 2004.Tanto, que escribí una nota laudatoria sobre su discurso de posesión, escrito al alimón con Daniel Samper Pizano.

Por eso mi sorpresa con la versión que da de ciertos hechos recientes, que contradice lo sabido por el común de los mortales afectos a nuestro folclor. Asevera Gossaín que García Márquez y él eran jurados en alguno de los incontables festivales en que Andrés Landero se presentó y que el Nobel le había dicho que no votaría por él (Landero) porque era un sabanero que solo sabía tocar cumbias. Que ante eso renunció al jurado y se fue para su tierra.

No sé si aquí se le salió al insigne hijo de San Bernardo del Viento su espíritu de novelista prosélito del realismo mágico garcíamarquiano, y creó una fantasía para adornar su bien escrita crónica, o si confundió los hechos y los tiempos por la fatiga de tantos años de ajetreo periodístico. En realidad García Márquez admiraba a Landero y se mostraba molesto porque nunca hubiera sido coronado rey vallenato. En 1983, con el Nobel de Literatura en el bolsillo, llegó como jurado del Festival y sin recato alguno comentó que venía a entregarle la corona al sanjacintero, contando con el beneplácito de los otros jueces,   Rafael Rivas Posada, Enrique Santos Calderón, Leandro Díaz y Miguel López.

Concluido el certamen, a la pregunta de por qué no dio como ganador a Landero contestó  con resignación que no fue posible premiarlo porque había sido superado en franca lid por un vecino de patio, el sanjuanino Julio Rojas. El bueno de Landero sólo regresó en 1999 a recoger la corona de rey vitalicio.

Consultando aquí y allá precisé que Juan Gossaín fue jurado de la final una sola vez, en 1985 cuando ganó Egidio Cuadrado, dos años después de este recuento. Compartió mesa con Alejo Durán, Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta Díaz y Adolfo Pacheco. Por manera que nunca fue jurado al lado de García Márquez, ni con Landero concursando.

También disiento de Gossaín en su explicación del origen del término vallenato, que sitúa en 1968 con la organización del primer festival. Dejo en manos de los estudiosos del folclor la investigación correspondiente, pero quiero acotar que ya se hablaba de vallenato cuando Guillermo Buitrago difundía la música de Tobías Enrique Pumarejo y Emiliano Zuleta Baquero.  Y Buitrago murió en 1949.

Además, en los años 50 se conformó el trío de Bovea y sus vallenatos, en alusión a la música que tocaban, no a sus intérpretes, pues solo Alberto Fernández nació en esta tierra. Julio Bovea Fandiño y José Alfredo Angarita eran samarios y el reemplazo de este último, Ángel Fontanilla, cienaguero. Para ese tiempo tengo el recuerdo de cómo los samarios bautizaron como vallenatos a los provincianos que anclamos en la otrora bahía más linda de América y de vallenata a la música que producíamos. Lo hacían despectivamente, aunque hoy la admiran y escuchan con fervor. Incluso, ya tienen rey propio.