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Columnista - 25 octubre, 2016

¡Fundaciones a tributar!

Ya anda rodando el texto de lo que de nuevo una y otra vez se habla de la integralidad de reforma tributaria y empiezan a conocerse sus aspectos novedosos y ponzoñosos. El Gobierno Santos finalmente presentó el proyecto al Congreso. Comienza el debate de la cacareada reforma estructural. Las fundaciones sin ánimo de lucro (FAL) […]

Ya anda rodando el texto de lo que de nuevo una y otra vez se habla de la integralidad de reforma tributaria y empiezan a conocerse sus aspectos novedosos y ponzoñosos. El Gobierno Santos finalmente presentó el proyecto al Congreso. Comienza el debate de la cacareada reforma estructural.

Las fundaciones sin ánimo de lucro (FAL) por fuerza de las malas prácticas se han convertido en entidades enredadas y descontextualizadas en su aporte social. Una persona jurídica que no tiene objeto social mercantil, la convirtieron en una especie de “sociedad comercial”. Las FAL no originan utilidades sino excedentes que teóricamente se reinvierte para el cumplimiento de su objetivo social.

No obstante, las FAL como no pagan impuestos se trocaron en entidades apetecibles para toda suerte de actividades, precisamente, más mercantiles que las propias desplegadas por las sociedades comerciales. Y una actividad fuente de corruptelas es la de la contratación estatal y alguien se fraguó utilizar las FAL como operadora contractual para evadir y eludir obligaciones tributarias.

Las FAL se han convertido en entidades de negociados (mejor negociones), por eso bienvenida las restricciones. Por ejemplo, el negocio extraordinario es el de las universidades que mayoritariamente están constituidas como FAL y en los tiempos de ahora además del gran negocio de la educación se erigieron en operarias contractuales y participan de cuanta jugosa licitación pública se abra, por aquello de la transparencia dizque de la academia.

La rentabilidad de las FAL conviene ponerlas con control efectivo a tributar. Indispensable modificar el régimen tributario especial (RTE). Hay que colocarles eficaz filtro a la filigrana evasora de este tipo de entidades. Verbigracia si se rastrea con ojo agudo y avizor los estados financieros de aquellas, mucho se puede descubrir y poner tatequieto para paliar la corrompida corrupción, en los ámbitos estatales y privados. En estos últimos los rostros benevolentes de la prepotencia de los corruptos es palpable y fácil de evidenciar en el mundo terrenal, sus máscaras multiformes. Por esta vía se reduce corrupción. Hay que actuar.

Cuando se descubra no solo la vocación mercantil de una FAL y su propósito empresarial, ojalá explorar el gravamen de los excedentes (que corresponde a las utilidades en las empresas con ánimo de lucro). La distorsión en su función social de cultura por ejemplo, impone mayores controles. Quienes administran este tipo de entidades cometen muchos excesos y despilfarros. Eso de que por ejemplo sean propietarios de fincas de recreo para el uso de los directivos y de representantes legales las ha convertido en instituciones a las que corresponde correrle el velo corporativo. En la materia la formalización tributaria se hace inexcusable.

En Colombia no cabe duda (dice José Aponte Martínez que es una palabra más clara y menos rebuscada que hesitación) se ha abusado de la figura de la FAL y se le hace daño al fisco, en beneficio de los excluyentes directivos de este tipo de asociaciones. ¡Dictadorzuelos!.

La forma jurídica de las FAL impone mayores controles, sobre todo en materia impositiva y confrontar si cumplen con la filantropía para la cual se crearon. De ahí que se habla de verdaderas Fundaciones Empresariales o Fundaciones Familiares. Existen contraprestaciones ocultas que se deben constatar, puntualmente en el manejo de los gastos administrativos, orificios que se usan para evadir impuestos.

Bienvenida más lupas a las FAL en materia tributaria y sus finanzas para por esa vía escarbar y depurar la realidad de este tipo de entidades que encubren toda suerte de negocios. El que nada debe, nada teme. ¿o no?

Columnista
25 octubre, 2016

¡Fundaciones a tributar!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hugo Mendoza

Ya anda rodando el texto de lo que de nuevo una y otra vez se habla de la integralidad de reforma tributaria y empiezan a conocerse sus aspectos novedosos y ponzoñosos. El Gobierno Santos finalmente presentó el proyecto al Congreso. Comienza el debate de la cacareada reforma estructural. Las fundaciones sin ánimo de lucro (FAL) […]


Ya anda rodando el texto de lo que de nuevo una y otra vez se habla de la integralidad de reforma tributaria y empiezan a conocerse sus aspectos novedosos y ponzoñosos. El Gobierno Santos finalmente presentó el proyecto al Congreso. Comienza el debate de la cacareada reforma estructural.

Las fundaciones sin ánimo de lucro (FAL) por fuerza de las malas prácticas se han convertido en entidades enredadas y descontextualizadas en su aporte social. Una persona jurídica que no tiene objeto social mercantil, la convirtieron en una especie de “sociedad comercial”. Las FAL no originan utilidades sino excedentes que teóricamente se reinvierte para el cumplimiento de su objetivo social.

No obstante, las FAL como no pagan impuestos se trocaron en entidades apetecibles para toda suerte de actividades, precisamente, más mercantiles que las propias desplegadas por las sociedades comerciales. Y una actividad fuente de corruptelas es la de la contratación estatal y alguien se fraguó utilizar las FAL como operadora contractual para evadir y eludir obligaciones tributarias.

Las FAL se han convertido en entidades de negociados (mejor negociones), por eso bienvenida las restricciones. Por ejemplo, el negocio extraordinario es el de las universidades que mayoritariamente están constituidas como FAL y en los tiempos de ahora además del gran negocio de la educación se erigieron en operarias contractuales y participan de cuanta jugosa licitación pública se abra, por aquello de la transparencia dizque de la academia.

La rentabilidad de las FAL conviene ponerlas con control efectivo a tributar. Indispensable modificar el régimen tributario especial (RTE). Hay que colocarles eficaz filtro a la filigrana evasora de este tipo de entidades. Verbigracia si se rastrea con ojo agudo y avizor los estados financieros de aquellas, mucho se puede descubrir y poner tatequieto para paliar la corrompida corrupción, en los ámbitos estatales y privados. En estos últimos los rostros benevolentes de la prepotencia de los corruptos es palpable y fácil de evidenciar en el mundo terrenal, sus máscaras multiformes. Por esta vía se reduce corrupción. Hay que actuar.

Cuando se descubra no solo la vocación mercantil de una FAL y su propósito empresarial, ojalá explorar el gravamen de los excedentes (que corresponde a las utilidades en las empresas con ánimo de lucro). La distorsión en su función social de cultura por ejemplo, impone mayores controles. Quienes administran este tipo de entidades cometen muchos excesos y despilfarros. Eso de que por ejemplo sean propietarios de fincas de recreo para el uso de los directivos y de representantes legales las ha convertido en instituciones a las que corresponde correrle el velo corporativo. En la materia la formalización tributaria se hace inexcusable.

En Colombia no cabe duda (dice José Aponte Martínez que es una palabra más clara y menos rebuscada que hesitación) se ha abusado de la figura de la FAL y se le hace daño al fisco, en beneficio de los excluyentes directivos de este tipo de asociaciones. ¡Dictadorzuelos!.

La forma jurídica de las FAL impone mayores controles, sobre todo en materia impositiva y confrontar si cumplen con la filantropía para la cual se crearon. De ahí que se habla de verdaderas Fundaciones Empresariales o Fundaciones Familiares. Existen contraprestaciones ocultas que se deben constatar, puntualmente en el manejo de los gastos administrativos, orificios que se usan para evadir impuestos.

Bienvenida más lupas a las FAL en materia tributaria y sus finanzas para por esa vía escarbar y depurar la realidad de este tipo de entidades que encubren toda suerte de negocios. El que nada debe, nada teme. ¿o no?