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Columnista - 6 marzo, 2015

Función y efecto del historial del vehículo

Cada vez que alguien lleva un vehículo al taller de servicio de la marca, o a un taller de servicio organizado, para efectuar una reparación o para darle mantenimiento al automotor, se diligencia una orden de trabajo en la que se anotan los datos del vehículo, el kilometraje que registra el odómetro, lo que dice […]

Cada vez que alguien lleva un vehículo al taller de servicio de la marca, o a un taller de servicio organizado, para efectuar una reparación o para darle mantenimiento al automotor, se diligencia una orden de trabajo en la que se anotan los datos del vehículo, el kilometraje que registra el odómetro, lo que dice el propietario o usuario del semoviente, y la fecha en que queda depositado en el lugar con autorización para efectuar los trabajos contratados o solicitados por garantía.

Esa orden de trabajo se cierra cuando se le entrega el vehículo a quien lo trajo al taller de servicio, adjuntándole la constancia de reparación en que el taller le informa cuáles fueron los hallazgos (o si no hubo ninguno), las piezas que se cambiaron o ajustaron por garantía, la fecha del ingreso, y el día en que se dio de alta al paciente.

Y detrás de esos dos documentos, como si se tratara de un fantasma que todos suponen que existe pero nadie sabe en donde anida, está la hoja de vida o historial del vehículo, a donde van a parar en línea los mismos datos que están en las ordenes de trabajo y en las constancias de reparación, adobados con una información complementaria, de manejo interno de la marca y el concesionario, sobre lo que sucede con el automotor, la solución técnica del problema, y si se practicaron o no las campañas de calidad o de seguridad prescritas por el fabricante para los vehículos de esa cochada.

A diferencia de la orden de trabajo y de la constancia de reparación, que son documentos que tienen origen legal, pues la ley del consumidor dice para que sirven y cuál es la información mínima que deben contener, el historial del vehículo es un documento privado, de trabajo, que sirve para efectuar la reparación y como soporte para pedir los repuestos y facturarle al cliente.
La Superintendencia de Industria y Comercio utiliza el historial del vehículo que hayan aportado las partes para formarse una idea de si el vehículo tiene un defecto de fábrica amparado por la garantía o no funciona normalmente por una cualquiera de las cinco causales de exornación de responsabilidad previstas en la ley a favor de las marcas o los concesionarios, e infaltablemente le da instrucciones a los peritos para que al revisar el vehículo y rendir el dictamen utilicen el historial del vehículo como si fuera el faro del aeropuerto en donde aterrizan los aviones.

El historial del vehículo se convierte así en el eje de la discusión, una veces a favor de quien reclama que le cambien el vehículo o le devuelvan el precio porque tantos ingresos al taller de servicio muestran que se trata de una máquina defectuosa, y otras a favor del concesionario que juiciosamente ha puesto en el historial datos que indican que el problema del vehículo no se debe a un defecto del producto.

Un documento como ese, que tiene tanta importancia como prueba de los hechos, no puede quedar al libre albedrío de quien lo elabora, pues aunque la marcas y los concesionarios siempre han dado muestras de seriedad en los datos que ponen en el historial, no siempre opera el principio de la buena fe.
El tema es bien importante, y merece que la Superintendencia de Industria y Comercio les dé instrucciones al respecto.

Columnista
6 marzo, 2015

Función y efecto del historial del vehículo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo Bueno Vásquez

Cada vez que alguien lleva un vehículo al taller de servicio de la marca, o a un taller de servicio organizado, para efectuar una reparación o para darle mantenimiento al automotor, se diligencia una orden de trabajo en la que se anotan los datos del vehículo, el kilometraje que registra el odómetro, lo que dice […]


Cada vez que alguien lleva un vehículo al taller de servicio de la marca, o a un taller de servicio organizado, para efectuar una reparación o para darle mantenimiento al automotor, se diligencia una orden de trabajo en la que se anotan los datos del vehículo, el kilometraje que registra el odómetro, lo que dice el propietario o usuario del semoviente, y la fecha en que queda depositado en el lugar con autorización para efectuar los trabajos contratados o solicitados por garantía.

Esa orden de trabajo se cierra cuando se le entrega el vehículo a quien lo trajo al taller de servicio, adjuntándole la constancia de reparación en que el taller le informa cuáles fueron los hallazgos (o si no hubo ninguno), las piezas que se cambiaron o ajustaron por garantía, la fecha del ingreso, y el día en que se dio de alta al paciente.

Y detrás de esos dos documentos, como si se tratara de un fantasma que todos suponen que existe pero nadie sabe en donde anida, está la hoja de vida o historial del vehículo, a donde van a parar en línea los mismos datos que están en las ordenes de trabajo y en las constancias de reparación, adobados con una información complementaria, de manejo interno de la marca y el concesionario, sobre lo que sucede con el automotor, la solución técnica del problema, y si se practicaron o no las campañas de calidad o de seguridad prescritas por el fabricante para los vehículos de esa cochada.

A diferencia de la orden de trabajo y de la constancia de reparación, que son documentos que tienen origen legal, pues la ley del consumidor dice para que sirven y cuál es la información mínima que deben contener, el historial del vehículo es un documento privado, de trabajo, que sirve para efectuar la reparación y como soporte para pedir los repuestos y facturarle al cliente.
La Superintendencia de Industria y Comercio utiliza el historial del vehículo que hayan aportado las partes para formarse una idea de si el vehículo tiene un defecto de fábrica amparado por la garantía o no funciona normalmente por una cualquiera de las cinco causales de exornación de responsabilidad previstas en la ley a favor de las marcas o los concesionarios, e infaltablemente le da instrucciones a los peritos para que al revisar el vehículo y rendir el dictamen utilicen el historial del vehículo como si fuera el faro del aeropuerto en donde aterrizan los aviones.

El historial del vehículo se convierte así en el eje de la discusión, una veces a favor de quien reclama que le cambien el vehículo o le devuelvan el precio porque tantos ingresos al taller de servicio muestran que se trata de una máquina defectuosa, y otras a favor del concesionario que juiciosamente ha puesto en el historial datos que indican que el problema del vehículo no se debe a un defecto del producto.

Un documento como ese, que tiene tanta importancia como prueba de los hechos, no puede quedar al libre albedrío de quien lo elabora, pues aunque la marcas y los concesionarios siempre han dado muestras de seriedad en los datos que ponen en el historial, no siempre opera el principio de la buena fe.
El tema es bien importante, y merece que la Superintendencia de Industria y Comercio les dé instrucciones al respecto.