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Columnista - 11 septiembre, 2014

Fuentes hídricas superficiales y subterráneas

De toda esta contaminación que hemos venido tratando en esta columna, digamos que de todos nuestros recursos naturales, el agua es el más precioso, digamos también que la mayor parte de la superficie terrestre está cubierta por mares que la rodean, pero, entre tanta abundancia, nosotros nos encontramos en escasez. Por una extraña paradoja, la […]

De toda esta contaminación que hemos venido tratando en esta columna, digamos que de todos nuestros recursos naturales, el agua es el más precioso, digamos también que la mayor parte de la superficie terrestre está cubierta por mares que la rodean, pero, entre tanta abundancia, nosotros nos encontramos en escasez. Por una extraña paradoja, la mayor parte de la abundante agua de la Tierra no puede emplearse en la agricultura, la industria o el consumo humano debido a su pesada carga de sales marinas, y esté es el motivo de que la mayoría de los habitantes del mundo se encuentren ya sufriendo directamente, ya amenazados de restricciones críticas. En una época en que el hombre ha olvidado sus orígenes y está ciego y sordo respecto a sus necesidades más esenciales para la supervivencia, el agua, a la par de otros recursos, se ha convertido en víctima de su indiferencia.
El problema de la contaminación del agua por los plaguicidas puede comprenderse solo en su contexto, como parte del todo al que pertenece: la contaminación del ambiente total de la humanidad. La polución que se introduce en nuestras aguas proviene de muchos orígenes: residuos radiactivos procedentes de reactores, laboratorios y hospitales; lluvia radiactiva causada por las explotaciones nucleares; desechos domésticos de ciudades y pueblos; residuos químicos de las fabricas. A ello hay que añadir una nueva forma de lluvia tóxica: las pulverizaciones químicas aplicadas a tierras de cultivos y jardines, bosques y campos. Muchos de los agentes químicos en esta alarmante mezcolanza imitan y aumentan los efectos perniciosos de la radiación y, dentro de los propios grupos de sustancias químicas, hay siniestras y poca conocidas interacciones, transformaciones y adiciones de efectos.
Desde que los químicos empezaron a fabricar sustancias que la naturaleza no había inventado nunca, los problemas de la depuración del agua se han hecho complejos, y el peligro para los usuarios del agua ha aumentado. Como hemos vistos, la producción de estas sustancias químicas sintéticas a gran escala empezó en la década de 1940. Ahora ha alcanzado tales proporciones que diariamente se vierte en los cursos de agua del país un impresionante diluvio de contaminación química. Cuando esta se mezcla de manera inextricable en la misma agua con los desechos domésticos y de otros orígenes, estas sustancias químicas resisten a veces la detención mediante los métodos generalmente en uso por plantas de depuración del agua. La mayoría son tan estables que no pueden ser descompuestos por los procedimientos ordinarios. Con frecuencia ni siquiera pueden ser identificadas. En los ríos, una variedad realmente increíble de contaminantes se combinan para producir depósitos a los que los ingenieros sanitarios solo pueden referirse, desesperadamente, como mugre.

Columnista
11 septiembre, 2014

Fuentes hídricas superficiales y subterráneas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

De toda esta contaminación que hemos venido tratando en esta columna, digamos que de todos nuestros recursos naturales, el agua es el más precioso, digamos también que la mayor parte de la superficie terrestre está cubierta por mares que la rodean, pero, entre tanta abundancia, nosotros nos encontramos en escasez. Por una extraña paradoja, la […]


De toda esta contaminación que hemos venido tratando en esta columna, digamos que de todos nuestros recursos naturales, el agua es el más precioso, digamos también que la mayor parte de la superficie terrestre está cubierta por mares que la rodean, pero, entre tanta abundancia, nosotros nos encontramos en escasez. Por una extraña paradoja, la mayor parte de la abundante agua de la Tierra no puede emplearse en la agricultura, la industria o el consumo humano debido a su pesada carga de sales marinas, y esté es el motivo de que la mayoría de los habitantes del mundo se encuentren ya sufriendo directamente, ya amenazados de restricciones críticas. En una época en que el hombre ha olvidado sus orígenes y está ciego y sordo respecto a sus necesidades más esenciales para la supervivencia, el agua, a la par de otros recursos, se ha convertido en víctima de su indiferencia.
El problema de la contaminación del agua por los plaguicidas puede comprenderse solo en su contexto, como parte del todo al que pertenece: la contaminación del ambiente total de la humanidad. La polución que se introduce en nuestras aguas proviene de muchos orígenes: residuos radiactivos procedentes de reactores, laboratorios y hospitales; lluvia radiactiva causada por las explotaciones nucleares; desechos domésticos de ciudades y pueblos; residuos químicos de las fabricas. A ello hay que añadir una nueva forma de lluvia tóxica: las pulverizaciones químicas aplicadas a tierras de cultivos y jardines, bosques y campos. Muchos de los agentes químicos en esta alarmante mezcolanza imitan y aumentan los efectos perniciosos de la radiación y, dentro de los propios grupos de sustancias químicas, hay siniestras y poca conocidas interacciones, transformaciones y adiciones de efectos.
Desde que los químicos empezaron a fabricar sustancias que la naturaleza no había inventado nunca, los problemas de la depuración del agua se han hecho complejos, y el peligro para los usuarios del agua ha aumentado. Como hemos vistos, la producción de estas sustancias químicas sintéticas a gran escala empezó en la década de 1940. Ahora ha alcanzado tales proporciones que diariamente se vierte en los cursos de agua del país un impresionante diluvio de contaminación química. Cuando esta se mezcla de manera inextricable en la misma agua con los desechos domésticos y de otros orígenes, estas sustancias químicas resisten a veces la detención mediante los métodos generalmente en uso por plantas de depuración del agua. La mayoría son tan estables que no pueden ser descompuestos por los procedimientos ordinarios. Con frecuencia ni siquiera pueden ser identificadas. En los ríos, una variedad realmente increíble de contaminantes se combinan para producir depósitos a los que los ingenieros sanitarios solo pueden referirse, desesperadamente, como mugre.