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Columnista - 6 mayo, 2016

El Festival desde la barrera

Un adagio de la tauromaquia dice que los toros se ven mejor desde la barrera. Confieso que no fue por mi consciente voluntad por lo que decidí no acudir a la cita de todos los años en el mes de abril, a la ciudad de los Santos Reyes, razones laborales me lo impidieron, aunque mis […]

Un adagio de la tauromaquia dice que los toros se ven mejor desde la barrera. Confieso que no fue por mi consciente voluntad por lo que decidí no acudir a la cita de todos los años en el mes de abril, a la ciudad de los Santos Reyes, razones laborales me lo impidieron, aunque mis alumnos de la universidad más bien me increparon por haber preferido darles clases en vez de estar en el Parque la Leyenda.

Pero fueron muchos los corresponsales que envié y que me trajeron informes juiciosos, aunque algunos al parecer se dedicaron a parrandear y se les olvidó la tarea.

Las nuevas tecnologías de la información me mantuvieron al tanto. Radio Guatapurí se escucha por internet como un cañón; no me perdí las transmisiones del Canal 12 y de Telecaribe y mis amigos tuiteros súper eficientes, se fajaron con información al instante, acompañada de fotografías y videos; en fin, me sentí mejor informado sobre lo que aconteció en Valledupar que en muchas ocasiones en que he estado presente y por eso me atrevo a hacer, reitero, desde la barrera, una breve síntesis de cómo vi el Festival estando Bogotá.

El reporte que tengo de visitantes nacionales e internacionales es superpositivo; me cuentan que este año se batieron todos los records de asistencia y turismo, lo que indica claramente que a la economía de la ciudad le fue bien, pero especialmente a las arcas de la Fundación, a las que debieron ingresar otros cuantos miles de milloncitos, que entre otras cosas nunca se sabe a qué bolsillos van a parar, y que al parecer ni la mayoría de los mismos miembros de la Fundación conocen esos balances.

Me contaron que la relación con los cientos de periodistas que se acreditan cada año para el Festival se deterioró por causa de algunos problemas que se presentaron en la entrega de credenciales; a estas alturas, con casi cinco décadas haciendo lo mismo, es imperdonable que ocurran estas cosas.

Cuentan que los concursos de canción inédita y piquería tuvieron una organización logística desastrosa, que inclusive llegó a perjudicar a muchos concursantes que no sabían con claridad en qué lugar les tocaba presentarse; la tarima y el sonido de La Pedregosa estuvieron fatales; me cuenta un concursante que su familia no pudo verlo cantar porque el sitio quedaba tan escondido que nunca lo encontraron.

En el reporte de mis corresponsales dicen que el día de la inauguración el Coliseo no se llenó porque las entradas que supuestamente eran gratis, se quedaron en manos de los revendedores que hacían su agosto con ellas. ¿No podrá prever la fundación este tipo de situaciones?

COLOFÓN: Es natural que el día de la final uno de los homenajeados estuviera en estado de excitación, pero tampoco era para que rayara en la chabacanería.

Columnista
6 mayo, 2016

El Festival desde la barrera

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Nain

Un adagio de la tauromaquia dice que los toros se ven mejor desde la barrera. Confieso que no fue por mi consciente voluntad por lo que decidí no acudir a la cita de todos los años en el mes de abril, a la ciudad de los Santos Reyes, razones laborales me lo impidieron, aunque mis […]


Un adagio de la tauromaquia dice que los toros se ven mejor desde la barrera. Confieso que no fue por mi consciente voluntad por lo que decidí no acudir a la cita de todos los años en el mes de abril, a la ciudad de los Santos Reyes, razones laborales me lo impidieron, aunque mis alumnos de la universidad más bien me increparon por haber preferido darles clases en vez de estar en el Parque la Leyenda.

Pero fueron muchos los corresponsales que envié y que me trajeron informes juiciosos, aunque algunos al parecer se dedicaron a parrandear y se les olvidó la tarea.

Las nuevas tecnologías de la información me mantuvieron al tanto. Radio Guatapurí se escucha por internet como un cañón; no me perdí las transmisiones del Canal 12 y de Telecaribe y mis amigos tuiteros súper eficientes, se fajaron con información al instante, acompañada de fotografías y videos; en fin, me sentí mejor informado sobre lo que aconteció en Valledupar que en muchas ocasiones en que he estado presente y por eso me atrevo a hacer, reitero, desde la barrera, una breve síntesis de cómo vi el Festival estando Bogotá.

El reporte que tengo de visitantes nacionales e internacionales es superpositivo; me cuentan que este año se batieron todos los records de asistencia y turismo, lo que indica claramente que a la economía de la ciudad le fue bien, pero especialmente a las arcas de la Fundación, a las que debieron ingresar otros cuantos miles de milloncitos, que entre otras cosas nunca se sabe a qué bolsillos van a parar, y que al parecer ni la mayoría de los mismos miembros de la Fundación conocen esos balances.

Me contaron que la relación con los cientos de periodistas que se acreditan cada año para el Festival se deterioró por causa de algunos problemas que se presentaron en la entrega de credenciales; a estas alturas, con casi cinco décadas haciendo lo mismo, es imperdonable que ocurran estas cosas.

Cuentan que los concursos de canción inédita y piquería tuvieron una organización logística desastrosa, que inclusive llegó a perjudicar a muchos concursantes que no sabían con claridad en qué lugar les tocaba presentarse; la tarima y el sonido de La Pedregosa estuvieron fatales; me cuenta un concursante que su familia no pudo verlo cantar porque el sitio quedaba tan escondido que nunca lo encontraron.

En el reporte de mis corresponsales dicen que el día de la inauguración el Coliseo no se llenó porque las entradas que supuestamente eran gratis, se quedaron en manos de los revendedores que hacían su agosto con ellas. ¿No podrá prever la fundación este tipo de situaciones?

COLOFÓN: Es natural que el día de la final uno de los homenajeados estuviera en estado de excitación, pero tampoco era para que rayara en la chabacanería.