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Crónica - 4 diciembre, 2016

Haciendo faroles, una familia abre las fiestas navideñas en Valledupar

“Queremos que los nietos aprendan también a fabricar faroles para que cuando uno no esté acá ellos digan ‘vamos a seguir con la tradición de mis abuelos’”, Cesar Fernández.

 Desde hace 35 años esta pareja se mantiene unida con respeto y trabajo en equipo.
Desde hace 35 años esta pareja se mantiene unida con respeto y trabajo en equipo.

Diciembre es considerado el mes más hermoso del año; llega cargado de sentimientos, para algunos de alegría, y para otros de nostalgia, sobre todo para quienes no pueden pasarlo en familia.

Está representado por las fiestas y desde que inicia, las personas automáticamente cambian de ambiente, es como si la alegría se apoderara de todos. Siempre hay algo nuevo que recordar, festejar, organizar o disfrutar en estos días con ‘olor’ a natilla, buñuelos, pasteles, a calor de hogar y diferentes manjares.

Una tradición infalible en estas fechas es la que se celebra el 7 de diciembre, conocida como el día de las velitas. Esta se celebra como inicio de las fiestas navideñas y por lo general desde las 7:00 de la noche se empiezan a ver faroles multicolores iluminados con velas en el interior, en los frentes de las casas y en los andenes.

Pero… ¿quiénes son los encargados de suplir a las familias de estas estructuras que le aportan magia al día de las velitas?

Para la fortuna de quienes aún guardan la costumbre de encender una vela y pedir deseos a la virgen María, en el barrio Candelaria Sur, ubicado en cercanías al río Hurtado; afluente natural que recorre de extremo a extremo la ciudad. Arelis Corrales y su esposo César Fernández, desde hace 20 años dedican parte del mes que anticipa el jolgorio navideño a la creación de faroles de madera cubierto con papel de colores azul rojo y verde.

Para la familia Fernández Corrales, la venta de estas pequeñas estructuras de madera no solo representan un ingreso económico, sino la tradición familiar que les ha dado reconocimiento en su comunidad, dejándoles como premio el cariño de muchos que, al aproximarse la fecha, se inquietan si no observan a la estable pareja fabricando estas piezas.

“Con esto nos distraemos, es una tradición y si no lo hacemos nos sentimos mal, este año por ejemplo no los íbamos a hacer y todo el mundo llegó a la casa a preguntar que por qué, que si estábamos arruinados. Entonces mi esposa me dijo: ‘así sea que nos endeudemos, pidamos prestado lo que sea, pero vamos a fabricarlos. Yo voy a cortar los palos, tú veras a ver si no los pegas’”, contó Cesar Fernández.

Arelis Corrales de 52 años de edad y su esposo César Fernández de 54, ambos oriundos de Barranquilla, son una pareja que bajo la consigna del respeto y el amor propio han permanecido juntos durante más dos décadas. Como representación física de ese amor de juventud, trajeron al mundo a tres hijos; Víctor Alfonso, Angélica y Arelis.

Son conocidos en el barrio como ‘El chino’ y ‘la gorda’, llegaron de visita a Valledupar en 1984 aproximadamente y desde entonces quedaron enamorados de la Ciudad de los Santos Reyes.
“Vinimos hace 30 años a visitar a mi papá, él en ese entonces tenía un puesto de viseras en el mercado. Desde esa visita no volvimos a salir de Valledupar. Nos enamoró la tranquilidad de esta ciudad, también porque vimos mayores posibilidades para organizarnos como familia acá”, comentó Arelis con ese acento barranquillero que aún se le siente al hablar.

Ella recuerda que le encantaba irse a bañar al río Guatapurí, en el balneario Hurtado, con sus hijas, quizás dando vida a esa creencia popular que quien se baña queda ‘amañado’ en la capital del Cesar.

Al hablar con los protagonistas de esta historia, es inevitable no sentir esa alegría que rodea al barranquillero y al costeño en general; con palabras rápidas, en ocasiones difíciles de entender y una sonrisa siempre en el rostro, demuestran que para ser feliz no se necesita de grandes riquezas.

A las 5:00 de la mañana despierta, apenas pone el pie en el suelo lo primero que hace es coger la mesa, el pegante y los faroles porque son casi 100 que hacen diariamente.

La microempresa de temporada navideña, cuenta además con la ayuda de Betty Villas Monte, suegra del hijo mayor de Arelis, desde hace tres años.

“Ellos son muy unidos, trabajan juntos y ese debe ser el secreto para mantenerse como pareja y el éxito de sus negocios”, señaló Villas Monte.

Esta familia, además de su entrega y dedicación en diciembre para entregar a los vallenatos su trabajo manual, todos los días del año, como sustento de su hogar trabajan en el negocio propio, denominado ‘Picadas El Chino’.

En una esquina de la carrea cuarta, hace 10 años, desde las 6 de la tarde hasta las 2 de la mañana, entregan picadas frescas y con un sazón único como lo manifiestan sus fieles clientes.

“El chino atiende muy bien, le saca risas a uno con sus cuentos y sus picadas de carne tienen un sazón bueno”, dijo Elías Camaño, cliente de Picadas el chino.

Episodio gris

Sin embargo, Arelis Corrales sentada en la puerta de su casa, desde la mesa roja, llena de pegante y rodeada de los materiales que emplea para la fabricación de los faroles, cuenta un episodio poco agradable que le tocó vivir y del que casi no le gusta hablar, pero que hoy en día agradece porque les permitió tener un negocio propio muy cerca de donde residen.

“Mi esposo y yo teníamos un negocio de carne en el mercado, salíamos todos los días a eso de las 4:00 de la mañana de la casa, pero un día cualquiera llegaron hombres armados, ingresaron a nuestra casa y nos ataron en el baño; a mi esposo, a un empleado y a mí. Fue una experiencia muy fuerte, es la única mala que hemos tenido acá en la ciudad, pero después de vivirla no quisimos volver a trabajar en el mercado, para evitar salir de nuestra vivienda tan temprano”, indicó.

Declaró también que “a pesar de ese mal rato que pasamos cuando nos alistábamos para dirigirnos al mercado, agradezco a Dios haberme permitido conseguir nuestra casa propia, a través del puesto en la plaza del Mercado Público”.

“A las 5:00 de la mañana ya estoy despierta, apenas pongo el pie en el suelo lo primero que hago es coger la mesa, el pegante y los faroles porque son casi 100 los que hacemos diariamente”: Arelis Corrales.

Por Jenifer Polo

Crónica
4 diciembre, 2016

Haciendo faroles, una familia abre las fiestas navideñas en Valledupar

“Queremos que los nietos aprendan también a fabricar faroles para que cuando uno no esté acá ellos digan ‘vamos a seguir con la tradición de mis abuelos’”, Cesar Fernández.


 Desde hace 35 años esta pareja se mantiene unida con respeto y trabajo en equipo.
Desde hace 35 años esta pareja se mantiene unida con respeto y trabajo en equipo.

Diciembre es considerado el mes más hermoso del año; llega cargado de sentimientos, para algunos de alegría, y para otros de nostalgia, sobre todo para quienes no pueden pasarlo en familia.

Está representado por las fiestas y desde que inicia, las personas automáticamente cambian de ambiente, es como si la alegría se apoderara de todos. Siempre hay algo nuevo que recordar, festejar, organizar o disfrutar en estos días con ‘olor’ a natilla, buñuelos, pasteles, a calor de hogar y diferentes manjares.

Una tradición infalible en estas fechas es la que se celebra el 7 de diciembre, conocida como el día de las velitas. Esta se celebra como inicio de las fiestas navideñas y por lo general desde las 7:00 de la noche se empiezan a ver faroles multicolores iluminados con velas en el interior, en los frentes de las casas y en los andenes.

Pero… ¿quiénes son los encargados de suplir a las familias de estas estructuras que le aportan magia al día de las velitas?

Para la fortuna de quienes aún guardan la costumbre de encender una vela y pedir deseos a la virgen María, en el barrio Candelaria Sur, ubicado en cercanías al río Hurtado; afluente natural que recorre de extremo a extremo la ciudad. Arelis Corrales y su esposo César Fernández, desde hace 20 años dedican parte del mes que anticipa el jolgorio navideño a la creación de faroles de madera cubierto con papel de colores azul rojo y verde.

Para la familia Fernández Corrales, la venta de estas pequeñas estructuras de madera no solo representan un ingreso económico, sino la tradición familiar que les ha dado reconocimiento en su comunidad, dejándoles como premio el cariño de muchos que, al aproximarse la fecha, se inquietan si no observan a la estable pareja fabricando estas piezas.

“Con esto nos distraemos, es una tradición y si no lo hacemos nos sentimos mal, este año por ejemplo no los íbamos a hacer y todo el mundo llegó a la casa a preguntar que por qué, que si estábamos arruinados. Entonces mi esposa me dijo: ‘así sea que nos endeudemos, pidamos prestado lo que sea, pero vamos a fabricarlos. Yo voy a cortar los palos, tú veras a ver si no los pegas’”, contó Cesar Fernández.

Arelis Corrales de 52 años de edad y su esposo César Fernández de 54, ambos oriundos de Barranquilla, son una pareja que bajo la consigna del respeto y el amor propio han permanecido juntos durante más dos décadas. Como representación física de ese amor de juventud, trajeron al mundo a tres hijos; Víctor Alfonso, Angélica y Arelis.

Son conocidos en el barrio como ‘El chino’ y ‘la gorda’, llegaron de visita a Valledupar en 1984 aproximadamente y desde entonces quedaron enamorados de la Ciudad de los Santos Reyes.
“Vinimos hace 30 años a visitar a mi papá, él en ese entonces tenía un puesto de viseras en el mercado. Desde esa visita no volvimos a salir de Valledupar. Nos enamoró la tranquilidad de esta ciudad, también porque vimos mayores posibilidades para organizarnos como familia acá”, comentó Arelis con ese acento barranquillero que aún se le siente al hablar.

Ella recuerda que le encantaba irse a bañar al río Guatapurí, en el balneario Hurtado, con sus hijas, quizás dando vida a esa creencia popular que quien se baña queda ‘amañado’ en la capital del Cesar.

Al hablar con los protagonistas de esta historia, es inevitable no sentir esa alegría que rodea al barranquillero y al costeño en general; con palabras rápidas, en ocasiones difíciles de entender y una sonrisa siempre en el rostro, demuestran que para ser feliz no se necesita de grandes riquezas.

A las 5:00 de la mañana despierta, apenas pone el pie en el suelo lo primero que hace es coger la mesa, el pegante y los faroles porque son casi 100 que hacen diariamente.

La microempresa de temporada navideña, cuenta además con la ayuda de Betty Villas Monte, suegra del hijo mayor de Arelis, desde hace tres años.

“Ellos son muy unidos, trabajan juntos y ese debe ser el secreto para mantenerse como pareja y el éxito de sus negocios”, señaló Villas Monte.

Esta familia, además de su entrega y dedicación en diciembre para entregar a los vallenatos su trabajo manual, todos los días del año, como sustento de su hogar trabajan en el negocio propio, denominado ‘Picadas El Chino’.

En una esquina de la carrea cuarta, hace 10 años, desde las 6 de la tarde hasta las 2 de la mañana, entregan picadas frescas y con un sazón único como lo manifiestan sus fieles clientes.

“El chino atiende muy bien, le saca risas a uno con sus cuentos y sus picadas de carne tienen un sazón bueno”, dijo Elías Camaño, cliente de Picadas el chino.

Episodio gris

Sin embargo, Arelis Corrales sentada en la puerta de su casa, desde la mesa roja, llena de pegante y rodeada de los materiales que emplea para la fabricación de los faroles, cuenta un episodio poco agradable que le tocó vivir y del que casi no le gusta hablar, pero que hoy en día agradece porque les permitió tener un negocio propio muy cerca de donde residen.

“Mi esposo y yo teníamos un negocio de carne en el mercado, salíamos todos los días a eso de las 4:00 de la mañana de la casa, pero un día cualquiera llegaron hombres armados, ingresaron a nuestra casa y nos ataron en el baño; a mi esposo, a un empleado y a mí. Fue una experiencia muy fuerte, es la única mala que hemos tenido acá en la ciudad, pero después de vivirla no quisimos volver a trabajar en el mercado, para evitar salir de nuestra vivienda tan temprano”, indicó.

Declaró también que “a pesar de ese mal rato que pasamos cuando nos alistábamos para dirigirnos al mercado, agradezco a Dios haberme permitido conseguir nuestra casa propia, a través del puesto en la plaza del Mercado Público”.

“A las 5:00 de la mañana ya estoy despierta, apenas pongo el pie en el suelo lo primero que hago es coger la mesa, el pegante y los faroles porque son casi 100 los que hacemos diariamente”: Arelis Corrales.

Por Jenifer Polo