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Columnista - 3 enero, 2017

El espectro del hambre en niños, niñas y jóvenes  

Es de dominio público las dificultades por las que ha atravesado la población en referencia, con relación a la alimentación escolar en este departamento y otros  notorios en el país, caso de la Guajira, el Chocó, “en todas partes se cuecen habas”. Se preguntarán por qué este tema a estas horas del año, cuando todo es alegría, fiesta, familias unidas alrededor […]

Es de dominio público las dificultades por las que ha atravesado la población en referencia, con relación a la alimentación escolar en este departamento y otros  notorios en el país, caso de la Guajira, el Chocó, “en todas partes se cuecen habas”.

Se preguntarán por qué este tema a estas horas del año, cuando todo es alegría, fiesta, familias unidas alrededor del pesebre, de una fiesta, de una mesa, algunas degustando exquisitos manjares, otros repitiendo la historia del Niño que nació en un pesebre.

Es una breve reflexión, que de pronto sirva para prevenir y subsanar errores y no caer en los mismos año tras año, porque es que la desnutrición conserva relación directa con el rendimiento escolar, más de lo que pensamos. Las consecuencias de la pobreza y la desigualdad se reflejan con claridad dramática en el desarrollo físico, intelectual, síquico de niños, niñas y jóvenes. Una buena nutrición y una buena salud están directamente conectadas a través del tiempo de vida, pero el enlace es aún más vital durante la infancia. Más de la mitad de la mortalidad infantil en países de bajos ingresos, puede atribuirse a la desnutrición.

Cuando se previene la desnutrición estamos cuidando a los niños, propiciándoles un ambiente amable, afectuoso. Todo esto es invaluable, porque sus consecuencias se proyectan en la calidad de vida. Es obvio que no debemos darle la espalda a esta situación en un tiempo de grandes contrastes, porque no podemos pasar por alto  algunas de las consecuencias mencionadas.

Es indiscutible que debemos ir más allá  de solo alimentar el cuerpo físico de los estudiantes en estado de vulnerabilidad. En especial, en estos momentos cuando estamos tras la búsqueda de la paz y reconciliación, en la educación, tenemos que ser conscientes quiénes somos y hacia dónde vamos. También es necesario abordarlo, para que al reconocernos nos hagamos responsables de las acciones que para el cambio debemos asumir en el tejido social del ente territorial pluricultural del tejido social que hoy tenemos, resultado de varios componentes.

De esta manera mientras más personas, más claridad, oportunidad haya para abordarlos, nos hacemos responsables de los resultados y más semillas de esperanza se sembrarán, resultando un ente más humano, equilibrado y armonioso.

A propósito, traigo a cuento un episodio narrado por la Madre Teresa de Calcuta, donde la hoy Santa nos cuenta que en una ocasión recogió una niña hambrienta en las calles de Calcuta.

La religiosa le dio un trozo de pan y la niña comenzó a comerlo lentamente miguita a miguita con miedo. “Vamos, no temas nadie te quitara ese pan, cómelo todo! Le dijo la Madre Teresa.

Y la pobre niña contestó: “tengo miedo porque una vez que este pan se me termine, volveré a tener hambre”.

¿Podrá seguir uno igual mirando a esa niña hambrienta que hace rendir un pan miguita a miguita porque le teme al hambre que la espera?

Vemos pues, que se han ganado muchas guerras, pero la de la injusticia y la pobreza aún permanece incólume. La paz será un sueño mientras a los empobrecidos por sistemas injustos no se les brinde una vida que merezca el nombre de humana.

La paz será una fantasía mientras unos pocos vivan en el lujo y la ostentación, ante millones que solo sobreviven. La justicia social es el camino para la convivencia pacífica.

Columnista
3 enero, 2017

El espectro del hambre en niños, niñas y jóvenes  

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Es de dominio público las dificultades por las que ha atravesado la población en referencia, con relación a la alimentación escolar en este departamento y otros  notorios en el país, caso de la Guajira, el Chocó, “en todas partes se cuecen habas”. Se preguntarán por qué este tema a estas horas del año, cuando todo es alegría, fiesta, familias unidas alrededor […]


Es de dominio público las dificultades por las que ha atravesado la población en referencia, con relación a la alimentación escolar en este departamento y otros  notorios en el país, caso de la Guajira, el Chocó, “en todas partes se cuecen habas”.

Se preguntarán por qué este tema a estas horas del año, cuando todo es alegría, fiesta, familias unidas alrededor del pesebre, de una fiesta, de una mesa, algunas degustando exquisitos manjares, otros repitiendo la historia del Niño que nació en un pesebre.

Es una breve reflexión, que de pronto sirva para prevenir y subsanar errores y no caer en los mismos año tras año, porque es que la desnutrición conserva relación directa con el rendimiento escolar, más de lo que pensamos. Las consecuencias de la pobreza y la desigualdad se reflejan con claridad dramática en el desarrollo físico, intelectual, síquico de niños, niñas y jóvenes. Una buena nutrición y una buena salud están directamente conectadas a través del tiempo de vida, pero el enlace es aún más vital durante la infancia. Más de la mitad de la mortalidad infantil en países de bajos ingresos, puede atribuirse a la desnutrición.

Cuando se previene la desnutrición estamos cuidando a los niños, propiciándoles un ambiente amable, afectuoso. Todo esto es invaluable, porque sus consecuencias se proyectan en la calidad de vida. Es obvio que no debemos darle la espalda a esta situación en un tiempo de grandes contrastes, porque no podemos pasar por alto  algunas de las consecuencias mencionadas.

Es indiscutible que debemos ir más allá  de solo alimentar el cuerpo físico de los estudiantes en estado de vulnerabilidad. En especial, en estos momentos cuando estamos tras la búsqueda de la paz y reconciliación, en la educación, tenemos que ser conscientes quiénes somos y hacia dónde vamos. También es necesario abordarlo, para que al reconocernos nos hagamos responsables de las acciones que para el cambio debemos asumir en el tejido social del ente territorial pluricultural del tejido social que hoy tenemos, resultado de varios componentes.

De esta manera mientras más personas, más claridad, oportunidad haya para abordarlos, nos hacemos responsables de los resultados y más semillas de esperanza se sembrarán, resultando un ente más humano, equilibrado y armonioso.

A propósito, traigo a cuento un episodio narrado por la Madre Teresa de Calcuta, donde la hoy Santa nos cuenta que en una ocasión recogió una niña hambrienta en las calles de Calcuta.

La religiosa le dio un trozo de pan y la niña comenzó a comerlo lentamente miguita a miguita con miedo. “Vamos, no temas nadie te quitara ese pan, cómelo todo! Le dijo la Madre Teresa.

Y la pobre niña contestó: “tengo miedo porque una vez que este pan se me termine, volveré a tener hambre”.

¿Podrá seguir uno igual mirando a esa niña hambrienta que hace rendir un pan miguita a miguita porque le teme al hambre que la espera?

Vemos pues, que se han ganado muchas guerras, pero la de la injusticia y la pobreza aún permanece incólume. La paz será un sueño mientras a los empobrecidos por sistemas injustos no se les brinde una vida que merezca el nombre de humana.

La paz será una fantasía mientras unos pocos vivan en el lujo y la ostentación, ante millones que solo sobreviven. La justicia social es el camino para la convivencia pacífica.